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Categoría: Instantánea

Antonio Vega

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Antonio Vega

45 años / Guadalajara, Jalisco

 

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

En el primer año de la preparatoria teníamos que escoger una actividad extra escolar; primero escogí fútbol pero después del primer entrenamiento, pensé que el futbol era demasiado correr, demasiado cansado y ni siquiera me gustaba; de las opciones que quedaban, “Teatro” era lo que menos parecía una tortura.
Después de tres años de estar en el grupo de teatro de la escuela pensé que eso era algo que me gustaría seguir haciendo; me enamoré de los procesos colectivos, de la convivencia en los ensayos y de la adrenalina de las funciones. Ya después me interesé en los autores, la mística y lo demás. Cuando entré a la escuela de actuación teníamos entrenamiento corporal, ballet, jazz, acrobacia, yoga y otras formas de mover el cuerpo. Creo que hubiera hecho menos ejercicio si hubiera sido futbolista profesional.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Las mismas de siempre, preguntas que me torturan: ¿Qué? ¿Para qué? y ¿Cómo?
Anhelo que no se me acabe el entusiasmo ni la curiosidad, la disciplina para crear obras que sean dignas de ser compartidas. Quiero encarnar personajes que al mismo tiempo que me reten, me ayuden a contar una historia relevante o muy interesante o muy divertida o bella o profunda o todo eso junto.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Me es imposible.
Mi forma de habitar el teatro cambia constantemente, dependiendo del proyecto, del momento histórico, del equipo, de mi edad, etc. Cuando empezaba creía que el teatro era todo en mi vida y que era sagrado; ahora pienso que el teatro es algo mundano y que nos importa a pocos, pero a esos a los que nos importa, nos importa mucho y aunque no estoy peleado en absoluto con que exista un teatro con una aspiración de mera recreación, me entusiasma más cuando un proyecto tiene la aspiración de convertirse en una obra de arte. Aspirar a crear belleza.
Más allá de que cada artista o creador escénico tiene referentes y bagajes distintos y por ende una poética propia, no creo que mi forma de habitar el teatro sea singular y distinta por sí misma.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Dicen que nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido. Podemos valorarlo más, supongo; eso que teníamos, el poder congregarnos festivamente a presenciar un fenómeno vivo, efímero, irrepetible. Es escalofriantemente extraño porque en este momento el teatro no puede y no debe existir, al menos como lo percibíamos hasta ahora.
El teatro, esa cosa que sólo necesitaba a un espectador y a un actor para suceder, se ve obligado a hacer una pausa, a desaparecer por completo indefinidamente. Mi pensamiento se va de inmediato a la subsistencia de los artistas y de toda la gente que directa o indirectamente vive del teatro, eso es lo único que me preocupa realmente, la precariedad económica de los que se dedican a esto. Porque esta pandemia pasará y los teatros se reabrirán y los volveremos a habitar. Mi punto es que en este momento el teatro no va salvar a nadie pero nosotros cuando esto pase tenemos que salvar al teatro, a reactivar los espacios, registrar y contar historias de este momento y, sobre todo, ayudar a los más golpeados por esta maldita pandemia mundial.
Aunque en el aislamiento recurrimos a otras manifestaciones artísticas y de entretenimiento como el cine, la música y la literatura, he visto a muchos artistas de la escena mutar, adaptarse y crear, contar historias desde el aislamiento para público en vivo, a la distancia; pero en vivo, es un fenómeno que vale la pena observar, que no es necesariamente teatro en el sentido estricto de la palabra, pero se le parece.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

No sé cuál es ese modelo, pero me gustaría que las instituciones culturales se tomaran más en serio la responsabilidad y el privilegio que tienen en las manos.
Lo mismo va para nosotros, los creadores escénicos. Creo que las escuelas de teatro deberían tener una metodología clara, pero sobre todo, deberían ser un espacio de crecimiento, descubrimiento y aprendizaje y no de trauma; creo que el abuso y acoso no debería ser tolerado ni en las escuelas ni en las instituciones culturales.
Creo que el INBA debería producir más, creo que el FONCA no debería desaparecer, creo que se deberían encausar más recursos para las artes. Creo un montón de cosas.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Les deseo lo mismo que deseo para mí y mi generación y la generación anterior: Que el entusiasmo de hacer el mejor teatro que nos sea posible no se desvanezca. Que sus esfuerzos se vean recompensados. Que el fracaso no los desmotive y que el éxito no se les suba a la cabeza. Pero sobre todo, en este momento deseo que la herida que esto nos deje, cicatrice pronto.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Sintiéndome afortunado, pero con miedo, incertidumbre, frustración y un sentimiento enorme de impotencia. Honestamente no pienso mucho en el teatro en este momento.
Cuando esto acabe, sólo quiero abrazar a mi familia y a mis amigos y sé que en mi primer ensayo después de esto, no podré contener las lágrimas.

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David Gaitán

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

David Gaitán

35 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Mientras estudiaba la licenciatura en psicología me apunté a cursos de actuación que fueran un poco más serios que los talleres que durante la preparatoria había tomado; estaba dispuesto a convertirlo en una actividad paralela -un hobby muy serio- al que dedicaría buena parte de mi tiempo libre. Estando ahí, pasaron dos cosas: por un lado, me di cuenta que lo que tenía que ver con el teatro iba ocupando cada vez más espacio en mi cabeza y que «mi tiempo libre» no bastaba. Junto a eso, logré quitarle la etiqueta de «exotismo inviable» a la actuación como camino profesional y estilo de vida. Una vez que tuve eso claro, me di de baja en psicología y empezó el camino de ingresar a una escuela formal de actuación. Hice mi carrera, felizmente, en la Escuela Nacional de Arte Teatral.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Las preguntas que alimentan mi práctica van en dos sentidos:
Por un lado, al interior de los equipos con quienes tengo oportunidad de colaborar. Ahí las preguntas van en torno a ¿cómo favorecer que el dedicarse a esto sea un giro hacia la libertad? ¿Cómo crear, en el mundo íntimo y acotado que la realización de una puesta en escena implica, un universo de colaboración utópica? ¿Cómo garantizar que todas las personas que trabajan para un objetivo común se sientan escuchadas? ¿Qué espacios de conversación y acción hay que crear para que todxs tengan la certeza (y asuman la responsabilidad que conlleva) de que sus ideas son determinantes en el resultado final? ¿Cómo asegurarse que todas las personas del equipo se sientan representadas por el discurso de una obra? En una profesión que tiene tanto en contra, me parece vital que los procesos sean gozosos, que sean un espacio de excepción para quienes los creamos, no una reiteración de la realidad violenta.
Por otro lado, hay preguntas en torno a la relación entre la obra y quien asiste a verla:
Aquí la inquietud rectora siempre es: ¿Qué tipo de experiencia quiero que el espectador(a) tenga después de ver una obra en la que participo? Por supuesto que dependiendo de qué rol en el equipo se tenga de un montaje a otro es que se puede incidir más o menos en esto, pero si pienso en piezas que escribo y dirijo, mi interés es claro: abrir espacio (intelectual, emotivo) para un pensamiento nuevo. A veces se logra a partir de lo que la escena presenta, otras como resultado de la conversación que la obra detona… Esto siempre es una hipótesis que implica el riesgo de no verificarse, pero el ejercicio de hacer una apuesta que desafíe las certezas del espectador me parece apasionante.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Tres son pocas.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Es posible que la siguiente aseveración sea una constante en la historia de la humanidad y, por lo tanto, lo que voy a decir quizá hable más de mi momento de vida que de la realidad misma, sin embargo…
«Hoy más que nunca» la realidad se ha inclinado a organizar el pensamiento en códigos binarios, listas negras y listas blancas, fronteras ideológicas peligrosas porque castigan los cuestionamientos y terminan por fomentar la autocensura. Las redes sociales (valga el lugar común de la aseveración) han favorecido mucho esta manera de organizar el mundo en trazos gruesos, en dos o tres colores que, encima, son irreconciliables entre sí.
El teatro es una plataforma idónea para contrarrestar esto. Creo que es momento de utilizar la escena para hacer las preguntas más difíciles, al menos como un gesto en defensa de la complejidad del pensamiento, aseverar que la contradicción es parte de la condición humana, otorgar un espacio que legitime la posibilidad de dudar de todo.
El riesgo con esto es que los equipos artísticos sean señalados como «enemigxs de las causas», pero a cambio muchxs espectadorxs verán -en ese gesto escénico- oxígeno frente a una realidad binaria.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

La verdad no sabría responder a la pregunta ¿Cuál es nuestro modelo teatral? Teatro UNAM (promotor de estas breves entrevistas) tiene uno, pero sin duda es distinto al de otras instituciones, al de otras regiones del país, al circuito independiente, el comercial, el amateur…
En todo caso, creo que todos los modelos deberían de favorecer la diversidad (de creadorxs, estéticas, generaciones, latitudes). Por supuesto que esto implica una paradoja, ya que a la vez que hay que favorecer la diversidad en áreas que competen a quienes nos dedicamos a hacer teatro, también considero que la gran prioridad tendrían que ser lxs espectadorxs.
Me parece que los modelos ideales son los que logran encontrar el equilibrio más estable entre estos dos frentes.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Les deseo que abracen la especificidad y escapen de las generalizaciones.
Les deseo que se resistan a accionar sólo por la inercia de lo que crean que «deben» hacer o decir.
Les deseo que el miedo no dicte sus decisiones.
Les deseo mucha rebeldía y que hagan de la toma de riesgos estéticos un camino de satisfacción.
Les deseo un contexto sin violencia en el ámbito teatral; tanto en lo académico como en lo profesional. (Pero de máxima violencia en la ficción.)
Les deseo que los gobiernos y la sociedad valoren la cultura en un lugar más alto que el actual.

Les deseo batallas nuevas.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

La emergencia la enfrento como puedo, supongo. Como el resto. He visto cómo lo planeado para este año se cancela o -en el mejor de los casos- se pospone. Sigo las noticias de la tragedia. Trato de pensar en las paradojas detrás de todo esto: que la manera de ayudar sea alejándonos del problema (tan en contra de cierto carácter nacional frente al desastre, como ocurre en los terremotos), o que lo más sano es buscar -si se tienen las condiciones-, crear una pequeña burbuja de rutina utópica en casa, mientras que en los hospitales está el vértigo opuesto. Nunca el desapego había sido la receta de la solidaridad.
Tengo la fantasía de que cuando volvamos a estar juntos nos desbordaremos al encuentro, al contacto, a la tercera dimensión (nuestro gran recinto). Deseo que el uso de la virtualidad se depure después de esto; en algunos casos para usarla más, pero sobre todo para usarla menos. Que la economía mundial, los sistemas de salud, viren hacia un lugar que implique un golpe a la injusticia, a la cultura de la devoción al mercado… Soy consciente de que puede parecer ingenuo, pero como estamos en el territorio de los deseos…
También fantaseo con que este simulacro de distopía ayude a revaluar los antagonismos; muchos (de verdad, muchísimos) son absurdos y espero que, frente a la tragedia que el confinamiento verifica, nos demos cuenta que muchas distancias merecen disolverse, que el desencuentro es una mierda que sólo tendríamos que padecer en emergencias sanitarias.

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Camila Villegas

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Camila Villegas

45 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

A partir de un taller con Hugo Argüelles en la Sociedad General de Escritores de México decidí escribir textos dramáticos. Ya antes escribía narrativa, principalmente cuento. Mi pasión siempre fue escribir pero el teatro me regaló algo que no tiene la novela ni el cuento ni la poesía y es la posibilidad de que un texto forme parte de un proceso colectivo en donde lo comunitario es primordial.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

En estos tiempos, se hace casi ensordecedora la pregunta en torno a la pertinencia del teatro. Más allá de preguntas en torno a lo formal (estructuras, lenguajes, procesos) – que tienen que ver con un CÓMO- dentro de la dramaturgia y el teatro en general, me importan más la pregunta PARA QUÉ, en un contexto más amplio.
Yo sé por qué escribo, me apasiona y no me imagino haciendo otras cosa pero no quiero hablar para mí y por mí, siempre me cuestiono qué rol juega en mi comunidad lo que hago.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

En tus zapatos.
Cuando hago teatro, aunque se que es una imposibilidad, siempre ensayo ponerme en los zapatos del otro, de los otros. De quienes hablo y a quienes me dirijo. Es un juego de desdoblamientos.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Muchas razones. En primer lugar, el teatro sin la comunidad no es posible. Esto para mí es lo más importante en el teatro: yo sin tí y tú sin mí no es posible, a diferencia de otras experiencias como el cine, la televisión, las redes sociales. Tenemos que estar PRESENTES todos para que suceda.
En segundo lugar, el teatro puede permitirnos no sólo ver realidades que de otra manera no conoceríamos sino que lo hace de una manera singular, aún alejada del discurso y formato de los medios a los que estamos cada día más acostumbrados.
También, el teatro nos obliga a participar como espectadores, el buen teatro involucra al espectador, lo hace parte del proceso.
En resumen: su aspecto comunitario, su presencialidad, su manera de contarnos, su punto de vista. Esto hace importante al teatro.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Me parece que deberíamos ser capaces de imaginar, admitir y registrar una experiencia del teatro que es mucho más amplia que la que se da a nivel institucional, en los recintos tradicionales. Por otra parte, creo que debería desacralizarse un poco este concepto que tienen muchos teatreros de sí mismos y de su importancia en un país como el nuestro.
Creo que debería de existir más presencia femenina y de otros géneros en la escena teatral nacional. Creo que debemos escuchar más voces. Creo que debe haber apoyos institucionales más claros y organizados (obviamente un mayor presupuesto destinado a la cultura). Y creo que se debe dar mayor importancia al teatro infantil, por múltiples razones.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Que encuentren además de su voz, la respuesta al PARA QUE y que sus procesos sirvan para formar comunidad.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Me gustaría ver en el teatro una reflexión profunda en torno a lo que está sucediendo, que el cambio se dé no solo a nivel de que lo que se pueda ver en puestas en escena (que sin duda resultará interesante) pero que sobre todo sea palpable en la manera en que establecemos las relaciones unos con otros. En los procesos.

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Ricardo Ruiz Lezama

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Ricardo Ruiz Lezama

32 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Me inicié en un taller en el bachillerato. El primer día, al entrar al salón, estaban jugando y me incluyeron de inmediato. En ese tiempo, como suele suceder cuando uno es menor de edad, yo me sentía una persona muy grande y madura. Me sorprendió y maravilló el hecho de que un grupo de gente «grande y madura»» estuviéramos jugando. Volví a la siguiente sesión y a la siguiente y a la siguiente… cuando me di cuenta ya estábamos haciendo una obra. Nos presentamos en el Festival de Teatro Universitario. No ganamos, sólo nos presentamos un día, pero esa experiencia me marcó hondo; antes de la función me imaginé que sería extraordinario dedicarme a jugar toda la vida. En esas sigo.
Por ahí he de tener aún mi constancia de participación de aquel festival. Tiene mi nombre mal escrito: Ricardo Ruiz Ledesma. Me sigo preguntando quién es ese, pero al final, en el teatro tenemos esa facultad de ser y no ser nosotros mismos. Esa constancia es un recordatorio de la voluntad transformista y de contacto con la alteridad que nos impulsan al teatro. Y sobre todo de una época muy alegre de mi vida. Quizá sigo en esto para volver a contactarme constantemente con esa primera dicha de jugar a hacer teatro.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Las preguntas que me orientan son: ¿Cómo producir una experiencia realmente significativa con mi teatro? ¿Cómo acercarme más a las y los artistas que generan acontecimientos sobrecogedores y cómo alejarme más de la gente que hace teatro muerto?
Más que preguntas, me alimenta -espero se me perdone el juego de palabras- un hambre de infinito, un ansía de inefable. Porque el teatro, para mí, es aquello que no se puede decir. ¿Cómo tocar el misterio?
Mi anhelo es seguir indagando en mi propio camino sin sucumbir a las exigencias de un sistema que ha concentrado sus esfuerzos en la producción serializada de obras, alejándose de la creación genuina. Deseo nunca dejar de buscar.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Reflexiva, intuitiva y lúdica.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

El teatro no es un experiencia masiva. Quizá ahí radica su importancia: en el encuentro de unas cuantas personas que necesitan estar juntas para que ese acto tenga sentido.
El teatro ahora está, quizá, para recordarnos la importancia de lo pequeño, de lo particular y de la potencia que puede surgir cuando un grupo de personas, por reducido que sea, entran en un contacto franco y contundente las unas con las otras, creyendo en algo que es imposible.
El teatro nos vuelve a conectar con nuestra capacidad de creer en las y los otros. Y tal vez esa sea su importancia. En un mundo de mentiras, volver a creer, aunque sea en una ilusión.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Muchas cosas. El nepotismo, el acoso sexual por parte de directores y docentes y la falta de justicia ante esto, el abuso de poder, el silencio ante las injusticias dentro del gremio, el racismo, el clasismo, la gordofobia, la repartición de lugares -¿por qué siempre los mismos?-, la repartición de los recursos -¿por qué mucho para tan pocos?-.
El maltrato como eje «pedagógico». La meritocracia. El oportunismo discursivo. La centralización. La corrupción. Los derechos laborales, deberían haber más garantías para las y los trabajadores del teatro. La seguridad social, debería haber protección en materia de salud para los artistas teatrales.
Y por último, el teatro en México se dice revolucionario pero poco ha hecho para cambiar el sistema de injusticias y favoritismos sobre los cuales está sustentado. Hay que revolucionar todo el funcionamiento del modelo teatral mexicano.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Que encuentren su goce creativo independientemente del sistema de validación que existe. Que generen nuevas maneras de entender el quehacer teatral y que hagan algo tan contundente que deje aún más en evidencia la mediocridad de todos los artistas teatrales mexicanos que les anteceden, y que en la mayoría de los casos solo están ahí por sus relaciones públicas, no porque realmente su arte tenga algo valioso que aportar, ni al espectador, ni a la escena contemporánea, ni al pensamiento ni a nada.
Que aprendan a desconfiar de sus maestros y que aprendan a poner límites, tanto con éstos como con los directores, en materia de maltrato verbal, psicológico y de acosos y abusos sexuales. Que entiendan y practiquen que el arte nunca está arriba de la dignidad humana.
Que revolucionen la escena nacional y den de que hablar, no solo por su capacidad artística sino también por su calidad humana. Que dejen de justificar la violencia en el gremio y descubran nuevas formas de relacionarse. Que no plagien. Que dejen de normalizar las conductas antiéticas.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Estos días me han hecho pensar que sin encuentro no hay teatro. Es aparentemente una obviedad, pero nunca lo había vivido tan contundentemente, ahora está prohibido encontrarse, ahora se entiende más esa necesidad e importancia del contacto humano. Pero a la vez el mundo, más o menos sigue. O sea que no hemos hecho del teatro algo indispensable. Tal vez esa sea parte de su esencia, como decía Ionesco. Pero tal vez no.
Deseo que cuando volvamos a estar juntas y juntos, hagamos que valga la pena y que el encuentro logre ser significativo. Y si no, hay que buscar crear un teatro necesario.

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Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Stefanie Weiss

45 años / Mexicana

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Fue sin duda muy importante el lugar que el teatro ocupaba en las distintas escuelas en la que estuve. Ensayar la obra de teatro en los recreos de la primaria, que mis maestros del taller de teatro fueran actores apasionados y el refugio que supuso en los años de la adolescencia.
Yo no me pensaba en el teatro profesionalmente, fue a través de un diplomado de extensión educativa que promovió Héctor Bonilla en la UAM-Xochimilco, mi servicio social en una casa de protección social para indigentes y las lecturas de los seminarios de la licenciatura en psicología social los que detonaron la experiencia irreversible de ver al ajedrecista de pie, debajo de una lluvia de plumas azules.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Me interesa indagar si en la pedagogía de la actuación se vive una tensión entre las nuevas condiciones socio-técnicas que cambian las relaciones, los relatos y las formas de presencia en el espacio y las tradiciones de la formación teatral.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

No creo que mi manera de habitar el teatro sea singular, pero disfruto particularmente actuar, hacer escuela e investigar.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Que nos permite experimentar y recuperar ciertas capacidades sustanciales que como seres humanos se van desplazando o perdiendo, por ejemplo: el trato cara a cara, la posibilidad de imaginar por fuera de los formatos provistos por los medios dominantes, el contacto con el propio cuerpo y el cuerpo de los otros.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

El modo de mirarnos, escucharnos y aprender unos de otros.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

La emoción de la creación teatral y artística, la ilusión del trabajo colectivo y las ganas e impulso de seguirse compartiendo con las generaciones por venir.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Que nos encuentre fuertes, unidos y con la capacidad de sabernos solidarios los unos con los otros.

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Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Ana Graham

54 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Me inicié como actriz en el cine. A los tres años participé en el largometraje “La muñeca perversa” bajo la dirección de Rafael Baledón, continué trabajando en cine, en algunas obras de teatro infantil y posteriormente en televisión, en donde conocí y trabajé con Julio Castillo en una serie titulada “Cuidado con los niños”; esto es relevante porque en aquel tiempo Julio Castillo estaba también dirigiendo “El pájaro azul”, una obra para niños pero con un montaje enloquecido y maravilloso, yo nunca había visto algo así, recuerdo haber pensado que ese era el tipo de teatro que yo quería hacer.
Mi carrera de niña actriz terminó cuando cumplí diez años y mis padres me enviaron a estudiar a un internado en Inglaterra, en donde -entre otras materias- estaba la de teatro. Cuando regresé a México decidí estudiar mercadotecnia, pero en cuanto conseguí mi primer trabajo supe que eso no era lo que me hacía feliz. Localicé a Julio Castillo, quien me invitó a tomar un curso de perfeccionamiento actoral con él en el Núcleo de Estudios Teatrales.
Yo no sabía nada, no tenía un entrenamiento formal y en el grupo había actores increíbles como Alejandro Reyes y Daniel Giménez Cacho, quienes realmente estaban perfeccionando su técnica actoral. La intensidad del trabajo me asustó, después de la tercera clase le dije a Julio que creía que eso no era para mí, pero él opinó lo contrario, me dijo que solo tenía miedo y que no hay que tomar decisiones por miedo, que él creía en mí y que me tocaba pasar a hacer mi ejercicio al día siguiente. Por supuesto que Julio tenía razón, una vez superado el miedo tuve la absoluta certeza de que mi lugar en el mundo era el teatro. Tristemente ese fue el último curso que Julio Castillo dio antes de abandonar este mundo. Yo me inscribí a la carrera de teatro en el Núcleo de Estudios Teatrales.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Cada vez que me enfrento a un nuevo proceso como actriz me pregunto si seré capaz de crear un personaje. Como directora me pregunto si seré capaz de imaginar el montaje.
En general me pregunto si seré capaz de inyectar vida a una historia que logre por unos minutos tocar la vida de algún espectador de la misma manera que algunas obras y algunas actuaciones han tocado mi vida.
A nivel intelectual sé que tengo las herramientas y la experiencia de los procesos anteriores para hacerlo, pero mi sensación al enfrentarme al texto es siempre la misma. El reto de transformar palabras en algo vivo es enorme y el resultado incierto pero la posibilidad de lograrlo me apasiona.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Una sola palabra: Pasión.
No pienso que mi forma de habitar el teatro sea singular, creo que todos los que realmente habitamos el teatro lo hacemos de la misma manera: desayunamos, comemos y cenamos teatro. Hacemos teatro, vemos teatro, hablamos de teatro (debe ser insoportable para los demás). No es que nuestra vida sea solo el teatro, pero la única manera de habitarlo es pasando la mayor parte de nuestras vidas en él; en tiempos buenos vivir del teatro y en tiempos malos invertir nuestro trabajo, nuestro dinero y nuestra energía para mantenerlo vivo.
Supongo que hay por ahí unos cuantos turistas que disfrutan de su belleza, de sus atracciones turísticas, que lo visitan cuando el clima es templado pero se alejan cuando ven venir la tormenta, esos son los que no echan raíces y no conocen esos lugares secretos, porque esos lugares secretos están reservados para los que lo habitamos todos los días.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Considero que debido a las características específicas de este momento histórico que tiene bajo amenaza de muerte a la humanidad, el teatro, como arte vivo y colectivo, se encuentra incapacitado para cumplir su función. Podemos distraer la mente un rato transmitiendo obras grabadas, incluso transmitir en tiempo real creaciones escénicas que no impliquen mayor producción, pero no podemos percibir la energía colectiva del público o atestiguar su emoción al final de la función.
La importancia del teatro vendrá después cuando volvamos a estar juntos. Cuando este momento histórico haya pasado, el teatro abrirá nuevamente sus puertas para celebrar la vida, mitigar el dolor, aumentar la moral, inspirar y cuestionar el intelecto; para contar historias que nos recuerden quiénes fuimos, quiénes somos y quiénes queremos ser.
Mientras tanto dejemos que los dramaturgos trabajen en soledad y que otras artes, como el cine y la música, alimenten el espíritu de la sociedad. Dejemos los aplausos y los bravos para los doctores, las enfermeras, los que limpian los hospitales, los que mantienen la cadena alimenticia y todos los trabajadores esenciales que arriesgan sus vidas para que la humanidad sobreviva.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Nuestro modelo teatral institucional -que supongo que es del que estamos hablando- no es en sí mismo un mal modelo, por el contrario, considero que es un modelo estupendo: los apoyos y espacios institucionales son fundamentales para la exploración y el desarrollo del lenguaje teatral, son los apoyos que nos permiten y los espacios en donde podemos tomar riesgos, probar nuevas tecnologías, hablar de lo que queremos, de la forma en que queremos y colaborar con quién queremos, (a diferencia de las otras formas de financiamiento que hoy día tenemos a nuestro alcance como EFITEATRO y la inversión privada, que de una forma u otra comprometen el discurso estético, pues tenemos que hacer concesiones para obtener esos apoyos. He de decir que no estoy en contra de EFITEATRO, es una forma de financiamiento importante, pero hay cierto tipo de proyectos que nunca tendrán acceso).

El problema es que ese maravilloso modelo teatral envejeció, se lleno de vicios y de enfermedades y que a pesar de todas las mesas de discusión tituladas «¿Qué le duele al teatro mexicano?» en donde se menciona hasta el cansancio que el presupuesto es insuficiente, que los espacios son pocos, que están sobreexplotados, que las temporadas son demasiado cortas, que los tabuladores están bajos, que no se desarrollan públicos, que los sindicatos no cooperan, etc., etc. No hemos logrado rehabilitarlo y estamos divididos y paralizados, atestiguando su lenta muerte y cuando finalmente desaparezca lo vamos a extrañar.
Sabemos qué es lo que tenemos que hacer, tenemos que defenderlo y rescatarlo; lo único que nos falta es ponernos de acuerdo en cómo.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Deseo que sean felices haciendo teatro. Que puedan vivir de hacer teatro. Que disfruten cada función en vez de estar preocupados por un trabajo futuro que no saben si tendrán o por el otro trabajo que tuvieron que rechazar.
Que no les tome muchos años darse cuenta que el teatro puede ser parte fundamental de su vida pero que hay muchas cosas más importantes que el teatro en la vida. Que aprovechen cada proyecto para aprender pero sobre todo para hacer buenos amigos, porque el teatro es un muy buen lugar para hacer buenos amigos.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

La enfrento tratando de darle su justa dimensión tanto a la emergencia como al teatro. Estoy encerrada en casa para evitar el contagio, viviendo un día a la vez, ocupándome de lo que está bajo mi control y aceptando que hay cosas que no puedo controlar. Trato de distraerme pero no demasiado para no desconectarme de la realidad. Trato de aprovechar el tiempo para resolver pendientes, inventar nuevos proyectos y explorar maneras de generarlos pero acepto que me es difícil enfocarme. Me asomo por la ventana, me paro junto a la ventana para que me dé el sol, hago un poco de ejercicio, me mantengo en contacto con mi familia y amigos. Trato de compartir mis sentimientos y de ser empática con los sentimientos de los demás.
Cuando volvamos a estar juntos deseo abrazar a mis seres queridos, estrenar la obra de teatro que se quedó en pausa, generar trabajos pagados para los colaboradores de Por Piedad Teatro, deseo que el público llene los teatros.

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Juan Carlos Vives

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Juan Carlos Vives

52 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Empezó como un virus que se fue propagando en mí desde los 7 años de edad y hasta la fecha, que tiempo después (por ahí de la secundaria) supe que se llamaba «ficción». Ingresé, a darle metodología y dirección a mi pandemia, al Centro Universitario de Teatro (CUT-UNAM) en 1987, permaneciendo ahí hasta 1991 como alumno (y aún no soy Licenciado) y hasta 1996 como maestro. Desde que adquirí dicho contagio y hasta la fecha, no he podido bajarme del escenario. Estoy infectado…

Mi decisión por hacer de ello una profesión, mi vocación y sustento, la razón de mi vida, es precisamente porque pertenezco a ese grupo de alto riesgo, donde pega más fuerte este virus, que es este tipo de personas que les apasiona la escena y todo lo que de ella emane. Representar al ausente en presente. Nada más parecido a burlar la muerte…

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

¿Por qué seguimos haciendo teatro? Esa pregunta me parece la que resume mejor todas mis otras preguntas particulares. En la era de la (sobre) información, de la (creciente o caótica) tecnología al servicio de ya ni sabemos qué, de la deshumanización exponencial, del aislamiento y la apatía, ¿por qué seguimos haciendo teatro? me conecta con la esencia de lo que somos.

Pudiendo sublimar nuestros pensamientos sobre un lienzo, una partitura o en piedra, yo prefiero la escena. porque está viva, porque compromete, porque refleja y deforma, porque dialoga y calla, porque honra lo que fuimos y lo que queremos ser, aunque nos resistamos, porque zarandea lo inzarandeable…

Al no haber respuesta fácil (porque hacerse esta pregunta nos dispara directo hacia muchos otros cuestionamientos de muy diversa índole) los siguientes anhelos por vivir solitos van tocando tu puerta. Y claro, hay que tener el coraje de equivocarse al abrirla a la inquietud equivocada…

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Observo, protesto, disfrazo.

La primera es por donde principalmente me penetra la realidad. Soy más visual que auditivo. La segunda es mi forma de hablar en escena. Hay que tener un punto de vista sobre lo que se va a decir en las tablas. La tercera es para mí el proceso creativo. Presentar la realidad tal cual es, me parece imposible lograrlo e innecesario intentarlo. Hay que presentarla vestida con un traje confeccionado por tus preguntas más profundas. Si no fuera así, mejor dediquémonos a la maquila…

Cuando abordo un nuevo personaje, siempre lo acompaña otro personaje: el teatro. Sus recursos, herramientas, alcances, paradigmas, reglas por romper, leyes por conocer. «Ser teatral» (término peyorativo pésimamente mal entendido como exagerar, explotar, proyectar, evidenciar, dramatizar) me parece fundamental en tiempos plagados de actuación cobarde, mediocrona, pichicata, naturalita y televisiva. Esa plaza ya está cubierta: toca habitar lo otro. Es urgente, de hecho…

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Fundamental.

Aunque no nos hayamos dado cuenta, aunque lo neguemos todo el tiempo, aunque la evidencia nos pase frente a las narices y ni la saludemos. La pandemia en 2020 nos deja más que claro que el contacto persona a persona, es lo que nos hace humanos.

El teatro viene a recoger personas extraviadas, ávidas de vernos al espejo, de reconocernos con el semejante de frente desde nuestra butaca, de sabernos parte de un conglomerado de personas que les pasa lo mismo que a nosotros. Es decir, a encarar juntos el miedo que le tenemos a la muerte, para que valga la pena seguir vivos…

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

La falta de conciencia de su importancia en el entramado social, económico y político. Con eso, ya tenemos tarea para rato.

Los políticos carecen de esa conciencia, se les advierte cada vez que hablan, son personajes simplones e impenetrables: no les pasa nada. Los funcionarios son actores que representan (mal) el personaje del político. Los resultados muchas veces denigran a quienes queremos crear personajes sobre las tablas, para el disfrute y confrontación de quienes juegan el personaje de espectador por unas horas. No hay que volver al teatro necesario. Hay que difundir que sí lo es. El teatro ya es necesario. Hoy más que nunca.

Ah, y la hueva. Erradicar esta última sí nos va a costar más trabajo.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Les deseo de todo corazón que nunca permitan que la frustración gobierne su quehacer.

Veo tanta intolerancia al fracaso, que urge vacunar a toda una generación para erradicarla. De lograrlo, estarán por fin en condiciones de hacer de esta profesión, su pasión. Eso: falta pasión, de esa que surge del fondo mismo de las entrañas de nuestro ser. No de esa que venden encapsulada en pastillas, en frascos multicolores…

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Mi visión pesimista tendría que ver con el olvido. Que nos acostumbremos a mirarnos por medio de una pantalla. Que sea habitual el contacto virtual. Que nos importe muy poco cómo está el otro, cómo se encuentra, qué necesita. Bajo ese esquema, el teatro no tendría por qué existir. Y le daremos la razón al verdadero virus. El de cómo hemos enfrentado la desinformación y el desamparo, tan propios de un modelo económico feroz y deshumanizado. Hemos sido muy irresponsables…

Mi visión optimista es que no estamos confinados: nos estamos dando a desear. A nuestro regreso, el público abarrotará los teatros y los foros, clamando por ese encuentro con quienes siempre tuvieron enfrente…

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Héctor Cruz Juárez

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Héctor Cruz Juárez

39 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

En algún momento de la vida hay que escuchar nuestras voces internas, buscar claridad para percibir nuestro propio sendero. Mi padre es un pintor muralista de prolífera carrera, mi madre química farmacobióloga, mi hermana Vivian es actriz bailarina, Sissy es diseñadora de joyas, Lynda también pintora y Olin una fantástica jefa de familia.

Yo fui el resultado de trasnoches en un sillón esperando a mi padre en reuniones con pintores, escultores, políticos y literatos, de público fiel de proyectos de Vivian en el Centro Universitario de Teatro, de tardes de Cineteca con Sissy y construcción escenográfica con Lynda. Ellas, mis hermanas, mi familia son mi más grande inspiración, soy afortunado, el resto es poder limpiar la vista al tesoro que tenemos frente.

Soy afortunado de tener guías en esta vida que han sido generosas visiones para percibir el mundo, ahí el teatro, ahí la danza, ahí la pintura. Encuentro en el teatro, en las artes escénicas un espacio en colectivo, un lugar generoso que exige presencia, demanda coraje y no promete: Recompensa.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

El mar es un lugar hermoso, es enigmático, es lugar donde sus imágenes a lo sonoro y al tacto, tantos nos hemos rendido. Así es para mí la vida. Para ese mar que es la vida, uno necesita un buen navío. Tripulación. Ir juntos promete aventura y buen puerto. Si hay algo que encuentro apasionante en ello es viajar en compañía, descubrirme vulnerable y capaz en cada vuelta en alta mar. Así es el arte, un nuevo proyecto, una función más.

Si hay algo emocionante es saber que no estoy solo, que el teatro es un “somos”, un organismo simbiótico que da tanto como exige. En ese mar que es la vida, he elegido ir lejos, en compañía, respondiendo en ese “juntos” nuevos rumbos, siendo consecuentes con nuestro entorno, dándole voz a las expresiones abstractas de nuestro “yo” más profundo para ser más críticos, más analíticos y más empáticos.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Generosidad, resistencia y recompensa.

Somos el resultado de múltiples factores, tropiezos y hallazgos. He cultivado múltiples herramientas para dialogar con mi entorno, afortunadamente, todas ellas tienen vértices de convergencia y forman una estrecha red, por ejemplo: el dibujo, la fotografía, el video, la planeación, el diseño, la creatividad, la enseñanza, la publicidad, el videoarte, la iluminación, las herramientas digitales, la programación, etcétera, etcétera.

Me considero muy afortunado de que todo lo anterior y muchas cosas más a alguien le sirvan, me considero un facilitador, un vehículo para materializar ideas, me gusta acompañar, dejarme seguir por la brújula de la dirección y ser consecuente, seguir conociendo y construir algo mas grande en compañía para estar orgulloso, algo para compartir, para compartir al “otro”, para compartir al público. Me gusta pensar el ser parte de algo más grande, que tengo un lugar en un objetivo mayor y noble: fomentar el diálogo y la reflexión. Cultivar la imaginación.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Esta es una pregunta a la que siento todavía no tendremos respuesta, tengo la impresión que todo tomará nuevas formas y que nos vamos a sorprender para bien y fuera de nuestra capacidad de vidente. Estamos pasando por un momento que nos invita/exige a una reflexión onda y sin prisas.

Barriendo los apuros violentos de información mediática, está crisis nos abre una puerta a revisarnos en distintos estratos, los individuales, nuestra relación con nuestro entorno inmediato, la familia, nuestra participación social, el colectivo, etc. Ser conscientes de todas esas esferas, de las que ésta espuma a la que pertenecemos hace su trama.

Estamos a punto de conocer una nueva realidad de la cual no tengo mucha información, sin embargo, esa nueva realidad necesitará teatro, danza, música, poesía, nuestra labor estará ahí para reencontrarnos, reconocernos y sanarnos.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Debemos comenzar por nosotros mismos, reflexionar acerca de nuestra labor, si estamos o seguimos ahí donde queríamos estar al inicio de nuestra carrera.

Qué tanto nos hemos burocratizado, qué tanto hemos perdido y sí, qué tanto también hemos crecido. ¿De que adolece nuestro estatus teatral? ¿En la forma? ¿Son los procesos? ¿Es la herencia? ¿Son los recursos?

Esta última semana he platicado mucho acerca del FONCA, de Efiteatro, de los tabuladores, de cómo se distribuye un presupuesto, del cansancio, de la producción en serie… ¿Cómo nos relacionamos con todo esto? ¿Un artista debería de solo pensar en la metáfora? ¿No ser crítico con el entorno? ¿De los sistemas de producción?

Nací en 1980, escuché muchas veces estar en crisis y pues, llegó para quedarse. Estamos cosechando décadas y décadas de escalas de valores alterados, métricas inestables y criterios variables… ¿Necesitamos perder lo que más amamos para reconocer su valor? Necesitamos volvernos a preguntar todo esto muchas veces, de forma sistemática, de forma ritual si es necesario para que de ahí tomemos fuerza y ahí nuevamente, reunidos, todo juntos, retomemos rumbo a lo que esta comunidad más necesita: diálogo, unidad, reflexión y acción.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Deseo que generación tras generación encuentre mayor claridad, cultive criterio para reconocer una pasión genuina.

Deseo que aprendan de la historia, que sean críticos, que desmantelen la verdad y la mentira y que construyan sus nuevas versiones, que lo hagan desde y por ellos, que su barco busque tripulación aventurera y responsable, que cuente historias, que sorprendan, que repitan y descubran.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

He estado pensando en ello estos días. Vienen tiempos difíciles, que no conocemos. Esta es una prueba muy grande, de hecho, creo que pasará tiempo hasta que podamos percibir su dimensión correcta. Es tiempo de pensar. De organizarnos. De valorar y poner la vista en objetivos en comunidad. Tenemos las herramientas, lo sabemos hacer. Sin embargo, no tengo la menor duda que será el arte el vehículo clave para esta reconstrucción y para el reencuentro -juntos- el teatro, el pilar indispensable para la nueva versión que descubriremos de nosotros mismos.

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Minerva Valenzuela (la del cabaret)

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Minerva Valenzuela (la del cabaret)

43 años / Ciudad de México

 

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Estudié la licenciatura en actuación en la Escuela de Arte Teatral, que ahora se llama Escuela Nacional de Arte Teatral y después me especialicé de manera autónoma en lo que hago ahora, en el cabaret. Entré a estudiar actuación porque fue lo que siempre quise. Sentía que si no estudiaba eso, me moría.

Vi teatro y danza desde muy niña, aunque en mi familia no había nadie cercana a eso y fue claro desde siempre que eso era lo que yo necesitaba hacer. Tuve la suerte de que en mis escuelas siempre pude jugar a actuar, cantar y bailar.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Me pregunto constantemente cómo no caer en la tendencia de convertir un espectáculo de cabaret en una obra de teatro. Cómo estar abierta al cambio constante dependiendo del público que asiste a cada función. Ha sido mi entrenamiento principal y por lo tanto es en lo que más cuidado pongo. A veces se logra, a veces no. Combinar la técnica con lo espontáneo, saber que una trae en su bolsita imaginaria una inmensa reserva de posibles soluciones ante cada situación.

Lo que anhelo es volver a tener la oportunidad de hacer shows o números distintos cada semana, o cada mes. Antes se podía. Ahora que el cabaret ha entrado en una dinámica como la del teatro, en la que hay que preparar todo con meses de anticipación, hacer una carpeta, entrar en convocatorias y mantener un espectáculo durante el mayor tiempo posible en distintos espacios, ha desaparecido la posibilidad de hablar específicamente de lo que está ocurriendo este mes, esta semana, hoy. Se puede mencionar, claro, y se debe mencionar, pero será eso, una mención y no un buen clavado al presente más inmediato.

Esto también hace que no sea tan necesario participar activamente en los movimientos políticos y sociales, porque con saber lo básico es suficiente para un show.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Contacto, crítica, autonomía.
El contacto directo con el público requiere técnica. No es sólo voltear y preguntar «¿A poco no, señor?». Y ése es mi mero mole, es lo que me prende. Tocar donde duele o donde da cosquilla, esperar respuesta y tomarla en cuenta. Y bueno, tener la posibilidad de agarrar mis cositas e irme a dar show a donde se arme, sin depender de ninguna institución.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

En un momento en donde todo es virtual, está bueno ir a vernos de a deveras. Además, es un ejercicio indispensable para aprender a escuchar y a accionar por turnos. Por eso el contacto directo con el público es indispensable: «Ahora me toca a mí, ahora te toca a ti, y no puedo ignorarte porque estoy aquí para ti.»

Es también una oportunidad para mostrar que antes de innovar, hay que aprender de lo que ya es. El hecho escénico es un ritual que la humanidad ha celebrado millones de millones de veces. Todo está. Y en cada nuevo ritual, conjuramos a todo lo que ha estado en un escenario alguna vez.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

No sé cuál es nuestro modelo teatral.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Que se enamoren. Que alimenten su quehacer teatral de la vida real, y eso implica vivirlo todo, así, con el cuerpecito propio, y no sólo investigar para un montaje.

Y les deseo con todo mi corazón que no transmitan mensajes con los que no estén de acuerdo, con el pretexto de «yo sólo estoy actuando».

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Qué miedo ¿no? Pienso que los espacios teatrales serán los últimos en reincorporarse a la vida regular y que cuando eso pase, la gente no va a ir, o por miedo, o porque no va a tener dinero, o porque no lo consideran indispensable, o por costumbre.

Claro que mi deseo es que se llenen los lugares y que los montajes tengan condiciones para salir a la calle, y a otras zonas, otros Estados a encontrar nuevos públicos, pero no va a ocurrir. Lo siento, no tengo un mensaje esperanzador.

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Cecilia Ramírez Romo

Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Cecilia Ramírez Romo

37 años / Torreón, Coahuila

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Por accidente, yo iba a ser doctora. Cada vez que me hacen esta pregunta, la respuesta me provoca sonreír: “Yo soy actriz, por un sentido social; ese día me decidí a pasar a leer en voz alta un personaje frente al grupo, para que la maestra no nos dictara». Sin embargo; desde ese día y para siempre, a través de una lectura dramatizada, improvisando sin saber lo que era eso, sentí por primera vez que pertenecía a ese lugar invisible, intangible, inexistente; al día siguiente, salí de la prepa y fui a pedir informes al Taller del Teatro Isauro Martínez, allá en mi tierra lagunera. Entré a la primera clase en falda, calcetas y uniforme escolar, porque no sabía lo que era “ropa de trabajo”, no hicimos más que subir al escenario, adoptar posición neutral y permanecer ahí tres horas, en silencio. Me encantó. Así que regresé al día siguiente y luego todos los días que le siguieron a ese, tenía 17 años; desde entonces, el teatro me tomó por el cuello y no me ha dejado ir. Y qué bueno.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Creo que parte del encanto, es que cada tercer día pienso si no debí dedicarme a otra cosa. Construyo desde el fracaso, considerando que jamás seré lo suficientemente buena para hacer nada y cada vez deseo saber hacer más cosas y prepararme más, nunca me parece suficiente estudio, ni suficiente ensayo; por lo tanto, en cuanto a preguntas, las manejo todas, a veces encuentro las respuestas a manera de caminos escénicos, a veces no y busco por otro lado.
Uno de mis mayores anhelos es levantar un centro de artes que sea autosustentable, donde construyamos nuevas maneras de aprender y enseñar y se oferten talleres profesionales y amateur; deseo darle cabida a laboratorios de creación interdisciplinaria, generar más espacios de ensayos para las compañías emergentes y un lugar fértil para la expresión de las artes vivas. También quiero hacer un master en el extranjero, en dirección de escena, especializada en dirección de actores y actrices, pero eso es antes y ya estoy en el camino de lograrlo.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Cuestionar, habitar, desbordar.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Dice Artaud en “Teatro y su doble”: “Pues de la misma manera que los cuadros de la peste, un poderoso estado de caos físico, son algo así como las postreras descargas de una fuerza espiritual en declinación, las imágenes de la poesía en el teatro tienen poder espiritual porque comienzan su trayecto vital en lo sensible, dejando de lado la realidad.”
He pensado mucho a Artaud en estos días. El teatro también es crisis y las crisis son poderosas aniquiladoras de máscaras humanas; nos encontramos en un momento parecido a cualquier histórica peste, una vez más urge refrendar el sentido, dejar de lado los porqués y dar paso a los paraqués; el teatro, como cualquier arte, es un mal necesario, ya que impulsa a los seres humanos a verse tal y como son.
Cuando esto pase, habrá que recordar quiénes somos, habrá que recuperar los dogmas y creo firmemente que el teatro, apela a la restauración de esos dogmas.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

La visión vertical del escenario. Estamos en el siglo XXI, ¿en realidad es necesario seguir discutiendo qué es considerado teatro y qué no?
El modelo teatral sufre el desajuste del encuentro de los viejos paradigmas con las nuevas teatralidades y tal vez no nos hemos dado cuenta de que en realidad somos los mismos y siempre hemos querido lo mismo.
Reducir cada proceso a un modelo jerárquico, provoca que los canales de comunicación se vuelvan turbios, nos distraemos del objetivo catalizador que tiene el teatro y se sigue mitificando a las figuras teatrales, volviéndolas intocables e inaccesibles.
El teatro para mí, es un acceso a todo lo que la realidad no permitiría por sus aburridas reglas. Todos nuestros problemas de abuso, de difamación, violencia y malos entendidos dentro de las aulas y los escenarios, provienen de la idea de que la razón es algo que se tiene y no aquello que se comparte.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Consciencia social, ingenio creativo, hambre existencial, desbordamiento onírico, cuestionamiento constante y mucha, mucha templanza.
El camino del teatro puede ser tan sórdido o tan generoso como una quiera, solo hay que encontrarle el modo y a veces tiene malos modos. La cosa es no desesperarse y jamás confiarse, no existe un camino para llegar, porque no hay a dónde llegar, el teatro mismo es el camino.
También les deseo lo que siempre les digo a mis alumnos antes de terminar un ciclo: “que tengan tanto trabajo que siempre traigan su comida en tupper”.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Tengo la fortuna de pertenecer en este momento a la población artística menos afectada, ahora tengo una beca que me permite solventar mis gastos sin importar la contingencia; así es que me quedo en casa por aquellos que no pueden hacerlo, sigo con mis clases de alemán en línea, me inscribí a un seminario de investigación artística, sigo trabajando y generando ideas desde el encierro de un proyecto en el que colaboro como directora dentro de la Compañía Nacional de Teatro, disfruto del silencio, de los libros que me debía y me preparo física, mental y emocionalmente para enfrentar el apocalíptico panorama, porque la crisis no es esta en la que estamos, es la que se aproxima.
Lo que más deseo es que seamos conscientes de ello y tomemos este tiempo como el descanso de un gato que es capaz de dormir 18 horas para lograr un gran salto. Vamos a necesitar un gran salto como humanidad cuando todo esto acabe y si no lo hacemos juntos, tardaremos más en recomponernos. Deseo que esta pausa, que esta “calma chicha” como dicen en mi pueblo, detone empatía y consciencia social a borbotones, porque hace tiempo que lo necesitamos.

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