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Categoría: Instantánea

Juan Carlos Franco

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Juan Carlos Franco

30 años / Querétaro

 

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Fui al teatro. Siempre que me preguntan, respondo eso: fui al teatro. Ahí me enamoré, aunque no sé bien de qué cosa. Quizás tenga que ver con la última pregunta de este cuestionario, un placer por conectar, o quizás sólo tuve la suerte de ver piezas que atesoré y sigo atesorando: un «Pedro y el lobo» de sombras, la primera obra que vi; un complejísimo musical sobre el sistema digestivo en el auditorio de la primaria; «La importancia de llamarse Ernesto», con una Mariana Hartasánchez mucho más grande que el teatrino en donde se presentaba; decenas y decenas de lecturas dramatizadas en el Festival de Joven Dramaturgia, donde, quizás, me di cuenta que esos que hablaban de sus obras, siempre fachosos, eran relativamente cercanos a mí en edad y en intereses, y que quizás yo podría ser uno de ellos años después. Acá estoy, años después.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

He pensado mucho en esto últimamente. En cierto modo, el momento que vivimos (en el país, en nuestra cultura, en los terremotos políticos del mundo) ha cambiado muchas de las preguntas que me hago como creador, pero sobre todo ha aclarado mis anhelos.
Deseo, en pocas palabras, poder vivir una vida plena ejerciendo mi profesión con libertad y sin precariedad. Ya no es viajar profesionalmente, poder trabajar con creadores que admiro o poner un negocio para sostenerme en tiempos difíciles: es poder acceder al mínimo de dignidad. Y eso me parece, si bien un poco esclarecedor, también sumamente triste.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

No creo que mi trabajo sea singular o distinto. Estoy seguro que ha sido influido por los creadores que admiro, y también por los que no.
No es que la originalidad no exista, sino que es verdaderamente rara de encontrar. Y sin embargo, me siento afortunado por poder hilvanar algo cercano a un estilo a través de elementos de otros. Para mí, los elementos centrales son la ironía, la indagación y la complejidad humana. Sin ellos no concibo hacer teatro, o al menos no el placer con el que lo relaciono, y los tres me los han dado otros creadores, en distintas formas y en momentos muy variados, desde los trágicos (traducidos, sin embargo, según nuestra visión del mundo) hasta los más innovadores creadores actuales.
He descubierto que asumir esta contaminación perpetua es mucho más fructífero como creador que una persecución eterna de la originalidad.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

En la práctica, ninguna. No estoy siendo cínico: el mundo, en todas sus batallas a vida o muerte y las complejas luchas en contra de un sistema injusto a punto de morir, no tiene mucha razón para voltear a ver a las artes. Pero hay en él un elemento desbordante, un exceso que, de hecho, es el que ha permitido que el teatro, junto con todas las otras disciplinas artísticas, hayan sobrevivido durante tanto tiempo, a pesar de guerras, enfermedades y cambios radicales en el pensamiento y la ciencia: nos dan perspectiva humana.
En debates tan complejos como los actuales, de la pandemia al sistema del capital, las artes nos permiten pensar con un espejo grande y brillante frente a nosotros. El teatro, además, lo hace en presencia, en convivio y en ficción, tres de las cosas que más atesoramos ahora mismo. La importancia del teatro ahora, me parece, la misma de siempre: difícilmente podemos confiar que ayudará a cambiar algo de facto, pero no por ello disminuye su relevancia, que es más bien reflexiva. Y la reflexión es el cimiento de un vuelco en cualquier paradigma. Ojalá lo sea también para el nuestro.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Tantas cosas. Para empezar, todos entendemos algo distinto por «modelo teatral», y de ahí se desprenden cientos de problemas que, en apariencia, nos distancian irremediablemente. Por eso creo que lo más importante es la unión entre los creadores.
El modelo teatral actual en México -me parece- tiene siempre como característica central la competencia. No hay espacios suficientes de programación, no hay presupuesto para todos, no existen los lugares necesarios en las escuelas de teatro ni extensión para aparecer en los medios de comunicación. Eso nos predispone, incluso antes de salir de la escuela, a una competencia feroz que no nos deja ver que, unidos, esos problemas que nos hacen competir (o al menos los más urgentes) se podrían criticar para diseñar y proponer en conjunto soluciones que, además, tendrán más posibilidades de cobrar realidad porque tienen el respaldo de todos.
Si nos organizamos, entre otras cosas, podemos conseguir (y lo hemos hecho) más presupuesto, más espacios, mejores condiciones de trabajo, reglas que se ajusten a la comunidad y no al aparato burocrático, medidas educativas, fiscales y sociales que acerquen a la población a las artes y, en consecuencia, generen más empleo…
La posibilidad está ahí: la de reconocer y aprovechar la potencia política del encuentro, que no significa el consenso total. Eso es una comunidad y nosotros aún no lo somos.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Que no se dejen distraer. Los consejos así de generales siempre son una simplificación y es imposible que les hablen a todos, pero algo que he sentido conmigo y con mis colegas de generación es la enormidad del abismo de distracciones que nos ataca todo el tiempo. Muchas son las mismas que tiene, digamos, todo mundo: el Smartphone (¡todas esas apps!), los eternos estímulos para consumir, y tantas más.

Otras son distracciones necesarias, como la salud, la familia, el medio ambiente, la lucha contra la precariedad y el interés en el futuro en general. Pero hay muchas que son propias de nuestro campo de trabajo: la fama, el poder, la lucha egoísta por los espacios y los presupuestos, la visibilidad y la viralización por encima de todo.
El problema no es tanto que nos distraigamos, sino que esas distracciones se empiezan a volver nuestro oficio. Hablar de nuestra obra, mostrarnos en redes, cabildear nuestros proyectos, encontrarnos en las fiestas son parte de lo que hacemos, pero no deben convertirse en ello. Al final, lo que importa en una carrera teatral es todo lo que, honesta y sensiblemente, podemos poner en escena. El mundo hace mucho ruido y es cada vez más ensordecedor, pero nosotros podemos -y quizá debemos- resistir celosamente a ese escándalo.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Me gustaría que lográramos comunicarle a la gente, a esos espectadores que piensan a veces en el teatro pero nunca se deciden a llegar, que la ausencia que sentimos ahora al dar o tomar clases en Zoom, al ofrecer un live para quien quiera verlo, o mandando todo tipo de mensajes por nuestro celular, es justo la del contacto, la de la presencia del otro alimentándonos, y ESO es el teatro. Parece romántico, casi utópico. Pero me gustaría decirles: ese momento primal y tan simple sin el cual nos sentimos desvalidos, ajenos, es eso. Es lo que tanto nos apasiona del teatro a los que lo hacemos, lo sepamos o no. Es lo que, invisible, se vuelve adictivo para los espectadores asiduos. Es lo que nos conecta en la vida social, claro, pero es también lo que nos da tanto placer en el escenario y desde las butacas: poder sentirnos conectados, en relación implacable con un ser humano que no somos nosotros, con su dolor, su esperanza, su placer.
Y entonces el deseo, en última instancia, sería ver a gente con ganas de reconectar tratando de hacerlo de nuevas maneras, aunque al menos una de ellas sea tan antigua como la historia. Y no tenemos que ser optimistas o pesimistas con esto: tenemos que hacer que las cosas se muevan.

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Yuriria Fanjul

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Yuriria Fanjul

37 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Respuesta corta: ¡Por accidente!
Respuesta larga: Tenía 24 años y estaba terminando mi Licenciatura en Filosofía y Música y un verano me inscribí a un curso de canto como un taller para terminar mi tesis que era sobre improvisación musical y filosofía contemporánea francesa. Cuando llegué a ese taller, resultó no ser una escuela de música como yo creía, sino una escuela de voz para actores, Royhart Artistic Center. Al entrar al salón de ensayos de teatro el primer día, me sorprendí muchísimo porque algo más grande que yo, que no puedo explicar, me poseyó. Fue casi una experiencia espiritual espontánea. Al sentir el espacio escénico supe en ese instante que había nacido para estar allí. Sentí que ese espacio era lo que más sentido me hacía y que intuitivamente ya lo conocía. Fue como un reconocimiento. Sin embargo, dejé pasar esa experiencia al terminar el taller, la ignoré un poco, y luego la olvidé. Volví a mi mundo de la filosofía y la música pensando que yo seguiría en la vía intelectual y musical, terminé mi tesis, y hasta me fui a vivir a un centro de meditación durante dos años… Y un día, caí en cuenta que llevaba un año cantando una canción en la mente que no me dejaba en paz; era una canción que había aprendido en la primera obra de teatro que hice en la primaria, a mis diez años. Por alguna razón, mi subconsciente me estaba llamando a recordar que el teatro había sido mi mundo desde niña. ¡Y llevaba dos años ignorándolo! De pronto, gracias a esa canción, ¡me acordé! A lo que más jugaba de niña era a hacer obras de teatro, había actuado un poco en la escuela, pero sobre todo actuaba regresando de la escuela, encerrada en mi cuarto, frente al espejo…. Los fines de semana incluso escribía obras de teatro con mis primos y sentábamos a mis papás en la sala y les cobrábamos 50 centavos el boleto para vernos actuar…
Hacía teatro todo el tiempo. No sé por qué lo interrumpí en la adolescencia y lo olvidé durante tanto tiempo. Finalmente, a mis 26 años, me admitieron en la Maestría de Jacques Lecoq en Londres y nunca más lo pude dejar. Siento que el teatro me encontró a mí y no yo a él.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

¿Qué es lo que permite la conexión entre el artista escénico y el público? ¿Entre el artista escénico y el personaje? ¿Cómo le hace un buen actor para siempre ser buen actor?
Mis anhelos son seguir nadando en el teatro para siempre, visitar las obras clásicas que son perfectas y poder interpretar a los personajes más entrañables, pero también hacer teatro nuevo. Me gustaría actuar a la par de grandes actores, en los grandes teatros. Como directora de escena anhelo poder ser más clara, asertiva y valiente.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Búsqueda, emoción, liberación.
Cuando habito el teatro me siento en un estado de consciencia expandido. Es como si yo me desplegara en mil «yos»: en mi esencia como humano, en mi individualidad y en todos mis potenciales al mismo tiempo.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

La misma de siempre: seguir celebrando las interacciones humanas y hacerlo para darnos cuenta de que la vida humana ya es un teatro: nuestra vida es una obra dentro de una obra. Habrá que ir al teatro para seguirlo recordando… se nos olvida.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

La sobreactuación. Pareciera que no hemos entendido que el teatro y la actuación es algo inherente al ser humano y que no hay que hacer ningún esfuerzo para sentir emociones y recrearlas.
Los teatreros tendemos a siempre hacer de más y perdemos la verdad, y nuestro teatro es malo. Por eso en México no tenemos tanto público y nuestra industria carece de apoyo y no es rentable. Eso tiene que cambiar urgentemente para que podamos seguir viviendo del teatro. Tenemos que hacer mejor teatro y yo creo que eso empieza en dejar de sobreactuar, en dejar de ser falsos.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Mejores presupuestos, más inteligencia corporal, más sentido del humor y expandir la capacidad de reírse de uno mismo.
Deseo que las generaciones teatrales tengan el valor de ver su propia verdad y que dejemos de crear cosas no interesantes y sin imaginación, sin poesía.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Cualquier gran artista, científico o creador, alcanzó cosas grandes por pasar tiempo en soledad. Cualquier artista, incluido el artista teatral, se puede beneficiar de este tiempo de aislamiento para profundizar en su ser artista. Sin embargo, ¿si podremos hacer teatro virtual o no? Sí podremos, pero no bastará. Tendremos que seguir buscando la representación en vivo y espontánea, aunque por un tiempo ésta tenga que ser filmada.

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Mariana Moyers

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Mariana Moyers

29 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Mi papá nos llevaba a mi hermana y a mí al Anfiteatro Simón Bolívar donde se presentaba cada semana un espectáculo para niños, no necesariamente teatral, pero esas primeras experiencias como espectadora me marcaron. Luego empecé a decir poesía en voz alta y escribir algunos cuentos con ayuda de mi mamá que también se sabía de memoria muchos poemas y le gustaba escribir. Así que el hecho de ser espectadora asidua y el cariño por contar historias fueron ocupando mi mente y mi tiempo.
No creo haberlo decidido con precisión en algún momento… no sé si lo hubiera hecho igual de haberlo pensado a cabalidad.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Siempre hago giros de investigación y pensamiento acerca de la vitalidad del fenómeno teatral ¿qué tiene esto que sigue estando vivo? ¿Qué del teatro seguiría estando vivo aún si desaparece como lo conocemos? ¿Qué había de teatro en las vidas de las personas que no lo llamaban o llaman así?
Y en torno a esas preguntas me interesa seguir descubriendo mi camino en las facetas que sean necesarias para responder a esas cuestiones.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Estoy segura de que mi manera de habitar el teatro no es singular. Hay muchas creadoras y creadores que me han inspirado y siguen inspirando, afortunadamente. Pero si pudiera elegir algunas palabras, sean o no particulares de mi quehacer serían: Antropocentrista – Investigación – Utópico.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

He pensado mucho acerca de que el origen del teatro es la necesidad humana de traducir y comunicar el universo a otros seres humanos. Así que, en este momento de híper comunicación y aislamiento, donde aquella fábula de la cueva de Platón se vive a un máximo nivel, el fenómeno teatral está jugando un papel central en el manejo de esa información.

Y nos toca a nosotros, los que nos damos cuenta de ese fenómeno, observar y cuestionar la manera en que la teatralidad está jugando… y no de manera neutral. Esto sin duda debe cambiar los paradigmas de “hacer teatro”.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Creo que todo debe cambiar (que no en todos los casos es desaparecer); no solo los discursos, los modos de producción y la estructura misma de “las ficciones” sino las condiciones de trabajo bajo las que se hace teatro. Esta última es, sin duda, la necesitad de cambio más urgente y reclamada dentro del gremio.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Que cuestionen ferozmente a sus escuelas desde y dentro de las escuelas.
Que sepan que al aprender teatro ya están haciendo teatro y por eso desde ahí deben cuestionar el orden de las cosas.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Estoy viendo teatro en los lugares más insospechados y “poco ortodoxos”, según la doctrina tradicional del edificio teatral. Eso reconforta mis ansias. El fenómeno teatral sigue, aún sin nosotras.
Lo que deseo es que cuando volvamos a estar juntos, le demos cabida a ese estado de “no-normalidad” que va a continuar. Que no queramos retomar un mundo que ya no existe, sino generar modos y discursos que dialoguen con ese nuevo estado de las cosas.

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Emmanuel Lapin

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Emmanuel Lapin

26 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Originalmente quería ser músico y el plan maestro era profesionalizarme como violinista o pianista en el Conservatorio Nacional de Música, pero mi primera maestra de teatro en la preparatoria, Brisa Rossel, me dijo que era «carne de escenario» y me cambió la vida.
Yo no entendía muy bien la expresión, pero le hice caso y continué estudiando Teatro profesionalmente.
Soy teatrero pero la música nunca me deja.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

¿Quién es el otro? ¿Quién soy frente al otro? ¿Cómo escuchar en escena? ¿Cuál es el ritmo de la escena?
Con los años he descubierto que las preguntas más sencillas son las más difíciles de responder y eso funciona como catalizador en mi actividad como creador, un investigador nunca deja de preguntarse. No hay certezas para actuar (ni arriba ni abajo del escenario) sin embargo el escenario, como una lupa, revela y amplifica nuestros deseos y dolores más profundos. Y eso es bello e importante.
Definitivamente anhelo crear en comunidad, con equipos de trabajo que disfruten de estar ahí y sepan que amar es justamente su potencia creadora.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

¿Tres nada más?

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

El teatro nos revela, aunque no queramos ver, aunque queramos esconder la verdad, aunque queramos trastocarla o negarla. Los griegos sabían que el teatro era el espacio idóneo para contemplarse.
Actualmente estamos alejados de ser una sociedad con la capacidad de mirarse, sobre todo por la sobre estimulación a la que estamos acostumbrados, pero justamente, y en contraste, el teatro surge con potencia a partir de una palabra, una mirada o una respiración.
El arte del encuentro no desaparece pese a lo fortuito e impersonal de nuestras relaciones actuales. Tampoco quiero sonar como un detractor de nuestra actualidad, ya que soy un hijo de este tiempo y creo que hasta en la virtualidad la ficción encuentra la manera de aparecer e inesperadamente revelarnos.

Cuando pienso en el teatro y lo virtual me sorprendo pensando: «¡Es 2020, tenemos internet y hablamos de teatro!» Probablemente lo más punk y outsider que alguien puede hacer en estos tiempos. Que nunca muera esa conversación.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Me cuesta trabajo pensar en un solo modelo teatral en México porque he visto muchos, desde el que produce sin un peso hasta los que producen con mucho y aspiran a un teatro que se parezca más a un concierto de Madonna que a una obra de teatro.
Creo que debería cambiar la inequidad, los discursos de poder que legitiman a dos o tres y especialmente los prejuicios que se siembran desde las escuelas de teatro, esto se conecta de nuevo con los discursos de poder absurdos que generan seguidores, no creadores.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Deseo que sus hermanos mayores del teatro no les hagan bullying, esto traducido en que si acaso hay muchas cosas para desmotivarse no sea lo único a tomar en cuenta en el panorama actual de nuestro teatro.
Les deseo condiciones favorables de parte del gobierno y sus instituciones culturales.
Les deseo inspiración, profundidad y preguntas que enriquezcan su arte.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Son tiempos extraños, pero todo lo que nos saca de nuestra zona de confort nos sirve para reestructurar nuestros sistemas de pensamiento. Tengo la fortuna de poder quedarme en casa y darme el tiempo de pensarme a partir de lo doméstico, a lo cual no estaba muy acostumbrado.
Reflexiono sobre mi salud física y mental y leo libros atrasados, escucho mucha música y fantaseo en que todo lo aprendido en esta cuarentena tendrá efecto en el teatro que vendrá.

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Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Daniel Primo

37 años / Apizaco, Tlaxcala

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Por ahí de los veintiséis años, después de estudiar Física y Comunicación Visual sin hallar rumbo, conocí a una persona que me enseñó el camino de las artes vivas y que se convirtió en mi maestro querido.
Durante los años que trabajé con Alain Kerriou conocí a muchos creadores técnicos y artistas de los que aprendí buena parte de lo que sé ahora. Creo que decidí tomar y seguir caminando ese camino por las personas que lo caminamos, porque con ellas es donde mejor encuentro el despliegue de mi creatividad.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

La verdad es que mi aproximación a las artes vivas es muy reciente y todavía intento responder preguntas súper básicas como qué son y cómo funcionan los dispositivos, sobre todo porque la tradición escenográfica en México está desvinculada del lenguaje del video escénico, que es una de las principales directrices de mi investigación creativa.
Por otro lado, me es difícil renunciar al anhelo adolescente de querer cambiar el mundo. Pienso que hoy ese anhelo es más vigente que nunca y una de las actividades más importantes de mi proceso creativo es la de concebir proyectos críticos de las ficciones y los dispositivos que perpetúan las relaciones de opresión.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

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Pienso mucho en el lenguaje escenográfico como motor de transformación de las ficciones. Me interesa crear dispositivos que modifiquen la forma en la que vemos y habitamos el mundo.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

En primer lugar, considero que lo más importante del teatro en este momento histórico son sus cualidades de reunión. De acercar a las personas y ponerlas en un mismo lugar y potenciar su fuerza vital en ese intercambio de los cuerpos.
Al mismo tiempo, lo irrelevante que le resulta el teatro a la hegemonía de los capitales culturales es sumamente importante, puesto que potencializa sus cualidades transformadoras y críticas y nos permite crear sin el yugo de la plusvalía.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Los modelos de ficción que perpetúan los arquetipos de violencia y el empeño de su defensa.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Les deseo un futuro y la voluntad de luchar por él.
Que consideren factible su quehacer como creador de la realidad de todos más allá de la de ellos mismos.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Personalmente estoy viviendo esta emergencia como una oportunidad para pensar y para estudiar a una velocidad diferente. Los modos de producción artística de nuestro tiempo son muy agresivos con el tiempo y con la vida de los creadores, y esta pausa obligada me está permitiendo reflexionar sobre mi propio quehacer en vías de un futuro implausible.
En este sentido, me gustaría volver a una realidad mejor pensada y con mejores y más conscientes oportunidades para reunirnos.

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Haydeé Boetto

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Haydeé Boetto

47 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Mi madre es maestra y trabajó durante más de 40 años en la educación a través del arte, especialmente del teatro. Mi padre, un tiempo de su vida se dedicó a la música, así que desde que era niña estuve cerca de los escenarios.
Estudié Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y empecé a actuar desde muy joven. Tuve la suerte de trabajar con creadores escénicos muy generosos (directores, actores, dramaturgos) de los que pude aprender mucho y paralelamente me desarrollé con mi propia generación, inventando un montón de proyectos que nos emocionaban y nos divertían. Así me fui formando y así me sumergí en un eterno romance con las tablas, del que ya no pude escapar…

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Hay tantas preguntas que aparecen todo el tiempo en los procesos de creación… ¡Son muchas!…
«¿Cuántas lecturas podría tener esto? ¿A quién está dirigido esto? ¿Esto es interesante? ¿Esto es universal? Sé que esto parece una cosa, pero en realidad esconde algo más…¿Qué es? ¿Por qué esto me moviliza? ¿Movilizará a los espectadores? ¿Esto construye o destruye? ¿Cómo se desenreda esta madeja de ideas revueltas? ¿Cómo poner en palabras esto? ¿Cómo poner en acción estas palabras? ¿De qué material es mi idea? ¿Este lenguaje tiene que ver con esta idea?…»
Y sobre los anhelos por vivir dentro de las artes escénicas: yo diría que simplemente seguir disfrutando cada proyecto, seguir investigando, poner el corazón, dialogar en el respeto y tratar de compartir, de formar a otros y de construir cosas de la mano de los demás.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Actriz Creadora Multitarea.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

El teatro salva, asombra, confronta, desarma, desnuda, revela. Pero, sobre todo, provoca el encuentro. Y eso es lo más importante hoy: El encuentro.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Creo que tenemos que interesarnos en las miradas de otros. También tratar de involucrarnos en ese universo interior enorme que esconde cada creador o trabajador del teatro, en sus historias, en sus motivos.
Rastrear. Encontrar coincidencias y objetivos comunes. Entender las partes para poder ver el cuadro completo.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Que se asombren siempre, que se emocionen, que generen ideas, que inventen proyectos propios, que descubran rápido y aprovechen la sabiduría que guardan los viejos, que observen mucho, que se acerquen a otros oficios y aprendan cosas diferentes, que identifiquen los caminos que les hagan felices y que transiten por ellos con mucho compromiso.
Que festejen sus logros. Que amen de verdad su profesión.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Esta emergencia ha revelado muchas cosas, buenas y malas. Es una gran lupa con la que ha podido verse lo mejor y lo peor de cada uno. Ha hecho que todo se mueva, explote y gire. Todo eso será bueno para la profesión, nos obligará a replantearnos algunas cosas, a redimensionarnos y a redescubrirnos.
Cuando volvamos a estar juntos, creo que nos volverá a conmover el cuerpo vivo de nuestros compañeros actores, su calor. Creo que tendremos un bello y amoroso reencuentro con los espectadores y también creo que sabremos más cosas de nosotros mismos. En esencia, tal vez volvamos a acercarnos a la esencia del teatro, que ahí sigue y seguirá, resistiéndolo todo.

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Cecilia Ramírez Romo

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Cecilia Ramírez Romo

37 años / Torreón, Coahuila

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Por accidente, yo iba a ser doctora. Cada vez que me hacen esta pregunta, la respuesta me provoca sonreír: “Yo soy actriz, por un sentido social; ese día me decidí a pasar a leer en voz alta un personaje frente al grupo, para que la maestra no nos dictara». Sin embargo; desde ese día y para siempre, a través de una lectura dramatizada, improvisando sin saber lo que era eso, sentí por primera vez que pertenecía a ese lugar invisible, intangible, inexistente; al día siguiente, salí de la prepa y fui a pedir informes al Taller del Teatro Isauro Martínez, allá en mi tierra lagunera. Entré a la primera clase en falda, calcetas y uniforme escolar, porque no sabía lo que era “ropa de trabajo”, no hicimos más que subir al escenario, adoptar posición neutral y permanecer ahí tres horas, en silencio. Me encantó. Así que regresé al día siguiente y luego todos los días que le siguieron a ese, tenía 17 años; desde entonces, el teatro me tomó por el cuello y no me ha dejado ir. Y qué bueno.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Creo que parte del encanto, es que cada tercer día pienso si no debí dedicarme a otra cosa. Construyo desde el fracaso, considerando que jamás seré lo suficientemente buena para hacer nada y cada vez deseo saber hacer más cosas y prepararme más, nunca me parece suficiente estudio, ni suficiente ensayo; por lo tanto, en cuanto a preguntas, las manejo todas, a veces encuentro las respuestas a manera de caminos escénicos, a veces no y busco por otro lado.
Uno de mis mayores anhelos es levantar un centro de artes que sea autosustentable, donde construyamos nuevas maneras de aprender y enseñar y se oferten talleres profesionales y amateur; deseo darle cabida a laboratorios de creación interdisciplinaria, generar más espacios de ensayos para las compañías emergentes y un lugar fértil para la expresión de las artes vivas. También quiero hacer un master en el extranjero, en dirección de escena, especializada en dirección de actores y actrices, pero eso es antes y ya estoy en el camino de lograrlo.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Cuestionar, habitar, desbordar.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Dice Artaud en “Teatro y su doble”: “Pues de la misma manera que los cuadros de la peste, un poderoso estado de caos físico, son algo así como las postreras descargas de una fuerza espiritual en declinación, las imágenes de la poesía en el teatro tienen poder espiritual porque comienzan su trayecto vital en lo sensible, dejando de lado la realidad.”
He pensado mucho a Artaud en estos días. El teatro también es crisis y las crisis son poderosas aniquiladoras de máscaras humanas; nos encontramos en un momento parecido a cualquier histórica peste, una vez más urge refrendar el sentido, dejar de lado los porqués y dar paso a los paraqués; el teatro, como cualquier arte, es un mal necesario, ya que impulsa a los seres humanos a verse tal y como son.
Cuando esto pase, habrá que recordar quiénes somos, habrá que recuperar los dogmas y creo firmemente que el teatro, apela a la restauración de esos dogmas.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

La visión vertical del escenario. Estamos en el siglo XXI, ¿en realidad es necesario seguir discutiendo qué es considerado teatro y qué no?
El modelo teatral sufre el desajuste del encuentro de los viejos paradigmas con las nuevas teatralidades y tal vez no nos hemos dado cuenta de que en realidad somos los mismos y siempre hemos querido lo mismo.
Reducir cada proceso a un modelo jerárquico, provoca que los canales de comunicación se vuelvan turbios, nos distraemos del objetivo catalizador que tiene el teatro y se sigue mitificando a las figuras teatrales, volviéndolas intocables e inaccesibles.
El teatro para mí, es un acceso a todo lo que la realidad no permitiría por sus aburridas reglas. Todos nuestros problemas de abuso, de difamación, violencia y malos entendidos dentro de las aulas y los escenarios, provienen de la idea de que la razón es algo que se tiene y no aquello que se comparte.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Consciencia social, ingenio creativo, hambre existencial, desbordamiento onírico, cuestionamiento constante y mucha, mucha templanza.
El camino del teatro puede ser tan sórdido o tan generoso como una quiera, solo hay que encontrarle el modo y a veces tiene malos modos. La cosa es no desesperarse y jamás confiarse, no existe un camino para llegar, porque no hay a dónde llegar, el teatro mismo es el camino.
También les deseo lo que siempre les digo a mis alumnos antes de terminar un ciclo: “que tengan tanto trabajo que siempre traigan su comida en tupper”.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Tengo la fortuna de pertenecer en este momento a la población artística menos afectada, ahora tengo una beca que me permite solventar mis gastos sin importar la contingencia; así es que me quedo en casa por aquellos que no pueden hacerlo, sigo con mis clases de alemán en línea, me inscribí a un seminario de investigación artística, sigo trabajando y generando ideas desde el encierro de un proyecto en el que colaboro como directora dentro de la Compañía Nacional de Teatro, disfruto del silencio, de los libros que me debía y me preparo física, mental y emocionalmente para enfrentar el apocalíptico panorama, porque la crisis no es esta en la que estamos, es la que se aproxima.
Lo que más deseo es que seamos conscientes de ello y tomemos este tiempo como el descanso de un gato que es capaz de dormir 18 horas para lograr un gran salto. Vamos a necesitar un gran salto como humanidad cuando todo esto acabe y si no lo hacemos juntos, tardaremos más en recomponernos. Deseo que esta pausa, que esta “calma chicha” como dicen en mi pueblo, detone empatía y consciencia social a borbotones, porque hace tiempo que lo necesitamos.

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Minerva Valenzuela (la del cabaret)

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Minerva Valenzuela (la del cabaret)

43 años / Ciudad de México

 

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Estudié la licenciatura en actuación en la Escuela de Arte Teatral, que ahora se llama Escuela Nacional de Arte Teatral y después me especialicé de manera autónoma en lo que hago ahora, en el cabaret. Entré a estudiar actuación porque fue lo que siempre quise. Sentía que si no estudiaba eso, me moría.

Vi teatro y danza desde muy niña, aunque en mi familia no había nadie cercana a eso y fue claro desde siempre que eso era lo que yo necesitaba hacer. Tuve la suerte de que en mis escuelas siempre pude jugar a actuar, cantar y bailar.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Me pregunto constantemente cómo no caer en la tendencia de convertir un espectáculo de cabaret en una obra de teatro. Cómo estar abierta al cambio constante dependiendo del público que asiste a cada función. Ha sido mi entrenamiento principal y por lo tanto es en lo que más cuidado pongo. A veces se logra, a veces no. Combinar la técnica con lo espontáneo, saber que una trae en su bolsita imaginaria una inmensa reserva de posibles soluciones ante cada situación.

Lo que anhelo es volver a tener la oportunidad de hacer shows o números distintos cada semana, o cada mes. Antes se podía. Ahora que el cabaret ha entrado en una dinámica como la del teatro, en la que hay que preparar todo con meses de anticipación, hacer una carpeta, entrar en convocatorias y mantener un espectáculo durante el mayor tiempo posible en distintos espacios, ha desaparecido la posibilidad de hablar específicamente de lo que está ocurriendo este mes, esta semana, hoy. Se puede mencionar, claro, y se debe mencionar, pero será eso, una mención y no un buen clavado al presente más inmediato.

Esto también hace que no sea tan necesario participar activamente en los movimientos políticos y sociales, porque con saber lo básico es suficiente para un show.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Contacto, crítica, autonomía.
El contacto directo con el público requiere técnica. No es sólo voltear y preguntar «¿A poco no, señor?». Y ése es mi mero mole, es lo que me prende. Tocar donde duele o donde da cosquilla, esperar respuesta y tomarla en cuenta. Y bueno, tener la posibilidad de agarrar mis cositas e irme a dar show a donde se arme, sin depender de ninguna institución.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

En un momento en donde todo es virtual, está bueno ir a vernos de a deveras. Además, es un ejercicio indispensable para aprender a escuchar y a accionar por turnos. Por eso el contacto directo con el público es indispensable: «Ahora me toca a mí, ahora te toca a ti, y no puedo ignorarte porque estoy aquí para ti.»

Es también una oportunidad para mostrar que antes de innovar, hay que aprender de lo que ya es. El hecho escénico es un ritual que la humanidad ha celebrado millones de millones de veces. Todo está. Y en cada nuevo ritual, conjuramos a todo lo que ha estado en un escenario alguna vez.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

No sé cuál es nuestro modelo teatral.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Que se enamoren. Que alimenten su quehacer teatral de la vida real, y eso implica vivirlo todo, así, con el cuerpecito propio, y no sólo investigar para un montaje.

Y les deseo con todo mi corazón que no transmitan mensajes con los que no estén de acuerdo, con el pretexto de «yo sólo estoy actuando».

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Qué miedo ¿no? Pienso que los espacios teatrales serán los últimos en reincorporarse a la vida regular y que cuando eso pase, la gente no va a ir, o por miedo, o porque no va a tener dinero, o porque no lo consideran indispensable, o por costumbre.

Claro que mi deseo es que se llenen los lugares y que los montajes tengan condiciones para salir a la calle, y a otras zonas, otros Estados a encontrar nuevos públicos, pero no va a ocurrir. Lo siento, no tengo un mensaje esperanzador.

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Héctor Cruz Juárez

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Héctor Cruz Juárez

39 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

En algún momento de la vida hay que escuchar nuestras voces internas, buscar claridad para percibir nuestro propio sendero. Mi padre es un pintor muralista de prolífera carrera, mi madre química farmacobióloga, mi hermana Vivian es actriz bailarina, Sissy es diseñadora de joyas, Lynda también pintora y Olin una fantástica jefa de familia.

Yo fui el resultado de trasnoches en un sillón esperando a mi padre en reuniones con pintores, escultores, políticos y literatos, de público fiel de proyectos de Vivian en el Centro Universitario de Teatro, de tardes de Cineteca con Sissy y construcción escenográfica con Lynda. Ellas, mis hermanas, mi familia son mi más grande inspiración, soy afortunado, el resto es poder limpiar la vista al tesoro que tenemos frente.

Soy afortunado de tener guías en esta vida que han sido generosas visiones para percibir el mundo, ahí el teatro, ahí la danza, ahí la pintura. Encuentro en el teatro, en las artes escénicas un espacio en colectivo, un lugar generoso que exige presencia, demanda coraje y no promete: Recompensa.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

El mar es un lugar hermoso, es enigmático, es lugar donde sus imágenes a lo sonoro y al tacto, tantos nos hemos rendido. Así es para mí la vida. Para ese mar que es la vida, uno necesita un buen navío. Tripulación. Ir juntos promete aventura y buen puerto. Si hay algo que encuentro apasionante en ello es viajar en compañía, descubrirme vulnerable y capaz en cada vuelta en alta mar. Así es el arte, un nuevo proyecto, una función más.

Si hay algo emocionante es saber que no estoy solo, que el teatro es un “somos”, un organismo simbiótico que da tanto como exige. En ese mar que es la vida, he elegido ir lejos, en compañía, respondiendo en ese “juntos” nuevos rumbos, siendo consecuentes con nuestro entorno, dándole voz a las expresiones abstractas de nuestro “yo” más profundo para ser más críticos, más analíticos y más empáticos.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Generosidad, resistencia y recompensa.

Somos el resultado de múltiples factores, tropiezos y hallazgos. He cultivado múltiples herramientas para dialogar con mi entorno, afortunadamente, todas ellas tienen vértices de convergencia y forman una estrecha red, por ejemplo: el dibujo, la fotografía, el video, la planeación, el diseño, la creatividad, la enseñanza, la publicidad, el videoarte, la iluminación, las herramientas digitales, la programación, etcétera, etcétera.

Me considero muy afortunado de que todo lo anterior y muchas cosas más a alguien le sirvan, me considero un facilitador, un vehículo para materializar ideas, me gusta acompañar, dejarme seguir por la brújula de la dirección y ser consecuente, seguir conociendo y construir algo mas grande en compañía para estar orgulloso, algo para compartir, para compartir al “otro”, para compartir al público. Me gusta pensar el ser parte de algo más grande, que tengo un lugar en un objetivo mayor y noble: fomentar el diálogo y la reflexión. Cultivar la imaginación.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Esta es una pregunta a la que siento todavía no tendremos respuesta, tengo la impresión que todo tomará nuevas formas y que nos vamos a sorprender para bien y fuera de nuestra capacidad de vidente. Estamos pasando por un momento que nos invita/exige a una reflexión onda y sin prisas.

Barriendo los apuros violentos de información mediática, está crisis nos abre una puerta a revisarnos en distintos estratos, los individuales, nuestra relación con nuestro entorno inmediato, la familia, nuestra participación social, el colectivo, etc. Ser conscientes de todas esas esferas, de las que ésta espuma a la que pertenecemos hace su trama.

Estamos a punto de conocer una nueva realidad de la cual no tengo mucha información, sin embargo, esa nueva realidad necesitará teatro, danza, música, poesía, nuestra labor estará ahí para reencontrarnos, reconocernos y sanarnos.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Debemos comenzar por nosotros mismos, reflexionar acerca de nuestra labor, si estamos o seguimos ahí donde queríamos estar al inicio de nuestra carrera.

Qué tanto nos hemos burocratizado, qué tanto hemos perdido y sí, qué tanto también hemos crecido. ¿De que adolece nuestro estatus teatral? ¿En la forma? ¿Son los procesos? ¿Es la herencia? ¿Son los recursos?

Esta última semana he platicado mucho acerca del FONCA, de Efiteatro, de los tabuladores, de cómo se distribuye un presupuesto, del cansancio, de la producción en serie… ¿Cómo nos relacionamos con todo esto? ¿Un artista debería de solo pensar en la metáfora? ¿No ser crítico con el entorno? ¿De los sistemas de producción?

Nací en 1980, escuché muchas veces estar en crisis y pues, llegó para quedarse. Estamos cosechando décadas y décadas de escalas de valores alterados, métricas inestables y criterios variables… ¿Necesitamos perder lo que más amamos para reconocer su valor? Necesitamos volvernos a preguntar todo esto muchas veces, de forma sistemática, de forma ritual si es necesario para que de ahí tomemos fuerza y ahí nuevamente, reunidos, todo juntos, retomemos rumbo a lo que esta comunidad más necesita: diálogo, unidad, reflexión y acción.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Deseo que generación tras generación encuentre mayor claridad, cultive criterio para reconocer una pasión genuina.

Deseo que aprendan de la historia, que sean críticos, que desmantelen la verdad y la mentira y que construyan sus nuevas versiones, que lo hagan desde y por ellos, que su barco busque tripulación aventurera y responsable, que cuente historias, que sorprendan, que repitan y descubran.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

He estado pensando en ello estos días. Vienen tiempos difíciles, que no conocemos. Esta es una prueba muy grande, de hecho, creo que pasará tiempo hasta que podamos percibir su dimensión correcta. Es tiempo de pensar. De organizarnos. De valorar y poner la vista en objetivos en comunidad. Tenemos las herramientas, lo sabemos hacer. Sin embargo, no tengo la menor duda que será el arte el vehículo clave para esta reconstrucción y para el reencuentro -juntos- el teatro, el pilar indispensable para la nueva versión que descubriremos de nosotros mismos.

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Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Juan Carlos Vives

52 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Empezó como un virus que se fue propagando en mí desde los 7 años de edad y hasta la fecha, que tiempo después (por ahí de la secundaria) supe que se llamaba «ficción». Ingresé, a darle metodología y dirección a mi pandemia, al Centro Universitario de Teatro (CUT-UNAM) en 1987, permaneciendo ahí hasta 1991 como alumno (y aún no soy Licenciado) y hasta 1996 como maestro. Desde que adquirí dicho contagio y hasta la fecha, no he podido bajarme del escenario. Estoy infectado…

Mi decisión por hacer de ello una profesión, mi vocación y sustento, la razón de mi vida, es precisamente porque pertenezco a ese grupo de alto riesgo, donde pega más fuerte este virus, que es este tipo de personas que les apasiona la escena y todo lo que de ella emane. Representar al ausente en presente. Nada más parecido a burlar la muerte…

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

¿Por qué seguimos haciendo teatro? Esa pregunta me parece la que resume mejor todas mis otras preguntas particulares. En la era de la (sobre) información, de la (creciente o caótica) tecnología al servicio de ya ni sabemos qué, de la deshumanización exponencial, del aislamiento y la apatía, ¿por qué seguimos haciendo teatro? me conecta con la esencia de lo que somos.

Pudiendo sublimar nuestros pensamientos sobre un lienzo, una partitura o en piedra, yo prefiero la escena. porque está viva, porque compromete, porque refleja y deforma, porque dialoga y calla, porque honra lo que fuimos y lo que queremos ser, aunque nos resistamos, porque zarandea lo inzarandeable…

Al no haber respuesta fácil (porque hacerse esta pregunta nos dispara directo hacia muchos otros cuestionamientos de muy diversa índole) los siguientes anhelos por vivir solitos van tocando tu puerta. Y claro, hay que tener el coraje de equivocarse al abrirla a la inquietud equivocada…

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Observo, protesto, disfrazo.

La primera es por donde principalmente me penetra la realidad. Soy más visual que auditivo. La segunda es mi forma de hablar en escena. Hay que tener un punto de vista sobre lo que se va a decir en las tablas. La tercera es para mí el proceso creativo. Presentar la realidad tal cual es, me parece imposible lograrlo e innecesario intentarlo. Hay que presentarla vestida con un traje confeccionado por tus preguntas más profundas. Si no fuera así, mejor dediquémonos a la maquila…

Cuando abordo un nuevo personaje, siempre lo acompaña otro personaje: el teatro. Sus recursos, herramientas, alcances, paradigmas, reglas por romper, leyes por conocer. «Ser teatral» (término peyorativo pésimamente mal entendido como exagerar, explotar, proyectar, evidenciar, dramatizar) me parece fundamental en tiempos plagados de actuación cobarde, mediocrona, pichicata, naturalita y televisiva. Esa plaza ya está cubierta: toca habitar lo otro. Es urgente, de hecho…

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Fundamental.

Aunque no nos hayamos dado cuenta, aunque lo neguemos todo el tiempo, aunque la evidencia nos pase frente a las narices y ni la saludemos. La pandemia en 2020 nos deja más que claro que el contacto persona a persona, es lo que nos hace humanos.

El teatro viene a recoger personas extraviadas, ávidas de vernos al espejo, de reconocernos con el semejante de frente desde nuestra butaca, de sabernos parte de un conglomerado de personas que les pasa lo mismo que a nosotros. Es decir, a encarar juntos el miedo que le tenemos a la muerte, para que valga la pena seguir vivos…

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

La falta de conciencia de su importancia en el entramado social, económico y político. Con eso, ya tenemos tarea para rato.

Los políticos carecen de esa conciencia, se les advierte cada vez que hablan, son personajes simplones e impenetrables: no les pasa nada. Los funcionarios son actores que representan (mal) el personaje del político. Los resultados muchas veces denigran a quienes queremos crear personajes sobre las tablas, para el disfrute y confrontación de quienes juegan el personaje de espectador por unas horas. No hay que volver al teatro necesario. Hay que difundir que sí lo es. El teatro ya es necesario. Hoy más que nunca.

Ah, y la hueva. Erradicar esta última sí nos va a costar más trabajo.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Les deseo de todo corazón que nunca permitan que la frustración gobierne su quehacer.

Veo tanta intolerancia al fracaso, que urge vacunar a toda una generación para erradicarla. De lograrlo, estarán por fin en condiciones de hacer de esta profesión, su pasión. Eso: falta pasión, de esa que surge del fondo mismo de las entrañas de nuestro ser. No de esa que venden encapsulada en pastillas, en frascos multicolores…

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Mi visión pesimista tendría que ver con el olvido. Que nos acostumbremos a mirarnos por medio de una pantalla. Que sea habitual el contacto virtual. Que nos importe muy poco cómo está el otro, cómo se encuentra, qué necesita. Bajo ese esquema, el teatro no tendría por qué existir. Y le daremos la razón al verdadero virus. El de cómo hemos enfrentado la desinformación y el desamparo, tan propios de un modelo económico feroz y deshumanizado. Hemos sido muy irresponsables…

Mi visión optimista es que no estamos confinados: nos estamos dando a desear. A nuestro regreso, el público abarrotará los teatros y los foros, clamando por ese encuentro con quienes siempre tuvieron enfrente…

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