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Categoría: Textos Intervenidos

COSAS PERSONALES – Bruno Zamudio y Jimena Eme Vázquez

COSAS PERSONALES

1

Corre

Corre

Corre y sigue corriendo

El niño se puso sus tenis negros porque son los que corren mejor

La ciudad no está desierta, pero debería

Lleva un morral color azul

Corre

Quiere llegar a la estación del metro

Una calle

Tres

Cinco

¡Quítese, señor! No me toque.

Ocho calles

Siete estaciones de metro, cambio de línea y tres estaciones hacia el sur

Seis calles más

Un tropezón

Asfalto

Se soba y se detiene

Saliva en el codo

Abre el morral

Saca las únicas cosas que trae

Una carta y una flor

Las mira

Suspiro de alivio

El niño cierra los ojos y suspira. Se alivia.

Vuelve a meter la flor. La carta. Y sigue corriendo

Una calle más

Se detiene en la puerta de todos los sábados

Hace poco más de un año que alcanza el timbre

Nadie viene

Toca la puerta con golpes

La puerta blanca de metal de todos los sábados

Aunque hoy no es sábado ¿o sí? Ya no está tan seguro

Vuelve a tocar

¿Dónde está?

¿No dijeron que no podía salir de casa?

___________________________________

2

URI: ¿Qué haces aquí? ¿Y la abuela?

MIRIAM: “Hola, mamá, ¿cómo estás? Qué sorpresa que viniste tú”. Pensé que te daría gusto verme. Pedí permiso en mi trabajo para venir por ti porque la abuela ya no puede salir.

URI: Nos dijeron que desde el viernes no va a haber clases. Por la cuarenta…

MIRIAM: Cuarentena.

URI: Eso.

MIRIAM: Pues sí, tenemos que estar en casa unos días sin poder salir, y lavarnos las manos como desquiciados, y desinfectar todo…

URI: Por el Coronavirus.

MIRIAM: Ajá.

URI: Que enferma a la gente.

MIRIAM: Exactamente. ¿Y sabes a quiénes los ataca más fuerte?

URI: A los adultos mayores.

MIRIAM: Hoy estás imparable.

URI: ¿Cuarentena es que dura cuarenta días?

MIRIAM: No necesariamente. No estaremos encerrados para siempre, pero no sabemos cuánto tiempo. Hay que tener mucha paciencia.

URI: Pero el sábado puedo ir a quedarme con ella. Si no me enfermo…

MIRIAM: No creo que sea buena idea que visites a tu abuela hasta que podamos salir. Es peligroso. Ella se puede enfermar muy rápido. Además, según escuché, son 14 días los que el virus puede tardarse en manifestarse.

URI: ¿O sea que si paso catorce días en casa ya puedo salir?

MIRIAM: No, porque pudiste haberte infectado en el día siete de esos catorce, y entonces tendrías que quedarte aislado catorce días a partir del día siete…

URI: ¡Pero si no salí!

MIRIAM: Los virus son muy chiquitos y muy tramposos, cariño.

URI: Pero tengo asuntos que tratar con mi abuela. Por favor, mamá. Déjame ir a verla. Prometo no darle abrazos.

MIRIAM: Esos asuntos tendrán que esperar. Nos quedaremos en nuestra casa y ella se quedará en la suya.

URI: Pero ustedes van a irse a trabajar.

MIRIAM: No, nos quedaremos en casa contigo.

___________________________________

3.

URI: Tu mirada

Tu pecho

Tus blusas holgadas

Tus chanclas. Perdón, sandalias.

Para estar siempre cómoda porque las sandalias son para estar cómoda, pero sin perder elegancia. Uñas pintadas.

Tus pantalones de vestir

Tu cabello rizado.

El labial que nunca faltaba.

Las venas de tus manos. Carreteras del tiempo. Montañas acuáticas.

El color distinto de tus dientes. Los postizos muy blancos y los naturales, un poco amarillos.

Pero tu sonrisa era tan grande que podía ver en ella todos los colores.

Una sonrisa que me hablaba y que me daba la fuerza que tanto necesitaba.

La sonrisa que me animó: “Pues hazlo. Pues dile. Si te da mucho miedo, puedes escribir una carta… y si te contesta, vienes y la abrimos juntos”.

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4.

URI: Mi papá se la pasa todo el día en la computadora.

MIRIAM: Está trabajando.

URI: ¡Pero no se viste como si estuviera en el trabajo!

MIRIAM: No, pero puede trabajar en camisa y pantalón de la pijama sin que nadie se dé cuenta. Hasta tiene juntas.

URI: ¿Y yo no puedo ver a mis compañeros y seguir haciendo cosas de la escuela en la computadora?

MIRIAM: Sí puedes, cuando la escuela nos avise. Estas cosas llevan tiempo.

URI: ¡Ya quiero regresar a la escuela!

MIRIAM: ¿No te gustan estas vacaciones? Tenemos mucho tiempo y tú siempre estás pidiendo que te deje faltar algún día.

URI: Mi maestra dijo que no eran vacaciones, que era la…

MIRIAM: Cuarentena.

URI: Eso.

MIRIAM: Y tiene razón, pero podemos tomarla como vacaciones un ratito para que no nos pese. ¿Por qué no jugamos más tarde?

URI: Mamá, ya jugamos demasiado.

MIRIAM: ¿Cómo que jugamos demasiado? ¿No te gusta jugar conmigo?

URI: Sí, pero también hay que hacer otras cosas.

MIRIAM: A mí se me hace que te enojaste porque te gané ayer en el Monopoly.

URI: Ay, claro que no.

MIRIAM: Tu papá tampoco quiere jugar nunca conmigo porque le gano. En ese y en el Adivina quién.

URI: ¿Qué está haciendo la abuela en la… cuarentena?

MIRIAM: En la Tancuerena… No lo sé. Lo que hace siempre: viendo la tele, escuchando música, hablando con tu abuelo, limpiando la casa. Lo de siempre, pero quizá un poco más triste porque no te puede ver.

URI: ¿Y mis abuelos juegan?

MIRIAM: Antes les gustaba el dominó. ¿Quieres hablar con ella?

URI: ¡Sí!

MIRIAM: Le voy a llamar

URI: ¡Nooooo! Quiero hablar con ella, pero real.

MIRIAM: ¡Vamos a hablar con ella!

URI: No, yo quiero verla. Habíamos quedado de hacer algo.

MIRIAM: ¡Pues voy a hacer que se vean!

URI: ¿En persona?

MIRIAM: Casi. Ahorita vas a ver. ¿Bueno? Hola, mamá. ¿Cómo están?

MARI: Bien, hija, pues aquí… aburridos.

MIRIAM: Oye, pues tengo aquí a Uriel que necesita verte con urgencia.

MARI: Ah, no me digas, ¿para qué asunto?

MIRIAM: ¿Qué asunto?

URI: Cosas personales.

MIRIAM: Cosas personales.

MARI: ¡Válgame! Es verdad, ya me acordé qué asunto teníamos pendiente. Pues pásamelo para que me cuente.

MIRIAM: Es que te quiere ver. Está terco con quee necesita verte. ¿Te acuerdas que te descargué el whatsapp? El programa donde te dejo recaditos que nunca me contestas.

MARI: Siempre se me olvida, por eso mejor te llamo.

MIRIAM: Bueno, da igual. Necesito que abras el whatsapp y que vayas a mi chat.

MARI: ¿Te cuelgo?

MIRIAM: No es necesario, nada más salte y… ¿sabes qué? ¿Está mi papá por ahí? Puedes pedirle que lo abra él en su celular y ya luego lo haces tú en el tuyo.

MARI: Ay, hija, yo ayer estaba pensando que a lo mejor ni es tan grave, podemos estar bien. Pueden venir y nos mantenemos de lejitos, aquí todo está bien limpio

MIRIAM: No, mamá, no ha pasado ni una semana. Mejor nos lo tomamos en serio y si no es tan grave, pues ya después nos reímos. No han salido, ¿verdad?

MARI: Antier un ratito, la verdad. Ya estábamos fastidiados. Todavía hay muchas cosas abiertas.

MIRIAM: ¡Mamá!

MARI: Bueno, ya dime cómo le hago. Uri va a pensar que no lo quiere ver.

MIRIAM: Mamá, no digas eso, él jamás va a pensar que no lo quieres ver.

MARI: Yo veo en las noticias que la gente habla con sus familias por el celular. Que aparece la cara aquí, como si estuvieran hablando frente a frente.

MIRIAM: Precisamente a eso quiero llegar. Háblale a mi papá y que te ayude.

MARI: ¡Juaaaan! Dice Miriam que me ayudes a que se vea Uriel en el celular.

JUAN: Se llama videollamada. Videollamada.

MARI: ¡Ah! ¿Tú sí sabes? Si sabes, ¿por qué no me habías enseñado?

JUAN: Nada más hay que picarle a la camarita del chat.

MARI: ¿Del Whatsapp?

MIRIAM: Sí, mamá.

JUAN: ¿Ves?

MARI: ¡Qué bruto eres! ¿Qué no quieres ver a tu nieto?

JUAN: ¡Sí lo quiero ver, pero no así! Además, una vez me dijo el Manolo que hay gente que se mete a esas llamadas y te observa. Que son los gringos, dice.

MARI: ¿Cómo que se meten

MIRIAM: ¡Ay, papá! nos están vigilando todo el tiempo, aunque no hagamos videollamadas. Nos roban toda nuestra información y seguro hay una familia idéntica a la nuestra en Finlandia, pero son robots.

JUAN: ¡No es normal, Miriam! ¡No es normal!

MIRIAM: No, no es normal, pero ahora nos viene muy bien.

MARI: A ver, entonces abro Whatsapp. Ajá.

MIRIAM: Me buscas a mí y le vas a dar click en esta camarita.

MARI: ¡Ah, eso es una cámara! Mira tú. No pues que aprendan a dibujar.

MIRIAM: A ver, te cuelgo para que lo hagas. Ya la vas a ver.

URI: No es suficiente.

MIRIAM: Ay, chaparro… por ahora tiene que bastarte. Contéstale. Desliza para arriba.

URI: ¡Hola, Abue!

MARI: ¡Hola, Uri! ¿Cómo está mi nieto? Te estoy haciendo una videollamada.

URI: ¿Nos puedes dejar a solas por favor?

MIRIAM: Cómo no, yo los dejo.

URI: Ya te quiero ver, abuela.

MARI: Nos estamos viendo, ¿no? ¿O no me ves? Es que no le entiendo ¡Juan!

URI: ¡No, abue! Que te quiero ver en persona.

MARI: ¡Mira, saluda a tu abuelo!

URI: ¡Hola, abuelo!

JUAN: Uri, ¿cómo estás, muchacho?

URI: En cuarentena, abuelo. Una tontería.

MARI: ¡Tontería! ¿Por qué?

URI: Porque fue sábado y no pude ir a quedarme con ustedes.

Se acercó el celular e hizo un cuenquito con su mano

URI: Tengo que hablar contigo.

Otro cuenquito. Otro susurro.

MARI: ¿Qué pasó?

URI: Lo hice.

MARI: ¿Qué hiciste? ¡No! ¿En serio?

URI: Sí.

MARI: ¿Y?

URI: Me contestó.

MARI: ¿Qué dijo?

URI: Con otra carta.

MARI: ¿Y qué dice?

URI: ¡No sé porque no la he abierto! La quiero abrir contigo, como lo prometimos.

MARI: ¡Ay, Uri! Pero si llevas casi una semana con ese sobre ¡Ya ábrelo!

URI: Tengo miedo.

MARI: ¿Qué dijimos la otra vez? ¿Te acuerdas? Que no pierdes nada.

URI: Tengo que ir y tenemos que abrirla juntos. Aunque no sé si quiero que la leas. Bueno, quiero abrirla y que tú estés ahí.

MARI: ¿Apoco me quieres enfermar?

URI: Si te enfermas, yo te cuido.

MARI: Va a estar muy difícil que me cuides del coronavirus. ¿A poco tienes un respirador? ¿Eso te trajeron los Reyes en enero?

URI: No.

MARI: No, hijo, pero es que es muy difícil que uno se cure de esta enfermedad

URI: ¡Abuela! Tú me has curado muchas veces.

MARI: Pero no es lo mismo.

URI: Mi mamá y yo te podemos hacer un caldo de pollo

MARI: Pero a este virus no le hace nada un caldo de pollo

URI: ¿Entonces?

MARI: Por ahora, lo que puede mantenerlo a raya es que nos quedemos en nuestras casas.

URI: Eso no es una medicina.

MARI: No, Uri, pero tu mamá tiene razón: si vienen a verme y alguno trae por ahí el mentado bicho, en una de esas nos enfermamos los dos, tú y yo y vamos a necesitar un montón de medicinas.

URI: ¿Entonces la guardo?

MARI: Tienes que abrir ese sobre.

URI: No, así no.

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5.

MARI: Uri. Ándale, ya levántate, que ya está el desayuno.

URI: Pero si todavía es muy temprano, abue.

MARI: ¿Cuál temprano? Ya es tardísimo.

URI: Hace frío.

MARI: Preparé algo muy especial para que abramos esa carta.

Los ojos grandes. Huele, se levanta.

URI: ¿Son Hot Cakes?

MARI: ¡Te hice cuarenta hot cakes! ¡Cuarenta para la cuarentena! ¿Te los vas a poder comer todos? Hay mucha miel de maple para que te los acabes. Cubetas y cubetas de piel de maple. Tu abuelo la trajo de Canadá esta mañana, yo creo que por eso tienes frío.

URI: ¡Gracias, abue, están riquísimos!

El comedor solo. Sin Hot Cakes, ni nada.

URI: ¿Abue?

Despertó.

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6.

URI: ¿Mamá? ¿Me prestas tu celular? Tengo que hablarle a mi abuela.

MIRIAM: ¿Qué hora es?

URI: Ya casi dan las cinco.

MIRIAM: Hijo, tu abuela está dormida. Y tú también deberías estar dormido.

URI: Ella se despierta muy temprano.

MIRIAM: Pero no tanto, mi amor. Ven, duérmete aquí.

URI: ¿Me prestas tu celular?

MIRIAM: Cuando salga el sol.

Y esperó a su papá y su mamá sentado en el comedor. Pensando. Se quedó viendo el florero de la mesa. Sentado.

URI: Buenos días, papá.

LEO: ¡Hijo! ¿Qué haces ahí? ¿Por qué tan madrugador?

URI: Quiero hablarle a mi abuela, pero hace rato mi mamá me dijo que era muy temprano. ¿Todavía es muy temprano?

LEO: Un poquito… ¿Y para qué le quieres llamar a tu abuelita con tantísima urgencia?

URI: Cosas personales.

LEO: Ah, personales. Muy bien.

URI: ¿Puedo llamarle?

LEO: Sí, a ver, vamos a llamar tu abuela. Aquí está.

Tono de llamada

Él espera

Tono de llamada

Él espera

Tono de llamada.

LEO: Yo creo que aún no despierta.

URI: Llámale otra vez.

Tres tonos de llamada y no hay respuesta.

LEO: Yo creo que sí es muy temprano todavía. Lo siento mucho. ¿Qué quieres desayunar?

URI: Hot cakes.

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7.

URI: Decidí abrir el sobre. Ese virus lo estaba arruinando todo. Quizá debí haber hablado antes, para tener el sobre antes, aunque claro que yo no tenía idea de qué me iba a responder, ni cómo. Si todo hubiera pasado al menos una semana antes, yo hubiera podido abrir ese sobre con mi abuela. Con la primera con la que me atreví a hablar de eso.

MARI: La misma mochila.

URI: Sí.

MARI: ¿Y te molesta?

URI: A veces me cae gordo.

MARI: ¿Qué hace?

URI: Nada. Creo que me cae bien, pero a veces… Me molesta que a él se le ve mejor la mochila. El otro día nos sentamos a ver si eran idénticas. Le vaciamos todo.

MARI: ¿Y?

URI: Y yo traía un chocolate, y resultó que son sus chocolates favoritos.

MARI: ¿El que tiene arroz?

URI: Ese. También nos gusta el mismo chocolate.

MARI: Son muy parecidos.

URI: Sí… Abuela ¿Te acuerdas cuando en tercero me gustaba Renata?

MARI: Sí.

URI: Y que tú me dijiste que probara decírselo, para que no le tuviera miedo a esas cosas.

MARI: Yo creo que a Omar también se lo podrías decir.

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8.

MIRIAM: Leo, mi mamá está internada.

LEO: ¿Cómo que está internada?

MIRIAM: Me llamó mi papá. El celular de mi mamá se quedó en la casa cuando se fueron al hospital. Por eso no respondía. Le marqué a mi papá y me respondió después de varias llamadas. Que ayer en la noche empezó con fiebre y antes de las cinco se la llevaron al hospital.

LEO: ¿Y tu papá?

MIRIAM: Aislado… esperando que presente síntomas. Parece que va a ser inevitable. No puede ser, Leo, ¿Por qué?

LEO: Tranquila. Muchos adultos mayores se han recuperado. ¿Y Uriel ya sabe?

MIRIAM: No le quiero decir hasta que no le hagan las pruebas y se confirme.

LEO: Va a insistir con eso de llamarla.

MIRIAM: ¿Y si le digo que no hay internet?

LEO: No deberíamos mentirle.

MIRIAM: En la noche le digo todo. Te lo prometo. ¿Podemos ir al hospital?

LEO: No vas a poder verlos.

MIRIAM: Ya sé. Pero quiero estar ahí. No puedo quedarme tan lejos.

LEO: Tengo una junta en media hora. Nada más que acabe y vamos.

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9.

URI: ¡MAMÁ! ¿PODEMOS LLAMAR A MI ABUELA?

MIRIAM: Mi celular se está cargando en la recámara.

URI: ¡Te lo traigo!

MIRIAM: No. A ver, ven. ¿Por qué tanta urgencia ahora?

URI: ¡Necesito hablar con ella!

MIRIAM: ¿Por qué no dejamos tranquila un rato a la abuela?

URI: Mamá, tengo que contarle algo. Es urgente. Lo más urgente del mundo. Quiero estar solo con ella, por favor.

MIRIAM: ¿Por qué?

URI: Cosas personales.

MIRIAM: ¿Y no me puedes contar a mí tus “cosas personales”? Hace rato estaba fallando el internet, tal vez no pueda conectarnos.

Aparecía un pequeño adulto más serio de lo que ya era él, que con cierta elegancia decía: “cosas personales”.

URI: Es que… mi abuela ya sabe toda la historia, a ti tendría que contártela desde el principio y me tardaría mil años y además no quiero: necesito hablar con ella.

MIRIAM: Tráeme mi celular, pero no te prometo nada.

URI: ¡Gracias!

Él veía fijamente el celular.

MIRIAM: ¡Te lo dije! No hay internet.

URI: ¿Cómo?

MIRIAM: No, no tenemos conexión.

URI: A ver, ¿sí lo tienes activado?

MIRIAM: ¡No puede ser! No, no, no hay internet.

URI: Mamá, a ver.

Corriste a apretar el botón del…

El módem.

Módem. ¿Así se llama?

Sí, el mó dem.

Apretó el botón.

URI: A ver, mamá, préstame tu celular.

MIRIAM: Mira, no tenemos internet.

URI: Bueno, le podemos llamar por teléfono.

MIRIAM: No he pagado el plan porque no hemos salido… Y tampoco tu papá.

URI: ¡Noooo! ¿Y ahora qué?

MIRIAM: No, pues no sé cómo le vamos a hacer.

URI: ¡Ay, no! Necesito verla, necesito verla.

MIRIAM: Bueno, ¿qué es tan urgente?

URI: ¡Mamá! Necesitamos hacer una videollamada con ella. ¡Necesito verla!

MIRIAM: Tranquilo, Uri. Vamos a esperar a que regrese el internet.

URI: ¿Cuánto se va a tardar?

MIRIAM: No sé.

URI: Ay, no sabes nada. No saben cuánto vamos a estar encerrados, no saben a qué hora regresa el internet, no saben cómo curar el coronavirus.

MIRIAM: Ey, muchacho, contrólate, por favor. Vamos a jugar algo.

URI: ¡Que noooooo! ¡No quiero jugar! ¡Me desesperas! ¡No soy un niño!

MIRIAM: Uriel, eres un niño y cálmate, por favor.

URI: ¡No sé cómo calmarme!

MIRIAM: Ve a tu cuarto.

URI: ¡Mamá, por favor! ¡Ya estoy encerrado!

___________________________________

10.

MIRIAM: Necesitamos ir a al hospital

LEO: ¿Vamos a dejar solo a Uriel?

MIRIAM: Está enojado, seguro va a agarrar uno de sus libros y se va a quedar encerrado toda la tarde.

Quería salir y preguntar si había regresado el internet. Quería salir, pero estaba enojado. Pensó en escribirme una carta. Tenía ganas de contarlo ya, como fuera, y enviarme la carta por correo, pero sabía que el correo tardaba mucho en llegar y tiempo era lo que menos tenía.

MIRIAM: ¿Hijo? ¿Estás ahí?

URI: ¿Mi abuela sabe que no tenemos internet?

MIRIAM: Seguramente ella sabrá esperar. Tu papá y yo tendremos que salir, pero regresamos en la noche. Si te da sueño, cena algo y duérmete.

URI: ¿No que no podemos salir?

MIRIAM: Iremos por cosas necesarias. No nos podemos morir de hambre.

URI: Bueno. Adiós.

___________________________________

11.

Uri esperó paciente a que se fueran sus papás. Esperó otro poco porque había visto en las películas que a los personajes siempre se les olvida algo y se regresan. Pero sus papás no volvieron y entonces se puso los tenis negros, los que corrían mejor, subió a la azotea y bajó por el árbol que esta frente a su ventana. Casi se cae.

URI: ¡Ahora! La tienda, la estética a la que va mamá mamá, la papelería. Ajá. Para allá.

Sentía que ya ni siquiera recordaba cómo eran las calles afuera. Uri tomó paso, necesitaba salir corriendo. Tenía que volver antes de que sus papás regresaran, no había tiempo que perder.

Pies voladores. Ligeros y seguros.

SEÑOR: ¡Ey! Hijo, ¿a dónde vas?

URI: Al metro

SEÑOR: ¿Y a qué vas al metro solo? No puedes andar en la calle. Ni yo debería andar en la calle. ¿Y tus papás?

URI: Están en mi casa.

SEÑOR: Ah, ¿quieres que te lleve?

LEO: Nunca permitas que gente extraña te lleve. Si te agarran, ¿tú qué haces?

URI: Grito.

LEO: ¿Y si gritas y no pasa nada?

URI: Sigo gritando.

LEO: ¿Y si nadie se te acerca a ayudar?

URI: Sigo gritando.

LEO: Muy bien.

URI: No, gracias.

SEÑOR: Pero no puedes andar en la calle, niño, te digo. Tienes que quedarte en tu casa encerrado.

URI: ¡Ya estuve encerrado!

Un niño volando por las calles, un niño saltando a ese vacío que la humanidad ha dejado durante un par de semanas.

¿Qué vacío? Si la gente seguía saliendo.

¡Ay, por Dios, me cortas lo bonito de la historia! La Ciudad tendría que estar vacía, ¿no? Me gusta pensar que mi nieto viajó a través de una Ciudad deshabitada tan sólo para verme. Para contarme qué decía esa carta que le dieron.

URI: Hola, un boleto, por favor.

¿Cómo iba a estar en casa sin internet? Y mi abuela, ¿qué? ¿Sin poderme ver? Ay, abue.

Mira al techo y se hace todas las preguntas del mundo.

Aprieta las piernas y asiente.

Sale del vagón y sube a la siguiente línea que lo llevará a unos metros de la casa de su abuela

Sube las escaleras. Corre.

Está a punto de llegar.

Tropieza.

Trae una flor y una carta en el morral.

Temió que la flor se arruinara.

Se detuvo en la puerta de todos los sábados

Hace poco más de un año que alcanza el timbre

Nadie viene

Tocó la puerta con golpes

La puerta blanca de metal de todos los sábados

Aunque hoy no es sábado ¿o sí? Ya no está tan seguro

Volvió a tocar

¿Dónde está?

¿No dijeron que no podía salir de casa?

Esperó sentado a un lado de la puerta.

Tenía miedo y no sabía por qué.

No supo cuánto tiempo se quedó ahí

Pero a varias cuadras y varias estaciones del metro de distancia, ellos llegaron del hospital y fueron a ver si su hijo ya se había dormido.

LEO: Miriam, no está Uriel.

MIRIAM: ¿Cómo que no está Uriel?

LEO: No está.

MIRIAM: ¡Uriel! ¡Uriel!

Debajo de la cama. Adentro del clóset. En la azotea

LEO; ¡Uriel!

Lo buscaron por toda la casa.

MIRIAM: ¡Uriel!

Y nunca respondió.

Entonces su mamá respiró profundo y pensó más grande.

MIRIAM: Ya sé dónde está.

Encontraron a Uriel junto a la puerta blanca de metal. Lo llevaron de regreso a casa y le contaron todo.

___________________________________

12.

URI: Siempre sueño con lo que hubieras dicho. Siempre te pienso con una gran sonrisa de satisfacción. Un abrazo que me llenara de felicidad. Una fiesta. Una celebración. Estoy segura de que estarías muy contenta.

MARI: ¿Cómo te va con el niño que me dijiste?

URI: ¿Cuál, abue?

MARI: No te hagas, el niño que me dijiste. El que lleva la misma mochila que tú.

URI: Nada, nada. Ya me cae mal.

MARI: ¿Te cae mal? ¿Seguro?

URI: Sí.

MARI: ¿Por qué te cae mal?

URI: ¡Ay, abue! Porque es muy guapoooo.

MARI: ¿Y ya le dijiste que sientes algo por él?

URI: No, abue, no podría.

MARI: Claro que puedes, tú eres capaz de eso y más.

URI: ¡Ay, abue! Es muy difícil.

MARI: ¿Tú quieres que sepa que sientes algo por él?

URI: Sí.

MARI: Pues hazlo. Pues dile.

URI: ¿En la escuela?

MARI: Si no, ¿en dónde? ¿Siguen yendo a clases, no?

URI: Mhmmm

MARI: Entonces le dirás y verás que todo saldrá bien. Además, si esto del virus acaba con el mundo, no puedes quedarte con esa confesión atorada en la garganta. Tú suéltalo, que soltarlo no puede hacerle daño a nadie. Es mejor si vas por la vida sintiéndote orgulloso de querer a la gente que quieres.

URI: Me hubiera encantado abrir la carta contigo, como habíamos prometido.

No te negaré que lo más triste fue no poder despedirme de ti. Pero todo fu tan rápido, Uri, que ni siquiera hubiera podido hablarte entre tanta tos si te hubiera llamado esa madrugada. Prefiero que recuerdes mi voz en la última videollamada, los hot cakes del último sábado que pasamos juntos. El último consejo que te di. ¿Y qué decía la carta?

URI: Me contestó que yo también le gustaba. Y que me invitaría a comer a su casa cuando todo esto termine.

Gracias por ir a buscarme. Gracias por brincar al árbol y correr hasta el metro sin dejar que nadie te detuviera. Gracias por tratar de contármelo a toda costa. Fue un gusto haber sido tu abuela y un honor haber compartido contigo tus cosas personales.

URI: ¿Algún día podré contarle a alguien todo lo que te contaba a ti?

Siempre hay alguien, Uri, siempre aparece alguien que sabe recibir en sus manos todo tu corazón.

OSCURO.

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Departamento 4B – Jimena Eme Vázquez y Wendy Hernández

Departamento 4B

Ésta es una historia de ficción y permanecerá como tal hasta el fin de los tiempos.

Los personajes y las situaciones aquí planteadas tienen prohibido intervenir la realidad.

PERSONAJES

DIANA

JULIA

SEÑORA MAGOS

MANU

El departamento al que Diana se acaba de mudar.

CERO

Se compran colchones,

Nunca imaginé

Tambores, refrigeradores

Que el inicio de la peor tragedia de mi vida

estufas, lavadoras, microondas

Iba a sonar exactamente así

o algo de fierro viejo que venda

___________________________________

UNO (VIERNES)

DIANA: Sí, mamá, sí estoy comiendo bien. Compré cosas. Ahorita me estoy haciendo un sándwich. Sí, sí tengo verduras. Me hablas como si fuera el primer encierro que paso sola. Además, déjame decirte que te estás preocupando por mí en el quinto día, ¿qué estabas haciendo que no se te había ocurrido preguntar si tu hija estaba bien? Seguramente viendo tus telenovelas turcas, ¿verdad? No, no, no. El año pasado porque estaba muy triste, no puedes juzgarme entera por cómo fui el año pasado, no se vale.

Abre la puerta del refrigerador y el frasco de mayonesa sale volando. Se rompe.

Carajo. Nada, que abrí el refri y… ahorita te llamo, espérame tantito. Es más, deja como y te llamo. Adiosito. Me lleva la chingada. ¿Pero qué no…? Trapo. Un trapo, trapo, trapo.

Limpia con el trapo, su dedo toca una de las puntas filosas del frasco. Se corta.

No puede ser. No, no, no, no, no. Sangre no. No sé dónde están los curitas, sangre no.

Tocan la puerta. Diana Abre. Es Julia.

JULIA: Hola, soy Julia, del departamento 5B, de aquí arriba. Estás sangrando.

DIANA: Yo soy Diana del 4B y estoy sangrando.

JULIA: ¿Quieres ayuda con eso?

DIANA: ¿Un curita tendrás?

JULIA: Dame un segundo.

Julia va a su departamento. Mientras, Diana sigue conteniendo la sangre con el trapo, que ya está completamente rojo. Antes de que Julia regrese es probable que la sangre ya esté chorreando por el suelo.

JULIA: Está profunda.

DIANA: Un poquito.

Diana se pone el curita, la sangre deja de salir.

JULIA: ¿Con qué fue?

DIANA: Ese frasco de mayonesa. Es raro porque yo siempre pongo la mayonesa en la puerta, y estás de acuerdo en que no hay mucha oportunidad de que se caiga si la pones en la puerta. Pero salió disparada, como si…

JULIA: Ajá…

DIANA: Nada, iba a decir una tontería. Como si el refrigerador me la hubiera aventado.

JULIA: El refrigerador. Qué simpática. Oye, Diana que ya no estás en peligro de muerte, pues primero que nada bienvenida al edificio. Te escuché cuando te estabas mudando pero no había venido a saludar. Ya ves que con esto de la semana de encierro todo se pone raro y hay que comprar cosas, entretener a los niños… en fin. Me da mucho gusto conocerte y me preguntaba si de casualidad tendrías un poquito de canela, que quería hacer yo un arroz con leche y no tengo canela.

DIANA: Canela. Sí, déjame la busco.

JULIA: ¿Vives sola?

DIANA: No. Con Tristán.

JULIA: ¿Tu esposo?

DIANA: Mi pez. Ese es Tristán. Saluda, mi amor.

JULIA: Mucho gusto.

DIANA: La siguiente semana cumplimos un año juntos. Me sugirieron tener una mascota después del encierro pasado. Al parecer no sé estar sola. Aquí tienes.

JULIA: Ahorita que esté listo te bajo un platito.

DIANA: No te molestes, la leche me hace mal.

JULIA: Bueno, pues nos estamos viendo.

DIANA: Gracias por el curita.

JULIA: Ya no hagas enojar al refrigerador.

Diana cierra la puerta.

En la radio empieza a sonar Piel canela.

Diana se saca de onda. Es una radio vieja, quizá se prende sola. La apaga.

La radio se vuelve a prender. Diana la apaga.

Se arma su sándwich sin mayonesa y la radio se vuelve a prender.

Diana desconecta la radio. Vuelve a la mesa. Le da la primera mordida a su sándwich.

Y la radio se vuelve a prender.

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DOS (SÁBADO)

DIANA: Wey, me pasó otra cosa. Con la aspiradora. Isabel, es en serio, algo tiene la instalación eléctrica. Nunca me había tocado vivir en estos edificios viejos, yo creo que le hace mal que tenga tantas cosas conectadas al mismo tiempo. Pues sí, ya ves que tienen como tres contactos en todo el departamento, está cabrón. Ajá. Pues acomodé la última caja de ropa, quería limpiar todo el polvito… y la madre esa empezó a sacar polvo en lugar de aspirarlo. Un cagadero. No, y espérate, que descubrí que llevo no sé cuánto tiempo usando los datos de mi celular porque se murió mi módem. Pues ahora hasta pasado mañana que acabe el encierro. No sé cuánto me quede de internet con los datos, pero pues siempre nos quedará llamarnos. Como los cavernícolas. (Tocan la puerta) Te llamo al rato. Salúdame a tu marido. Gracias.

Abre la puerta.

JULIA: Otra vez yo. Vas a decir que qué fijada, pero es que ayer que vine por la canela vi tu horno de microondas y yo no tengo horno de microondas. Por el cáncer y esas cosas, ya sabes. Y te quería pedir si me dejabas derretir este chocolate porque vamos a hacer un pastel.

DIANA: No funciona. Se me descompuso el martes.

JULIA: ¿Pooor?

DIANA: Había una moneda adentro.

JULIA: Nena, no debes meter cosas metálicas a los hornos de microondas, eso lo sabe todo el mundo. Hasta el mundo que no tiene horno de microondas.

DIANA: Sí, ya sé. Oye, ¿Tienes un minuto?

JULIA: Sí…

DIANA: ¿Tú sabes si esta radio es recargable? O sea, si guarda energía.

JULIA: Esa radio es como de los 70s.

DIANA: Entonces no.

JULIA: No.

DIANA: Ayer la desconecté y seguía sonando.

JULIA: Raro.

DIANA: ¿Te acuerdas de lo que pasó con mi mayonesa?

JULIA: Que saltó.

DIANA: Me la aventó. El refrigerador me la aventó. Bueno, pues me están pasando cosas desde el lunes. Cosas raras. Y no tengo a quién contarle, soy nueva en el edificio y mi amiga se ríe de mí cuando le cuento por teléfono; y yo quiero reírme con ella, pero la verdad es que no me da mucha risa que digamos.

JULIA: Ok.

DIANA: El lunes puse la cafetera y solamente salió agua.

JULIA: Te faltó poner el café.

DIANA: No. Puse el café. Prendí la cafetera, una cafetera que tengo desde hace un año, porque Emmanuel se llevó la grandota… había funcionado perfecto todo este tiempo. Y el lunes sacó pura agua caliente. ¿Por qué?

JULIA: No sé.

DIANA: Martes. Caliento agua en el horno de microondas para hacerme un té. Empieza a tronar, salen chispas, no sé qué chingados está pasando, desconecto esa madre, abro la puerta… y hay una moneda de cinco pesos. Una moneda que yo no puse ahí.

JULIA: Habrá caído en la mudanza.

DIANA: No: me hice unas palomitas el día que llegué. Miércoles. Pongo una carga en la lavadora y todos mis calcetines salen sin par.

JULIA: Ay, bueno, eso nos pasa a todas.

DIANA: Le llamo a la señora Magos, que había prometido prestarme su taladro para poner la tele…

JULIA: Ajá…

DIANA: Y qué rara es la señora Magos.

JULIA: Es adorable.

DIANA: Jueves. La televisión. No tengo cable ni nada, solo la tele abierta… y en todos los canales estaba la misma película.

JULIA: ¿Cuál?

DIANA: Rápido y furioso.

JULIA: ¿Cuál?

DIANA: La seis.

JULIA: ¡Virgen santísima!

DIANA: Reviso la programación en internet y ningún canal tenía esa película programada. Viernes. El refrigerador me lanza una mayonesa. Y hoy no tengo internet y la aspiradora…

JULIA: Estos días pueden ser muy difíciles para algunas personas.

DIANA: ¿Quién vivía aquí antes?

JULIA: Un médico, casi nunca estaba. Se llamaba Hugo.

DIANA: ¿Cuánto tiempo vivió aquí? ¿Le pasó algo raro?

JULIA: Creo que un mes.

DIANA: ¿Un mes? ¿Y antes de eso?

JULIA: Cuando yo llegué estaba desocupado, luego estuvo Hugo, luego desocupado otra vez… y después tú.

DIANA: ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

JULIA: Veinticinco años.

DIANA: ¿Qué?

JULIA: Cuando iba en la universidad mis papás me compraron ese departamento. El tuyo siempre ha estado vacío. Bueno, tenía algunos muebles y la radio, el refrigerador… y la tostadora.

DIANA: Esa ya no funcionaba. Traté de hacerme un pan tostado el día que llegué y lo quemó.

JULIA: ¿La guardaste?

DIANA: La vendí.

JULIA: ¿A quién se la vendiste?

DIANA: Al fierro viejo Vendí la tostadora y mi frigobar. Yo antes tenía un refri de los chiquitos, pero como aquí estaba éste…

JULIA: No debiste venderla. Era del departamento.

DIANA: Ya no funcionaba. Era viejísima. No creo que la haya dejado Hugo, seguramente estaba aquí desde antes.

JULIA: ¿Es agua eso que suena?

DIANA: ¡Mierda!

JULIA: No suena como mierda.

DIANA: ¡La lavadora!

Diana sale de escena porque su lavadora está en otro lado que no alcanzamos a ver. Se le escucha lamentarse.

JULIA: ¿Todo bien?

DIANA: Se mojó todo.

JULIA: ¿No le pusiste el tubito de desagüe?

Diana regresa.

DIANA: No la puse.

JULIA: Es importante, si no se te sale toda el agua.

DIANA: ¡Ya sé! Sé cómo funcionan las lavadoras. Lo que digo es que no puse ninguna carga. Yo no la encendí. No tiene ropa.

JULIA: ¡Oh!

DIANA: ¿Podrías hacerme un favor? ¿Podrías llamar a la señora Magos?

JULIA: Tengo que regresar a hacer el pastel.

DIANA: Solo llámale.

JULIA: De acuerdo.

Julia sale. Diana va por su celular.

DIANA: Wey, tengo que hacer algo, la lavadora se prendió sola y me inundó el baño y la recámara. En serio. Y la vecina de arriba dice que estuvo desocupado muchos años y se puso súper rara cuando le conté que había tirado la tostadora. ¡La tostadora! La que te dije que me quemó un pan el día que llegué. Acuérdate, que estabas bien emocionada de que iba a venderle algo a los del fierro viejo y que me dieron veinte pesos por el frigo bar y cinco por… la tostadora. Cinco pesos. Me lleva el carajo. A ver, espérame, es que esta porquería ya se va a quedar sin pila.

Diana va por el cargador. Lo conecta en uno de los tres contactos del departamento (ella exagera, hay más de tres). Explosión pequeña. El celular está en llamas.

¡No! ¿Qué carajos? ¡No! ¡Por favor, no!

Lo mete a la pecera de Tristán.

Entra la señora Magos.

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TRES

MAGOS: La del 5B me dijo que me estaba buscando.

DIANA: Algo le pasó a la lavadora.

La señora Magos entra al departamento con un profundo respeto por el espacio. Va a echar un vistazo a la inundación. Mientras, Diana seca su celular.

MAGOS: Se inundó.

DIANA: Sí.

MAGOS: ¿Tiene cubetas? ¿Jergas?

DIANA: Sí.

MAGOS: Bueno, pues lo que tiene que hacer es poner las jergas sobre el agua y exprimirlas sobre las cubetas. Una y otra vez hasta que lo seque todo. ¿Algo más?

DIANA: Necesito hablar con la señora Mendieta. Mi celular se descompuso.

MAGOS: La señora Mendieta es difícil de localizar en la semana de guardar. Es una mujer sumamente amable y sumamente trabajadora, que aprovecha estos días de silencio para ir a su casa en el campo. No tiene teléfono allá. No creo que sea urgente, puede resolverlo el lunes temprano.

DIANA: Es urgente.

MAGOS: La señora del 5B también me comentó que se deshizo de la tostadora.

DIANA: Sí.

MAGOS: ¿Por qué?

DIANA: Porque no servía.

MAGOS: Y dígame usted, señorita Solís: si se presenta conmigo y yo juzgo que su pie izquierdo no me sirve para nada, ¿cree que sería justo que yo le cortara el pie?

DIANA: Por supuesto que no.

MAGOS: Esa tostadora era del departamento.

DIANA: ¿Quién vivía aquí antes?

MAGOS: El doctor López.

DIANA: ¿Y antes?

MAGOS: Me parece que usted no había nacido, ¿por qué quiere saber?

DIANA: ¿De quién son todas las cosas?

MAGOS: Del departamento. ¿Le contó la señora del 5B por qué se fue el doctor?

DIANA: No.

MAGOS: El doctor López creyó que el refrigerador estaba viejo, que era anticuado. Y una mañana llamó a un amigo y lo bajaron. Me pidió que se lo diera al fierro viejo y me dijo que podía quedarme con el dinero. Pasó el fierro viejo unas horas después, y yo no les di el refrigerador. El doctor López volvió esa noche y se lamentó de que el refrigerador siguiera ahí. A la mañana siguiente, llamó al mismo amigo y volvieron a subir el refrigerador.

DIANA: ¿Qué pasó?

MAGOS: Usted debería saberlo mejor que yo, señorita Solís. Buenas noches. Que resuelva pronto lo de su inundación.

La señora Magos se va. La radio se enciende. Suena “Esta tarde vi llover”.

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CUATRO

Diana y Julia están sentadas en el sillón. Diana se está comiendo una rebanada de pastel cubierto de chocolate.

DIANA: ¿Cómo lo derritieron?

JULIA: En baño María.

DIANA: Está muy rico.

JULIA: Me hubiera gustado venir a ayudarte.

DIANA: No, está bien. Con el pastel es más que suficiente.

JULIA: ¿Qué te dijo la señora Magos?

DIANA: Que no debí tirar la tostadora. Y me contó de cuando el doctor quiso sacar el refrigerador.

JULIA: Cómo gritaba esa noche… se fue a la semana siguiente. Ni me pude despedir.

DIANA: Y yo que pensé que mi encierro del año pasado había sido el peor.

JULIA: Las cosas siempre pueden ir peor. Siempre. La desgracia es algo que nunca deja de sorprendernos ¿Qué te pasaba hace un año?

DIANA: Emmanuel me dejó. Habíamos sido novios desde la secundaria.

JULIA: Eso es mucho tiempo.

DIANA: Estuvimos más años juntos de los que estuvieron casados mis papás.

JULIA: Lo lamento mucho.

DIANA: Por eso me compré a Tristán. Para no sentirme sola.

JULIA: Claro.

DIANA: Hace un año quise matarme. Me corté las venas, pero yo no sabía que había que cortarlas a lo largo y se me cerraron las heridas. Es que siempre he cicatrizado muy rápido.

JULIA: Como ayer con la mayonesa.

DIANA: Claro, ya te tocó. Pues eso me pasó, perdí la confianza de todo mundo y apenas me estoy acostumbrando a esta vida sin él.

JULIA: ¿Se hablan?

DIANA: Tengo una orden de restricción. Si me acerco a un kilómetro de él, me arrestan.

JULIA: Ya.

DIANA: Me han arrestado tres veces.

La radio se enciende. Suena “Sin ti”.

DIANA: Muy chistoso.

JULIA: ¿Tiene control remoto?

DIANA: No. Se prende solo y se burla de mí.

JULIA: Oye, qué rico huele, ¿qué estás cocinando?

DIANA: ¿Yo? No estoy cocinando nada. Me iba a hacer un sándwich, pero me trajiste el pastel y creo que puedo tomarlo como una comida completa.

JULIA: Huele a pescado.

DIANA: Yo no como pescado. Por Tristán. ¿Dónde está Tristán?

Tristán no está en su pecera.

JULIA: No debe estar muy lejos. A veces los peces saltan. Yo de chiquita tenía uno que se salía todo el tiempo.

DIANA: ¡Tristán! Mi amor, ¿dónde estás?

JULIA: Diana… el horno.

Diana va hacia el horno eléctrico, lo abre y un rico olor a pescado horneado inunda el departamento.

DIANA: ¡No! ¡Tristán! ¡Nooooo!

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CINCO (DOMINGO)

JULIA: ¿Cómo dormiste?

DIANA: No dormí, estuve llorando.

JULIA: Qué mal. Oye, te quería preguntar…

DIANA: ¿Qué necesitas?

JULIA: Hoy queremos hacer platanitos fritos con lechera.

DIANA: ¿Quieres lechera?

JULIA: No. Los plátanos.

DIANA: Arriba del refrigerador.

JULIA: Eres lo máximo. ¿Quieres que te ayude con algo al rato?

DIANA: ¿Qué día es hoy?

JULIA: Domingo. A las seis ya podemos salir.

DIANA: ¿A las seis? ¿Y qué hora es?

JULIA: Las cuatro.

DIANA: ¿Y a las seis ya podemos salir?

JULIA: Sí.

DIANA: ¿Y ya no tenemos que estar encerradas?

JULIA: No, hasta la próxima semana de guardar, el siguiente año. Creo que va a caer en mayo. ¿Entonces? ¿Vas a querer salir al rato?

DIANA: Necesito un celular.

JULIA: Podemos ir por tu celular. ¿Quieres que te preste el mío para que le llames a tu mamá?

DIANA: No me sé su número.

JULIA: ¿No lo tienes en una agenda?

DIANA: En la agenda del celular.

JULIA: Ya.

DIANA: Y hay que llevar a Tristán al veterinario.

JULIA: Diana…

Diana llora. Es un momento muy triste.

JULIA: Voy con los niños y al rato te traigo platanitos.

DIANA: Gracias.

JULIA: De nada, vecina. Para eso estamos.

DIANA: Julia… sí sé que Tristán está muerto.

Julia se va. Diana va a la cocina, desconecta el horno y lo pone sobre la mesa. Va a su recámara y regresa con un martillo. Empieza a destruir el horno.

DIANA: ¡Esto es por Tristán!

Diana golpea el horno hasta destruirlo todo.

Se sienta en el sillón con el martillo en las manos.

La radio se enciende. Ahora toca “Sombras nada más”. Pasa la parte de “abrir lentamente mis venas, mi sangre toda verterla a tus pies” y luego vuelve a empezar. Está en loop esa primera parte.

DIANA: No es chistoso. Ya déjenme en paz, ¿no? ¿Por qué no me dejan en paz?

La lámpara se prende. Diana va a apagarla y se prende el ventilador. Apaga el ventilador y se enciende la lámpara.

DIANA: Voy a irme de aquí. A las seis me voy a largar y no voy a regresar nunca, ¿me escuchaste? Departamento de mierda. No vas a ganarme.

La lámpara y el ventilador se apagan. La radio deja el loop. Suena una noticia vieja.

RADIO: Y en noticias más tristes, esta mañana fue hallado muerto en su departamento el doctor Hugo López, célebre epidemiólogo del Hospital General. El doctor falleció cuando trataba de mover su refrigerador y éste lamentablemente le cayó encima. Mandamos condolencias a los amigos y familiares, esperando que encuentren pronta resignación.

DIANA: ¿Me estás amenazando?

La licuadora se enciende. Algo metálico suena adentro.

Diana se acerca. La licuadora se apaga.

DIANA: ¿Otra vez los cinco pesos? Ya déjame en paz con eso. ¡Perdón! Yo no sabía que era tan importante, la señora Mendieta no me lo dijo. Pero voy a buscar la tostadora, te lo prometo. Mañana, cuando pase la camioneta del fierro viejo, le voy a pedir al señor que me lleve al lugar donde juntan todo y no volveré hasta que no haya encontrado la tostadora. Te lo juro. Pero ya déjame en paz.

La licuadora se enciende. El sonido metálico es insoportable. Diana pone la licuadora sobre la mesa. No está conectada y de todos modos está encendida. Diana quiere separar el vaso, no puede. La licuadora se apaga. Diana quita la tapa y voltea la licuadora. La moneda no se cae. Vuelve a tapar la licuadora. La licuadora se enciende.

DIANA: ¡Ya cállate!

El ventilador y la lámpara se encienden. En la radio empieza a sonar “El Reloj”.

Así se queda un rato y luego todo se calla de repente. Suena el celular de Diana.

DIANA: ¿Bueno? ¿Quién habla? ¿Quién está ahí? ¿Qué quiere?

En el celular se escucha el sonido de la licuadora con la moneda adentro.

Diana cuelga.

Se enciende la licuadora.

DIANA: ¡Que ya te calles!

Diana va hacia la licuadora, aprieta el botón para apagarla y la licuadora se apaga. Quita la tapa, mete la mano para sacar la moneda y la licuadora se enciende con la mano de Diana adentro.

Gritos y un baño de sangre.

En la radio sigue sonando la misma canción.

La licuadora finalmente suelta a Diana. Le destruyó toda la mano.

DIANA: Yo cicatrizo rápido. Los doctores siempre dicen que cicatrizo muy rápido. No me vas a ganar con esto, en cinco minutos ya se habrá cerrado la herida y vas a quedar como un estúpido.

El refrigerador se abre. Le lanza un frasco de mermelada. Diana queda inconsciente.

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SEIS

Han pasado algunas horas. Diana está sobre un charco de sangre y en la radio suena “Lágrimas negras”. Tocan a la puerta.

JULIA: Diana, ya son las seis, ¿quieres ir por tu celular? ¿Diana? ¿Estás ahí? Bueno, si prefieres ir mañana igual puedo acompañarte. Me avisas. ¿Quieres platanitos? ¿Diana?

MAGOS: ¿Todo bien?

JULIA: Había quedado de acompañar a la vecina del 4B a comprar un celular.

MAGOS: Pero a esta hora ya no abren las tiendas, hasta mañana.

JULIA: Ya sé, pero quizá está bien que le diera un poco de aire. Tuvo unos días difíciles.

MAGOS: A todas nos cuesta estar encerradas. Yo la vi salir en cuanto dieron las seis.

JULIA: Son las seis con tres.

MAGOS: Hace tres minutos que la vi salir. De hecho, estaba esperando detrás de la puerta desde las 5:57.

JULIA: ¿De verdad?

MAGOS: Se lo juro.

JULIA: Pero se escucha que hay música.

MAGOS: Es esa radio vieja que se prende sola.

JULIA: Bueno, pues ya la buscaré cuando regrese.

MAGOS: Ándele, que le vaya bien.

Julia sube las escaleras. Magos abre la puerta del departamento. Entra con una bolsa.

MAGOS: ¿Ahora qué tanto hiciste criatura? Ve nada más cómo te dejaste el suelo. Y las paredes. Si ya sabes que la sosa te hace re mal al azulejo.

La radio le sube al volumen.

MAGOS: Mira lo que te traje.

Magos saca de la bolsa la tostadora vieja.

La radio le pone “Bonita”.

MAGOS: Vas a hacer que me sonroje.

Toma una cubeta y una jerga y empieza a recoger la sangre.

Se empieza a hacer oscuro.

Lo siguiente empezará escuchándose normal y poco a poco irá tomando un tono más grave, de ésos que irremediablemente hacen que una se inquiete:

Se compran

Colchones

Tambores, refrigeradores

Estufas, lavadoras, microondas

O algo de fierro viejo que venda

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SIETE (LUNES)

Mayo.

Exterior del departamento 4B. Desde dentro suena, a todo volumen, “El lado oscuro” de Jarabe de palo. Julia con la oreja pegada a la puerta. Magos se acerca con una maleta en mano dispuesta a entrar.

JULIA: Señora Magos. ¿Cómo le fue con sus hijos en el encierro?

MAGOS: Terrible, hubiese preferido quedarme en casa.

JULIA: Pero se hubiera quedado solita.

MAGOS: Mejor sola que mal acompañada. Permiso. (Intenta abrir el departamento sin éxito.)

JULIA: Cambió la chapa.

MAGOS: ¿Quién?

JULIA: El nuevo.

MAGOS: ¿Nuevo?

JULIA: Llegó justo cuando usted se fue, nunca se había rentado tan rápido, sólo pasó un año desde… yo pensé que después de lo que sucedió no se iba a rentar nunca.

MAGOS: ¿Quién le abrió?

JULIA: La señora Mendieta en persona.

Magos toca enérgicamente la puerta.

JULIA: No le va a abrir, no le abre a nadie, ya lo intenté.

MAGOS: Seguro le pasó algo.

JULIA: No creo, se ríe mucho, canta todo el día, pero no abre la puerta.

Magos toca la puerta con más fuerza. La música se detiene súbitamente.

JULIA: ¡Por fin! El escándalo no deja dormir a los niños. La dejo, estoy preparando churros, ¿no tendrá un poco de aceite que me regale?

Silencio.

JULIA: Qué mujer tan rara. (Sale.)

Desde dentro se escucha la voz de Manu, el nuevo inquilino.

MANU: Shh, no hagan ruido. Ríe.

Suena el motor de la licuadora de manera intermitente.

MANU: Shh, nos va a oír.

MAGOS: Señor, puedo escucharlo desde aquí afuera.

Se escuchan varios seguros desbloqueando la puerta. Manu abre, trae una cerveza en la mano.

MANU: Diga.

Magos intenta entrar, Manu le bloquea el paso.

MAGOS: No nos han presentado.

MANU: Déjeme adivinar, usted es la famosísima Magos.

MAGOS: Señora Magos. ¿Usted?

MANU: Puede decirme Manu… ¿Ya es un poco noche para visitar a los vecinos no cree, Magos?

MAGOS: (Intentando asomarse al interior.) Sólo quería presentarme ya que su llegada fue tan inesperada.

MANU: ¡Qué le digo! Un departamento tan hermoso en renta, no se ve todos los días.

La luz del departamento cintila.

MANU: (Coqueto, hacia dentro.) ¡Basta!

MAGOS: ¿Está acompañado? En este departamento no se aceptan visitas.

MANU: No necesito visitas. ¿Algo más?

MAGOS: Me gustaría pasar a revi…

MANU: Buenas noches. (Cierra la puerta.)

Se escucha a todo volumen, desde dentro del departamento, “Luz de día” de Los enanitos verdes.

MANU: (Coqueto) Eres de lo peor.

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OCHO

Interior del departamento 4B. Después de varios días de fiesta, hay botellas de cerveza por todas partes, suciedad y destrucción.

MANU: (Desde el sofá, al refrigerador que esta abierto y completamente vacío.) Yo no sé quién se ve peor, tú o él… (Señala al horno de microondas.) Dime, por piedad, que queda al menos una cerveza, no puedo con esta cruda…

El refrigerador se cierra.

MANU: Para eso me gustabas.

Tocan a la puerta.

MANU: Ay, no.

Vuelven a tocar.

MANU: ¿Quién toca una puerta ajena tan temprano?

Suena en el radio.

RADIO: La hora exacta es 12 con 15 pm

Tocan con insistencia.

MANU: ¡Ya voy!

Se levanta con dificultad y abre. Julia en la puerta.

JULIA: ¡Hola, soy Julia!, del departamento 5B, de aquí arriba. Te ves horrible. (Pasa al departamento.)

MANU: Gracias…

JULIA: Te la has pasado muy bien aquí ¿verdad?

MANU: ¿Te puedo ayudar en algo?

JULIA: Me preguntaba si tendrás algo de leche condensada, estoy preparando flan pero me falta la leche.

MANU: La leche me hace mal.

JULIA: Ya me habían dicho eso antes. La leche condensada no es leche. ¿Te ayudo a recoger?

MANU: (Volviendo al sillón.) Haz lo que quieras.

JULIA: ¿Cómo llegó la licuadora al piso?

MANU: No sé, pregúntale.

JULIA: ¿A la licuadora? Qué simpático. Si la señora Magos viera esto, se infarta.

El ventilador se enciende a toda su potencia.

JULIA: ¿Ves lo que te digo? Este departamento es muy viejo y los años le han pasado factura.

La tostadora saca un pan.

MANU: ¿Quieres pasarme el pan?

JULIA: ¿No quieres algo más sustancioso? Hice caldo de pollo, dicen que nada mejor que un caldo para la cruda.

MANU: Creo que te tomaré la palabra, la cabeza me está explotando.

Se revienta un foco.

JULIA: En éste departamento todo explota. Vamos.

Manu se levanta con trabajo. Julia sale.

JULIA: ¡Oye! ¿No tendrás algo de sal? Es que se me terminó.

De la alacena sale un bote de sal directo hacia Manu que lo atrapa. La puerta queda abierta. El ventilador baja la velocidad, el refrigerador vuelve a abrirse.

Magos se asoma desde la puerta.

MAGOS: ¡Pero, criatura! ¿qué te hizo ese mercenario? ¡Mira nada más tus cortinas!

Pasa, cierra el refrigerador y levanta con amor la licuadora.

MAGOS: ¡Es una bestia! ¡Un animal! ¿Qué le hizo a tus paredes?

Corre hacia la lavadora.

MAGOS: ¡Al menos a ti no te ha tocado! ¿Cómo lo permitiste? ¡Tú sabes defenderte! Me sorprende que no le hayas puesto ya un estate quieto a estas alturas. Hubiera venido antes pero cambió la chapa. ¡Le hubieras cortado un dedo!

La luz cintila.

MAGOS: (Al ventilador) ¿Por qué no le cortas la cabeza y terminas con él de una buena vez?

La licuadora se enciende.

MAGOS: No te entiendo. ¿Qué está pasando? ¡Sólo me fui una semana! No lo hice por gusto, es más, me llevaron a la fuerza. Sabes que si por mi fuera no te dejaría solo. Lo voy a reportar, la señora Mendieta no va a permitir que ese barbaján siga viviendo aquí.

Intenta salir, la puerta se cierra y se activan todos los seguros. En el radio suena “La pena o la nada” de Nacho Vegas. La luz se vuelve tenue.

Sé que tiempos más duros

Aún están por venir

Que algunos días de mayo son

Más lluviosos que los de abril

Me clavaste ambos ojos

Y aún recuerdo tu voz

La vida es parte buscar placer

Y parte hallar dolor

Y en tu mirada mojada

Vi que rezabas por mi alma

Oh, señor

Y te vi llorar

Un rio a cada lado

De tu rostro sin desmaquillar

Como la propia Katy Jurado

Con las nubes negras detrás

Te vi llorar

¿Y qué podía hacer? (¿Qué podía hacer?)

Si morir y así poder

Ponerme yo a llorar también”

La música se detiene y la luz regresa a su intensidad habitual. Magos tristísima.

MAGOS: Entiendo. Si eso te hace feliz… fue un placer compartir la vida contigo, querido amigo, ojalá no te arrepientas de tu decisión.

La puerta se abre.

MAGOS: Sólo así…

Manu regresa al departamento.

MANU: Está en propiedad privada, Magos.

MAGOS: La puerta estaba abierta. Bienvenido al edificio. (Sale.)

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NUEVE

Exterior del departamento 4B. Desde dentro se escuchan objetos cayendo, la licuadora encendida, cristales rotos y la voz de Manu.

Julia tocando desesperadamente la puerta. Magos se acerca.

MAGOS: ¿Quería verme?

JULIA: Señora Magos, tiene que hacer algo.

MAGOS: ¿Qué pasa?

JULIA: ¿No escucha? Algo está sucediendo ahí dentro, Manu no contesta el teléfono ni abre la puerta.

MAGOS: No le gusta socializar.

JULIA: No, algo grave está pasando y usted sabe que este departamento tiene historia.

MAGOS: Un par de accidentes, nada de qué asustarse.

JULIA: ¿Qué le pasó a Diana?

MAGOS: Pobre.

JULIA: ¿Cómo se cortó la mano?

MAGOS: Era una niña muy descuidada, le pasaba de todo.

JULIA: ¿Y al doctor?

MAGOS: No debió tratar de mover solo ese refrigerador, es muy pesado, ya no los hacen así.

JULIA: ¿Dos accidentes mortales en el mismo departamento le parecen una coincidencia?

MAGOS: Desafortunada, pero sí, son una coincidencia.

Julia vuelve a insistir tocando la puerta.

MAGOS: ¿Necesita algo más?

JULIA: Es usted una mujer muy rara.

MAGOS: Igual que el departamento, debe ser por los años, ya no los hacen así.

Magos se va. Manu abre la puerta agitadísimo, Julia intenta pasar, él se lo impide.

JULIA: Explícame qué pasa allá adentro.

MANU: Nada, ¿por?

JULIA: Llevo tocando media hora. Escuché gritos.

MANU: Ya sabes que cuando agarro la fiesta las cosas se salen un poco de control.

JULIA: Pero ¿estas bien?

MANU: ¡Claro! ¡mejor que nunca!

JULIA: Menos mal, tuve un mal presentimiento. ¿Sabes lo que le pasó a los otros inquilinos?

Manu sale al pasillo y cierra la puerta.

MANU: Te digo que no está pasando nada.

JULIA: Todo en este departamento es muy raro, en realidad todo el edificio lo es, la señora Magos me da escalofríos. ¿Sabes que no me enteré de lo que le había pasado al doctor hasta que la pobre Diana…? se hizo un escándalo, así me enteré. Dos muertes en el mismo departamento, la pobre murió desangrada. Todo es muy raro porque además ella cicatrizaba muy rápido, a mí me contó que quiso cortarse las venas por culpa del novio pero se le cerraron las heridas.

MANU: Ex novio.

JULIA: ¿Perdón?

MANU: No era su novio, era su ex novio y nada de eso fue su culpa. Él no quería que muriera sólo la quería lejos.

JULIA: ¿Cómo…

MANU: En serio, Julia, aquí no pasa nada. Ya me voy porque se me calienta la chela.

Manu entra al departamento y cierra la puerta. Desde dentro se escucha su voz.

MANU: ¿En qué nos quedamos?

Se enciende la licuadora.

MANU: ¡Oye, es por tu bien!

JULIA: ¿Estas acompañado? ¡En este departamento no se permiten visitas!

Julia se va.

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DIEZ

Interior del departamento 4B completamente destruido. Manu recostado en el sillón. Tocan a la puerta.

MANU: Está abierto, pase.

Magos entra con cautela.

MAGOS: Está peor que la vez pasada.

MANU: Cierra por favor.

La puerta se cierra sola con todos los seguros, Magos no se inmuta.

MAGOS: Dígame, ¿qué se le ofrece?

MANU: Primero que nada me gustaría disculparme. No soy una persona muy sociable ¿sabe? No quise ser grosero con usted.

MAGOS: Pues no parece que le costara trabajo.

MANU: Lo lamento.

MAGOS: Al grano. ¿Qué necesita?

MANU: Ya que estamos siendo directos, creo que es evidente que me excedí un poco estos días.

MAGOS: ¿Un poco?

MANU: No caí en cuenta que este departamento es algo viejo y no me aguanta el ritmo.

Todos los aparatos se encienden.

MANU: ¿Quieres calmarte? Ya lo habíamos hablado.

Los aparatos se apagan.

MAGOS: Este departamento es único en su especie, señor. Debe ser tratado como lo que es, un tesoro invaluable.

MANU: Me doy cuenta ahora y por lo mismo me angustia saber que por mi culpa ha perdido su esplendor. Quisiera enmendar mi daño. He contactado a los mejores técnicos y restauradores que puedo pagar pero… tengo dificultades para convencer a nuestro amigo de que me permita ayudarlo. Pensé que quizás usted, con los años que lleva de conocerlo podría…

MAGOS: No sé qué decirle, nunca habíamos necesitado algo así.

MANU: Magos, es por su bien…

MAGOS: En verdad luces terrible, criatura.

La puerta del refrigerador se abre.

MAGOS: Digamos que es una visita al doctor, todos necesitamos una visita al doctor de vez en cuando…

Las luces cintilan.

MAGOS: Bien. Acepta. Pero que sea la última vez.

MANU: Se lo garantizo.

Magos se va.

___________________________________

ONCE (DOMINGO)

Interior del departamento 4B que, a excepción del ventilador en el techo, ha quedado completamente despejado. Manu y Julia dentro.

JULIA: Nunca creí verlo así.

MANU: Creo que nunca lo había estado.

JULIA: En realidad entré muy pocas veces, cuando vivía aquí Diana. Ojalá la hubieras conocido, era buena persona, algo loca, pero era buena persona.

MANU: También era muy bonita.

JULIA: Sí lo era… pero, ¿cómo…?

Entra Magos.

MAGOS: ¿Terminaron?

MANU: Sí, sólo falta el ventilador. Están subiendo todo a la camioneta.

MAGOS: Llevaban aquí cincuenta años sin moverse.

JULIA: Señora Magos, ¿cuánto tiempo lleva usted en el edificio?

MAGOS: Cincuenta años, sin moverme.

JULIA: Oiga, y si le gusta tanto este departamento ¿por qué nunca se cambió para acá?

MAGOS: Quería darle su espacio.

JULIA: ¿Al departamento? Qué simpática. Bueno, yo los dejo, estoy preparando agua de jamaica y la dejé en la lumbre. Por cierto, ¿alguno de los dos tendrá jamaica? ¿no? Bueno, será entonces sólo agua.

Julia sale.

MAGOS: ¿Cuándo le entregan las cosas?

MANU: Magos, ¿nunca sintió pena por los “accidentes” de los otros inquilinos? Yo no puedo dejar de pensar en ellos.

MAGOS: Este departamento es viejo y por lo mismo, sabio. Él sabe por qué hace las cosas.

MANU: Pero, usted pudo haberlo detenido ¿no cree?

MAGOS: Quizá. Pero no fui yo sino ellos quienes quisieron desmembrarlo. Merecían lo que les pasó.

MANU: ¡Ni hablar!

Camina hacia la puerta, se detiene en el portal.

MAGOS: ¿Cuándo le regresan las cosas?

MANU: Nunca, el fierro viejo no suele regresar nada, pero me dieron cien pesos, por si le interesa.

El ventilador se enciende.

MAGOS: ¡Manuel! ¡No puede hacerle esto!

MANU: ¿Yo? Según recuerdo, quien lo convenció de esto fue usted, así es que se merece lo que le pase. Por cierto, mi nombre es EMMANUEL.

La puerta se cierra con todos los seguros. El ventilador en el techo aumenta su velocidad.

Oscuro. Se escuchan gritos de Magos que se difuminan ante el peculiar sonido del fierro viejo.

Se compran

Colchones

Tambores, refrigeradores

Estufas, lavadoras, microondas

O algo de fierro viejo que venda

FIN.

Textos intervenidos

Necesito pedirles un favor. Una cosa de nada, sencilla y sin chiste. No se vayan...

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Repaso esto varias veces por día. Hago ejercicios de memoria. Para que no se me...

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Poco a poco, irá anocheciendo. Fran cubre una charola con aluminio para meterla al horno....

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Un cuarto vacío, una mesa, cuatro sillas y un refrigerador. Sobre la mesa hay un...

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En escena el roof garden de CARLOS y la azotea de MARIANA divididos, apenas, por...

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Un potente reflector ilumina a MAGDA, mujer trans (36), hermosa, teñida de rubio, lleva un...

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Déjame decirte que te estás preocupando por mí en el quinto día, ¿qué estabas haciendo...

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El niño se puso sus tenis negros porque son los que corren mejor La ciudad...

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Tu texto es mi texto

A partir de una convocatoria para crear dramaturgias cortas en periodos de horas, se inició...

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Inicialmente serían 5 los participantes, pero dado el entusiasmo y cantidad de interesados, ampliamos la...

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Los temas ya fueron seleccionados. ¡Conócelos aquí!

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Se enviarán a l@s participantes vía correo electrónico, la lista con los 4 temas elegidos,...

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El rumbo de la pluma cambia de dirección Tras el sorteo de escritos en este...

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Una vez más l@s participantes contaron con 24 horas para intervenir el texto asignado por...

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escenógraf@s y vestuaristas se podrán sumar a este proyecto, escogiendo alguno de los textos finales...

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Las propuestas de los creativos seleccionados, se compartirán en esta página.

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Tenemos todas las piezas del rompecabezas listas y ahora tú nos ayudarás a decidir cuál...

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El proyecto ganador se dictaminará después de un minucioso conteo de las votaciones en Redes...

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Infórmate sobre las etapas del Jam de Dramaturgia Tu texto es mi texto.

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Ésta no es una convocatoria más, para concursar y ser coronado como “El mejor”. Ésta...

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El misterio de Molly – Valeria Di Toto y Tania Yabel Mayrén

El misterio de Molly

0.

Un potente reflector ilumina a MAGDA, mujer trans (36), hermosa, teñida de rubio, lleva un vestido de lentejuelas tipo halter, el cabello recogido en un chongo monumental que deja escapar la sensualidad de unos caireles. El reflector la sigue, Magda se pasea entre los espectadores.

Magda: En este tren llamado vida, hay quienes nos quedamos esperando en el andén. Las historias de amor y desamor son las más corruptas. Los verdaderos enemigos son íntimos. Los sentimientos siempre son cruzados. Lo puro no existe en el ser humano y lo único que nos da un poquito de valor, es cumplir las promesas que hacemos.

El reflector se apaga.

___________________________________

1.

Mediodía.
Living comedor de departamento.
En el centro una mesa ratona, sillones y una biblioteca. Atrás una puerta doble que da a la habitación y baño. A la derecha una mesa pequeña con 4 sillas y una puerta que da a la cocina.
A la izquierda una puerta ventana que da al balcón por la que entra la luz del día.

Un caballete con un dibujo. Es un retrato a medio hacer de Carolina.
Todo se encuentra limpio y reluciente.
El silencio que predomina en el ambiente se rompe con el sonar de un despertador. Se interrumpe.

Silencio.
Vuelve a sonar, luego el ruido seco de algo que cae en el piso.
Silencio.

Se escucha el crujir de una cama, después una caminata de pasos cortos y arrastrados.

Por la puerta que da a la habitación ingresa Carolina (39) viste un pantalón ancho gris y una remera blanca algo gastada.
Se despereza. Bosteza con la boca bien abierta.
Arrastra sus pies hasta la puerta ventana entrecerrando sus ojos por el sol.

Mira el departamento vacío, vuelve a estirarse y sale.

Silencio.

Suena nuevamente el despertador, cada vez el sonido es más fuerte.

Carolina (en Off): Te escuche, ya te escuche.

Golpe seco. Silencio.
Crujir de la cama.
Aparece Carolina con un cepillo de dientes en una mano y el celular en la otra.

Carolina: ¿Te hago jugo de naranja? ¿o café directo? (pausa) Si queres te puedo hacer una especie de panqueque de avena.

Pausa.

Cruza el espacio hacia la derecha saliendo por la puerta de la cocina.

Carolina (en Off): ¡Cruz! (pausa) ¿Cruz me podés responder? ¡Son más de las 12, dale!

Sale de la cocina cepillándose los dientes, cruza el espacio hasta la puerta de la habitación.

Carolina: Vamos, arriba, arriba que el día está hermoso. Es de no creer tener tanto sol de corrido.

Silencio.
Sale por la puerta.
Crujido de cama. Risas.

Carolina (en Off): No no no señorito, ahora a desayunar. DE-SA-YU-NAR.

Empecemos el día bien, dale.

Entra con el pelo recogido, unos lentes, un libro, y su celular. Lo mira detenidamente.
Comienza a escucharse por lo bajo “Hacelo por mi” de Ataque 77.

Carolina: (Tarareando) Si aún te queda algo de amor
dentro de tu coraz
ón……

na na na na na na
yo me muero, yo me muero de doloooor.
¡Hacelo por mi!

Cruz: (30 años, ingresa interrumpiendo) ¡Pará! Baja un poco ese volumen, ¡POR FAVOR!

Carolina lo mira y baja el volumen totalmente.

Cruz: Espera que me despierte un poco

Carolina: Pongámosle onda, ¿dale?.

Cruz: Como quieras.

Se sienta en uno de los sillones.

Carolina: Como quiera no. Me acabas de pedir que lo baje.

Cruz: Podés poner algo más ameno.

Carolina: ¿Ameno? ¿En serio?

Cruz: Te acepto los panquequitos.

Carolina: (sonriendo) No sabés lo que sondelicia.

Cruz: ¿Avena y delicia? No son dos palabras que se lleven muy bien, pero dale. ¡Le ponemos onda! (sonríe)

Carolina: Son MUY ricos.

Cruz: ¿Si?

Carolina: Sí, la receta la saqué de instagram.

Cruz: ¿Los comiste muchas veces?

Carolina: Que gracioso sos. (Saliendo a la cocina) Y si, los comí un par de veces.

Sale a la cocina.

Cruz: Es rarísimo esto del clima. (Pausa breve) Hace mucho que no tenemos tantos días lindos juntos. Parece a propósito.

Carolina (en Off): ¿Viste?

Cruz: Es un complot por mi llegada.

Carolina (en Off): ¿Café?

Cruz: (Mirando la puerta ventana) Si, por favor.

Silencio.

Carolina (en Off): ¿Podés poner un poco de música?

Cruz agarra el celular que quedó arriba de la mesa ratona, lo mira en detalle deslizando su dedo por la pantalla.
Comienza a sonar “Spending My Time de Roxette.
Cruz mueve la cabeza siguiendo la melodía y se estira.
Carolina ingresa con un plato en una mano y una taza en la otra riendo.


Carolina: Ah, no! Si tu selección musical es ¡FANTÁSTICA!

Cruz: Esto es más acorde a la hora.

Carolina: ¿La hora? Esto es…….

Cruz: ¿Qué?

Carolina: No sé, ¿viejo?

Cruz: Clásicos; pensé que era tu onda.

Carolina: Bajá un poquito tu clásico, ya sabés cual es mi onda. (Dejándole la taza) ¿Azúcar?

Cruz: No, así está bien.


Carolina sale a la cocina y vuelve a entrar con otro plato y un vaso de jugo que deja sobre la mesa ratona, sentándose en otro sillón.

Carolina: ¿Ya probaste?

Cruz: No.

Carolina: Y dale (Cortando un poco de panqueque y comiendo). Mmmm

Cruz se pone a cortar y con el ruido de los cubiertos se escuchan un pasos cortitos y apurados que vienen desde la habitación.
Entra Molly, una perra mediana, camina pausado, ya no es una cachorra; tiene un aire familiar a un golden pero con pelo un poco más corto y duro.

Cruz: ¡Molly!

Carolina: Es un detector de comida esta perra. (pausa) ¿Y?

Cruz: Sí, huele la comida.

Carolina: El panqueque.

Cruz: Ah, sí, ahí va. (Come un pedazo. Lo mastica y abre bien sus ojos)

Carolina lo mira expectante.

Cruz: Bien (levantando su dedo pulgar).

Carolina: ¿Bien? ¿Eso solo?

Cruz: Sí, que se yo. No soy muy fan de la avena.

Carolina: Bueno, es lo que quedó y se me ocurrió resolver el desayuno así. Dáselo a la perra si no te gusta.

Cruz: ¡Ey! Tranqui, no dije que no me gustara.
Carolina: Y cambiá Roxette de una vez. No me gusta.

Cruz: Okey, okey.

La música deja de sonar. Molly se sienta al lado de Cruz y mira fijo el panqueque.
Carolina come rápidamente lo suyo.
Silencio.


Cruz: ¿Querés que hoy vaya a hacer las compras?

Carolina: (Con la boca llena) Me encantaría, y también que resuelvas vos de vez en cuando las comidas.

Cruz: No empecemos
Carolina: Lo único que empecé o intenté empezar es bien el día, pero parece que no se puede. ¿Por qué no te vas de una vez a hacer las compras?

Cruz: …Está bien.

Carolina se levanta, agarra su plato y su vaso y sale a la cocina.

Carolina: (Desde la cocina.) ¡Lavas tu plato!


Cruz pone los ojos en blanco y toma café. Molly se acerca lentamente a la mesa ratona. Cruz le da el resto del panqueque a Molly que se lo engulle sin hacer ruido.

Cruz: ¡Eso bonita!

Cruz le da a Molly unas palmadas en la cabeza.

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2.

Mismo living comedor.
Cruz viste un equipo deportivo. Tiene dos bolsas reutilizables extra grandes.

Cruz: ¿Tenes alguna lista?

Carolina (en Off): No. No hice ninguna, fijate lo que falta y armala.

Cruz: No, está bien. Voy comprando mientras pienso en las comidas.

Carolina (en Off): ¡Hace lo que querás!

Silencio.

Cruz da unos pasos a la derecha cruzando el espacio para salir.

Cruz: Caro.

Carolina (en Off): ¿Qué pasa ahora?

Cruz: Estaba bueno el panqueque, en serio.
Sale.

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3.

Mismo Living.

Carolina está sentada en uno de los sillones. Lee un libro mientras toma un café.

Mira el departamento vacío y vuelve a su lectura silenciosa.

Lentamente casi como si no se notara entra Molly. Se queda al lado de Carolina.

La mira fijo. Ladra.

Carolina: ¡Ay! La puta madre perra, me vas a matar de un susto. Fuera, fuera, a la cucha. (Haciendo gestos con sus manos)

Molly no se mueve. Ladra.

Carolina: ¿Qué querés?

Molly ladra.

Carolina: No ladres.

Molly sigue ladrando.

Carolina: Por favor Molly, quiero leer.

Silencio.

Carolina la mira y levanta su pulgar hacia arriba y vuelve a la lectura.
Molly se sienta a su lado. La mira, camina al sillón.
Se acerca un poco más al sillón casi pegándose a Carolina. La empuja con su cabeza.

Carolina: ¿Ahora qué?

Molly insiste dando golpecitos en las piernas de Carolina con su cabeza.

Carolina: Ahora viene Cruz, dejame tranquila. ¡Cucha!

Molly insiste.

Carolina: Cuanta demanda para ser un perro. (La mira a los ojos y frena con su mano la cabeza de Molly) No me molestes, mimos a tu dueño.

Estira las piernas apoyándolas sobre la mesa ratona. Vuelve al libro.
Molly no se mueve.


Carolina: No puedo. No puedo leer si me miras así. Anda a tu cama y dejame tranquila.

Molly estática

Carolina: (gesticulando por demás cuando habla) ¿EN-TEN-DES? A TU CU-CHA, CU-CHA, CA-MA, LO QUE SEA.
Molly da unos pasos hacia atrás.

Carolina: Así me gusta, parece que entendimos el lugar de cada una.

Molly la mira fijo a la distancia.

Carolina: Vos allá y yo acá. Mantengamos la distancia mínima para que esto no se convierta en una invasión del espacio personal.

Vuelve a su lectura.
Suena el celular.

Carolina: ¡Por el amor de Zeus! No se puede tener un rato en paz. (Atiende) Hola,Cruz. (pausa) No sé, dijiste que vos ibas comprando en base a las comidas (pausa) Al final decís que vas a hacer algo y lo termino haciendo yo. Siempre todo a medias vos (pausa) No, no, no estoy peleando, te estoy diciendo que entre hacer la lista… y que te diga qué comprar por teléfono es lo mismo. (Pausa) Cosas básicas. ¿Qué comemos generalmente?. Pensá eso y compralo. (pausa) Estaba intentando leer pero parece que ni el silencio ni la soledad alcanzan (pausa) Bueno está bien, soledad no, está tu perra también. (Pausa breve) Si, que no me deja tranquila, me da cabezazos en las piernas y me mira fijo. (pausa) No, es tu perra, hacele mimos vos cuando vuelvas. (Pausa) Ok, sí.(Silencio) Perfecto. A todo eso agregale una caja de avena. (Pausa breve) ¡A mi me gusta! Y los panqueques los voy a implementar en mi desayuno diario. (pausa) Sano. Saludable. (Pausa) Sí, sí, palabras que no te suenan mucho a vos (pausa. se ríe) ¡Si sos el rey de la papa frita! ja (pausa) Dale. (pausa) Si…Yo también. Beso.

Deja el celular en la mesa ratona y vuelve al libro. Cambia de opinion, deja el libro y vuelve al celular, pone la canción de Roxette donde se había quedado. Mira el espacio vacío y empieza a cantar bajito la canción:

Carolina: This silly game of love,

you play you win only to lose.

Ohhhh…..

I’m spending my time.

Molly llora.

Carolina: (Saliendo de su inspiración) ¿Es en serio?

Molly llora un poco más bajo.

Carolina: Te escucho igual. (Carolina pausa la canción de Roxette.) A ver si queda claro, Cruz vuelve en un rato, y a mi me gustaría poder estar tranquila. Y si ladras, lloras, o me das golpecitos con la cabeza… no puedo. Vos me caes bien, compartimos hogar, pero una cosa es eso y otra… ¿Para qué me gasto en explicarte si no me entendes una palabra?

Carolina vuelve al celular. Está a punto de reanudar la canción.

Molly: ¿Segura?.

Carolina tira el celular y se queda tiesa.

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4.

Carolina está de pie al lado de la mesa, tiene una escoba en su mano derecha, la sostiene amenazando a Molly. Carolina avanza con mucho cuidado hasta donde quedó su celular. Lo recoge del suelo de un movimiento. Por momentos estira la escoba hacia Molly para que esta no se acerque.

Carolina: Es imposible. (Pausa) ¿Es imposible? (Pausa) No me mires así, basta. Sos un perro. Atrás Molly.

Silencio.

Carolina: Lo que genera tanto silencio… (Se ríe para sí). Cucha, fuera Molly, ¡a la cucha!

Molly la mira, da unos pasos atrás.

Carolina: ¿Ves que cuando queres sos obediente? (Baja la escoba y respira profundo) Meditación, voy a empezar con las meditaciones guiadas que me sugirió mamá, eso.

Da unos pasos hacia la puerta que da a la cocina.

Molly: Todo lo que puedas imaginar es real.

Carolina gira sobre su eje y niega con la cabeza.

Molly: Si, es así, y esto ya lo escuchaste.

Carolina: ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! No es real.

Molly: Pero me estás viendo y escuchando.

Carolina: Ya mismo voy a llamar a Cruz. (Tiempo. Para sí) No, no no. Es una locura. Pensá Carolina, pensá. ¡Foco! (Se da un golpecito en la cabeza)

Molly: Te vas a lastimar.

Carolina: (levanta la escoba amenazante) ¡SIT! ¡SIT Molly!

Molly se sienta y la mira.

Carolina tiene la cara desencajada.

Carolina: Muy bien. Ahí quieta.

Tiempo.


Molly: Soy yo y por diversas razones te niegas a aceptarlo. Entiendo, es difícil, siempre pasa la primera vez. Digamos entonces/

Carolina: Nada. Digamos nada.

Molly: (interrumpiendo) No tiene ningún sentido que te pongas así, la negación no lleva a nada. Tampoco hay que dudar de la salud mental. Te propongo/

Carolina: Shhhhh. ¿Comida? Querés comida, eso es.

Molly: Podría ser, pero no. Ahora quiero que me dejes hablar, el tiempo es oro.

Carolina mira para todos lados. Se mira las manos, se toca la cara.
Molly avanza. Carolina tira todo su cuerpo para atrás.

Molly: ¿Tanto te sorprende? (pausa) Por favor Carolina, seamos adultas. Relaja ese cuerpo, después te hace mal y hay que llamar a la kinesiologa. Sabemos que no es tiempo para esas cosas, no ahora. ¿no?

Silencio.

Molly: Cada vez que podés me preguntas bien pausado si te entiendo y quiero decirte que si. Entiendo TO-DO. (pausa) ¿Te vas a quedar callada?

Carolina: (entrecortado) Voy a esperar que venga Cruz.

Molly: Las compras llevan tiempo. Y por estos días, más de lo habitual.

Tiempo.

Molly: ¿Nos sentamos? (Camina hacia los sillones).


Molly sube a uno de los sillones y mira a Carolina.

Carolina: (moviendo sus brazos) Abajo. Bájese de ahí.

Molly: Siempre respondo a todo porque soy obediente, pero ahora no. ¡Sentate, Carolina! Vamos a hablar.


Carolina da unos pasos tímidos hacia los sillones.

Molly: En este momento adivino todo lo que pasa por tu cabeza, o gran parte. No nos va a llevar a ningún lado. Es necesario que sepas que todo este tiempo sirvió para conocernos.

Carolina: No te conozco.

Molly: Eso crees ahora, pero si. Necesito, que me escuches.

Carolina: Esto es una broma

Molly: Intento ser respetuosa, pero/

Carolina: (Levantando la voz como buscando algo.) ¿Es una broma?

Molly: (Con vos gruesa y fuerte.) ¡Silence! (Aúlla). Ante todo, mantengamos la calma. Silence s’il vous plait. (Agita su cabeza) Pardon. No quise. (Respira profundo) Por última vez te voy a invitar a sentarte. Por favor.

Carolina casi como en trance se sienta lentamente en un sillón enfrentada a Molly.

Molly: Gracias. Como antes dije, el tiempo es oro.

Carolina: ¿Francés?

Molly: Oui. Pero no es lo importante.

Carolina: Ah, ¿no?

Molly niega con su cabeza.

Carolina: Estoy soñando, es eso. ¡Seguro! O será que los días tienen las horas cambiadas… o será el alcohol… las pocas horas de sueño. ¡Sos un sueño, perra!

Molly niega con su cabeza.

Carolina se pone de pie y se ríe fuertemente.

Carolina: ¡Sos un sueño! ¡Un sueño!

Molly salta del sillón.

Carolina: Y debes estar ladrando, como siempre, por algo que te pareció ver/

Molly: ¡BASTA! ¡BASTA! CANSADA ESTOY, CANSADA! Todo el tiempo es ¡Molly sit! ¡Molly a la cucha!, ¡Molly comida!, medida, escasa, siempre lo mismo. Y cuando puedo probar otra cosa, es esa mezcla horrible de avena seca sin sabor. ¡Harta estoy! ¡Harta! (Pausa) Y no estoy ladrando, estoy hablando, tengo una voz, y está para ser escuchada. ¿ comprends? (elevando más la voz) ¡¿Tú COMPRENDS?!

Carolina sale corriendo por la puerta que da a la habitación. Se escucha un portazo fuerte.

Molly: Pardon, pardon. Je no quise. (Sacudiendo la cabeza) En espagnol Molly, en español.

Respira profundo y camina hasta la puerta doble que da a la habitación.
Molly: Pardon. C’était une erreur de ma part.

Tiempo.

Carolina (en Off): (con la voz quebrada) ¡No entiendo francés!

Molly: Fue mi error. Tranquilidad ante todo.

Silencio. Molly vuelve a los sillones se echa en el piso junto a uno.

___________________________________

5.

Mismo living. Carolina sale de la habitación y atraviesa el espacio más relajada, avanza sin quitarle los ojos a Molly de encima, recoge los platos de Molly que están en una de las esquinas, entra a la cocina y se alcanza a escuchar el ruidito de las croquetas cayendo al plato. Carolina sale de la cocina con los trastes de Molly, uno repleto de croquetas y otro con agua. Los coloca con cautela en la esquina.

Silencio. Se miran.

Carolina: Prometo prepararte cosas más ricas además de las croquetas.

Silencio. Molly la mira.

Carolina: ¿Entonces…? Vos… sabés hablar.

Molly: Otra vez.

Carolina: Perdoname.

Silencio.

Molly: Sé que puede ser complicado. Es una historia larga… o corta, pero sencilla.

Carolina: ¿Y es que…?

Molly: Necesito tu ayuda.

Carolina: ¿Yo? ¿Para qué?

Molly: Tengo una promesa que cumplir.

Carolina: ¿Qué?

Molly: ¡Escuchá! Antes de estar con Cruz viví con Magda muy poco tiempo.

Carolina: ¿Cómo era?

Molly: ¿Magda?

Carolina: ¡Cruz! Antes de venir aquí. ¿Cuando vivían ustedes juntos… Cruz, cómo era?

Molly: Cruz siempre ha sido así como lo ves. Esos pensamientos absurdos tuyos de que va a cambiar algún día es una necedad de vos.

Carolina: Cruz es bueno.

Molly: No he dicho que fuera malo; pero vamos de vuelta al tema, que las promesas no se cumplen solas; y si me ayudas, yo te ayudo con tu Cruz, ¿Dale?

Carolina: ¡Dale!

Molly: Entonces… Hace quince años me recogió el papá de Cruz en la estación de tren; me habían dejado a un ladito de la vía.

Carolina: ¿Te abandonaron?

Molly: Para nada.

Carolina: Mmm…

Molly: Así tenía que ser.

Carolina: Ya.

Molly: Magda y yo prometimos volvernos a ver.

___________________________________

6.

Quince años antes. El reflector se enciende e ilumina MAGDA (21) que atraviesa la noche cargando una caja de cartón en el regazo, su taconeo rompe el silencio. Lleva los ojos llorosos, el rímel corrido hasta el cuello, dentro de la caja que lleva cargando se escuchan quedo los chillidos de un perro pequeño.

Magda: “Siempre confiaré en la bondad de los desconocidos”. ¿Te gusta? Es la mejor frase del personaje; es mi favorito: Blanche Du Bois ¡Ya verás! Un día la voy a ser una gran actriz y la voy a interpretar… Mientras, hoy toca confiar como ella. Confiar…

Magda baja la caja al piso y la abre; desenvuelve un envoltorio de tela y de ahí saca a una cachorra, una hermosa perra color miel con un collar en el cuello que dice Molly. Magda se la lleva al pecho.

Magda: Perdoname, Molly. Sé que esto no está bien, no debería abandonarte aquí en una estación de tren sola y fría; pero… no puedo tenerte conmigo. Si te quedas él me va a matar y a ti también; él no entiende nada de amor y tú eres la cosa más dulce del mundo. Voy a rezar mucho para que venga por ti una mano buena. Solo no vayas a irte hacia las vías. Quedate en la caja de cartón y no salgas; si salís a hacer pipí no ladres, y no vayas a decir una sola palabra hasta que llegue el momento. Vos sabrás cuando sea el momento, porque vos sos una perra genia. Te amo, pequeña Molly. Eres la perrita más increíble que he conocido. Te prometo que voy a ser una gran actriz y una gran escritora. Te prometo que voy a triunfar y algún día voy a volver a encontrarte. Sé obediente, ¿vale? si te dicen “sit” te sientas, si te dicen “quieta” don’t move; pero si te dicen que hables no hables. Con nadie, ¿entendés? Esas palabras tan bonitas que te salen no se las digas a nadie, ¿entendés? Te prometo buscarte. Te prometo encontrarte, Molly.

Magda vuelve a abrazarla y a besarla por última vez. Mete a Molly dentro de la caja y la vuelve a envolver con la tela. Entrecierra la caja, le da una bendición. Magda se va corriendo y se pierde en la noche. El reflector se apaga.

___________________________________

7.

Mismo living.

Molly: Mis primeras palabras supongo que fueron como las primeras palabras de todos: Agua, beso, ven, amor… Me tomó un tiempo entender por qué Magda me decía que no hablara; pero conocí a los seres humanos y la entendí. (Pausa.) Me gusta existir. (Pausa.) Luego lo que ya sabés: La familia de Cruz en muy callada y ocupada, siempre cada quien en lo suyo; cuando se murió el papá de Cruz, que fue muy poco tiempo después de que lo conocí, todo se quedó muy silencioso, hasta que llegué aquí a tu casa y tú me hablaste. Feo… pero me hablaste.

Carolina: Lo siento…

Molly: Atesoro cada palabra que me has dicho desde que llegué.

Carolina: ¿Y Cruz?

Molly: Él es un caso perdido.

Carolina: No hables así de él.

Molly: ¡Es un pelotudo!

Carolina: ¡Molly!

Molly: ¿O vas a negarmelo?

Carolina: No… pues, algunas veces/

Molly: ¡Algunas veces siempre! Toda la vida; o más bien toda la vida que llevo de conocerlo.

Carolina: ¿Cómo era antes?

Molly: Y dale con la misma canción. Mirá que yo no soy ninguna jovencita; y vos tampoco, eso ya lo sabemos las dos, así que seré sincera.

Carolina: ¡Dale!

Molly: Conozco a Cruz desde hace media vida (de él), media vida de él que son… mis quince años, que es toda mi vida (hasta ahora).

Carolina: Cada año humano son siete años perrunos, cierto.

Molly: ¡No te desvies!

Carolina: Perdón.

Molly: Sí. Tengo 105 años perro. Así que pon atención que estás con un ser mayor de edad.

Carolina: Está bien.

Molly: ¿Recuerdas esa noche de Luna que me sacaste al jardín?

Carolina: No.

Molly: ¡Vamos! ¡Por Dios, niña! No compliques las cosas como si estuvieras hablando con un ser humano.

Carolina: Perdón.

Molly: No pidas perdón, mejor hablame como me hablaste esa noche en el jardín… Con sinceridad.

___________________________________

8.

Unos días antes.

Carolina está con Molly en el jardín de la casa. Hay unos setos iluminados con pequeñas luces en serie. Carolina enciende un cigarro.

Carolina: ¿Estaría bueno poner el asador ahí no Molly? Se lo estoy pidiendo a Cruz desde que se mudaron acá y nada. ¡Yo no sé como lo soportas! Es un pelotudo. ¡Pendejo, cagón! ¡Claro que no se iba comprometer! Él con nada se compromete, nunca. Eso me pasa por andar saliendo con uno más chico que yo y traérmelo a vivir a MI casa con todo y perra.

Molly se sienta y mira a Carolina.

Carolina: ¿Qué me miras? ¡Caga! ¡Orina! ¡Perra pelotuda!

(Silencio.)

___________________________________

9.

Se enciende el reflector, Magda se pasea entre el público, el reflector la sigue.

Magda: En la vida hay que probar de qué se está hecho. Hay quienes están hechos de hierro, de fuego, de cartón. Yo estoy hecha de madera, de blanca madera, estoy hecha de Blanch Du Bois y siempre he confiado en la bondad de los desconocidos, porque los desconocidos jamás me han fallado. Cuando una promesa es verdadera, el tiempo y el espacio se coordinan con el cosmos para que esa promesa pueda cumplirse.

El reflector se apaga.

___________________________________

10.

El living de Carolina. Molly está echada en el piso, justo donde cae un bañito de sol de mediodía.

Carolina está en la cocina preparando un asado, se ve el humo salir y se escucha el crispar de la carne al fuego.

En la mesa ratona ya está una botella de vino tinto argentino y dos copas.

Carolina (en off): Hay un trozo de carne para ti Molly, ¿te gusta cómo huele? Jamás pensé lo aburrido que sería comer todos los días lo mismo. Además me puedo imaginar que las croquetas no son lo más rico que hay para un canino, ¿cierto? Es como si yo comiera los panquequitos de avena mañana, tarde y noche todos los días…

Carolina sale de la cocina con un bowl de papas guisadas y una tabla de madera, trae puesto un delantal de mezclilla, coloca la tabla de madera y sobre ésta las papas guisadas, saca del delantal un saca corchos y descorcha la botella de vino, sirve en una de las copas, se acerca la taza a la nariz para sentir el buqué y da un sorbo al vino, saca del bolsillo trasero de su pantalón el celular y se hace una selfie; en el fondo de la selfie se ve a Molly echada en el Sol.

Carolina: Se la voy a mandar a Cruz para que ya no tarde, muero de hambre. Quiero que vea que estás hermosa; o la subo directo al instagram.

Molly: No entiendo como para qué, pero haz lo que quieras.

Carolina: ¡Dale que jamás me imagine esto, Molly! ¡Molly la perra parlante! ¿Sabes lo que pensarían? De una te llevan al circo, o a un laboratorio para estudiarte, sacarte sangre y ponerte tubos en el cerebro/

Molly: Me tiene sin cuidado, nadie tiene por qué saber.

Carolina: Pero te imaginas si/

Molly: ¡Basta, Carolina! ¡Hablas demasiado! Ustedes los humanos no pueden con una emoción nueva porque ya quieren salir corriendo a decirle a alguien más su suerte.

Carolina: ¿Querés un poco de tinto?

Molly: Servime antes de que llegue Cruz.

Carolina va a la cocina por un recipiente para servirle vino a Molly. Regresa con un plato de plástico.

Carolina: ¿Está lindo el día, eh?

Carolina sirve en él un poco de vino y lo coloca junto al agua y las croquetas de Molly.

Molly: No en realidad, el calor es excesivo, todo por la crisis del ambiente; en unos años ya nada será igual.

Molly observa el vino y se pone de pie. Se estira como haciendo yoga y va tranquila hasta el plato con vino. Bebe a lengüetazos.

Carolina: ¡Calmáte, che! Ahora sos vos la que está de un humor…

Molly: ¿No me vayas a salir con la chuchada de la regla, está bien? Mirame la edad, niña, a mi ya ni me viene.

Carolina: ¿Cómo sabes que te iba a preguntar eso?

Molly: Pues porque también puedo leer los pensamientos, te lo dije hace un rato pero estabas demasiado alterada. Te falta tanto por conocerme. Pero habrá tiempo. El tiempo… es oro.

___________________________________

11.

Suenan pasos. Molly los reconoce de inmediato. Molly se levanta y mira a Carolina. Molly empieza a ladrar y va hasta la puerta de entrada, rasca la puerta y mueve el rabo, de pronto se detiene y mira a Carolina.

Molly: (A Carolina.) Ni una palabra.

Carolina: Pero/

Entra la llave en la cerradura, la puerta se abre y ahí está Cruz con los bolsos llenos. Está asoleado y sudado; entra y Molly lo sigue olfateando el contenido de los bolsos, comportándose como típica canina.

Cruz: ¡El calor está durísimo! Yo no sé qué le ves de extraordinario al día. ¡Molly, dejá! ¡Sit!

Molly se sienta y se queda viendo a Cruz.

Carolina: ¿Volviste de mal humor?

Cruz: El supermercado es un asco, che, ¡yo no sé como soportas ir ahí cada semana!

Carolina: Bueno… ¡Ya habrán veces mejores!

Cruz: ¡HUELE A ORTO AHÍ ADENTRO!

Carolina: ¿Viste que descorché un tinto, dale, te sirvo y te relajás un poco, dale? ¡Mejor contáme! ¿Qué hay en esos bolsos que parece que revientan?

Cruz: ¡La puta! Se me olvidó tu avena.

Carolina: Lo único que te pedí que compraras específicamente.

Cruz: Perdón.

Silencio.

Carolina: Hice un poco de asado.

Cruz: ¿Lo querés ya?

Carolina: ¿Cortás unos tomates?

Cruz: ¡Dale! Me lavo la cara y lo hago.

Cruz va hacia el corredor que lleva al cuarto y ve en el suelo un plato de plástico con vino junto al agua y las croquetas de Molly.

Cruz: ¿Le diste vino a Molly?

Molly se alerta, mira Cruz y luego mira a Carolina con los ojos grandes.

Carolina: Le di un sorbito. No me dejaba en paz con que la acariciara.

Cruz: ¿Y le diste vino?

Carolina: Lo que tu perra necesita es amor.

Cruz suspira y niega con la cabeza mirando a Carolina, recoge el plato de plástico y en lugar de irse al cuarto se mete a la cocina. Se escucha que tira el vino en el fregadero y abre la llave del agua. Molly y Carolina se miran. Cruz regresa ya sin el plato, trae la cara y las manos escurriendo agua por el living.

Carolina: ¡Secate que que me vas a hacer lodo el living!

Cruz: ¡Sí, mamá!

Cruz camina hacia la recamara dejando a Carolina a punto de hablar. Sale. Molly y Carolina se miran.

Molly: (Entre dientes) Te dije que era un pelotudo.

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12.

Se enciende el reflector sobre MAGDA. Camina entre la audiencia; si es del gusto de la actriz, puede sentarse en alguna butaca vacía.

Magda: Esa fue la última vez que vi a mi Molly. Cuando la dejé en la estación y prometí buscarla. Encontrarla. No sé si siga viva. Ya pasaron quince años. En aquel tiempo yo era súper joven y vivía en una de las villas más pobres de Buenos Aires. Ahí ni respirar es fácil. Encerrados todos nadie nos ve y por eso cuando salimos nos hacemos notar. Pero yo jamás fui como los pelotudos de mi cuadra, que lo único que les gustaba era puro paco y paco; a mí no… a mí me gustaba cantar y actuar. Pasó el tiempo y dejé la Villa. Aprendí a maquillarme los ojos y los labios y empecé a vestirme como se me daba la gana. Me metí de oyente a las clases de interpretación y escribí mi propio monólogo inspirada en Blanch Du Bois.

Se apaga el reflector.

___________________________________

13.

Un mes atrás. Atardecer. Un parque.

Carolina y Cruz caminan de la mano. En la otra mano, Cruz lleva a Molly con su correa. Carolina se suelta de la mano y abraza a Cruz por la cintura, Cruz la rodea por los hombros.

Carolina: Entonces te vas a venir a vivir a mi casa. ¡ Es increíble!

Cruz: Nos vamos a ir a vivir a tu casa. ¿Verdad, Molly?

Molly ladra.

Carolina: Va a ser nuestra casa.

Cruz: Yo te voy a ayudar en todo con la mitad.

Carolina: Ahora sí la vida va enserio…

Cruz: ¿Por qué siempre crees que no me puedo tomar nada en serio?

Carolina: No quise decir eso.

Cruz: Tú me conoces.

Carolina: Dame un beso.

Cruz: ¡Maestra!

Carolina: ¡Tarado!

Se besan.

Cruz: ¿Habías salido antes con alguien más joven que tú?

Carolina: No tanto…

Cruz: ¡No es tanto! Eres super joven para dar en el master de artes.

Carolina: Y tú eres super viejo como para no haberte licenciado ni como pintor de brocha gorda. ¡Qué vergüenza!

Molly ladra.

Carolina: Y Molly está de acuerdo conmigo.

Cruz: Mirá que vamos a ser muy felices. Te lo prometo.

___________________________________

14.

Tiempo actual. Cruz atraviesa el living.

Cruz: Voy por tu avena.

Carolina: Vamos a comer primero.

Cruz sale cerrando de un portazo.

Molly: Caro, escuchame. No digas una sola palabra. No hay tiempo. ¿Te querés sentar?

(Carolina se sienta en un sofá.)

Molly: Cruz y tú van a terminar.

Carolina: ¿Qué/

Molly: ¡Shht! Silence. Pardon. ¡Caro, escuchame! ¡Van a terminar, a romper, break up, c’est fini! No me preguntes cómo lo sé. (Pausa.) Aunque resulta más que obvio, verdad… pero no te das cuenta. En fin. No es eso de lo que quiero hablar.

Hay algo importante: Cuando Cruz y tú se separen yo tengo que quedarme contigo para poder cumplir mi promesa, ¿entendes? Solo si me quedo contigo voy a lograrlo.

Carolina: No entiendo, ¿por qué a mí..?

Molly: Ya sé que no entendes una chucha. Pero escuchame: Vas a conocer a Magda.

¿Recuerdas que te hablé de Magda?

Carolina: ¿Y cómo voy a saber quién es?

Molly: Porque es la persona más amorosa del planeta. Tengo que cumplir mi promesa. Tengo que verla antes de… Ya sabes… ya estoy vieja y… no somos para siempre.

Carolina: Nada es para siempre.

Molly: ¿Cuento contigo?

Carolina: No sé como voy a hacerle pero… ¡dale!

Molly mueve el rabo y se acerca a lamer a Carolina.

Carolina: Ahora dime, Molly ¿por qué Cruz va a romper conmigo?

Carolina se suelta a llorar.

Molly se acerca a ella y le da golpecitos con la cabeza. Se sienta a su lado.

Molly: El universo es como un niño pequeño que juega a los juegos de azar; para él no existe perder o ganar, porque jamás supo que estaba jugando.

___________________________________

15.

En el living. Junto a la mesa ratona están dos maletas, el caballete desmontado y el dibujo de Carolina a medio terminar enrollado.

Cruz: ¿Entonces, en serio se acabó? Es el fin.

Carolina: El fin.

Cruz: Mirá, Caro… no me gusta que me controlen, ni que me digan qué hacer, por eso me costá la vida en pareja.

Carolina: Y a mi me costá ser mamá de un pendejo, por eso no tengo hijos, así que los dos estamos de acuerdo. Chao.

Cruz: Nada es para siempre, Caro.

Carolina: Me llamo Carolina.

Cruz: Perdón, Carolina.

Carolina: Gracias.

Cruz: ¿Qué te pico?

Carolina: Por qué me tendría que picar algo. Estoy hablando en serio. ¡A la chucha!

Suenan unas pisadas. De la recamara sale Molly. Los mira alternadamente y se sienta junto a Carolina que está de pie junto a la mesa ratona.

Cruz: ¡Vámonos, Molly! ¡Andá!

Cruz le pone a Molly la correa y la intenta jalar hacia la puerta pero Molly se resiste.

Cruz: ¡Andá, Molly!

Carolina: Molly se queda conmigo, tú te vas.

Cruz: ¡Es MI perra!

Carolina: Los animales no SON de nadie, los animales existen donde quieren existir y están con quien quieren estar; Molly quiere estar aquí. Así que andá tú. ¡Vete ya de mi living! ¡Ah, y destruye ese retrato mío, está espantoso, eres un pésimo dibujante!

Cruz: Estás loca, Carolina. Chao.

Carolina: ¡A LA CHUCHA!

Cruz sale del living azotando la puerta.

Molly: Eres mi ídolo.

Carolina: ¡Ay, Molly!

___________________________________

16.

Se enciende el reflector. Magda ya está muy cerca del living. Avanza, el reflector la sigue.

Magda: Tener agallas, delinearse los párpados de coraje y pintarse la boca de rojo valentía. Existir. Existir con el valor de ser lo que se es. Eso es estar en el mundo. Molly me lo enseñó; me enseñó a amar mi madera blanca en un bosque de tinieblas. Gracias a Molly decidí ser lo que soy. Existir sin miedo. No todos los días conoces a una perrita que hable, ¿o sí?

El reflector se apaga.

___________________________________

17.

En el living. Carolina se sienta en el suelo junto a Molly y suspira profundamente.

Carolina: ¿Y bien…dónde vamos a encontrar a Magda, Molly?

Molly: En el teatro.

Carolina: ¿Cómo? En qué teatro, hay muchísimos en Buenos Aires.

Molly: Hay un teatro cerca de la estación de tren en Corrientes, donde me despedí de Magda. Sé que hoy presenta un monólogo por la noche.

Carolina: ¿Cómo es que vos todo lo sabés?

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18.

El reflector se enciende por ultima vez siguiendo los pasos de Magda que se dirige al escenario del teatro.

Magda: Hay misterios que no se pueden entender, se tienen que sentir. Seguro si tenés un perro en casa sabés de lo que hablo. Con ellos existe un lazo muy fuerte, algo que va más allá de la razón humana, que no puede entenderse pero puede sentirse, en cada mirada… cada momento con ellos, es único; en verdad te escuchan.

Magda sube al escenario donde está montado el living; ya la esperan ahí Molly y Carolina.

Magda: ¡Molly!

Molly ladra y va hacia Magda con un ritmo pausado, tranquilo y sereno.

Magda: Las promesas se cumplen, Molly.

Molly ladra y da de lengüetazos a Magda.

Magda: Soy Magda, un placer.

Carolina: Carolina.

___________________________________

19.

En el living. Carolina, Magda y Molly sentadas en los sillones. Hay dos botellas abiertas y tres copas sobre la mesa ratona.

Carolina: ¿Creen que no me haya entendido con Cruz por una cuestión de edad?

Magda: No en absoluto.

Carolina: Quizás no fue tan buena idea decirle que se viniera a vivir aquí desde el principio. (A Molly.) No lo digo por ti.

Molly: Je sais.

Carolina: ¿Y por qué hablas francés?

Magda: Por que yo estudiaba francés de joven.

Molly: Se la pasaba practicando toute la journée.

Carolina: ¡Ya..!

Magda: Molly…Caro no entiende francés.

Molly: ¡Pas de probléme! I can speak in English too.

Carolina: Vamos con el español primero.

Oscuro final.

Buenos Aires y Ciudad de México a 18 de abril, 2020

#tutextoesmitexto Teatro UNAM.

Textos intervenidos

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En el pecado llevarás la penitencia (Del otro lado) – Wendy Hernández y Aldo Martínez Sandoval

En el pecado llevarás la penitencia (Del otro lado)

En escena el roof garden de CARLOS y la azotea de MARIANA divididos, apenas, por una pequeña barda. Se distingue el costoso diseño de exteriores en el espacio de CARLOS en contraste con sencillo en el de MARIANA. En ambos casos, una puerta de acceso al interior.

CARLOS, un hombre guapo y sin camisa, hojea una revista recostado sobre una silla de jardín. Se escucha el ladrido de un perro enfurecido, algunos gritos y objetos cayendo. MARIANA, agitada, sale a la azotea cerrando rápidamente la puerta tras ella. Se escuchan golpes y gruñidos.

Mariana al ver a Carlos, se intenta arreglar un poco.

CARLOS: ¿Salió a tomar el sol?

MARIANA: Ahm… sí. ¿Usted? (Se escuchan arañazos en la puerta)

CARLOS: Definitivamente.

MARIANA: Qué coincidencia ¿no? (El ruido cesa) Tiene una azotea muy bonita…

CARLOS: ¿Qué?

MARIANA: Su azotea, es muy bonita.

CARLOS: Ah, estoy pensando redecorar…

MARIANA: ¿Tan pronto?

CARLOS: ¿Perdón?

MARIANA: La silla… la cambió el mes pasado ¿no? Y las bancas…

CARLOS: ¿Qué con las bancas?

MARIANA: Eran de metal y ahora son de madera…

CARLOS: ¿Sí?

MARIANA: A mí me gustaba más cuando todo el piso era pasto. Nunca había visto que creciera pasto en el techo.

CARLOS: ¡Iagh, el pasto! No dejaban de venir pájaros y palomas… una terrible idea del arquitecto.

MARIANA: ¡¿Cómo cree?! ¡Se veía bien bonito todo verde!… A mí me gustaba echarle pan a las palomas…

CARLOS: ¡Ah! ¡Con que era usted!

MARIANA: Se ven muy graciosas cuando comen…

CARLOS: ¡¿Y el cagadero?! ¡Bonito se veía el cagadero de palomas! ¡¿Quién le dijo que podía meterse a MI casa?!

MARIANA: ¿Y quién dijo que me metí?

CARLOS: ¡Qué cinismo, deveras!

MARIANA: ¡Uy! Tanto drama por unas pobres palomas…

CARLOS: Ya… retírese…

MARIANA: ¡¿Perdón!?

CARLOS: Sí, sí, la perdono, bye…

MARIANA: ¿Quién se cree? ¿Dónde cree que está o qué? (Toma una escoba y comienza a barrer levantando el polvo)

CARLOS: ¡¿Qué hace?!

MARIANA: Se llama barrer, la gente lo hace en sus casas, debería intentarlo…

CARLOS: No, gracias. (Pausa) ¿Por qué no se mete a su casa de una vez?

MARIANA: Porque en MI casa se hace lo que yo quiero, no lo que el vecino dice.

CARLOS: Yo llegué primero.

MARIANA: Y yo después, ¿cuál es su problema?

CARLOS: ¡Usted! Estaba muy tranquilo, muy en paz, hasta que llegó a molestarme.

MARIANA: ¡Usted me habló! Yo ni le hubiera hecho caso, como siempre.

CARLOS: Ay, nunca nos habíamos visto.

MARIANA: ¿¡Cómo que nunca!?

CARLOS: ¡Jamás en la vida!

MARIANA: Siempre que subo estás aquí. Que nos ignoremos es otra cosa. Si yo tuviera tantas cosas como tú, también me la pasaría aquí afuera.

CARLOS: ¡Ah! ¿Ya nos estamos tuteando?

MARIANA: (Le extiende la mano a través de la barda) Mariana.

CARLOS: (Desde lejos) ¡Co-ro-na-vi-rus! Estamos en cuarentena ¿qué no sabes?

MARIANA: Si los dos estamos encerrados, no hay peligro.

CARLOS: Sí, bueno, no me voy a arriesgar. Hay también otras enfermedades.

MARIANA: Qué grosero eres, Carlos.

CARLOS: ¿Cómo sabes mi nombre?

MARIANA: Se llama educación. Me gusta acordarme de mis vecinos.

CARLOS: Ya, Mariana, en buen plan, métete a tu casa, luego subes.

MARIANA: No puedo.

CARLOS: ¿No tienes piernas?

MARIANA: Es mi perro.

CARLOS: ¿Tu perro no tiene piernas?

MARIANA: ¡No!… Me detesta.

CARLOS: (Burlón) ¡No inventes!

MARIANA: ¡En serio! ¡No lo conoces!

CARLOS: ¡Por favor! Es un french poodle, ya lo he visto, andaba aquí en el techo.

MARIANA: (En secreto) Su papá era Pit bull…

CARLOS: (En secreto) ¿Por qué susurras?

MARIANA: (En secreto) No quiero que sepa que estamos hablando de él.

CARLOS: ¡¿Y qué si nos oye hablando de él, eh!?

Tras la puerta ladridos, gruñidos y rasguños salvajes.

MARIANA: ¡Te dije! Pero si tanto te molesta mi presencia, métete tú, luego subes.

CARLOS: No puedo.

MARIANA: Carlos, yo conozco muy bien tu casa, ¡es un paraíso de comodidades!: sala de video, frigobar en cada habitación, cocina inteligente, luces automáticas, sistema de audio, chimenea eléctrica… ¡No te hace falta nada!

CARLOS: Yo a esa casa no entro ni loco.

MARIANA: ¿Por?

CARLOS: No lo entenderías… ¿Cómo sabes tanto de mi casa?

MARIANA: …una vez vi cuando dejaste la puerta abierta…

CARLOS: Ok, creo tengo que poner doble chapa.

MARIANA: Ya, dime por qué no quieres entrar.

CARLOS: No confío en ti.

MARIANA: Acabo de contarte que mi french poodle, de ascendencia pit bull, tiene secuestrada mi casa… yo creo que a estas alturas, puedes confiar en mí. (Silencio) Si tú no entras y yo no entro, vamos a estar juntos un buen rato.

CARLOS: Bueno.

Silencio.

CARLOS vuelve a su revista. MARIANA vuelve a barrer y canta alguna canción.

CARLOS: ¿Es necesario que cantes?

MARIANA: ¿Te han dicho que te quejas mucho?

CARLOS: …

MARIANA: ¿Sabes qué estaría bien? Poder subir aquí la tele.

CARLOS: ¡NO! Te. Tele no.

MARIANA: Bueno, no, está bien, tranquilo.

CARLOS: Es que. No. No hay don. Donde conectarla.

MARIANA: Tú estás escondiendo algo. Dime.

CARLOS: No. No es nada. Nada. Es el. El encierro. Sólo eso.

MARIANA: Técnicamente no estás encerrado, estás afuera.

CARLOS: Estoy encerrando afuera. Es una paradoja. Ok, te voy a contar, pero tienes que prometer que no me vas a juzgar.

MARIANA: No puedo prometerte eso.

CARLOS: Yo escuché lo de tu tonto perro sin juzgarte… bueno, te juzgué un poquito pero igual te escuché…

MARIANA: Bueno, a lo mucho te voy a juzgar poquito entonces.

CARLOS: ¿Trato?

MARIANA: Trato.

CARLOS: Llevo catorce días viviendo en el roof garden.

MARIANA: Pues sí, es tu casa.

CARLOS: No estás entendiendo. Estoy viviendo aquí afuera, no he entrado. No tengo idea de cómo están las cosas en el mundo. Sólo sé que seguimos en cuarentena porque cuando me asomo todo está vacío. Y la verdad es que el edificio de enfrente debe ser el más aburrido de toda la colonia. Lo único que me ayuda a no aventarme es que a un par de personas les parece buena idea hacer ejercicio en calzones.

MARIANA: Pues súbete tu celular o tu computadora.

CARLOS: ¡No! No puedo… no.

MARIANA: ¿Por?

CARLOS: Es que… no tengo.

MARIANA: Mentiroso. Si siempre andabas ahí caminando con tu celular.

CARLOS: Eso era antes.

MARIANA: (va a sacar su celular) A ver, si quieres te presto el mío.

CARLOS: (asustado) ¡No, Mariana, no lo saques!

MARIANA: ¡Dejé adentro el celular! (Corre a la puerta, vuelven a escucharse gruñidos y rasguños, se aleja) Ay. Pinche perro. Y ahora cómo le voy a hacer.

CARLOS: ¡Gracias a Cristo!

MARIANA: ¿A poco eres creyente?

CARLOS: A estas alturas ya soy politeísta…

MARIANA: ¡Mi celular! Qué estúpida soy, cómo lo fui a dejar.

CARLOS: ¿Por qué no le pides a tu marido que amarre al perro?

MARIANA: ¿Crees que tengo marido?… Ni mi perro me soporta… (Pausa) Quince días… sólo llevamos quince días en cuarentena y ya se hartó de mí.

CARLOS: Y no podría culparlo…

MARIANA: Es que antes de la cuarentena no le hacía mucho caso ¿sabes? ¿Ubicas a esa gente que saca a su perro todos los días? ¿Que sale a correr en las mañanas y aprovecha para pasear al perro?… yo apenas logro levantarme en las mañanas, lo último que se me ocurre es ponerme a correr.

CARLOS: Se nota.

MARIANA: Mcht. Síguele.

CARLOS: ¿Y luego? ¿Antes no te odiaba, segura?

MARIANA: No. De repente enloqueció. Como si no le gustara compartir la casa conmigo.

CARLOS: Yo también te odiaría si me dejas para siempre en una azotea llena de polvo. Eso es una salvajada.

MARIANA: Siempre venía a barrerle y a darle de comer. A él y a tus palomas…

CARLOS: Qué detallazo…

MARIANA: Me recibía con gusto, jugaba con él un rato y de nuevo a continuar con la rutina… ¿Alguna vez tuviste perro?

CARLOS: No me gustan los animales.

MARIANA: A mí sí. Ese perro es todo lo que tengo… Lo metí para que me hiciera compañía pero. (Pausa) ¿Y tú? ¿Tienes novia?

CARLOS: ¡JA!

MARIANA: ¿Qué?

CARLOS: ¿En serio me estás preguntando eso?

MARIANA: No te quiero seducir, si es lo que estás pensando, fíjate.

CARLOS: Lo cual no habla bien de tus gustos, pero no me refiero a eso. ¿No te das cuenta?

MARIANA: ¿De qué o qué?

CARLOS: ¿Te gusta Juan Gabriel?

MARIANA: ¿Sí?

CARLOS: ¿Nunca lo escuchaste decir que lo que se ve no se pregunta?

MARIANA: ¡Ah! ¡Oh! ¡Ya! … ¿En serio?

CARLOS: Joven, guapo, exitoso…

MARIANA: Pensé que era un cliché.

CARLOS: ¿Cómo crees que se hacen los clichés?

MARIANA: Mi mejor amigo es gay y no es así.

CARLOS: La excepción confirma la regla.

El perro comienza a ladrar.

CARLOS: ¿Qué le pasa a tu perro? Ni siquiera estamos hablando de él.

MARIANA: Hay alguien a quien soporta menos que a mí…

Desde otro departamento se escucha poco a poco el sonido de una conferencia. MARIANA y CARLOS se asoman por la cornisa.

AMBOS: ¡López-Gatell!

Entra audio de López-Gatell: “Quédate en casa, quédate en casa, quédate en casa”. Lentamente se va difuminando. El perro deja de ladrar.

CARLOS: El hombre me encanta, pero ya no soporto esa grabación.

MARIANA: ¿Me lo dices a mí? Y los del edificio de enfrente no dejan de escucharla. Cada que se escucha, Hulk se transforma…

CARLOS: ¿Hulk?

MARIANA: Mi perro.

CARLOS: ¡Mamita, en el pecado llevarás la penitencia! ¿Quién le pone Hulk a un poodle?

El perro gruñe.

MARIANA: ¡Shh!, se va a enojar… ¿En serio te gusta Gatell?

CARLOS: ¿A ti no? Estás muerta por dentro.

MARIANA: ¿Qué voy a hacer? Muero de hambre y no puedo entrar.

CARLOS: (saca una caja con bolsas y latas de alimentos) Eso tiene solución. Escoge.

MARIANA: ¡¿Cómo tienes ese cuerpo comiendo tanta porquería?!

MARIANA intenta tomar una bolsa de papas, CARLOS aleja la caja.

MARIANA: ¡Oye!

CARLOS: ¡Coronavirus! A ver, yo te lanzó la bolsa al piso y tú… ¡ya sé! ¡quítate la blusa y la agarras con la blusa!

MARIANA: ¡¿No le pierdes?!

CARLOS: La verdad es que sí. Esos ojos han visto verdaderas bellezas, no te ofendas… ¡ya! Es por higiene. Claro… a menos que te dé pena tu cuerpo, entonces entendería.

MARIANA: Claro que no me da pena mi cuerpo. Muy gay y todo pero tienes mente de machito.

CARLOS: Pruébalo.

MARIANA: Se me hace que me estás mintiendo y ni te gustan los hombres. O peor ¡le tiras a lo que se mueva! ¡Qué asco!

CARLOS: No pienso tolerar tus prejuicios. Olvida todo. Consigue tu propia comida.

MARIANA: No, ya, por fa. De verdad ahorita no puedo lidiar con Hulk. Me va a dar una conmoción o algo.

CARLOS: Ok, mira, no te estoy diciendo gorda pero es un poodle. Eres como ochenta y cuatro veces más grande que él, ¿qué te puede hacer?

MARIANA: ¡¿Qué me puede hacer?! (Se quita la blusa, tiene marcas de arañazos y mordidas por todas partes.) ¡Esto! ¡Esto me puede hacer!

CARLOS: ¡Mariana! … ¿Oye y no tendrá rabia?

MARIANA: Ya, ¡dame las papas!

CARLOS le lanza las papas.

CARLOS: La rabia es un problema de salud pública, la gente empieza a enloquecer y le da miedo el agua y así. Es más peligroso si el amo vive en condiciones de poca higiene.

MARIANA: Eres un/

CARLOS: Ahora, te voy a decir mi secreto. (Abre una bolsa de papas) Sacas una papa… (saca una papa) ¡saca una! (MARIANA saca una papa) la saboreas, gozas hasta el último momento… tragas… y corres una vuelta. (Comienza a correr)

MARIANA: ¿Qué te pasa?

CARLOS: ¿Qué te pasa a ti? ¡Corre! ¡Rápido! ¡No queremos que se nos vaya a los muslos! ¡Peor, al abdomen!

MARIANA comienza a correr, cojea.

MARIANA: No soy de las que corren…

CARLOS repite la acción un par de veces más, MARIANA se sienta a comer.

CARLOS: Es un refuerzo positivo.

MARIANA: El único refuerzo que necesito es saber que voy a poder volver a mi casa a ver una película. ¿Seguro que no quieres subir tu compu y ponemos algo? Aunque sea el radio.

CARLOS: ¡No-o! No voy a caer en. En tus provocaciones…

MARIANA: Si yo tuviera tu casa, no saldría ni a la esquina. Independientemente de si hubiera cuarentena o no, me la viviría disfrutando del aire acondicionado.

CARLOS: ¡Te la regalo!

Carlos comienza a saltar, haciendo aerobics.

MARIANA: ¡Uy sí! ¡Ya, párale, me estas mareando!

CARLOS: (se detiene) Ojalá mi problema fuera tan simple como un perro enojado…

MARIANA: ¡Muy enojado!

CARLOS: ¡MUY, MUY, MUY ENOJADO! Como Bette Davis con Joan Crawford.

MARIANA: ¿Quién?

CARLOS: ¿No sabes quiénes son Bette Davis y Joan Crawford?

MARIANA: Sí sé.

CARLOS: A ver, ¿quién?

MARIANA: Pues esas… las que salían en la película, ¿cómo se llama? Ay, esta, la que sucede en Estados Unidos.

CARLOS: A gente como tú deberían aplicarles la eutanasia. Eutanasia quiere decir muerte asistida por piedad.

MARIANA: ¡Sí sé lo que es la eutanasia!

CARLOS: Por si no.

Mariana se va a una esquina a barrer. Quiere llorar, pero se aguanta. Carlos se da cuenta.

CARLOS: ¿Ahora qué?

MARIANA: Nada.

CARLOS: ¿Qué tienes?

MARIANA: Nada.

CARLOS: No te voy a estar rogando.

MARIANA: Pues aunque lo hicieras.

CARLOS: Ya dime.

Silencio.

CARLOS: Dime y te dejo agarrar lo que quieras de mis provisiones. ¿No? La oferta expira en tres… dos… uno…

MARIANA: Pues que sí lo he pensado. Ya sabes (hace ademán de dispararse).

CARLOS: ¿Por?

MARIANA: No sé. Los primeros días, estaba contenta. Me acosté en el sillón y dormí 24 horas seguidas. ¿Sabes desde cuándo no tenía vacaciones? Luego me deprimí. Nunca me había deprimido…

CARLOS: La depresión es un privilegio de clase, se nece/

MARIANA: ¿Te parece que tengo privilegio de clase? Mira mi casa y mira la tuya.

CARLOS: Se necesita tener tiempo para deprimirse.

MARIANA: No sé si ya te diste cuenta de que lo que nos sobra en esta situación es tiempo.

CARLOS: Exacto. Tienes tiempo porque tienes privilegio de clase.

MARIANA: ¿Ah, sí? Pues usar la palabra “privilegio de clase” es un privilegio de clase.

CARLOS: No es una, son tres palabras. Y eso, no deberías estar pensando en matarte.

MARIANA: No tiene nada que ver. Mi tía política es psiquiatra… sé más de estas cosas que tú.

CARLOS: Pues llámale y que te recete unos chochos.

MARIANA: ¡Voy a volverme loca te lo juro!

CARLOS: Bienvenida al club.

MARIANA: ¿Tú qué vas a saber?

Carlos saca un pastillero, se lo enseña. Mariana se queda callada.

CARLOS: Mi psiquiatra es muy bueno. Se llama Orlando. Si quieres te doy su número. Una de estas todos los días. Pero yo qué voy a saber.

Silencio.

MARIANA: Qué… cosas, ¿no?

CARLOS: Casi no le he dicho a nadie. La cuarentena me está ablandando.

Silencio.

MARIANA: ¿Y tienes novio? (Carlos niega) Deberías, estás guapo.

CARLOS: Lo más erótico que tengo en mi vida es ver al vecino cuando hace ejercicio en calzones. Mis favoritos son los verdes.

MARIANA: Creo que eso es una especie de acoso.

CARLOS: Perdón. Es que está re guapo el condenado. Y la carne es débil.

MARIANA: ¿Cuál de los vecinos es?

CARLOS: No te voy a decir.

MARIANA: Ni que te lo fuera a bajar.

CARLOS: No vayas a ir con el chisme (Mariana niega). El de las macetitas en su balcón.

MARIANA: ¡Ya sé cuál! Ay, es que sí tiene unos ojos preciosos.

CARLOS: Ya sé. Y te digo que hace un buen de ejercicio. Casi dos horas todos los días. Podría economizar el tiempo, pero quién soy yo para reprimirlo.

MARIANA: Una vez me lo encontré paseando a su perrita y le pregunté si podía presentarle a Hulk.

El perro gruñe. Ella se acerca a la barda que los divide. Él la señala para que retroceda.

CARLOS: ¡Coronavirus!

MARIANA: Bueno, bueno… Se me olvida. Necesito contacto humano.

CARLOS: Ya sé, no es posible que seas la única persona con quien he hablado en dos semanas.

MARIANA: ¿Qué no le marcas a tu familia? ¿Amigos? ¿Algo?

CARLOS: ¡Ah! Se me acaba de ocurrir que tú… tú podrías.

Carlos va por una caja, del interior comienza a sacar cosas, otra, comida, ropa.

MARIANA: ¿Y esa ropa?

CARLOS: Para cambiarme. Mira, esta marca de cobijas es muy calientita para pasar las noches a la intemperie.

MARIANA: ¿De verdad estas viviendo en tu techo?

CARLOS: ¡Qué sí! … (busca, finalmente saca dinero) Toma.

MARIANA: ¿Y eso?

CARLOS: Necesito que me ayudes. Te voy a sobornar.

MARIANA: ¿Sobornarme? ¿Para qué o qué?

CARLOS: Mira, llevo catorce días viviendo aquí; como aquí, duermo aquí. Y tú te apareciste. No sé en qué trabajes pero un dinerito extra nunca está de más. Te puedo dar esto si me haces un pequeño favor.

MARIANA: O sea que sólo me hablaste para ver si obtenías algo de mí.

CARLOS: Claro que no.

MARIANA: Claro que sí.

CARLOS: Se me acaba de ocurrir.

MARIANA: ¡Qué casualidad!

CARLOS: El punto es que ahora que somos amigos, puedes hacerme el favor.

MARIANA: ¿Cuánto me vas a pagar?

CARLOS: Eso no es de amigos.

MARIANA: No somos tan amigos…

CARLOS: Bueno, te pago.

MARIANA: No sé por qué pero no me da buena espina.

CARLOS: Sólo necesito qué hagas una llamada…

MARIANA: ¡Ya te dije que no saqué mi celular!

CARLOS: ¡Alabado sea Buda!

MARIANA: Hace rato era Cristo.

CARLOS: ¡Estoy probando con quién me siento más cómodo, no me juzgues! No, nada de celulares aquí afuera. Quiero que entres a tu casa y hagas una llamada.

MARIANA: Pues ya estuvo que te quedaste con ganas porque yo ahí no entro.

CARLOS: ¡Mariana! Es rápido, no te vas a tardar.

MARIANA: ¿No estás viendo cómo me dejó? ¿Quieres que me mate?

CARLOS: Siempre son necesarios algunos sacrificios menores.

MARIANA: ¡Oye!

CARLOS: Es una situación de vida o muerte para mí, dale una patada al perro y listo.

MARIANA: ¡Es mi perro! No voy a patearlo. Pobrecito.

CARLOS: ¿Ni por… (agrega algunos billetes a la oferta) esto?

MARIANA: ¿¡Tanto!?

CARLOS: Acepto que el hecho de tener un perro asesino en casa lo complica. Cualquiera de tus vecinos lo haría por menos.

MARIANA: Entonces que ellos te hagan el fav/

CARLOS: Pero dadas las circunstancias… esto por una simple llamada, ¿qué dices?

MARIANA: No voy a hacer una llamada sexual, nada de extorsión o chantaje… podría con una amenaza de muerte, pero sutil…

CARLOS: No es nada de eso.

MARIANA: ¿Entonces qué es? Me estas asustando.

CARLOS: Sólo vas a llamar a un amigo…

MARIANA: ¡Carlos!

CARLOS: ¿Qué?

MARIANA: ¡Co-ro-na-vi-rus! ¡Aguántate a que termine la cuarentena! Además ya estas grande como para hacer tus invitaciones sexuales solo.

CARLOS: ¡Quiero que sepas que tu comentario es ofensivo! No porque sea gay estoy caliente todo el tiempo, eso, es un cliché.

MARIANA: ¿Cómo crees que se hacen los clichés?

CARLOS: Ni al caso. Quiero que llames a mi amigo Orlando.

MARIANA: ¿El psiquiatra?

CARLOS asiente. MARIANA se pone rápidamente la blusa.

MARIANA: ¡No me digas que eres un degenerado!

CARLOS: ¡Ya van dos, Mariana!

MARIANA: Le das muchos rodeos al asunto. Me parece muy sospechoso que estés dispuesto a pagar tantísimo dinero para que la vecina haga una llamada por ti. ¡…! No es tu psiquiatra. Es tu dealer, ¿verdad?

CARLOS: Mariana…

MARIANA: Te voy a dar dos opciones, o me dices qué chingados pasa, o te voy a romper la cabeza con esta cubeta…

CARLOS: Esa cubeta es de plástico.

MARIANA: Entonces le voy a abrir la puerta a Hulk (el perro ladra) y me voy a quedar a ver cómo te mata.

CARLOS: Hulk no llega ni a la mitad de la barda… y antes te va a matar a ti. Ese perro te odia.

MARIANA: ¡Ya sé! (Se chupa los dedos uno por uno) Dime lo que pasa si no quieres que brinque la barda y te toque la cara…

CARLOS: ¡Por Quetzalcóatl! ¿Estás loca?

MARIANA: Yo no soy la que necesita un “psiquiatra”.

CARLOS: ¡Está bien, ya! (Pausa) Han sido días muy difíciles sin saber cuándo va a terminar todo esto de la pandemia, me siento solo, no tengo a nadie cerca y siento que estoy engordando… (piensa) además, me corrieron de mi trabajo, ahora soy un pobre desempleado, sólo, triste y gordo en cuarentena, ¿necesitas otra razón?

MARIANA: Carlos… perdón, de verdad no imaginaba que fueras ¡tan mal actor! ¡Estoy harta! (Se sube a la barda, CARLOS se aleja)

CARLOS: ¡Estás loca!

MARIANA: Quizá.

CARLOS: Tu pie…

MARIANA: Voy a contar hasta tres.

CARLOS: Mariana, ¿qué tienes en el tobillo?

MARIANA: Uno…

CARLOS: De verdad, Mariana, tu tobillo…

MARIANA: Dos…

CARLOS: ¡Tienes sangre en el tobillo! ¿No te duele?

MARIANA mira su pierna y baja de la barda, se levanta el pantalón rápidamente.

MARIANA: ¡No estaba así en la mañana!

CARLOS: ¿Cuánto tiempo llevas con eso?

MARIANA: No, no sé…

CARLOS: Súbete bien el pantalón, quítate el zapato. Bueno. Espérate. ¿Podría ser de tu lado de la azotea? Ya sabes, la sangre se queda aunque la laves.

MARIANA: Estás muy enterado del tema.

CARLOS: ¿Nunca viste La ley y el orden?

MARIANA lo mira sospechosamente. Salta de su lado y se quita el zapato, su pie está casi negro. Carlos se sorprende.

MARIANA: ¿Está muy mal?

CARLOS: Tienes que ir al hospital. ¿No te duele?

MARIANA: Todo el cuerpo me duele…

CARLOS: Entra a tu casa, llama a Orlando y pídele una ambulancia.

MARIANA: Si quisiera una ambulancia llamaría directo a la ambulancia, no a tu amigo de intermediario. ¡Qué dijiste!, esta tonta ya cayó… no me voy a mover de aquí.

CARLOS: ¡Qué se te pudra la pata entonces!

MARIANA: ¿Qué puede ser tan malo como para no decirme?

CARLOS: Si no fueras tan prejuiciosa…

MARIANA: No soy prejuiciosa.

CARLOS: Habló la que dijo que los gay todo el tiempo están calientes.

MARIANA: Ay, ya, no te voy a juzgar.

CARLOS: Eso dices…

MARIANA: ¡Lo prometo! Voy a escuchar, voy a callar, y en una de esas hasta le marco a tu amigo. A estas alturas ¿qué podría pasar? Verse en vuelto en una conspiración puede ser más interesante que estar escapando todo el día de un perro.

CARLOS: No confío en ti.

MARIANA: ¡Ahora los pájaros le tiran a las escopetas!

CARLOS: Esa frase es de tía.

MARIANA: Qué majadería que me estés tratando así cuando yo sólo he sido amable contigo. Y mira que me lo pones difícil.

CARLOS: Tu propio perro te odia. No sé qué le habrás hecho. Seguro los maltratas o eres de esas locas que se los comen. Eso no es de gente amable.

MARIANA: Tú qué vas a saber de perros. Nunca has tenido, ¿no?

Silencio. Carlos la mira enojado.

CARLOS: Tuve uno y se murió. Después de él nunca me atreví a tener otro. Entendí el dolor que vivió Juan Gabriel cuando le escribí “Amor eterno” a Rocío Dúrcal. Algo muy fuerte tuviste que haber hecho para que ese cachorrito te retirara su lealtad.

MARIANA: Fui buena con él…

CARLOS: ¡Juras!

MARIANA: Luego de dormir un día entero, cuando me deprimí, pensé en él.

CARLOS: ¡Qué bella historia!

MARIANA: Recordé que tenía un perro encerrado en la azotea y estaba solo, como yo. Subí, y él estaba súper contento. Nunca tuve tiempo para que jugáramos pero ahora sí. Lo metí, lo bañé, le corté las uñas y el cabello, ¡quedó precioso! No sabía que eran bonito.

CARLOS: ¿Y entonces por qué le pusiste Hulk?

MARIANA: Tenía las uñas tan largas que cada que se rascaba se lastimaba la piel. Le curé una a una las heridas, créeme ¡tu dios en turno sabe que lo hice con cuidado!

CARLOS: Ganesha.

MARIANA: Pues Ganesha sabe que fue así. Dejé de darle las sobras para darle croquetas de las buenas porque estaba decidida a hacerlo bien. Al final sólo nos tenemos el uno al otro y podemos amarnos, pensé… hasta que me empezó a atacar.

CARLOS: ¿De la nada? Ajá.

MARIANA: Si algo hice mal te lo juro que no fue a propósito. Tres días fue el perro más amoroso del mundo pero al cuarto, empezó a esconderse de mí; lo llamaba y fingía no escucharme, iba por él a donde estaba y me gruñía. Un día me acerqué un poco y me mordió el tobillo y llevo dos semanas viviendo en ese infierno.

CARLOS: ¿Llevas tanto con esa herida? Tienes que ir al hospital.

MARIANA: ¡¿Y cómo voy a ir?! Todo se salió de control y ahora estoy aquí arrinconada.

CARLOS: Igual que tú lo tenías a él.

MARIANA: ¡Ya sé! Soy basura.

CARLOS: Ok, te voy a contar lo que me pasa, pero tranquila.

MARIANA: Pero soy una basura bonita, ¿sabes?

CARLOS: Mariana…

MARIANA: ¿Crees que lo hostigué? ¿De verdad soy tan insoportable? Por eso estoy sola. Todos se hartan de mí.

CARLOS: Mariana…

MARIANA: Tú ni siquiera querías hablarme, soy tan desesperante que, aún siendo la única persona en el mundo junto a ti, no quieres… Es que es difícil vivir sola. Sé que soy fuerte y me gusta que me vean así y esas cosas, pero a veces extraño a mi familia. Pero no están porque soy tan idiota que me quise quedar aquí. Y ahora todos están encerrados juntos mientras yo me muero en una azote/

CARLOS: ¡Mariana!

MARIANA: ¡¿Qué?!

CARLOS: Los. Los electrodo. Electrodomésticos me. Me atacan…

Silencio.

CARLOS: Ma…

MARIANA: ¡Shh! Dame dos segundos, por favor… tengo que procesar… ¿sí dijiste lo que creo que dijiste?

CARLOS: ¡Enloquecí! ¡simplemente enloquecí!

MARIANA: Sí. NO. No, no, no. Es el encierro, el encierro nos tiene alterados a todos…

CARLOS: ¿Desde. Desde el. Día. Día uno? Llevo ca. Catorce aquí arriba, ya. Ya perdí la razón.

MARIANA: Ok. Ahora estás tartamudeando.

CARLOS: ¡Ay, no! ¡Ya em. Empecé! Por. Favor. Ti. ¡Tienes que llamarle a Orlando!

MARIANA: Voy a bajar un momen… no, voy a seguir barriendo y… nos vemos luego.

CARLOS: No me dejes. Por. Por favor.

MARIANA: ¿Quieres que te encierren en un manicomio?

CARLOS: Ya. Ya estamos en. Encerrados.

MARIANA: A ver, cálmate. Cuando dices que los electrodomésticos te atacan… ¿quieres decir que caminan, les salen manitas de metal y te quieren matar?

CARLOS: Esto no es una. Una película de ciencia ficción, Ma. Mariana.

MARIANA: ¡Perdón, pero eso fue lo que dijiste!

CARLOS: No. Yo lo que dije es que los. Los electrodomésticos me ata. Atacan.

MARIANA: ¿Cómo?

CARLOS: S. Son ma. Malos.

MARIANA: ¿Hablas de… tú sabes… la… licuadora?

CARLOS asiente con la cabeza.

CARLOS: ¡La estufa y ella son muy amigas!

MARIANA: Déjame ver si entiendo… que… ¿el refrigerador es malo contigo?

CARLOS: ¡Ah! ¡El. El refrigerador es el peor de todos!

MARIANA: Necesitamos llamar a Orlando.

CARLOS: Entra a tu casa y háblale, por favor.

MARIANA: Ah, no, a mi casa no, ¿con ese engendro?

CARLOS: ¿En. Entonces?

MARIANA: Mira, tú sabes perfectamente que lo que dices es una locura, ¡eso es bueno! Los locos no saben que están locos. Bueno, menos en esa película en la que el loco estaba tan loco que les decía a todos que estaba loco. No importa. Sólo tienes que respirar y entrar por esa puerta para llamar a tu amigo. Tratar de suprimir las voces. Usa tu fuerza de voluntad.

CARLOS: No, no puedo.

MARIANA: ¡Carlos! Tienes que poder. ¡Sé un hombre!

CARLOS: ¡Entra tú!

MARIANA: ¡Ya te dije que no!

CARLOS: ¡A mí casa!, entra tú.

MARIANA: ¿Y el coronavirus?

CARLOS: Mira, tú cruzas de este lado y yo me pa. Paso para allá. No tenemos por qué tocarnos. Bajas sin tocar nada y lla. Llamas a Orlando, su teléfono está guarda. Guardado. Todo es muy simple. Ya después lavo el teléfono.

MARIANA: Ya está oscureciendo y le toca cenar a Hulk.

Se escucha el gruñido del perro.

CARLOS: ¿Quieres que entre ahí?

MARIANA: No va a hacerte nada, la bronca es conmigo.

CARLOS: ¿Qué hay de tus. Tus electro. Domésticos?

MARIANA: Ya están viejos para hacerte daño. Casi ni tengo.

CARLOS: ¿Se. Segura?

MARIANA: ¡Claro que estoy segura! Vivo con ellos. Los conozco bien. ¿Tenemos un trato entonces?

CARLOS y MARIANA caminan lentamente hacia la barda y cambian de espacio.

MARIANA: Las croquetas están adentro de la alacena, muévete rápido y revisa que tenga agua.

CARLOS: No los mires fijamente y pase lo que pase, no los escuches… ¿lista?

Ambos se acercan a la puerta. Carlos dobla su revista como arma, Mariana toma su escoba.

MARIANA: A la de tres.

CARLOS: Una.

MARIANA: Dos.

AMBOS: Tres.

Abren la puerta y salen de escena. Se escuchan las voces de CARLOS y MARIANA desde afuera.

CARLOS: Rápido, Carlos. Ra. Ra. Rápido.

MARIANA: Vamos a ver… Doctor Orlando, Doctor Orlando… ¿dónde estará el número?

CARLOS: Rápido, Carlos, rápido, rápido, rápido.

Se escuchan risas robóticas en la casa de CARLOS.

MARIANA: ¿Es neta? ¿Me estás grabando, verdad, Carlos? Eres uno de esos enfermos con filias raras.

CARLOS: ¡Hola, pe. Perrito! (Se escucha el gruñido del perro) ¡Hulk! ¡Qui. Quieto!

Se escuchan voces robóticas en la casa de CARLOS.

VOZ 1: Parece que tenemos visitas…

VOZ 2: No la molestes, se ve que más simpática que el otro baboso.

MARIANA: Esto ya no me está dando risa, Carlos.

VOZ 1: Carlos pensaba lo mismo que tú. Que era una broma (Se activa la licuadora) Ven, ven, acércate tantito. Te voy a contar un secreto.

MARIANA: ¡Carlos!

CARLOS: Ven cachorrito. Ven. (Hulk gruñe). No, tranquilo. A ver, ¿quién es un perro bonito?

VOZ 2: Estás muy bonita para ser su novia. ¿Qué eres?

Risas robóticas. Se escucha a MARIANA correr. Abre la puerta y cierra tras ella.

MARIANA: (Grita) ¡Carlos! ¡Carlos!

CARLOS abre la puerta.

CARLOS: ¿Qué pasó?

MARIANA: (Tartamudea) No estás loco, no estás loco, la licuadora me… la estufa… ellas me…

CARLOS: ¡Te dije que no las escucharas!

MARIANA: Perdón, Carlos, me asusté.

CARLOS: ¿Qué te dijo Orlando?

MARIANA: No le pude llamar…

CARLOS: ¡¿Qué?! ¡Teníamos un trato! … Ah… espera. Le puedo llamar de tu casa.

MARIANA: ¿No te atacó ese monstruo?

CARLOS: De hecho… te tengo una sorpresa.

Entra a la casa y sale cargando a Hulk, un french poodle divino. MARIANA se asusta.

CARLOS: No sé qué le había pasado a esta cosita bonita, pero creo que ya está bien.

MARIANA: ¡No, no te me acerques!

CARLOS: (camina hacia la barda) ¡Te está moviendo la cola! No va a hacerte nada…

MARIANA se acerca lentamente a la barda.

CARLOS: ¡Sólo quiere ir con mamá! ¿verdad que quieres ir con mamá? ¿quién quiere ir con mamá? ¡Ven! Yo lo agarro.

MARIANA: ¿Y el coronavirus?

CARLOS: Querida, loques ya estamos, si me he de morir mañana…

MARIANA se acerca a la barda y ambos acarician al perro.

CARLOS: Vente para acá, nadie va a volver a entrar a esa casa de locos.

MARIANA cruza la barda.

CARLOS: Fíjate que tenías razón, tus electrodomésticos son una dulzura…

MARIANA: ¿Te parece?

CARLOS: ¡Nada qué ver con los míos! ¡Ese refrigerador no paraba de decirme gordo!

MARIANA: ¿Quieres pasar a tomar algo? Total, si alguno está enfermo, ya nos contagiamos.

CARLOS: Bueno, pero nada más un rato. No te conozco lo suficiente para dormir en tu casa.

MARIANA: Como quieras, azotea hay mucha.

CARLOS: No estaría de más que Orlando también te revisara. A lo mejor es algo de eso de psicosis colectiva.

AMBOS entran en la casa de MARIANA, cierran la puerta tras ellos.

CARLOS: ¡Ay, Mariana, ya hasta quiero tener un perrito otra vez! Mira, tiene los ojitos de mi Simba. Voy a prender la tele. Llevo mucho desconectado.

Se escucha el audio de López-Gatell: “Quédate en casa, quédate en casa, quédate en casa”. Hulk comienza a ladrar.

CARLOS: ¡Hulk, no! ¡Quieto! ¡Hulk!

MARIANA: ¡Ah! ¡Te dije! ¡Te lo dije!

Se escuchan gruñidos, golpes y gritos desesperados de MARIANA y CARLOS. Ambos salen corriendo del lugar. Azotan la puerta.

CARLOS: Tu perro me mordió. ¡Se me va a caer la mano!

MARIANA: Te dije que estaba loco. Ah, pero no me creías.

CARLOS: Tú tienes la culpa por ponerle Hulk (el perro gruñe). Hay que apagar esa tele.

MARIANA: Yo no voy a entrar a esa casa.

CARLOS: ¿Y entonces?

MARIANA: Si quieres ve tú.

CARLOS: Ah, no, quién sabe qué me va a hacer tu cosa esa.

MARIANA: Pues aquí nos… Hay mucha azotea.

CARLOS: Yo llegué primero.

MARIANA: Entonces entra y apágala, tú la prendiste y re-enloqueciste a mi perro.

Silencio.

CARLOS: Podemos turnarnos para dormir y usar la cobija.

MARIANA: Sí. Gracias.

Silencio.

MARIANA: ¿Ahora qué?

CARLOS: ¿Quieres jugar a algo? (Mariana asiente) Am… ¿cuál es tu canción favorita de Juan Gabriel?

MARIANA: La de “no hay nada más difícil que vivir sin ti”.

CARLOS: Esa es de Marco Antonio.

MARIANA: Ah. ¿A qué hora dices que el vecino hace sus ejercicios?

CARLOS: ¡Oye! Es mío.

MARIANA: Sé un poco compartido. No es momento para ser egoístas. Ay, no.

CARLOS: ¿Ahora qué?

MARIANA: Me está empezando a andar del baño.

Poco a poco se oscurece mientras ellos discuten.



Textos intervenidos

Necesito pedirles un favor. Una cosa de nada, sencilla y sin chiste. No se vayan...

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Repaso esto varias veces por día. Hago ejercicios de memoria. Para que no se me...

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Poco a poco, irá anocheciendo. Fran cubre una charola con aluminio para meterla al horno....

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Un cuarto vacío, una mesa, cuatro sillas y un refrigerador. Sobre la mesa hay un...

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Un potente reflector ilumina a MAGDA, mujer trans (36), hermosa, teñida de rubio, lleva un...

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Déjame decirte que te estás preocupando por mí en el quinto día, ¿qué estabas haciendo...

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El niño se puso sus tenis negros porque son los que corren mejor La ciudad...

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Tu texto es mi texto

A partir de una convocatoria para crear dramaturgias cortas en periodos de horas, se inició...

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Inicialmente serían 5 los participantes, pero dado el entusiasmo y cantidad de interesados, ampliamos la...

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Los temas ya fueron seleccionados. ¡Conócelos aquí!

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Se enviarán a l@s participantes vía correo electrónico, la lista con los 4 temas elegidos,...

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El rumbo de la pluma cambia de dirección Tras el sorteo de escritos en este...

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Una vez más l@s participantes contaron con 24 horas para intervenir el texto asignado por...

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escenógraf@s y vestuaristas se podrán sumar a este proyecto, escogiendo alguno de los textos finales...

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Las propuestas de los creativos seleccionados, se compartirán en esta página.

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Tenemos todas las piezas del rompecabezas listas y ahora tú nos ayudarás a decidir cuál...

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El proyecto ganador se dictaminará después de un minucioso conteo de las votaciones en Redes...

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Infórmate sobre las etapas del Jam de Dramaturgia Tu texto es mi texto.

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Ésta no es una convocatoria más, para concursar y ser coronado como “El mejor”. Ésta...

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En la mesa sigue el parqués – Tania Yabel Mayrén Degollado y José Emilio Hernández Martín

En la mesa sigue el parqués

En la mesa sigue el parqués

por Tania Yabel Mayrén Degollado y José Emilio Hernández Martín

PERSONAJES

AZUL-HERMANO -> ES MEDIO BRUTO

ROJO-MADRE -> POCO PACIENTE, PERO DECIDIDA. LE GUSTA SHAKIRA

VERDE-PADRE -> AUSENTE

AMARILLO-HERMANA -> FEMINISTA

EL REFRIGERADOR-CIERTAMENTE, UN REFRIGERADOR -> POCO QUE AGREGAR

REGLA ÚNICA

TODA VEZ QUE UN MISMO PERSONAJE TENGA DOS LÍNEAS DE DIÁLOGO CONSECUTIVAS, SE CONSIDERA QUE UNA DE SUS FICHAS AVANZA UNA CASILLA. GANA QUIEN ACUMULE CUATRO PUNTOS, ES DECIR, QUE SUS FICHAS AVANCEN CUATRO CASILLAS. ES DECIR, QUE JUNTEN CUATRO VECES LÍNEAS DE DIÁLOGO CONSECUTIVAS A LO LARGO DE ESTE TEXTO.

EJEMPLO.

AZUL. Hola, cómo estás

[silencio]

AZUL. Si nadie me va contestar, díganme: no te vamos a contestar.

AHÍ, EL JUGADOR AZUL SUMA UN PUNTO O LO QUE ES LO MISMO, AVANZA UNA CASILLA. GANA QUIEN AVANCE CUATRO CASILLAS PRIMERO.

YA SABEMOS QUE ASI NO SE JUEGA PARQUÉS, PERO QUÉ LE VAMOS HACER. ESTE ES NUESTRO JUEGO, HÁGANSE EL SUYO.

 

PRIMERA PARTE

[Un cuarto vacío, una mesa, cuatro sillas y un refrigerador. Sobre la mesa hay un juego de parqués a medio jugar. En la esquina descansan repletos con agua y croquetas los trastes de Gat-ell, el perro de la familia con complejo de gato. ROJO, 60 años está sentada, espera. Después de una pausa larga entran por el refrigerador AZUL, 27 años y AMARILLO, 35 años. Es 2040]

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CERO-2040

AZUL [entrando por el refrigerador]. Yo soy azul.

AMARILLO [entrando por el refrigerador]. Yo soy amarilla.

AZUL. Mamá es…

ROJO [levantándose]. Roja. Llevo horas, días, meses, tiempo que pasa años aquí. Esperando.

AZUL. ¿Y papá…?

ROJO. Su papá sería la ficha verde, pero su papá no está.

AMARILLO. ¿A dónde fue?

ROJO. Le dieron luz verde, como su color, y se fue a la mierda. No me pidió ni que les dijera adiós. No dijo nada. Se fue. A la mierda. Esto que sigue se lo voy a decir al público, denme un minuto: Hay muchas formas de jugar parqués, primero/

AMARILLO. Pero mamá, estamos solos.

AZUL. Nadie vino a ver la obra y debemos quince mil pesos en taquilla.

ROJO. Me vale. Primero: hay cuatro jugadores. Azul, amarillo, rojo y verde. Cada jugador tiene cuatro fichas de su color. Hay 無限 en el tablero y sólo puedes avanzar si en el dado te cae número par, el reto es llevar a toda tu familia de fichas a la meta porque sí, este es un juego familiar y tiene que ver con el trabajo en equipo. El color que llegue con todas sus fichas al centro es el ganador porque siempre alguien tiene que ganar, no lo digo yo, lo dice la vida y la biblia, creo. Es un juego colombiano que deriva de un juego de la india y también existe una versión española. En 1979 cuatro chamacos ridículos se pusieron el nombre de la versión española, “Parchís” y Shakira lo menciona en la mejor canción que pudo haber creado/

AMARILLO. ¿Ella?

ROJO. Me dejas terminar. En la mejor canción que puedo haber creado alguien en el Mercosur. Inevitable, quinto verso, primera estrofa: Juego mal hasta el parqués…”

AZUL. Creo que lo va hacer de nuevo.

AMARILLO. Capaz que se le va olvidar.

AZUL. La esperanza muere al último.

ROJO. Manos arriba y un, dos, tres.

AMARILLO. Ahí vamos otra vez.

ROJO. Si es cuestión de confesar/ no se preparar café y no entiendo de futbol/ Creo que alguna vez fui infiel/ juego mal hasta el parqués y jamás uso reloj

AZUL. Y para ser más franca/ nadie piensa en ti como lo hago yo

AMARILLO. ¡El cielo está cansado ya de veeeeeer la lluvia caeeeeeer!

ROJO. No, no, no viene lo de: Aunque te de lo mismo y después lo de: Si es cuestión de confesar/ nunca duermo antes de diez ni me baño los domingos. Es así, suavecito

AZUL. No puede ser que todavía no te la sepas.

AMARILLO. Es que esa es la parte que más me gusta. Igual, eso ahora no tiene nada que ver, estamos hablando de otra cosa.


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UNO-2040

AZUL. Hace veinte años hubo una epidemia.

AMARILLO. Una pandemia. Bruto.

AZUL. Bueno, existió una enfermedad horrible en todo el mundo.

AMARILLO. Por eso se llama pandemia, bruto. Ash.

AZUL. Bueno, ya.

AMARILLO. Yo tenía quince años.

AZUL. Y yo tenía siete.

AMARILLO. Y eras insoportable. Todavía.

AZUL. ¿Y tú no?

AMARILLO. Todos tuvimos que quedarnos encerrados en nuestras casas a morir de aburrimiento…

AZUL. Lo mejor fue dejar de ir a la escuela.

AMARILLO. Sí, porque la miss no podría regañarte desde la computadora/

AZUL. Jugar videojuegos… Y COMER, CARAJO. Y COMER TODO EL DIA.

AMARILLO. A los quince días de que declararon cuarentena, corté con mi novio…

AZUL. Pero sólo el inicio fue divertido. Después/

AMARILLO. Me di cuenta de que me gustaba mi vecina.

AZUL. Nos cortaron la luz y/

AMARILLO. Me di cuenta de que ni la pandemia ni cortar con mi novio eran lo peor. Lo peor. Lo peor no era tener luz o no. Lo peor era no tener internet.

AZUL. A ti era lo único que te importaba.

AMARILLO. Y la vecina.

AZUL. El internet.

AMARILLO. El internet. Y la vecina. Me acuerdo de que la escuchaba bajar las escalera y rápido corría a verla por la mirilla y suspiraba/

AZUL. Y yo comí como diecisiete gansitos. Una locura.


___________________________________

DOS-2020

AZUL. Faltan dos días para que finalice la cuarentena. Ahí. Par. Me anoto uno.

AMARILLO. Qué.

AZUL. No, nada.

AMARILLO. Papá no ha regresado.

AZUL. Ya. Quita esa estúpida lista de reproducción.

AMARILLO. ¿Cuál?

AZUL. No te hagas.

AMARILLO. ¡¿La de SHAKIRASHAKIRA?! No, me da vida.

AZUL. Me desintegro.

AMARILLO. Además, no hay internet. A ver tú por otra cosa.

ROJO. A mí también me gusta. No la quites.

AZUL. Voy a jugar con Gat-ell.

AMARILLO. Esta bien que esto lo diga al público, ¿nadie tiene problema?

[Silencio]

AMARILLO. Gat-ell es SU perro. Ahí. Par. Avanzo

AZUL. Pero se porta como un gato.

AMARILLO. Un gato necio y huraño… Súper mamón.

AZUL. Gat-ell mi perro no muerde. Rasguña.

AMARILLO. No maúlla, pero jamás lo hemos oído proferir un ladrido.

AZUL. Jugamos con su bola de estambre o yo me duermo y él se hace el dormido. No se cansa de estar contigo.

AMARILLO. Es porque ya no te soporta. Bruto.

ROJO. Ya déjalo…

AZUL. Sí odiosa. Déjame. Es mi perro y a los perros les encanta estar con sus dueños.

ROJO. No le digas odiosa a tu hermana. Por favor. Respétense, si no lo hacen entre ustedes que son hermanos, imagínense si la otra gente los va respetar. Respeto en esta casa.


___________________________________

TRES-2040

AZUL. Creo que todo fue culpa mía. Cuando Gat-ell llegó a la casa yo era muy chiquito y mi mamá dice que yo en lugar de decirle perro, le decía gato.

ROJO. Un primor, mi niño.

AZUL. Gat-ell, Gat-ell Gato él. Mis primeras palabras, según mi mamá.

ROJO. Luego desapareció. El perro.

AZUL. El día que cortaron la luz.

ROJO. Se perdió adentro del departamento.

AZUL. Adentro.


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CUATRO-2020

ROJO (grito ensordecedor). La luz. No puede ser. Par, me anoto uno.

AZUL. Desapareció Gat-ell.

AMARILLO. Qué

AZUL. Mami, ¿no has visto a mi perro?

ROJO. No, Rey. Hija, ve a ver si la vecina tiene luz

AZUL. Va, así como viene, aunque no hay nadie. Oigan, sí. Me llamo Rey. Prohibido burlarse, ok

[Silencio]

AZUL. Va mi par y me anoto. Llevo dos. Truchas ¿Gat? ¿Gaty? Bichito ¡Gat-ell!

AMARILLO. De seguro ya está harto de jugar contigo y de que lo trates como gato ¿Te gustaría que te tratara como perro?

ROJO. Aquí nadie ve tratar a nadie como perro. Se están en paz.

AZUL. A público: Ella es mi hermana y por si no se habían dado cuenta piensa que soy un inútil.

AMARILLO. Eres un bruto y un inútil. Inútil porque no sirves ni para criar a un pobre cachorro. Y bruto nada más porque estás bien bruto.

AZUL. Claro que no.

AMARILLO. A ver quién descubrió América.

AZUL. Hernán Cortés, mensa.

AMARILLO. ¿Y Cristóbal Colón qué hizo, las Cruzadas? Bruto.

ROJO. Ya. Uno se pone a buscar al gato, digo, al perro y la otra se va preguntar si la vecina tiene luz.

ROJO. La comida. Abran ese refrigerador. No puede ser. Nos vamos a tener que acabar toda la comida o se va echar a perder ¡Ahhh! El refrigerador está lleno todavía. Es la comida para un mes.

AMARILLO. Tranquilízate. Cortaron la luz.


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CINCO-2040

ROJO. Nos cortaron la luz a los quince días de la cuarentena. Me di cuenta de que cuando te cortan la luz de algún modo ya tocaste fondo. Te cortan la luz, y tientas el abismo un poquito. Inmenso. Duro, como obsidiana y punzante y filoso. La verdad ya llevábamos más de un año de no pagarla, desde antes de que se fuera él. Y no la pagábamos no porque no pudiéramos, trabajábamos los dos, pero de algún modo yo. Yo no podía. Algo en mí no podía, estaba deprimida, detenida. No entendía muy bien lo que había hecho con mi vida y no podía pensar en otra cosa ¿Era madre o era mujer? Yo lo daba todo por él, por mi hija, por mi hijo. Pero ella creció y me hizo darme cuenta de otras cosas.

ROJO. Ese 2020 fue un año muy diferente a todos, antes de la pandemia fue la revolución feminista. Mi hija tomó su prepa con otras compañeras y se quedaban a dormir ahí y yo, bueno yo empecé a tener problemas con su papá porque la apoyaba a ella, a mi hija. A nuestra hija. Tampoco me gustaba que no llegara a casa, pero entendía lo que estaban pidiendo porque yo también lo pedía en el fondo, pero no sabía ni cómo ni/ ¡Pues obvio que la iban a cortar! Tarde o temprano la iban a cortar, pero jamás pensé que se atrevieran en plena cuarentena. Infelices. Cerraron las oficinas. No podía hacer la re-conexión. Una mierda. Ahí está mi par. Llevo dos.

AMARILLO. Y yo tenía que cargar mi celular en el estacionamiento del edificio y colgarme del internet de la vecina, quien no tuvo problemas con darme su clave del wifi, que anoté mal a propósito dos veces con el pretexto de volverle a tocar. Tres veces fueron, ya me acordé.


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SEIS-2020

AZUL. Préstame tu teléfono.

AMARILLO. ¿Para qué lo quieres?

AZUL. Para buscar a Gat-ell.

AMARILLO. Y dale con ese perro.

AZUL. Ándale.

AMARILLO. ¿Cuántos días lleva perdido?

AZUL. Tres.

AMARILLO. Siempre me lo dejas todo cochino.

AZUL. Préstamelo, ya lo andaría buscando.

AMARILLO. Te vas acabar la pila.

AZUL. Te prometo que yo bajo a cargarlo al estacionamiento, ¿sí?

AMARILLO. Me lo limpias, eh.


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SIETE-2020

AMARILLO. El 8 de marzo de 2020 ocurrió una de las manifestaciones de mujeres más grandes de la historia de nuestro país, al día siguiente, el 9 de marzo, se hizo un paro feminista nacional en el que todas las mujeres nos ausentamos por un día. Mi par y me anoto uno. Empate.

ROJO. Mi hijo se fue a casa de mi hermano con sus primos y mi cuñada, mi hija y yo, fuimos a la manifestación. Enorme, y luego llegamos a casa de… ¿cómo se llamaba la chica?

AMARILLO. ¡Fátima!

ROJO. Fátima. Fíjate que ya no me acordaba de eso. Prima de mi cuñada.

AMARILLO. No eran primas. Bueno, el caso es que pasamos la noche en la casa de la mejor amiga de mi tía. Una guitarrista de punk guapísima que nos enseñó a sembrar marihuana y hacer hot cakes con/

ROJO. Pero bueno. Sí, pasamos con ella el 9. En paro. Todo el día.

AMARILLO. Celulares apagados.

ROJO. Todo. Incomunicadas. Ni el radio prendimos ni la tele. Hasta el día siguiente, el diez.

AMARILLO. Regresamos a la casa y mi papá no estaba.

ROJO. Él se había ido. Se fue, no sé, quizá entendió todo al revés. Nos dejó.


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OCHO-2040

AZUL. Creo que estar confundido es parte de mi naturaleza y mi madre, un ángel, siempre me celebró mis confusiones en lugar de corregirlas. Decía.

ROJO. Ésta siempre va ser tu casa, hijo. Eso decía.

AZUL. Ésta, esta casa, sobre la que estás parado. Siempre vas a ser bienvenido.

ROJO. Siempre

AZUL. Y aquí sigo. Tuve un perro al que llamé Gato… Gat-ell se le quedó cuando la cuarentena, por el éste, el subsecretario, ¿quién era?

AMARILLO. El secretario de salud.

AZUL. No era subsecretario.

AMARILLO. ¿Importa?

AZUL. Se llamaba López-Gatell. Gatell. Gat-ell, como mi perro.

ROJO. Yo le pude haber dicho: No, Rey, cómo Gat-ell, es un perro no se puede llamar Gat-ell porque es un perro. Pero no lo dije.

AZUL. Y cuando le pregunté por mi papá, ella pudo decirme:

ROJO. No sé dónde está, Rey. Tu papá se fue y no sé cuándo va a volver.

AZUL. O pude haberle preguntado: ¿Por qué se fue mi papá?

ROJO. Y yo pude hacer contestado: No sé.

AZUL. Pero no dijo nada. cerró la puerta de su cuarto y ahí se quedó hasta que declararon la cuarentena y salimos al supermercado a comprar de todo, hasta lo que jampas habíamos necesitado. Lo guardamos todo en el refrigerados y volvió a encerrarse en su cuarto hasta que cortaron la luz y todo se quedó oscuro.

 

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NUEVE-2020

ROJO. ¿Han comido huevos divorciados? Son como los rancheros, pero a un huevo se le pone salsa verde y al otro huevo salsa roja. Los dos van montados en tortilla de maíz frita. Los dos van estrellados. Para quien se los come son deliciosos, pero para los huevos no es tan divertido. Algo así es el matrimonio, como los huevos divorciados. Las salsas están juntas, pero cada una habita su lado del plato. Cada salsa baña su propio huevo. Ablanda su propia tortilla. Están juntos, pero viven completamente separados.


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DIEZ-2020

AMARILLO. Entonces te vas a esperar a que cargue toda la pila allá abajo.

AZUL. Sí.

AMARILLO. Otra cosa.

AZUL. ¿Qué?

AMARILLO. Tu te encargas de limpiar el refrigerador con mamá.

AZUL. Ok.

AMARILLO [Prestándole su teléfono). Ya sabes como funciona.

[Pausa]

AZUL. ¿Por qué se habrá ido?

AMARILLO. ¿Quién?

AZUL. Todo, todo lo que quiero se va. Mi perro, mi papá.

ROJO. Ese refrigerador apesta ¿Cuándo demonios lo vamos a limpiar?


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ONCE-2020

AMARILLO: Los primeros días del fin del mundo se trataron de ostracismo, de atardeceres en la azotea y de robarle a mi mamá los antidepresivos. Té por las tardes, café por las mañanas. Empecé a fumar cigarrillos y a sembrar mi propia hierba. El fin del mundo sin luz sabe a silencio y a atún enlatado, huele a parafina y a fleco quemado, el apocalipsis personal de la vela en extinción dentro del frasco de mayonesa industrial. No saber hacer ni mayonesa casera. El ser humano contemporáneo es una vergüenza para la especie.

A falta de luz tuve que hacerme un estricto itinerario de ave: despertar al amanecer y dormir cuando se mete el sol. El sol es un ser curioso, extrañamente honesto, solo deja verse de frente dos veces al día, en el amanecer y en el ocaso. Si lo ves en cualquier otro momento te lastima la vista. Te hace que te duelan los ojos.

 

INICIO DEL INTERMEDIO MÚSICAL

ROJO. Amiga, tengo el corazón herido/ el hombre que yo quiero se me va/ lo estoy perdiendo/ estoy sufriendo/ llorando de impotencia/ no puedo retenerlo

AMARILLO. Amiga, mientras quede una esperanza/ Tú tienes que luchar por ese amor/ Si es el hombre de tu vida/ No te des nunca por vencida/ Que vale todo si se lucha por amor.

ROJO. ¿Cómo puedo hacer?

AMARILLO. Entrega todo.

ROJO. Todo se lo di.

AMARILLO. Intenta un modo.

ROJO. No es posible que se pueda querer más.

AMARILLO. Pensando así lo perderás.

ROJO. Y si él se va.

AMARILLO. Lo habrás perdido.

ROJO. Qué me quedará.

AMARILLO. Lo que has vivido.

ROJO. Tu consejo no me aleja del dolor

AMARILLO. Son cosas el amor.

FIN DEL INTERMEDIO MUSICAL

SEGUNDA PARTE


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DOCE-2020

ROJO. ¡Arriba holgazanes! Ese refrigerador no se va limpiar solo.

AMARILLO. Vamos.

AZUL. Otro ratito.

AMARILLO. Hago yoga y ya…

ROJO. AHORA HOLGAZANES DESOBLIGADOS BUENOS PARA NADA MALOS PA TODO ÓRALE ARRIBA.

[ROJO abre la puerta del refrigerador]

AMARILLO. APESTA.

ROJO. Sí, apesta. A ver, pásame una bolsa de plástico.

AZUL. Qué asco.

ROJO. Ay sí, qué asco, qué asco. Mañana va estar peor. Entonces o nos ponemos ahorita o dejamos que nos devoren las criaturas del refrigerador.

AMARILLO. La ensalada.

ROJO. Te dije que te la comieras.

AZUL. Guácala.

ROJO. ¡Rey!

AZUL. Qué.

ROJO. ¿Qué hace esto aquí muerto de la risa?, te dije que se lo pusieras a tu perro no que lo dejaras enfriar. Condenando muchacho, ahorita vas a ver.

AMARILLO. El collar de Gat-ell.


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TRECE-2040

AZUL. El collar de Gat-ell apareció dentro del refrigerador. Pero solo el collar. Mi perro no estaba. A los siete años -obviamente- lo primero que pensé fue que se lo había tragado el refrigerador o que se había perdido por ahí adentro y se había vuelto agua en la caja de las verduras, junto a las lechugas y los jitomates. Pero no. Mi perro estaba desaparecido, como mi papá. De mi papá no encontramos no encontramos ninguna pista en el refrigerador.


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CATORCE-2020

ROJO. ¡Estoy harta!

AMARILLO. Qué.

ROJO. Gatell.

AZUL. ¿Mi perro?

ROJO. No, el secretario de salud.

AMARILLO. ¿Ahora qué?

ROJO. Otro mes.

AMARILLO. Ya lo sabía.

ROJO. Ay, tú. Sabelotoda.

AMARILLO. Lo dije con furia y estupefacción.

ROJO. Voy a ver qué onda con la luz. No podemos seguir así.

AZUL. No salgas, no queremos que te enfermes.

AMARILLO. No podemos estar otros cuarenta días sin luz. Yo te acompaño.

AZUL. No vayan.

ROJO. Vamos a ir los tres y se están sosiegos. Necesitamos salir ya.


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QUINCE-2040

AZUL. Fue divertidísimo.

ROJO. Fue el único día que salí, no solo de la casa, fue el único día que salí de mi recámara.

AMARILLO. Primero nos hiciste unos cubre bocas con unas playeras viejas, ¿verdad?

AZUL. Sí. Me acuerdo que le pediste que le cosiera un pedazo de encaje de tus calzones.

AMARILLO. Para gustarle a la vecina.

AZUL. La verdad es que estaba muy guapa

ROJO. Bueno, hice los cubre bocas a mano. Salieron horribles, pero a mis hijos les gustaron

AMARILLO. Y salimos de la casa,

AZUL. Salimos a la calle.

ROJO. Ya tenía varios días que todo lo teníamos que pedir para llevar.

AMARILLO. Para traer.

[Pausa]

AMARILLO. La verdad sí parecía el fin del mundo. Me anoto uno, por ese par que me acaba de salir.

AZUL. Nos subimos al metro.

ROJO. Vacío.

AMARILLO. Pero no fue el fin del mundo.

ROJO. Llegamos a las oficinas de electricidad y arreglamos el asunto.

AMARILLO. ¡Luz!

AZUL. ¡Comida!

AMARILLO. Internet.

AZUL. Cálmate, si nunca dejaste de tener.

ROJO. Regresamos a la casa y encendí todo. Todas las luces los aparatos. Conecté el refrigerador. Prendí la licuadora y licué agua simple y después me solté a llorar. Pienso que fue por la luz, cuando las luces están prendidas una se da cuenta de las cosas que faltan.


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DIECISÉIS-2020

AZUL. ¿Cuándo va regresar mi papá?

AMARILLO. No sé.

ROJO [llorosa]. ¡Y Gat-ell! Tampoco ha aparecido él, eh.

AZUL. Yo creo que se lo tragó el refrigerador.

ROJO. Cómo crees que el refrigerador se va tragar a tu perro, qué eres bruto o qué te pasa.

AMARILLO. Es tu hijo, ¿por qué te pones así?

ROJO. Yo creo que se te salió cuando no había luz y no te diste cuenta.

AZUL. Podríamos hacer cárteles.

AMARILLO. Eso hubiera estado bien el día uno.

ROJO. Y pegarlos dónde, en el baño para que los vea el inodoro.

AMARILLO. Ya no te tienes que poner así.

ROJO. Perdón, ya no sé qué hacer. No sé. Su papá. No se dónde está su papa. Eso dije, aunque me hubiera gustado decir: Me siento triste y asustad, ya no sé qué hacer. El estrés se me instaló en la espalda e hizo de ella su trinchera y allí caen las bombas y se refugian los soldados anémicos. Me duele la cabeza de angustia. Me siento sola y sé que no debería porque están ustedes aquí, mis hijos. Mis hijos. Eso pude haber dicho.

AZUL. Pero no lo hizo.


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DIECISIETE-2040

AMARILLO. Y pues sí, todo estaba detenido, esa noche mi mamá se volvió a encerrar y este mocoso a sus siete inútiles año no tenía mucho qué hacer. No me quedó otra, me puse los tres tapabocas juntos y me fui a reportar la desaparición de mi papá al MP. Yo sola, de quince años. Los policías se sorprendieron de que llevara más de un mes desaparecido: ¿Cómo? Somos una familia rara. Nos tomamos muy en serio todo. A mi papá le tocaban las fichas verdes en el parqués y el parqués sigue en la mesa de la casa. Mi mamá sigue encerrada en su cuarto y mi hermano sigue buscando a su perro que, por cierto, también está desaparecido y se llama como el secretario de salud. Se rieron, pero me levantaron el acta. Lo buscamos. Un par y una más para mí. Cuatro.

AZUL. De mi perro Gat-ell no hicimos carteles. Al final, me convencí de que quizá sí estaba harto de mí y me abandonó.

AMARILLO. Un perro siempre quiere estar con su dueño, tú dijiste eso.

AZUL. Como sea, no apareció y mi papá tampoco.

AMARILLO. Pero de él sí que hicimos carteles. Los difundimos en las redes sociales, por internet. En la calle ya no había alma que los viera.

AZUL. La dichosa cuarentena duró más de lo que todos creíamos.

AMARILLO. Y cuando acabó todo era tan raro.

AZUL. Fue tan raro empezar otra vez.

AMARILLO. Que decidimos volver a nuestras casas. Primero unos pocos se aferraron a estar en la calle.

AZUL. Intentaron normalizar todo de nuevo, pero. Solo no se pudo.

AMARILLO. Nosotros volvimos a quedarnos encerrados, esta vez por propia mano, unas semanas después de que se levantara la cuarentena.

AZUL. En menos de un mes las calles estaban vacías de nuevo. Hicimos nuestra vida en casa. Creamos un hábitat interior.

AMARILLO. Una geografía, un mapa que nos dejara desplazarnos dentro de nuestra casa. Nos volvimos un terrario.

AZUL. Mamá estaba de buen ánimo, sobre todo los primeros años. Decía que, si papá decidía volver, encontraría todo tal y como cuando lo dejó cuando se fue.

AMARILLO. Pero era una esperanza ingenua como todas las esperanzas. Y rota.

AZUL. Y mamá envejeció de tanto esperarlo.

AMARILLO. En cuanto a nosotros, pues nosotros qué íbamos hacer. Esta era nuestra casa, además, seguimos jugando y voy ganando.


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DIECIOCHO-2020

ROJO. Siéntense ahí, ustedes van hacer mi público y de paso les digo cosas que me pasan por la cabeza. Era lógico que se fuera. O no era lógico que se fuera. Es pregunta, ¿habrá tenido otra mujer? ¿O un hombre? No creo, bueno, no sé. Desde que se fue vivo en mi recámara, ésta se volvió mi casa dentro de mi casa y pongo todos los días la misma canción: Inevitable, de Shakira. A él y a mí nos gustaba mucho Colombia porque ahí fuimos de luna de miel y nos gustaba harto todo lo relacionado con Colombia, por eso jugábamos parqués y nos gustaba Shakira. Me da vergüenza que sepan estas cosas, ya sé que eres feminista, hija, pero es lo que siento. No puedo evitarlo, como la canción, todas las tardes y las noches y las mañanas la pongo en mi celular y la oigo con los audífonos. Canto bajito, entre las cobijas. La susurro quedito: “El cielo está cansado ya de ver la lluvia caer/ y cada día que pasa es uno más/ parecido ayer…” Y luego esa parte que nadie entiende bien. Aquí Shakira dice algo así como: yoshabadinoséqué. Y lo que en realidad dice es: y todo sin ti es tan aburrido. Luego, más adelante lo vuelve hacer y dice: ya buscaré qué hacer conmigo, lo busco en letras.com y todo cobra sentido. Empiezo a levantarme.


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DIECINUEVE-2040

ROJO. Sí pasó tiempo, me costó trabajo. Cuando salí de la recamara hasta vi a mis hijos más grandes. Cambiados. Me dio susto, el mundo también, diáfano, les había pasado por encima. Habían reportado la desaparición de Antonio y se habían hecho cargo de sus vidas. Sin mí. Entonces pensé que tenía que hacer algo. Lo que sea, algo que me hiciera sentir una emoción. Mis hijos tenían una estructura propia en la casa, habían dividido en partes iguales el departamento. Hicieron su vida en el interior y yo me había quedado años y años en mi propia madriguera como un topo. Escuchando una y otra vez la misma canción. Interpretando los ruidos del afuera, poniéndole nombres a las cosas y escuchando, en silencio, como mis hijos crecían. Entonces decidí salir y hacer algo. Ir a Colombia, por ejemplo. Ese es un par. Y me anoto uno. empate.

TERCERA PARTE


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VEINTE-2020

[El refrigerador empieza a emitir luz propia, se abre su puerta. Ya está vacío]

EL REFRIGERADOR. Guardo más secretos que un baño público. Exagero. Pero soy el galán de la cocina y me cabe todo. Para la cuarentena me llenaron a tope. Full. 25 kilos de comida como mínimo. Sentía que se me acababa el aliento. Jamón, queso y mayonesa como para hace run millón de sándwiches. Mermeladas de fresa y de chabacano, pastel de pollo, pizza fría, leche deslactosada, leche entera, leche fría, como el gusta a Rey. Después del apagón, la mitad de la verdura se me pudrió adentro. Los jitomates fueron los primeros en perecer, las papas se salvaron. Los muchachos decidieron freírlas a la francesa. Las lechugas y las espinacas que se empezaron a pudrir en la caja de vegetales, me dieron un peculiar aroma como a ciénaga. En un refrigerados pueden vivir infinidad de ecosistemas y la química de los alimentos puede hacer cosas extrañas si se combinan los ingredientes necesarios. Por ejemplo, si se mezcla una lechuga con el jitomate desaparece un perro y se va a otra dimensión. Si se mezclan los ingredientes tóxicos de la salsa verde y la salsa roja cuando se echan a perder desaparece el papá de Rey. Si se mezcla yogurt de fresa con restos de atún, Andrea perderá la virginidad y si se mezcla esto con lo otro y las lactosas se dan vuelta sobre los nabos, igual una combinación difícil, se cumple un deseo. El que sea. Yo no soy un refrigerador cualquiera. Aparte de hacer magia y combinaciones que pueden alterar el orden cósmico, me gusta mucho cantar. Shakira, me gusta cantar las canciones de Shakira. Un fenómeno, la muchacha, verdaderamente, una fuera de serie. Pero si alguien se entera de esto, si alguien me escucha hablar. Me botan. Y eso es lo peor que le pueden hacer a un refrigerador, echarlo a la calle. Porque un refrigerador es como un perro, siempre quiere estar a lado de sus dueños.


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VEINTIUNO-2040

[La luz del refrigerado se intensifica y empieza a emitir ruidos muy extraños, se escuchan ladridos. Por el refrigerado entran VERDE y GAT-ELL]

VERDE. Se preguntarán qué hace ese juego de mesa ahí, en la mesa. Perdón, seguimos jugando. Espero. El siete de marzo de 2020, sábado por la noche, estábamos jugando hasta que Martha se levantó harta y se fue a dormir. Ya llevaba varios días así. Al otro día ellas se fueron a la manifestación. Claro que me hubiera encantado ir con ella, pero respeto su espacio. A ellas las respeté siempre, claro que no podía estar de acuerdo con que mi hija se quedara a dormir en la prepa, estamos hablando de su seguridad, pero, ¿la marcha? Iba con su tía y su mamá. Mi hijo se quiso quedar con sus primos y yo me quedé solo en la casa el día del paro. Me compré unas cervezas y me puse a reflexionar sobre el tema ¿Cómo hombre, ¿qué podía hacer yo? ¿Cuáles eran mis privilegios? ¿Cuál era mi posición como hombre en un movimiento feminista, cómo y cuándo apoyar? Saqué mi teléfono y me puse hacer unas notas de voz. Estaba convencido de que iba a escribir un ensayo al respecto. Era padre de una feminista o soy padre de una feminista, ya no sé cómo decir las cosas. Y claro que iba a estar con ella, pero no sabía cómo y sentía que todo lo que decía o hacía estaba mal.

VERDE. Me había tomado ya dos cervezas e iba por la tercer. Concluí una idea y fui al refrigerador pensando en lo que escribiría para terminar mi ensayo. Y fue en ese momento que pasó. Abrí la puerta y me succionó. Pasé por el valle de la ensalada de atún y por el reino del cátsup y la mostaza. Atravesé la tierra de las carnes congeladas, donde encontré a Gat-ell igual de confundido que yo. Recorrimos juntos el valle pastel y el continente pútrido. Toda la inmensidad que devoramos: leche, huevos, la canasta básica, la canasta no tan básica, la canasta clase media y la canasta premium. Mundo olivo. Bosque verdura. Villa quesadilla. Suit manchego. Balneario gaseosa. Toboganes de PET. Para Gat-ell y para mi pasaron veinte años en veinte segundos y ya no podemos regresar. Un par. Me anoto una.

[VERDE y GAT-ELL vuelven a ser succionados. Por el impulso y la energía del cambio inter-dimensional, el refrigerador da vueltas sobre sí mismo, se eleva, flota, gira de un lado para otro, salta y cae al piso. Entra ROJO con una maleta]

ROJO. ¿Antonio?

[ROJO observa el tablero, identifica la ficha verde en una casilla. Sonríe]

PARTE FINAL


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VEINTIDÓS-2020/2040

AZUL. Esta historia sucedió hace veinte años.

AMARILLO. Esta narración sucederá dentro de veinte años.

AZUL. ¿Hoy es el presente?

AMARILLO. ¿Cuántos atardeceres puede haber en un día?

AZUL. Huele a gansito.

AMARILLO. ¿Tienes hambre?

AZUL. Ojalá todo esto no hubiera pasado.

AMARILLO. ¿Y mamá?

AZUL. Está entre “el público” Sentada en la tercera fila, justo en medio.

AMARILLO. Mamá pudo haber hecho muchas cosas, entre las miles de cosas que pudo o no pudo haber hecho, esto fue lo que sí hizo.

ROJO. Salgo de mi habitación y después salgo de mi casa, llego hasta la primera planta del edificio y camino y camino, atraviesa calles y avenidas con mi maleta a cuestas. Lo disfruto, me encanta sentir el aire en mi cara y escuchar el sonido de los pájaros. Llego al aeropuerto y con parte de mis ahorros compro un boleto de avión a Bogotá, Colombia. No sé qué es lo que pasa por mi cabeza, pero me siento feliz, me siento bien de estar afuera y querer hacer algo con todas mis fuerzas. Nunca me ha gustado volar, ustedes lo saben, siempre he sido una persona de tierra, me siento segura con los pies bien plantados en el suelo. Me pongo nerviosa en mi asiento, escucho atenta el mensaje sobre abrocharse los cinturones de seguridad y abrir la ventanilla. El despegue siempre me toma por sorpresa, no puedo creer la velocidad con la que nos movemos en un avión. Después el cielo, amplio, que se presenta íntegro, en una sola pieza y yo lo veo y pienso que ojalá estuvieran aquí para verlo conmigo, pero sé que están haciendo sus propias cosas y que eso está bien. Llego a Bogotá y camino, solo camino, camino y camino y camino siguiendo, tú dirías que estoy loca, pero nací en otra época, hija, camino siguiendo mi corazón, aunque te suene anticuado. Espero encontrarte. Mientras me registro en un hotel en el centro de Bogotá, pienso en las palabras que te voy a decir cuando te vea. Pienso en los abrazos que le voy a dar a Gat-ell. Subo la escalera del hotel hasta mi habitación. Dejo mi maleta y les llamo.

AMARILLO. ¿Mamá?

ROJO. Hola, hija, ¿todo bien por allá?

AMARILLO. Sí, todo en orden, cómo llegaste.

ROJO. Súper.

AMARILLO. Qué tal Bogotá

ROJO. Es una ciudad preciosa.

AMARILLO. Acá todo está en orden, aunque se dañó el refrigerador. Lo botamos a la calle, parece que no tiene arreglo

ROJO. Qué bueno, hija. Ya estaba muy viejo ese refrigerador. Pásame a tu hermano, quiero hablar con él.

AZUL. ¿Hola? Mamá, ese refrigerador nos ha durado una eternidad, no lo podemos tirar.

ROJO. Yo creo que cumplió su función y está bien que tu hermana lo haya tirado. Creo que es momento de buscar uno nuevo.

AZUL. Y qué tal Bogotá.

ROJO. Le decía a tu hermana que estoy fascinada.

AZUL. Cómo estuvo el vuelo.

ROJO. Tranquilo, ya sabes que me inquieta, pero me fue estupendamente. Llegué bien y solo les quería llamar para decirles que estoy muy contenta

AZUL. Nos alegramos mucho, mamá.

AMARILLO. Pásamela.

ROJO. Voy a cortar ahora, les llamo pronto y les mando fotos.

AMARILLO. Mamá, espera. Tú sabes quién movió el juego. Hay unas fichas verdes, tú sabes qué o quién las puso ahí.

ROJO. No tengo idea de lo que estás hablando, hija, yo creo que habrá sido el aire o alguien por equivocación.

AMARILLO. Es que es muy extraño. En serio.

ROJO. No sé, hija, yo creo que, mira no sé, capaz que fue tu papá, quién sabe.

[Silencio]

ROJO. Adiós, hijos, los quiero mucho. Corto el teléfono y lo dejo en una mesita de noche. Abro las cortinas y corro la ventana. El ruido de la ciudad y de la gente se mezcla con el viento. Alzo la vista y miro el cielo y me distraigo viendo las formas que hacen los pequeños pájaros negros en el aire. Y me anoto una, la última.

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Nuestro hogar – Aldo Martínez Sandoval y Jorge Arturo Tovar

Nuestro hogar

Si apagara las luces
se llenarían los platos de recuerdos
y en cada cucharada
me faltarían tus señas
como falta la sal, el agua o la ternura.
No habría ningún rincón para la noche
y tu silencio
-ese animal salvaje-
me comería por dentro.

Ángel Vargas



Un departamento pequeño. A través de la sala observamos la cocina.

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1

Poco a poco, irá anocheciendo. Fran cubre una charola con aluminio para meterla al horno. Vala está desparramada en una silla; se levanta desesperada, se vuelve a sentar. Se acerca a la ventana, está por abrirla pero…

Vala: Pues no voy a estar en la ventana. Ni siquiera voy a abrirla. No confío en esa familia de palomas que vive enfrente.

Fran: Tú les debes dar más miedo de lo que ellas a ti.

Vala: ¿Nunca has escuchado lo sucias que son? Como ratas con alas.

Fran: Qué falta de respeto que las juzgues sin antes conocerlas.

Vala: Yo no las quiero, ellas no me quieren. Es mutuo, pero nos tenemos que tolerar. Que te baste con eso.

Fran: Ni siquiera son de la misma especie.

Vala: ¿Tenías que prender el horno precisamente hoy que amanecimos como a veintinueve grados?

Fran: Eres la reina de los panchos. Mejor ven y ayúdame. Quiero intentar llevar la cosa lo mejor posible.

Vala: Asarme en casa no es la idea que tengo sobre llevar bien las cosas. Te estás vengando.

Fran: No seas infantil. Ya casi está el horno y después de eso son cuarenta minutos.

Vala: ¿Quieres que te pida disculpas, verdad? ¿Si te las pido puedes dejar eso y pedimos una pizza o nos hacemos unas sincronizadas? ¿Quieres? Por favor dime que eso quieres.

Fran: Quiero que te sientes, te tomes un vasito de agua para refrescarte, y dejes que te consienta. También tengo calor, pero esto es importante.

Vala: ¡Ya te rompiste! Tu termostato interno se fue al caño.

Fran toma la charola y la mete a un horno eléctrico.

Fran: Ya está. Sólo hay que esperar. No sé por qué te pones así. Ya lo habíamos alargado bastante.

Vala: (Mirando a la ventana) Desgraciadas. Esa no deja de verme. ¡Ah! ¿Qué me ves? Ya nos perdieron el miedo, Fran, y cada vez son más y más. Un día van a meterse.

Fran: Hay que aprender a vivir con la naturaleza y aceptar que llegaron aquí antes que nosotros.

Vala: ¿Seguro que no te reclutó Green Peace? Esas cosas no llegaron antes que nosotros. Si ya estaban, yo no me acuerdo. Cuando estoy contenta esas cosas no me importan.

Fran sólo resopla. Silencio.

Fran: ¿Me vas a extrañar?

Vala: Pues no, fíjate.

Fran: (Intentando enternecerla) Yo también.

Vala: No empieces a querer hacer de esto un momento de escucha y entendimiento. Mírame toda sudada y pegajosa por tu chistecito. Esto no está siendo romántico. Viste muchas telenovelas de niño. Aquí todo va a seguir igual cuando te vayas. Lo único que va a cambiar son esas pinches palomas que cada semana van a ser más y más hasta que no haya un solo minuto sin escucharlas.

Quiero que te lleves ese pinche horno.

Fran: ¿Qué?

Vala: No lo quiero aquí.

Fran: ¿A dónde quieres que me lo lleve?

Vala: Allá vas a tener mucho tiempo para usarlo.

Fran: Ahí ya hay horno … ¿Estás terminándome?

Vala: ¡No! No… no, no, no. Sólo quiero que te lleves tu horno. ¿Sabes cuántas veces lo he usado yo? Exacto.

Fran: ¿Tienes idea de cuánto va a costar subirlo al avión?

Vala: Ese no es mi problema.

Toma el celular y comienza a ignorar a Fran.

Fran: No puede ser, me casé con una niña chiquita. ¿Cuántos años tienes? ¿Quince? Creo que es ilegal salir con menores de edad.

Vala: No te va a funcionar. Vivir juntos o lo que sea que hagamos aquí no es igual que estar casados.

Fran: Entonces puedo quitarme esto (hace el ademán de quitarse un anillo).

Vala: (deja el celular) ¡Fran! Te están viendo. Soy yo quien se va a quedar con ellas juzgándome. No les voy a dar el gusto de ver el inicio de nuestra decadencia. Quítatelo ya que estés lejos.

Fran: ¿Y si te digo que no me lo voy a quitar ni cuando esté allá?

Vala: Entonces voy a empezar a pensar que eres un mentiroso.

Fran: ¿Ni siquiera fantaseas con que así sea?

Vala: Mis fantasías están muy, muy, muy lejos de eso.

Fran: Y no te pones celosa. ¿Por qué no te pones celosa? Deberías ponerte celosa.

Vala: Estás medio malito de tu cabeza.

Fran: En el fondo sí lo estás.

Vala: Sí, celosa de todo aquél que disfruta de un poco de frescura en este momento.

Fran: ¿Entonces por qué te enoja que me vaya?

Vala: No es en lo que habíamos quedado.

Fran: Nos quedamos sin pretextos. Todo se adelantó.

Vala: No, nada se adelantó, sólo no quieres pensar en una buena excusa.

Fran: Van a dejar de creerme y después va a ser más difícil poder llegar.

Vala: Estúpido fin del mundo.

Fran: No es el fin del mundo. … ¿Tú ves a más gente cuando me voy?

Vala: No voy a responder a eso.

Fran: Entonces sí.

Vala: Si te digo que sí, vas a empezar a molestar y si te digo que no, no me vas a creer.

Fran que se había acercado vuelve molesto a la cocina y continúa preparando la cena.

Vala: (sin moverse de donde está) No veo a nadie.

Fran: Okey.

Silencio.

Vala: También la cafetera.

Fran: ¿Qué? ¿Quieres café?

Vala: No. Que también quiero que te lleves tu cafetera. No quiero verla.

Fran: Y aquí vamos otra vez.

Vala: No voy a vivir con tus cosas, que te quede claro. Necesito mi espacio. Tú tomaste tu decisión de irte y mientras vuelves yo tomo la mía de no estar rodeada de objetos que no uso.

Fran: Entonces regálale nuestras cosas a alguno de tus amantes.

Vala entorna los ojos y pone los ojos en el celular.

Vala: Qué grande está el hijo de tu hermana. Mira cómo se pinta la cara, ¿no andará como drogándose con punks y eso?

Fran: No hables así de mi sobrino, gracias.

Vala: Francisco Mariano, ya por favor apaga ese horno.

Fran: No puedo apagarlo. Está cociéndose con su propio jugo. Cuando quede listo me lo vas a agradecer y vas a tener que pedirme una disculpa.

Vala: ¿Sabes qué? Tu sobrino también es el hijo de mi mejor amiga, así que puedo hablar de él.

Fran va al horno, lo abre, saca el plato y pica el interior con un cuchillo.

Vala: ¿Ya? ¡Gracias! ¡Al fin!

Fran: Está quedando seco. (Pone agua en una jarra eléctrica) Hay que echarle agua.

Vala: Échale el agua así, ¿para qué necesitas que hierva? Ya estamos en un sauna.

Fran: Perdón, chaparra, pero tiene que ser agua caliente. Es un tip que me enseñó MI hermana.

Vala: ¿Y tú qué le haces caso a esa engendra punks?

Fran: Ya no voy a discutir contigo sobre mi cena. Si quieres pelear, pelea sola, histérica.

Vala: Histérica tú.

Fran: Tienes razón, debería pensar en ir a terapia, ¿no?

Vala: No necesito terapia.

Fran: No, yo lo decía por mí.

Vala: No me trates como tonta.

Fran: Nunca lo haría. ¿Con qué cara? Si yo aquí soy el que está preocupado por unas palomas en la ventana.

Vala se enoja, va por la jarra y, todavía conectada, tira el agua, sobre el horno. Una explosión en la jarra. Chispas del horno. Se va la luz.

___________________________________

2

Una hora más tarde. Ya anocheció. Vala le sostiene una linterna a Fran que intenta arreglar la caja de fusibles. Por la ventana se ve la luz de la calle.

Vala: Perdón, yo qué iba a saber.

Fran: Es un horno eléctrico.

Vala: Bueno ya… discúlpame. Ya sabes que no me gusta que me digan loca.

Fran: Pues no actúes como loca. Se chingaron los fusibles. A ver si no te jodiste toda la instalación.

Vala: Hay que llamar a alguien para que lo arregle.

Fran: ¿A esta hora? ¿Con las cosas como están?

Vala: Pues sí, tú mismo dijiste que no es el fin del mundo.

Fran va al horno.

Fran: Alúmbrame aquí. Voy a tener que terminar de cocerlo en la estufa.

Busca entre los trastes.

Fran: ¿Viste el sartén?

Vala: Sí. Bueno. Me enojé cuando me dijiste que te ibas a tener que ir y lo aventé por la ventana. ¿Qué?

Fran: ¿Y tienes el descaro de pedir que no te llamen como te llaman? Loca. Estás loca.

Vala: Loca, pero al menos no reprimo mis emociones. Es un arrebato que a cualquiera le puede suceder.

Fran: Pudiste matar a alguien.

Vala: Hubiera sido selección natural.

Fran: Hubiera sido homicidio.

Vala: Bueno, nadie murió. Sólo el sartén.

Fran: ¿Y en dónde se supone que voy a terminar de cocer esto?

Vala: Por ahí todavía teníamos el comal.

Fran: Todo un perro día de trabajo en esto tirado a la basura.

Vala: No te enojes conmigo. Ya sé, podemos terminar de cocinarlo y no sé, poner musiquita…

Fran: No hay velas, así que no empieces.

Vala: Bueno, pongo… pongo el celular. Y cenamos a la luz del celular.

Fran: No hay electricidad para poner música.

Vala: Tú a todo le encuentras un “pero”.

Fran: Va a quedar todo revuelto. Si hubiera querido picadillo, hubiera cocinado picadillo.

Silencio.

Vala: Creo que no estamos aprovechando bien el momento. Hay que ver en esto una oportunidad, no una desgracia.

Fran: El grupo de apoyo emocional es del otro lado de la calle, no sé si sabías. Les va a encantar tu frase.

Vala: A lo que me refiero es que, ya que estamos a oscuras, tú y yo, solos. ¿Nunca has escuchado acerca del sexo con un poco de odio?

Fran: El odio y el hambre no son buenos acompañantes.

Vala: El sexo es como la sal. Va bien con todo.

Fran: Qué bueno que renunciaste a cocinar.

Silencio.

Fran: Es más fácil pedir disculpas con palabras que intentando seducirme. Ya me debes dos.

Vala: Si no es competencia.

Fran: Primero me dices lo que me dices en la mañana. Y ahora esto.

Vala: Está bien. Perdón. Perdón por decirte lo que no quieres escuchar y perdón por arruinar tu cena.

Higo: Val, no es mi culpa que se haya parado todo. Si todo está detenido, no tengo excusa y debo volver. Así funciona.

Silencio.

Después de la cena quería hacerlo. Como marranos. Toda la noche. Quería despedirme bien de ti. Pero ahora no sé cómo arreglar esta cosa para no dormirnos con la panza vacía.

Vala: Déjalo así, hacemos unos sándwiches y mañana arreglamos lo de la luz.

Fran: ¿Ajá? ¿A qué hora? (Abre el refrigerador) ¡ME LLEVA EL DIABLO!

Vala: ¿Qué?

Fran: A ver si con la descarga no se chingó el refri. Ni que los regalaran.

Vala: Fuiste tú el que insistió en comprarlo, yo no lo quería.

Fran: Y nos ha servido de mucho.

Vala: También nos las habríamos arreglado sin él.

Fran: Es que tú no quieres nada, no quieres horno, no quieres refri, parece que no quieres que nuestra casa sea normal.

Vala: Por supuesto que quiero que nuestra casa sea normal pero la mitad del tiempo no estamos aquí.

Fran: Pues cuando estamos es nuestra. Si de verdad no querías todo esto, me hubieras dicho.

Silencio. Vala deja la lámpara y se acerca a la ventana. La luz del exterior le da en la cara. Se queda viendo hacia afuera durante todo el siguiente diálogo.

Vala: Vete a dormir si quieres. Yo mañana busco a alguien para que arregle todo.

Fran: Yo puedo. Antes de irme voy al super a comprar fusibles. No te voy a dejar así.

Vala: Las odio tanto. De día se la viven de un edificio a otro y por la noche se adueñaron de los rincones del edificio. Lo peor va a ser cuando empiecen a tener crías. Entonces no va a haber vuelta atrás. Van a esparcirse e inundar el lugar hasta que consigan corrernos. Un día no vamos a poder regresar por su culpa. Sus gorgojeos se me olvidan a ratos pero siempre vuelven, siempre hay un momento en el que me acuerdo que ahí están. No se callan ni en la madrugada, ni cuando todo está más oscuro. Sólo bajan el volumen pero si prestas atención, ahí sigue su prrr… prrr…

Fran se acerca y la separa de la ventana.

No quiero que tengan crías. No deberíamos dejarlas invadir la casa.

¿Por qué es tan importante para ti comprar cosas?

Fran: No es importante.

Vala: Siempre que llegamos dices que algo falta. El primer año fue el horno. El segundo llegaste con una cafetera. Después la televisión. El refri. El escurridor. Siempre hay una pieza que falta.

Fran: No es que falte.

Vala: Sólo que no es suficiente, ¿no? Aquí siempre hay algo incompleto.

Silencio.

Fran: Hay que usar el espacio. ¿Te imaginas que estuviera todo vacío?

Vala: Sería más fácil limpiarlo.

Fran: Pero no sería nuestro hogar.

Vala: Eso sí me gusta. Tener algo nuestro. “Nuestro hogar”. Ya no es “tu” casa, “mi” trabajo, “tu” hermana, “mi” amiga. “Tu…” ya sabes. A veces pienso que llenas de cosas todo porque quieres que aquí sea igual a tu otro sitio.

Fran: Claro que no.

Vala: Cuando compramos el refri dijiste que esta marca salía muy buena. ¿Es la misma que tienen allá?

Fran: …

Vala: No me voy a traumatizar si me dices, ya somos adultos.

Fran: Puede ser.

Vala: Pues si se jode nada más por un corto circuito, no va a ser tan buena. ¿Quieres un sándwich?

Fran: (señalando la charola de aluminio) Me da miedo que esto se eche a perder.

Vala: ¿Se puede comer crudo?

Fran: ¿No?

Vala: Bueno, podía ser. Mételo al refri.

Fran: Con este calor y sin funcionar no sé si dure.

Vala: Ah, pero no hacía calor.

Fran: Ya me lo pegaste. Es contagioso.

Vala: Ya guárdalo, payaso.

¿Cuándo vamos a volver aquí?

Fran: Cuando reinicien mis cosas del trabajo, puedo darme otra escapada.

Vala: ¿Y si dices que te tienes que quedar aquí? Que te necesitan para afrontar el fin del mundo.

Fran: Tengo que volver, ya sabes.

Vala: Sí, bueno, tenía que intentarlo.

Fran: ¿Tú? ¿A quién de tus novios vas a ir a visitar?

Vala: Me voy a quedar aquí.

Fran: ¿Sola?

Vala: Mejor sola que mal acompañada. ¿O qué? ¿Ahora quieres que traiga a alguien precisamente aquí?

Fran: Entonces mañana sí hay que ir a conseguir unos buenos fusibles.

Vala: Yo me encargo. Llevo años arreglándomelas sola, qué voy a estar necesitándote. ¿A qué hora sale tu vuelo?

Fran: A las doce.

Vala: Tenemos todavía unas horas para desquitar todo el tiempo que no vamos a poder vernos.

Fran: ¿Cuarto?

Vala: Come algo rápido y te espero allá adentro.

Fran: ¿Sí? ¿Y para qué?

Vala: Voy a enseñarte unas cositas.

Ella entra al cuarto. Él toma algo del refrigerador que come velozmente y se va también al cuarto.

___________________________________

3

A la mañana siguiente. Hay varias cosas cubiertas con bolsas negras. La cafetera, el horno. Fran sale del cuarto y la ve.

Fran: ¿Qué estás haciendo?

Vala: Guardo cosas.

Fran: No me las voy a llevar. ¿En serio? Creí que anoche/

Vala: Nada más las voy a guardar.

Fran: ¿Para qué o qué?

Vala: Ya te dije que no quiero verlas.

Fran: ¿Qué? ¿Las vas a tirar?

Vala: ¿No escuchas? Voy a guardarlas en el clóset.

Fran: Yo. Es. Bueno. Pero. Ni sé qué decirte.

Vala: Hasta que no vuelvas, esta nada más es mi casa.

Fran: Yo también pago las cuentas.

Vala: Ajá, sí, está bien.

Fran: No puedes guardar mis cosas.

Vala: Me roban aire. Guardan polvo. No las quiero.

Fran: Por respeto a mí podrías dejarlas en su lugar. Al menos te hubieras esperado a que me fuera.

Vala: No. Si quieres que las saque, vas a tener que volver tarde o temprano.

Fran: Bueno, es que no sabemos cuándo se va a poder. Puede ser en seis meses o en ocho años.

Vala: Cruzando la calle, hay un grupo de apoyo, a lo mejor te convendría pedir ayuda con el optimismo.

Fran: ¿Y qué si no vuelvo?

Vala: ¿No vas a volver?

Fran: No es que no quiera. Es que no sabemos qué va a pasar.

Vala: ¿Con el fin del mundo o con tu vida?

Fran: Con todo.

Vala: Ya sé que cuando llegas allá y te quitas mi anillo dejas de pensar en mí. Yo también lo hago a veces.

Fran: Val/

Vala: Está bien. Es lo mejor. Allá no faltan muebles, no hay que acondicionar todo. Allá es más real.

Fran: No, no es lo mismo.

Vala: Tu hermana me ha contado. “No tienes idea, Fran cada vez está más feliz, yo creo que el ya pronto se avientan a tener un hijo, ay ojalá le dieran un primo a Fredito”. Este año no hubo mueble nuevo. No trajiste. Estás dejando de encontrarte aquí.

Fran: No es así.

Vala: No quiero explicaciones. Ya sabíamos. Yo me voy a quedar aquí. Si vuelves o no, ya tú sabrás.

Fran: ¿Y si no volviera?

Vala: Pues viviría sola. Hasta que esas cerdas de allá afuera llenen todo de mierda y me vaya. (Va a la ventana) Cada vez son más. Y la gente llega a alimentarlas. Malas mañas, la verdad. ¿Por qué alimentan esas cosas? ¿Qué les enternece de ellas? No hay nada bonito: sus ojos son horribles, sus plumas grises y sucias, sus patas de tres dedos. ¿Por qué alguien querría cuidar un ser así? … Pero mientras se sobrelleven… van a seguir dejándolas hasta que se vuelvan una molestia.

Fran: No guardes mis cosas. Voy a regresar.

Vala: ¿Es que, qué quieres? ¿Que me quede aquí con ellos? ¿Qué voy a hacer cuando te vayas? Van a estar persiguiéndome. (Se va hacia la cocina) Tu horno va a estar ahí recordándome que yo no sé hacer otra cosa que no sean sándwiches. Y la cafetera va a estar apestando a ti. Cuando te vayas y apague las luces en la noche, el ruido del pinche refrigerador va a estarme recordando que estás en ese otro sitio. Yo no quiero eso. No quiero que me faltes como falta la sal o el agua tibia. Necesito que, hasta que vuelvas, este sea mi sitio. Dedicarme sólo a mí, a mi trabajo con mi computadora, con mis propias preocupaciones. Normalmente no me molesta imaginarte allá… pero… últimamente creo que me empieza a importar en serio. Me doy asco. Ya de por sí es duro vivir no siendo una belleza mítica y ahora tengo que tolerar vivir siendo estúpida.

Fran: Es “nuestro”. Existe “tu” casa. “Mi” familia. “Tu” trabajo. Pero esto. Aquí. Es nuestro. ¿Sí? Puedes trabajar en nuestro lugar y yo tarde o temprano voy a volver.

Silencio.

Vala: ¿Sabes qué aparato sí es una hija de puta? La impresora.

Fran: Esa la compramos juntos.

Vala: Por eso no voy a guardarla. Además, la uso más que tú. ¿Ya hiciste la maleta?

Fran: No.

Vala: Métete a bañar, se te va a hacer tarde. Ay, ya, no es un entierro. Te digo que viste muchas telenovelas, todo para ti es una tragedia.

Fran: Estamos bien, ¿no?

Vala: Sí.

Fran: ¿Segura?

Vala: Que sí, caray.

Fran: ¿Te vienes a bañar conmigo?

Vala: Ve abriendo el agua caliente.

Fran sale hacia el baño.

Vala abre el refrigerador, saca la charola de aluminio. La huele y la tira a la basura. Se acerca a la ventana.

Fran: ¡Apúrate!

Vala: ¡Ya voy!

Se queda mirando fijamente por la ventana. Hace una mueca de asco. Una paloma vuela cerca.

A mi casa no, cerda.

Fran vuelve con la toalla envuelta.

Fran: Ya deja de ver a esas cosas.

Vala: ¿Puedo usar tu licuadora después?

___________________________________

4.

Vala sentada frente a la ventana abierta. A un lado de la puerta un par de maletas medianas. Fran lleva un traje y Vala ropa para dormir. Él está en la cocina.

Fran: ¿Llamaste al electricista?

Vala: Antes de que despertaras.

Fran: ¿A qué hora viene?

Vala: Ya casi. No te preocupes, ya estarás camino al aeropuerto.

Fran: Val, ¿y la charola?

Vala: Tú la guardaste.

Fran: La dejé en el refrigerador y no está. Quiero ver si se puede rescatar. Al menos eso quiero hacer antes de irme.

Vala: Mejor ya vete, no vayas a perder el vuelo.

Fran: ¿Dónde está?

Vala: Si la dejaste ahí, ahí debe estar.

Fran: Pues no está.

Vala: Yo no sé.

Fran: Val, ¿qué le hiciste?

Vala: Que yo no hice nada.

Fran: No soporto tu inmadurez a veces. ¡Y voy a quitar estas bolsas de mis cosas!

Vala: Busca en la basura.

Fran: ¿Por qué hiciste eso?

Vala: Apestaba. Se pudrió.

Fran abre el cesto de basura. De inmediato se echa para atrás de un susto y un mal olor.

Fran: Vala, ¿de qué se trata esto?

Vala: Perdón.

Fran: ¿Te estás burlando de mí?

Vala: ¿Qué sucede?

Fran mete la mano al cesto de basura y saca una paloma muerta de él. La toma del pescuezo y la pone frente a Vala. Ella grita del susto y se aleja.

Vala: ¿Por qué me haces esto?

Fran: ¿Por qué me lo haces tú a mí?

Vala: ¡Déjala ya!

Fran: Esto es demasiado. Deberías de conseguirte un terapeuta en cuanto me vaya.

Vala: Fran, no tengo ni idea de dónde salió eso.

Fran: ¡Y quita estas bolsas de mis cosas!

Fran quita la bolsa de la licuadora y dentro de ella está el cadáver de una paloma.

Vala: ¡Fran!

Fran: Val, por favor. Tengo tiempo aún antes de irme. Lo único que quería era cocinarte. Hacerte el amor.

Vala: Arrójalas por la ventana. Que caigan los cadáveres junto a todas las otras.

Fran deja caer la bolsa y la charola al piso. Se sienta en el comedor. Mira sus maletas.

Fran: Otra vez estoy aquí, Val. Mírame con mi traje, con mis maletas junto a la puerta. ¿Cuántas veces se ha repetido esta escena? Cada vez que me voy, cada vez que estoy allá, observo mi casa. Miro los aparatos y las cosas que ocupan el espacio. Miro el refrigerador y me pregunto cuántas veces lo habrás abierto durante ese día. Cuando veo la televisión, a veces tengo la esperanza de que estemos sintonizando el mismo canal. Cuando vengo aquí de vuelta, traigo un pedazo de mí en cada nueva cosa que ocupa el piso desnudo. Tú solo te encargas de envenenarlo.

Vala: Era cuestión de tiempo para que nuestro hogar quedara infestado.

Fran: Esto no tenía que ser así.

Vala: ¿Y de quién es la culpa, Fran?

Fran: No tengo tiempo para esto, me voy ya.

Vala: ¿De quién es?

Fran: Preguntatelo a ti misma.

Vala: Si cada vez que vienes, traes un nuevo recuerdo, una nueva pieza de ti que me acompañe en la estúpida soledad.

Fran: No hay estúpida soledad, Val. No podría creer que tú estuvieras sola un solo minuto.

Vala: ¿Con qué derecho me reclamas no querer estar sola? ¿Con qué derecho crees que cuentas para mirarme a los ojos y decirme esto? Es verdad que sería yo muy tonta como para dejarme acompañar solo por los arrullos de las palomas.

Fran: Te prefiero tonta.

Vala: Me prefieres sola. Me prefieres esperando, sentada junto a la ventana cuando no estoy en el trabajo. Usando los muebles y las cosas que impusiste en nuestro espacio. No sabes cuántas veces quise tirar el refrigerador por la ventana.

Fran: Pues hazlo, entonces. Hazlo, Val. ¡Ahora!

Vala: Lo haré en cuanto te vayas, te lo juro.

Fran: ¿Y qué más vas a tirar?

Vala: ¡Todo!

Fran se levanta y abre el horno eléctrico. Dos palomas muertas salen de su interior. Lo mismo sucede con el microondas. Observa el refrigerador y retrocede. Vala mira por la ventana. De pronto, la electricidad vuelve. Se escucha el motor del refrigerador.

Vala: Las detesto… cómo las detesto.

Fran: Espero que estés contenta cuando no me encuentres y te tropieces con el piso lleno de cadáveres.

Vala: No voy a tropezar, Fran.

Fran: Lo harás.

Vala: ¿No tienes un vuelo que tomar?

Fran: Quiero verte tirar mis cosas de una vez por todas.

Vala: Entonces sí son tus cosas. Siempre han sido tuyas.

Fran: Es nuestro hogar.

Vala: Es el mío y son tus cosas. Y me invaden, me infestan como las palomas han infestado el edificio de enfrente. Quiero mi lugar, Fran. Quiero mi hogar contigo, pero no lo quiero intermitentemente. Quiero pensar que existirá un día en que vuelva a casa del trabajo y te pueda encontrar aquí. No quiero más maletas ni vuelos de avión. No quiero acostumbrarme a solo escuchar el arrullo de las palomas por las noches.

Fran: Vala, este es nuestro hogar.

Vala: ¿Y qué lo hace nuestro?

Fran: No pensé despedirme así de ti.

Vala: Nunca has tenido que despedirte realmente. Te despides porque no sabes hacer otra cosa.

Fran: Este es nuestro hogar.

Vala: Hay quienes viven despidiéndose toda una vida y nunca se van.

Fran: Mi vuelo espera.

Vala: Ve.

Fran: Te veré cuando vuelva.

Vala: Solo sal por la puerta.

Fran: Esperaré que las cosas sigan donde están. No me quitaré mi anillo.

Vala: Espera lo que quieras.

Fran: Bésame.

Vala: Fran, solo toma tus cosas y sal por la puerta. Lo has hecho tantas veces, ¿ahora te parece complicado?

Fran: Es la primera vez que me voy con temor.

Vala: Todos tenemos miedo a algo.

Fran se acerca a Vala y la besa. Parece que ella le corresponde a momentos.

Fran: Por favor, Val.

Vala: Salúdame a tu hermana.

Fran: Volveré, lo juro, tan pronto como pueda.

Vala: Aunque fuera la próxima semana, Fran.

Fran: ¿Te gustaría que fuera antes?

Vala: Tu avión…

Fran: Podría perderlo. Ya nada me importa.

Vala: ¿De verdad podrías?

Silencio. Fran la mira detenidamente y luego al espacio, a los muebles, a los aparatos. Mira la ventana, se dirige hacia ella y la cierra. El sonido de las palomas disminuye. Mira las palomas muertas en el piso, a Vala por una vez más y luego toma sus maletas y sale por la puerta.

Vala: ¿Cuántas de esto es mío?

Quita lentamente las bolsas de cada uno de los electrodomésticos de la cocina.

Vala: No se puede vivir de ilusiones y recuerdos.

Mira las palomas muertas.

Vala: Vivir así es morir lento. Es agonizar todos los días. No sé si vale la pena.

Se dirige al refrigerador. Lo desconecta.

Vala: Malditas cerdas. Se lo dije. Crecerían y serían tantas que algún día llegarían hasta acá. Estuvieron aquí incluso antes que nosotros. Si me voy, ¿qué harán con este lugar?

Vala abre el refrigerador. Una paloma sale volando de él. Se posa en el alféizar de la ventana mirando hacia el interior del departamento. Observa a Vala. Ella se dirige a la ventana y la observa fijamente también.

Vala: Si me voy… Podrían tener un hogar aquí.

Oscuro.

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Pinche perro viejo

A LA TARDE, CASI NOCHE

Abro los ojos y veo todo desde una esquina.

Entrada; pasillo; primer cauce: comedor y un gran ventanal, que deja ver los autos que pasan; pasillo; segundo cauce: cocina; pasillo al fondo, el baño. Enseguida, a la derecha, está el dormitorio.

Repaso esto varias veces por día. Hago ejercicios de memoria. Para que no se me olvide donde estoy. Y leo, acostumbro leer lo más posible para que nunca se me tome como canalla. La gente dice que soy viejo, que no era lo que era antes, pero a todos ellos no les deseo otra cosa que la muerte. Qué van a saber del paso del tiempo si nunca han sido perros. Sobre todo, perros de apartamento.

Puerta; después se extiende el pasillo. Primer entronque: estancia, el ruido de la calle; pasillo; segundo entronque: el perfume de la comida; pasillo al fondo, el inodoro. Luego, a la derecha, la pieza.

Recorro todo lo que se me permite recorrer. Pata delantera derecha, pata trasera izquierda, pata delantera izquierda, pata trasera derecha, uno, dos, tres, cuatro. Voy de un lado a otro. Me distraigo, miro por la ventana, escucho el sonido de los coches que comienza y después se termina y se renueva, respiro, agitado. Inicia y termina, constante, como la vida y la muerte. Un sonido. Levanto las orejas al tiempo. Me desplazo a la cocina, me quedo sentado junto al horno. Me gusta el calor y el aroma tostado que permanece y me gusta que el horno y demás objetos, se queden en donde estén, así se sabe que se puede volver al mismo sitio y sentir, casi siempre, las mismas cosas. Cierro los ojos.

Me distraigo con la ventana, el ruido de la calle me atrae, mis ojos van de un lado a otro, como mis patas, se mueven, uno, dos, tres, cuatro. Camino al pasillo, me muevo despacio y después más rápido, pruebo saltar. Me llama la atención la resistencia de los muebles, la resistencia de la de la tela. Observo un sillón, me hipnotizan las líneas que forman los patrones que se forman con los bordados, abro la boca. Toco apenas con los colmillos el pedazo de tela.

Un ruido en la puerta. Corro de prisa, mis patas se suceden, una tras otra, tropezándose, se me acaba el espacio de recorrido. La entrada. Con el impulso, mi nariz se estrella contra la puerta, se entume, pero ladro y qué placer ladrar. Ladro, cierro los ojos disfrutando cada ladrido, cada uno más fuerte que el anterior y lo gozo, qué maldito placer el ladrar así tan al infinito, sin preocuparse, escuchando apenas el eco que se nos regresa, en forma de presente, de regalo. Y que es para mí, sólo para mí. Ladro sin cesar. Esta debe ser la recompensa que se nos otorga por el encierro y -tal vez- quienes ganamos somos nosotros, los perros de apartamento, porque esto no se compara con nada en el mundo. Un eco en donde constato que soy yo quien existe, un regalo cómo vibra mi cuerpo cuando el eco me llena. Ladro y retumba en las paredes y retumba en mis costillas y retumba en mis dientes y retumba en mis garras. A veces me detengo con la mirada fija y percibo cómo me lleno de mi propio ladrido.

Deshago mis pasos y regreso a cualquier parte, me suspendo, no siento mi torso ni mis patas derecha trasera o izquierda delantera. Me oxido. Voy al pie de uno de los estantes, mis ojos transitan entre lomos sin pelo y volúmenes y nombres y se detienen en la letra G; con la boca sin hacer ningún estropicio, escojo Oblómov, lo llevo hasta el corredor y me dejo caer cerca de la cocina. Leo hasta quedarme dormido.

Alguien llega, me invade un escalofrío. Es él. No, no puede ser que haya llegado tan temprano, es imposible. Me levanto con pesadez, camino hasta la entrada. Escucho unos pasos en la escalera, se detiene, quizá sea la vecina. Meto mi hocico en la rendija debajo de la puerta. Huele a él. Me alejo un poco de la puerta. Hago un círculo, preocupado, mientras le pido a toda la corte celestial de los perros que sea la vecina y no él. Tintineo de llaves y pasos que se detienen. La forma en la que arrastra sus pies cuando llega a la puerta, los arrastra como cuando viene cansado. Es su olor y así mi día termina antes de empezar.

  • RICARDO. Apestosín, ¿cómo estás? ¿qué has hecho, amigo?

Ay, qué agotador siempre la misma pregunta al entrar. Hago lo mismo de siempre no hay mucha variedad. Lo olfateo rápidamente sólo para saber de dónde viene, qué triste. Cabrón. Se la ha de haber pasado cogiendo el cabrón. Bueno, al sillón, a la resignación.

  • RICARDO: ¿Nada que decir?

  • APESTOSÍN. Ya no te soporto, Ricardo.

  • RICARDO. ¿En qué quedamos?

  • APESTOSÍN. No puedo.

  • RICARDO. Quedamos en algo.

  • APESTOSÍN. No sería justo para ti ni para mí emocionarme sin emocionarme de verdad. Yo podré ser muchas cosas, pero nunca he sido mentiroso.

  • RICARDO. Apestosín, dijiste que lo ibas a intentar.

  • APESTOSÍN. Puedes no decirme así.

  • RICARDO. Mueve la cola.

  • APESTOSÍN. ¿Te gustaría que a ti te llamara cerdo inculto?

  • RICARDO. No.

  • APESTOSÍN. ¿Ves?

  • RICARDO. ¿Qué tan difícil es que muevas la cola? Tan sólo un poquito, hazme saber que te emociona que haya llegado a casa.

  • APESTOSÍN. Ay, Ricardo, ese es precisamente el problema.

  • RICARDO. Bueno, como quieras, no muevas la cola. Pero ya querrás un libro, cabrón, a ver cómo se pone la gente cuando te vean merodeando por la Gandhi. Malagradecido.

  • APESTOSÍN. Pensé que te quedarías callado. Pensé que te irías a tu recámara. Hueles a sexo. No te puedes aguantar las ganas en lo que pasa todo este desmadre. Voy a estar en la cocina leyendo, por favor no me molestes.

  • RICARDO. ¿No quieres ver la rueda de prensa con el subsecretario?

  • APESTOSÍN. A mí qué me puede importar, ya vivo encerrado.

  • RICARDO. ¿Quieres ir a pasear?

  • APESTOSÍN. Dios me libre.

  • RICARDO. Hoy nos dejaron salir antes.

  • APESTOSÍN. No me digas, Ricardo, ni me fijé.

  • RICARDO. Deja ya la ironía porque me tiene enfermo, ¿sí?

  • APESTOSÍN. ¿Podría?

  • SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Primero nos abocaremos al informe técnico del día. Empezamos con la situación mundial. Tenemos en esta representación gráfica la ocurrencia de casos en el mundo. A la fecha del día de hoy tenemos [] casos confirmados, [] casos sospechosos, [] casos negativos y…

  • RICARDO. ¿Estás escuchando?

  • APESTOSÍN. No.

  • RICARDO. Fase 3.

  • APESTOSÍN. Hurra.

  • RICARDO. Nos vamos a tener que quedar aquí. Indefinidamente.

  • APESTOSÍN. ¿Qué?

  • RICARDO. Quiere decir que/

  • APESTOSÍN. Sí, ya sé que quiere decir ¿Pero tú te vas a quedar aquí? ¿Conmigo? ¿Todo el día?

  • RICARDO. Parece que sí.

  • APESTOSÍN: No puede ser, si tan sólo llevas cinco minutos aquí dentro y no has parado de hablar y a hablar, ¿qué va a pasar contigo aquí todo el día? Yo creo que podemos decir que la cocina se vuelva mi apartamento. Tú te quedas con esta parte, de pronto puedo salir a visitarte, pero tú no puedes entrar a la cocina.

  • RICARDO: ¿Qué dices?

  • APESTOSÍN. No lo puedo creer.

  • RICARDO. Puede ser divertido.

  • APESTOSÍN. Cómo va ser divertido, quizá divertido para ti, pero para mí va ser un calvario imposible de/

  • RICARDO. Hola. No, estaba viendo la. Sí, qué pasó, todo bien. Oye espera, no te pongas así. No. No es necesario. A ver, respira. Espera, no. Por qué a mí me toca, eso lo deberías resolver tú, no yo. Bueno, juntos, sí, pero…

Portazo y se oyen unas voces mudas desde el otro lado de la puerta. Yo asomo la cabeza y me acerco, dando pasos lentos por el pasillo. Pata delantera derecha, pata trasera izquierda, uno, dos, tres, cuatro. Discusión. No alcanzo a distinguir lo que dicen. Regreso, me acuesto a un lado del horno, me concentro en mi lectura. Me asombra cómo permanece el aroma tostado del horno, si como mucho este granuja lo usa solamente dos veces a la semana. Un ruido en la ventana, corro desesperadamente a ver de qué se trata. Son los coches que reanudan una y otra vez su marcha. Me distraen sus sonidos y las fragancias metálicas que despiden. Volteo a ver la televisión que sigue encendida. Me quedo viendo la luminosidad del cuadro y escucho las palabras que se acompañan con el timbre y la cadencia, suena como a poesía. Bajo la cabeza y la recargo sobre mis patas delanteras. Mis orejas descansan. Esto no es más interesante que mi lectura. Salto. Estancia. Pasillo. Las voces mudas no dejan de escucharse, en ocasiones suben su volumen y percibo un ligero eco, como el que se siente cuando ladro. Primer cauce: cocina. Retomo la lectura donde la dejé: “Le parecía estar solo en el mundo; huía de la niñera en la punta de los pies, examinaba a todos lo que dormían, se paraba contemplando fijamente al que se despabilaba, cómo volvía en sí/”. Un portazo, pasos por el pasillo. Silencio.

  • RICARDO. ¿Estás ahí?

  • APESTOSÍN. ¿Por qué? Estoy leyendo.

  • RICARDO. Me dejó Pedro.

  • APESTOSÍN. No puedo pensar en ninguna razón por la cual no te/ ¿Estas llorando?

  • RICARDO. Sí.

  • APESTOSÍN. ¿Es tan grave?

  • RICARDO. Me dijo que era un imbécil. Y después yo le dije que nos viéramos para ver si podíamos arreglarlo. Sabes qué me dijo. Que yo nunca había tenido el coraje de hacer nada en la vida. ¿Cómo no voy a tener el coraje de hacer algo en la vida? Por lo menos, quererlo y mira que necesitaba mucho coraje, mucha valentía y resistencia. ¡Coraje! ¡Coraje el que le falta a él para querer hablarlo en persona! Qué patético llamarme y simplemente decirme que soy un imbécil. Así. Que nunca había tenido/ Culero. Después de todo lo que hice por él. Todos son unos malagradecidos. También te estoy hablando a ti, pinche Apestoso.

  • APESTOSÍN. Y ahora yo qué hice.

  • RICARDO. Uno desviviéndose por aquellos que le importan y qué recibe, una patada en los huevos.

  • APESTOSÍN. Ricardo.

  • RICARDO. Y uno tiene que aceptar que no lo quieren tanto como él quiere. ¡Ah! Pero no tengo coraje

  • APESTOSÍN: Está sonando, ¿le vas a contestar?

  • RICARDO. Que se vaya a la mierda. Pinche Pedro mamón. No, sabes qué, sí le voy a contestar. Oye cabrón, tú no me mandaste a la verga, qué no se te olvide quién te fue a sacar del hoyo en el que estabas, pinche drogadicto baboso. Mira cómo te estoy mandando a la chingadaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Me quito el celular de la oreja y de un solo movimiento lo lanzo con toda la fuerza que me permite mi brazo izquierdo. El celular sale despedido por la ventana y se pierde en un segundo en medio de la noche helada. Cierro la ventana, voy a la cocina, abro el refrigerador y quito todas las fotografías y las tiro a la basura. Saco un bote de helado.

  • APESTOSÍN: ¿Sigues pensando que será divertido estar encerrados?

Bueno, vamos a vivir esta cuarentena como se debe, de la forma más miserable posible. Me siento en el sillón y le subo el volumen a la rueda de prensa. Me voy a quedar aquí subiendo kilos y kilos y voy hablar con mi perro que, como todo el mundo, me cree un imbécil. Mientras veo al panel de expertos acompañando al subsecretario, inevitablemente pienso en el Pedro. La verdad es que sí. Pienso en el Pedro y se me salen -sin que yo quisiera- las lágrimas, las cuento conforme se disuelven en la crema de helado de choco-menta. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Me sueno los mocos con la muñeca de la mano y me quedo observando los siempre tan elegantes gestos del subsecretario.

  • APESTOSÍN. No puedo leer con ese volumen.

  • RICARDO. Me vale.

  • APESTOSÍN. Como en cuánto tiempo te vas a quedar dormido para ver qué hago mientras.

  • RICARDO. No sé.

  • APESTOSÍN. Un aproximado.

  • RICARDO. Qué no ves que me la estoy pasando mal.

  • APESTOSÍN: ¿Tendré que esperar a que comienzas a llorar para que te quedes dormido y se te derrita el helado en todo el sillón?

  • RICARDO: No voy a pedir que me entiendas, eres un perro.

  • APESTOSÍN. De verdad que no te soporto más, Ricardo.

  • RICARDO. Ahí está la puerta, ¿sí la puedes abrir o te ayudo?

  • APESTOSÍN. No voy a caer en provocaciones.

  • RICARDO. Pensé que eras un perro muy inteligente, muy culto, lector. Pero perro al fin.

  • APESTOSÍN. No te pongas así, no es para tanto.

  • RICARDO. ¡Sal, demonio peludo!

  • APESTOSÍN. No puedo, soy un perro. No puedo abrir puertas. Porque soy un perro.

  • RICARDO. Entonces decido yo, te quedas aquí callado y ya está.

  • APESTOSÍN. Y si no quiero.

  • RICARDO. Te echo a la calle.

  • APESTOSÍN: No serías capaz

  • RICARDO: ¿Me vas a poner a prueba?

  • APESTOSÍN: ¿Y que te quedes solo? ¿Vas a quedarte a llorar solo en cuarentena? Quiero ver eso. Bueno, no, en realidad no quiero verlo, pero jamás pasaría.

  • RICARDO: ¡También tú vas a creer que no puedo estar solo! ¿Qué creen? ¿Que dependo de ustedes? Pedro y perro, no sólo suenan igual, sino que además están igual de imbéciles.

  • APESTOSÍN: Yo de esta casa no podría salir ni a patadas

Me paro. Camino hacia la puerta, los ladrillos de mis pies azotan cada paso. Abro la puerta y le extiendo con el brazo para que se salga. Le muestro el mundo libre que tiene allá afuera si tan mal se la pasa conmigo, si ya no me soportan, se encontrará un buen amigo allá afuera. Me voltea a ver, camina unos pasos, pata delantera derecha, pausa, pata delantera izquierda, pausa, camina hasta llegar al filo de la puerta, mira hacia las escaleras del edificio, me voltea a ver una vez más. Sus ojos cafés casi negros.

  • RICARDO: Métete.

  • APESTOSÍN: Te lo dije.

  • RICARDO: Ni tú ni yo ganamos nada si tú te vas y yo me quedo, lo sabemos.

  • APESTOSÍN. Bueno.

  • RICARDO. Ya, perdón.

  • APESTOSÍN. No, está bien, entiendo.

  • RICARDO. ¿Quieres helado?

  • APESTOSÍN. No.

  • RICARDO. Me alteré, no fue el mejor día. Perdón.

  • APESTOSÍN. Estoy bien.

  • RICARDO: Ven, échate conmigo un rato

  • APESTOSÍN: Nooooo. Ricardo, eso es demasiado.

  • RICARDO: Sólo un rato, aquí al ladito. Déjame acariciarte un poco.

  • APESTOSÍN: Ya es demasiado.

  • RICARDO. Se apagó. La televisión.

  • APESTOSÍN. ¿Pagaste a tiempo?

  • RICARDO. Claro que no, pero nunca me cortan el servicio, siempre avisan. Ay, no, mierda. No hay red.

  • APESTOSÍN. Mira tu computadora.

  • RICARDO. No, no funciona, no me puedo conectar. Voy a llamar porque no me pueden hacer esto en plena cuarentena.

  • APESTOSÍN. No me lo vas a creer, pero/

  • RICARDO. Cállate.

  • APESTOSÍN. Bueno, vamos a pasar la cuarentena de la forma más miserable posible.

  • RICARDO. ¿Qué haces?

  • APESTOSÍN. Me echo a un lado de ti. Saca ese bote de helado, huele espantoso. Choco-menta: un escándalo. Me encanta.

  • RICARDO. Nunca te pondría en la calle, viejo apestoso.

  • APESTOSÍN. Claramente. Lo sabía.

  • RICARDO. ¿Cómo estás tan seguro?

  • APESTOSÍN. Porque si me echas te quedarías solo. Eso es verdad, aunque te duela aceptarlo, nunca quieres decirlo, nunca te atreves.

  • RICARDO. ¿Y eso qué?

  • APESTOSÍN. Si lo dices, si te atreves a darte cuenta de que estás solo, estarás más solo de lo que ya estás.

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MADRUGADA, CASI DÍA

Primero levanto la oreja izquierda. La muevo, un insecto volador circunda la punta de mi nariz, pasa por mi cabeza, zumba cerca de mi oreja izquierda. La muevo. Paro las dos orejas y al tiempo -despacio- comienzo a abrir los ojos. Un ruido me despierta por completo. El motor atronador de una motocicleta me pone alerta. Vibra. Volteo a un lado y al otro. No sé dónde estoy. No tengo idea de qué está pasando. Siento una presión en el pecho, como de angustia. Qué es esto, quién es esta persona que está acostada a un lado de mí. Estas paredes qué son, quién eligió la disposición. Hay un olor penetrante a helado de choco-menta. Me mareo. De acuerdo, intento calmarme, tomo aire y me levanto haciendo fuerza, pero las patas no me responden y caigo al suelo. Me levanto con pesadez, con mi lengua humecto mi pata izquierda. Alzo la vista y miro horrorizado una lavadora.

En medio de lo que parece ser una estancia, hay una lavadora reluciente y luminosa. Me acerco con cautela, la olisqueo de arriba abajo. Luego miro al techo. Se refleja, en un espejo, la lavadora y yo y el sofá y la persona que duerme y los muebles, todo. Alguien aparece en el reflejo y se balancea muy rápido hacía mí, yo me quiero mover y no puedo. Me despierto. Me pregunto quién soy, dónde estoy y cómo me llamo. Bien, todo en orden. Volteo a ver a la persona a un lado mío y repito su nombre varias veces; bien.

Entrada; pasillo; primer cauce: comedor y un gran ventanal, que deja ver los autos que pasan; pasillo; segundo cauce: cocina; pasillo al fondo, el baño. Enseguida, a la derecha, está el dormitorio.

Recorro el departamento a la velocidad que me dan mis patas. Delantera derecha, trasera izquierda, delantera izquierda, trasera derecha. Rápido. Reconozco todo, regreso al sillón, todavía con la respiración agitada. Me acuesto junto a él, pero noto algo distinto; tiene un olor diferente, medio dulzón y amargo, como a fruta podrida. Extraño. Alzo la vista y me encuentro con sus ojos, pero no son sus ojos, son puertas transparentes de lavadoras. Me dice: Ya estás muerto pinche perro viejo meón y todavía no has leído el Ulises, de Joyce, me la pelas, ahhh, dame una chela. Ahogo un ladrido y me despierto de nuevo.

Abro los ojos y me quedo quieto, le rasco las costillas y emito un ladrido suave y breve, casi un gemido. Sin despertarse, se mueve un poco y reconozco sus facciones, sus ojos cerrados tranquilos parecen no albergar ningún electrodoméstico. Rasco y él se despierta y dice, son las cinco de la mañana, Apestoso, qué quieres y yo le contesto que, si de verdad es él, y él se ríe y dice, pero quién voy a ser, Hugo López-Gatell y se vuelve a reír y agrega, ojalá. Dame quince minutos y me despierto y nos hacemos un desayuno digno de López-Gatell. Nos hacemos, sigue diciendo como hipnotizado, que sus huevitos, que si su tocinito, su juguito de naranjita, que si su cereal. A ti, pues, unas croquetas chingonas, no de cualquiera, no, unas croquetas chingonas, de perro chingón, te lleno tu plato de agua chingón. Ya vas a ver, Apestoso, va ser un desayuno chingón, no como el Pedro, que siempre fue un pendejo. Va ser un desayuno chingón. Digno de López-Gatell. Y esto último se difumina hasta que vuelve a quedarse completamente dormido. Me tranquiliza, las típicas insensateces de la madrugada. Respiro profundo y repaso en mi cabeza:

Entrada; pasillo; primer cauce: comedor y un gran ventanal, que deja ver los autos que pasan; pasillo; segundo cauce: cocina; pasillo al fondo, el baño. Enseguida, a la derecha, está el dormitorio.

Puerta; después se extiende el pasillo. Primer entronque: estancia, el ruido de la calle; pasillo; segundo entronque: el perfume de la comida; pasillo al fondo, el inodoro. Luego, a la derecha, la pieza.



Todo el día pasa sin contratiempos.

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TARDE, CASI NOCHE

  • APESTOSÍN. ¿Te toca a ti o a mí?

  • RICARDO. No me presiones.

  • APESTOSÍN. Solo te estaba preguntando.

  • RICARDO. Ya voy.

  • APESTOSÍN. No es mi culpa que en esta casa no haya otro juego.

  • RICARDO. El Jenga.

  • APESTOSÍN. ¿Cómo voy a jugar Jenga?

  • RICARDO. Estás jugando ajedrez.

  • APESTOSÍN. Mueve.

  • RICARDO. En cinco segundos va entrar el subsecretario de salud, Hugo López-Gatell y nos va hacer una propuesta que no vamos a poder rechazar porque no tenemos nada más que hacer y además el mundo nos necesita.

  • APESTOSÍN. En uno.

  • RICARDO. Dos.

  • APESTOSÍN. Tres, cuatro, cinco. Ya.

  • RICARDO. Pausa dramática.

  • APESTOSÍN. Toquidos en la puerta.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Ricardo, Apestosín, voy a hacerles una propuesta que no van a poder rechazar. El mundo los necesita y además no tienen nada qué hacer, ya sé que les cortaron el internet. No tiene caso que me mientan o inventen excusas.

  • RICARDO. ¡Subsecretario! Yo… bueno, yo en realidad no sé qué decir. Todo fue tan rápido, siento que, siento que me voy a desmayar.

  • APESTOSÍN. No me pongas en ridículo frente al subsecretario, Ricardo, por dios.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. No tenemos mucho tiempo, ¿qué dicen?

  • RICARDO. Sí, pero si me da un beso el subsecretario

  • APESTOSÍN. Perra Virgen santa.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Perdóneme, pero eso iría en contra de todas mis recomendaciones que me he encargado a dar a diario en las conferencias. ¿las ha visto?

  • RICARDO. ¡Que si las he visto! Eso es lo que me ha mantenido vivo. Tener la certeza de que cada día a las 7:00 de la noche lo voy a tener ahí enfrente, en la televisión.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Entonces sabrá usted que ya estoy haciendo suficiente con entrar a su apartamento y buscarlo. Entrar a este lugar que no conozco, que yo no tengo la certeza de si usted a seguido mis recomendaciones

  • RICARDO. Créame, subsecretario. He hecho caso a todas sus recomendaciones porque confío en usted, es momento de que usted confíe en mí. Deme un beso.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Dale. Un beso y después nos vamos. Está el helicóptero de la Secretaría en el techo del edificio, no podemos perder más el tiempo ¿Ricardo?

  • RICARDO. ¿Sí?

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Que nos perdone Susana. Vengache pa´ acá.

  • APESTOSÍN. Y aquí suena la canción de Whitney Houston que sale en El Guardaespaldas. And I… Will always love you, canta Whitney Houston y se besan apasionadamente y yo los veo. Me da ternura, si pudiera aplaudir, aplaudiría, pero no tengo palmas. Aúllo largamente, el tiempo que dura el beso, que parece infinito, y después sigo aullando, pronto se unen más perros, escucho a una del piso de arriba y dos más en las primeras plantas del edificio, de pronto todo el edificio aúlla, se estremece, luego la calle, luego toda la colonia, la ciudad, el país aúlla y luego, el mundo aúlla. La mismísima Whitney Houston aúlla ante esta escena. Whitney Houston y los perros de apartamento aullando juntos por el amor. Las escenas que nos regala la cuarentena. Carajo.

  • RICARDO. Hugo, espera.

  • APESTOSÍN. Ya vámonos.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. ¿Sí?

  • RICARDO. Qué paciente eres, tengo una pregunta.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL: Y te la responderé con mucho gusto.

  • RICARDO: Gracias

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Gracias a ti.

  • APESTOSÍN. ¿Nos vamos? El mundo nos necesita.

  • RICARDO. ¿Por qué nos cortaron el internet?

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Fui yo. Lo siento, pero necesitaba que estuvieran desesperados. Si no lo hacía, sabía que estarían muy cómodos y no querrían acompañarme en esta misión

  • APESTOSÍN. Pasó sólo un día.

  • RICARDO. Yo no me puedo ir con un hombre cruel. Apenas acabo de terminar con un hombre cruel y no pienso entrar en esa situación tan pronto. Me lastima.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. No puedo hacer otra cosa que pedir perdón. Lo hago de nuevo, me equivoqué. Lo siento. No soy un hombre cruel, al contrario, me importan demasiado las cosas y las personas. Por eso estoy aquí, por eso los necesito. Para mejorar juntos.

  • RICARDO. ¿Estás pidiendo perdón?

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. No podría hacer menos.

  • RICARDO. Esto no es una conferencia, subsecretario, no es necesario.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. No necesito de una conferencia, ni de cámaras para aceptar que me equivoqué, que no te quiero lastimar ni a ti, ni a Apestosín.

  • RICARDO. Bueno, vamos.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Adelante, en el helicóptero les explico qué es lo que vamos hacer y después contestaré todas sus preguntas. Muchas gracias.

  • RICARDO. ¿Dónde está el helicóptero?

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Espero que hayas prestado atención durante nuestra conversación, pero me voy a permitir que recordemos que al inicio de mi entrada a este apartamento mencioné que estaba en el techo del edificio. Le agradeceré una vez más que lo recuerde y que me acompañe para que respondamos todas nuestras preguntas.

  • RICARDO. Gracias a usted, subsecretario.

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NOCHE

Subimos los tres, primero Hugo, luego yo y al final, medio quedándose, viene Apestosín. Me regreso e intento cargarlo, pero él se niega, me enseña los dientes y vuelvo a ponerlo en el piso. Apestosín sube las escaleras con muchos trabajos. Apestosín. Puedes dejar de decirme así, por favor. Apestosín se enfada.

  • APESTOSÍN. En serio, Ricardo, no es gracioso, tenemos una misión importante con el Dr. Gatell, podrías tomártelo más en serio. Por favor. Gracias.

Bueno, subimos los tres y llegamos al helicóptero al mismo tiempo y nadie se cansó y todo bien, luego los tres saltamos de emoción y chocamos mano, mano y pata en el aire. Abordamos y nos vuelve a sorprender el subsecretario López-Gatell, una vez más. Pues cuántas maravillas tiene este hombre bajo la manga, pues resulta que él maneja -de forma exquisita- la aeronave, tomó un curso que.

  • APESTOSÍN. No es cierto

  • RICARDO. Apestosín

  • APESTOSÍN. Que no me digas así, Ricardo.

  • RICARDO. Entonces no te metas en mi historia

  • APESTOSÍN. Cuéntala bien, él no maneja el helicóptero, hay un elemento de la Fuerza Aérea Mexicana, que se llama Agustín Contreras, lleva años en esto, sabe todo lo que hay que saber, comisionado por la misma Fuerza Aérea y la Secretaría de Gobernación para realizar la misión junto al Dr. Gatell y con nosotros.

  • RICARDO. No es cierto. Apestosín.

  • APESTOSÍN. Qué no me digas así, Ricardo. Cerdo inculto. Ya.

  • RICARDO. Entonces no te metas en mi historia.

Buenas.

  • RICARDO. Lo vas a contar tú o lo voy a contar yo, porque ya van varias interrupciones.

  • APESTOSÍN. Tú, pero ya no me digas Apestosín.

  • RICARDO. Y cómo te digo.

  • APESTOSÍN. Como quieras, como sea, pero Apestosín no.

  • RICARDO. ¿Apestosito?

  • APESTOSÍN. Ricardo, deja de jugar. Esto es serio.

  • RICARDO. Entendido, maneja, pues, el elemento de la Fuerza Aérea Mexicana, Agustín Contreras.

Buenas.

  • RICARDO. Enfrente va: Hugo y atrás vamos Scooby y yo.

  • APESTOSÍN. Ricardo.



Scooby suspira.



  • RICARDO. El elemento de la Fuerza Aérea Mexicana, Agustín Contreras.

  • AGUSTÍN CONTRERAS. Buenas.

Nos indica que nos pongamos el casco y que le avisemos con una seña si lo escuchamos bien. Primero ayudo a Scooby a ponerse su casco, que la verdad es que no le entra muy bien, pero ahí, medio improvisando, le queda bien el casco a Scooby. Ricardo. Yo me pongo el mío y le hago una seña al elemento de la Fuerza Aérea Mexicana, Agustín Contreras.

  • AGUSTÍN CONTRERAS. Buenas.

Para indicarle que estamos listos, Scooby.

  • APESTOSÍN. Ricardo, te voy asesinar mientras duermes si me sigues diciendo Scooby, en serio, no es broma, ves estos colmillos.

El helicóptero se eleva. Flotamos en el aire, la noche se extiende ante nuestros ojos, es increíble toda esa negrura en un solo espacio, iluminada solo por la luna.

  • RICARDO. Espera, quién está diciendo todo eso.

  • APESTOSÍN. Yo pensé que tú, aquí tú eres el que sabe.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Soy yo, escúchenme, por favor.

¡Subsecretario!, exclaman al unísono, dueño y perro que habla.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Un momento. Esto es importante, ahora mismo estamos sobrevolando La Mansión de los Sapos, es imperativo entrar ahí y hacerse del diamante púrpura, es un cristal necesario para seguir haciendo mis investigaciones y con el tiempo, encontrar la vacuna y no depender de los norteamericanos.

A la orden, subsecretario, dice el perro que habla. Sí, dice Ricardo, pero antes nos hace falta una cosa por hacer.

  • RICARDO. Hugo, si eres tan amable en cederme la palabra, te lo agradecería.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Adelante, por favor.

  • RICARDO. Muchas gracias, Hugo.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. No, a ti.

  • RICARDO. No, a usted, subsecretario.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. No, a ti Ricardo, por todo.

  • RICARDO. Muchas gracias a usted, Dr.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. No, a ti, Ricardo, por favor, faltaba más.

  • RICARDO. Hoy es un día muy especial y agradezco que el subsecretario nos permita formar parte de esta misión en este día tan especial.

  • APESTOSÍN. Tenemos que bajar ya por el diamante púrpura. Ricardo, podemos salvar al mundo.

  • RICARDO. Podemos salvarlo, claro que sí. Aquí estamos juntos, podríamos salvarlo.

  • APESTOSÍN. ¿Estamos esperando la orden para bajar o qué? Póngame ya el arnés. Quiero bajar lentamente, no peso mucho, puedo ser sigiloso, quiero entrar por el techo. Con mis garras hacer un ligero quiebre en un cristal y bajar por él. Imagina las noticias. Un perro inteligente y un cerdo inculto salvan al país de esta pandemia.

  • RICARDO. ¿A poco crees que se me iba olvidar tu cumpleaños? Pinche perro viejo.

  • APESTOSÍN. ¿Qué? Te acordaste y eso que no te soporto.

  • RICARDO. Aunque no me soportes sé que hoy cumples quince. Sí son las 12 ya, ¿no?

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Sí.

  • RICARDO. Gracias.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. A ti.

  • RICARDO. Hugo, por favor. Gracias a ti. Por la hora. Qué amable en mirar tu reloj para confirmarlo.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. No, Ricardo, a ti. Por todo, en serio.

  • RICARDO. Dr. Gracias a usted.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. A ti.

  • RICARDO. Subsecretario, gracias a usted, en nombre de todo el país.

  • APESTOSÍN. Entonces, mi cumpleaños, te acordaste.

  • RICARDO. No podía no acordarme. Si te conozco desde siempre. Son quince años. Quince años. Te hice un pastel ahorita en el helicóptero. Te amo. Mucho. Te amo y no quisiera que te murieras nunca porque -tienes razón- me quedaría solo en el universo y según yo, vivir se trata de no estar solo. Te amo y te voy a extrañar mucho, amigo. Nunca te voy a olvidar. Me hubiera encantado haber realizado esta misión junto a ti, que fuéramos quienes salvaron al país de esta pandemia.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. ¿Le cantamos las mañanitas?

  • APESTOSÍN. Pero espera, Hugo. Ricardo, qué estás diciendo, cómo que me vas a extrañar si estoy aquí, estamos aquí, nos tenemos el uno al otro. Ahora. ¡Hay que bajar por el diamante púrpura! Dejemos el pastel para después. Es la primera vez que no prefiero leer antes de cualquier otra cosa. ¿Cómo me vas a extrañar si estoy aquí?

  • RICARDO. Porque te moriste. Te me moriste en los brazos y yo no pude hacer otra cosa sino llorar y llorar y llorar y llorar y pedir que regresaran el tiempo.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Ricardo, parte el pastel y comemos todos, la misión queda suspendida. Este es un trabajo de cuatro: Yo, el elemento de la Fuerza Aérea Mexicana, Agustín Contreras.

  • AGUSTÍN CONTRERAS. Buenas.

  • EL SUBSECRETARIO HUGO LÓPEZ-GATELL. Ricardo y, sin Apestosín, esto no puede continuar. Estaba planificado que fuéramos nosotros cuatro. No podemos no seguir el plan, he trabajado durante mucho tiempo pronosticando los buenos resultados de esta misión y no puedo arriesgarme a que un elemento menos cambie los resultados.

Comemos pastel y Ricardo toma el cuerpo con sus manos y me pide que nadie hable. Silencio.

  • RICARDO. Te abrazo, pongo tu cabeza sobre mi hombro, te tomo por el lomo y con tus patitas flotando, la derecha y la izquierda, me balanceo. Bailo. Bailamos, aunque tú no te des cuenta. Nos dejamos llevar por el ritmo del silencio. Pata delantera derecha, pata trasera izquierda, pata delantera izquierda, pata trasera derecha. Yo cierro los ojos y pienso en ti.

  • APESTOSÍN. Ricardo, mírame a los ojos, mírame.

Veo nuevamente puertas transparentes de lavadora en sus ojos. Estoy seguro. Esos no son sus ojos. Ricardo, despierta, vamos a hacernos el desayuno chingón, desayuno digno de López-Gatell. Deja el pastel para después. Vamos a la casa, dejemos esta misión y vayamos a la casa a hacernos un desayuno chingón.

  • RICARDO. Pienso en lo que hicimos, en los quince años que pasaron. Pienso en ti y no dejo de pensar en ti y no voy a dejar de pensar en ti. Volvemos a casa. En el techo del edificio, el subsecretario me abraza y te da a ti un beso en la frente, le digo que se quede con el pastel, no me lo voy a comer yo solo, mejor que lo comparta con el elemento de la Fuerza Aérea Mexicana, Agustín Contreras, él nos hace un gesto desde la cabina y nos saluda. Yo bajo las escaleras hasta el apartamento. Entro y cierro la puerta. Esta es la última vez que salgo en mucho tiempo. Sólo habrá una razón para salir de casa y no quiero pensar en ella en este momento, me aterra. Quiero que antes de que tenga que hacerlo, nos quedemos un rato echados.

Puerta; después se extiende el pasillo. Primer entronque: estancia, el ruido de la calle; pasillo; segundo entronque: el perfume de la comida; pasillo al fondo, el inodoro. Luego, a la derecha, la pieza.

Textos intervenidos

Necesito pedirles un favor. Una cosa de nada, sencilla y sin chiste. No se vayan...

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Repaso esto varias veces por día. Hago ejercicios de memoria. Para que no se me...

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Poco a poco, irá anocheciendo. Fran cubre una charola con aluminio para meterla al horno....

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Un cuarto vacío, una mesa, cuatro sillas y un refrigerador. Sobre la mesa hay un...

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En escena el roof garden de CARLOS y la azotea de MARIANA divididos, apenas, por...

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Un potente reflector ilumina a MAGDA, mujer trans (36), hermosa, teñida de rubio, lleva un...

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Déjame decirte que te estás preocupando por mí en el quinto día, ¿qué estabas haciendo...

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El niño se puso sus tenis negros porque son los que corren mejor La ciudad...

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Tu texto es mi texto

A partir de una convocatoria para crear dramaturgias cortas en periodos de horas, se inició...

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Inicialmente serían 5 los participantes, pero dado el entusiasmo y cantidad de interesados, ampliamos la...

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Los temas ya fueron seleccionados. ¡Conócelos aquí!

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Se enviarán a l@s participantes vía correo electrónico, la lista con los 4 temas elegidos,...

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El rumbo de la pluma cambia de dirección Tras el sorteo de escritos en este...

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Una vez más l@s participantes contaron con 24 horas para intervenir el texto asignado por...

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escenógraf@s y vestuaristas se podrán sumar a este proyecto, escogiendo alguno de los textos finales...

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Las propuestas de los creativos seleccionados, se compartirán en esta página.

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Tenemos todas las piezas del rompecabezas listas y ahora tú nos ayudarás a decidir cuál...

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El proyecto ganador se dictaminará después de un minucioso conteo de las votaciones en Redes...

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Infórmate sobre las etapas del Jam de Dramaturgia Tu texto es mi texto.

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Ésta no es una convocatoria más, para concursar y ser coronado como “El mejor”. Ésta...

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Bella Notte – Jorge Arturo Tovar y Valeria Di Toto

Bella Notte

LADO A

1.

Pit: Necesito pedirles un favor. Una cosa de nada, sencilla y sin chiste. No se vayan a asustar con mi humano. En cada casa donde gobierna un perro, existen uno o varios humanos a su disposición. Al principio pensaba que todos los humanos eran iguales, pero después de salir a pasear algunas veces con mis amigos de la cuadra, me di cuenta de que no. Todos los humanos son distintos, con sus propios miedos y preocupaciones y sueños tontos. Sobre todo con sus muchas frustraciones y arrepentimientos. Mi humano piensa que no me doy cuenta. En mis sesenta años perro lo he visto llorar, reír, cantar, bailar… en fin, hacer de todo.

Últimamente ha estado medio raro. Sí, más de lo normal. Solo hace falta verlo. Algunos días no se cambia la ropa y, ahora que lo pienso, no recuerdo haberlo visto bañarse. Creo que ha ganado un poco de peso también. Ya no quiere sacarme a pasear.

Me pregunto ¿en qué piensan los humanos? Porque sí piensan, ¿no?

Bueno, pues Antonio, (así se llama mi humano), había pasado días y días así de raro hasta ayer. De pronto, una estúpida sonrisa se dibujó en su rostro y ahora anda ansioso para todos lados.

Antonio: Pit de mi vida, Pit querido. Necesito tu ayuda. Hoy es el gran día.

Pit: ¿Por fin me vas a sacar a pasear?

Antonio: Sabes que no puedo. Tengo una cita en línea, Pit. Con Paloma, mi compañera del trabajo.

Pit: Antonio, es mala idea involucrarse con personas del trabajo.

Antonio: ¿Tú qué sabes? Eres un perro.

Pit: ¿Entonces por qué me preguntas?

Antonio: Bueno, tienes razón.

Pit: ¿Qué quieres de mí, Antonio?

Antonio: ¿La corbata azul o la roja?

Pit: La azul. Siempre me has parecido una persona azul.

Antonio: Pero ¿no es muy formal? El rojo es el color de la pasión.

Pit: Mierda, Antonio. ¿Es la primera cita, no?

Antonio: Sí. Tal vez es demasiado.

Pit: Hazme caso, muchacho, que tengo más años que tú. La azul es la buena.

Antonio: Solo tienes ocho años.

Pit: Que en años perro se traducen a sesenta, más o menos. Tú no sabes todo lo que he vivido, Antonio. Podría hablarte del amor por noches enteras y nunca me quedaría sin anécdotas. Soy un perro de mundo. ¿Me rascas la pancita?

Antonio: No tengo tiempo, Pit. Tengo una cita.

Pit: Primera cita y esa mujer ya te está apartando de mí. ¿A dónde vamos a parar?

Antonio: No te pongas celoso. Si todo sale bien, una vez que esto pase, te llevo toda una tarde al parque de perros que está cruzando la avenida. Luego vamos por tus croquetas favoritas y al regresar te rasco la pancita todo lo que quieras. Hoy necesito concentrarme.

Pit: Veinte minutos al día. Solo eso pido. Veinte minutos caminando al aire libre. Eso de salir para cagar y regresar de inmediato es inhumano. Un día de estos te voy a demandar, Antonio. Espera a mi abogado.

Antonio: Pit, tú has escuchado junto a mí a ese señor que sale en la televisión todas las noches. Ya oíste lo que dijo. Hay una enfermedad que es muy peligrosa. Necesitamos quedarnos en casa. Yo te sacaría a pasear todos los días como antes, lo sabes.

Pit: Pero…

Antonio: Lo sabes, ¿no?

Pit: Sí, Antonio. Te creo.

Antonio: (Para sí mismo, mientras se termina de vestir) Tengo pasta, salsa, carne molida, especias… ya me bañé, me rasuré, ¿me pondré perfume?, no lo descarto… ¡Vino! ¿Qué vino va bien con la pasta? Debería aprenderme esas cosas, tomé un curso de etiqueta…

Pit: Un chardonnay, Antonio. Si tu pasta lleva salsa alfredo, entonces un chardonnay.

Antonio: Uff, ¿hay algo que no sepas?

Pit: Pocas cosas, realmente.

Antonio: Eres un buen perro, Pit.

Pit: Y tú un buen humano, Antonio. ¿Sabes algo?, estoy orgulloso de ti. Ya estaba cansado de verte llorar tanto por tu exnovia.

Antonio: Auch, ¿me la tienes que recordar?

Pit: Bueno, te estoy felicitando. Es bueno que busques a una persona diferente. Yo extraño mis días de galán, cuando el amor corría por mis venas. Era entonces un macho libre y vigoroso.

Antonio: Eran las hormonas, Pit.

Pit: Llámalo como quieras, para mí era amor. Eso sí, nunca te voy a perdonar la cirugía. A veces todavía miro hacia abajo esperando encontrar mis testículos.

Antonio, ¿podrías ponerte pantalón de una vez?, tu desnudez me incomoda.

Antonio: Voy, voy. (Se termina de vestir). Bueno, ya me voy.

Pit: ¿Irte? ¿A dónde?

Antonio: A comprar el chardonnay. Compré vino tinto por error. Tú mismo dijiste que el chardonnay va con la pasta.

Pit: Por favor, es una cita en línea. Se van a ver a través de una camarita de baja calidad en computadora. Podrías estar tomando Seven Up y no se daría cuenta.

Antonio: El éxito está en los detalles.

Pit: ¡Llévame contigo!

Antonio: ¡Solo me voy por diez minutos! ¡No exageres!

Pit: ¿Y qué hay de la enfermedad y el señor que salió en la tele? Lo dijo muy claramente: Quédate en tu casa. Así. Mira que bien me sale imitarlo: Quédate en tu casa.

Antonio: Tendré cuidado.

Pit: ¡Antonio! ¡Anto…!

(Antonio se va)

Pit: Yo sé que no todos los humanos son malos, pero al menos el mío es ingrato de vez en cuando. Sesenta años perro cuidando este departamentito de veinte metros cuadrados como para que no me saque ni a la esquina. Ah, pero él sí sale, ¿verdad? Vas a ver, pinche Antonio, un día de estos me voy a ir a pasear yo solo. ¿Quién necesita a un humano que no puede ni escoger una corbata?

___________________________________

2.

(Antonio ha vuelto y ordenado el lugar para la cita. Hay una computadora en la mesa frente a un plato vacío, una copa y una botella de vino. Pit sigue recostado en el piso).

Pit: ¿Ahora sí tienes tiempo para rascarme la pancita?

Antonio: Más tarde, la pasta ya casi está.

Pit: Huele bien, ¿me das?

Antonio: Los perros no comen pasta.

Pit: Tampoco comemos sobras pero eso sí me das.

Antonio: Te encantan.

Pit: Pues sí, pero también la pasta. Recuerdo una película que vi en mi juventud, cuando era apenas un cachorro de finas patas blancas… ¿cómo se llamaba? ¡Ah, sí! La dama y el vagabundo. En esa película los perros comen pasta y hasta les ponen mesa y velitas. Aaah, que nostalgia. ¿Cómo iba esa canción? (Canta)

Oh, no tiene igual

Questa noche especial

La llamamos Bella Notte…

Antonio: Pit…

Pit: Ven a mirar

Esas luces brillar

Questa amable Bella Notte…

Antonio: Eh, Pit…

Pit: Si estás con quien amas…

Antonio: ¡Pit! ¡Pásame la sal!

Pit: Yo solo digo que un poquito de pasta no estaría mal.

Antonio: Ya veremos.

Pit: Bueno, cuéntame de esa tal Paloma. Su nombre me gusta. Me recuerda cuando me llevabas al parque.

Antonio: La conocí en el trabajo. Desde el primer día nos hemos llevado bien. Su cubículo está muy cerca del mío. Al principio tenía novio pero después terminó con él. Yo estaba nervioso, no quería acercarme tanto porque pensaba que podría incomodarla, pero tampoco quería estar lejos como para verme desinteresado. Cuando nos mandaron a trabajar a casa nos seguimos escribiendo y llamando de vez en cuando. La idea de la cita fue de ella.

Pit: O sea que ella te invitó a cenar. Vaya…

Antonio: ¿Qué?

Pit: ¿Quién lo diría? Eres atractivo para algunas personas.

Antonio: ¿Qué puedo decir? Tengo mi encanto.

Pit: Tampoco exageres.

Antonio: ¿Qué? Para tu información, me inscribí a un sitio de citas una vez y recibí muchos mensajes.

Pit: ¿Cuántos?

Antonio: Como… cuatro.

Pit: Uff, no. ¿Cómo hacías para responder tantos?

Antonio: Mira, me interesa mucho que las cosas salgan bien con Paloma, ¿sí? En verdad me gusta.

Pit: Bueno, Antonio, pues te deseo suerte.

Antonio: No lo vayas a arruinar.

Pit: ¿Yo? ¿Qué insinúas?

Antonio: No se me olvidan todas las veces que traje a cenar a mi exnovia y hacías un desastre.

Pit: Un poco de emoción por ver un rostro nuevo, era todo. Como tú sí sales…

Antonio: Hoy todo tiene que salir perfecto.

Pit: Oye… esta pasta de verdad huele bien…

Antonio: Quita tu narizota de la olla.

Pit: ¿Le pusiste mozzarella? Es mi favorito.

Antonio: ¡Pit! ¡Atrapa la pelota!

Pit: ¡¿Pelota?! ¡¿Dónde?!

(Antonio lanza la pelota y Pit corre tras ella. Antonio tapa la olla de la pasta para que termine de cocinarse).

Pit: (Regresando molesto con la pelota) Espero estés satisfecho.

___________________________________

3.

(Antonio está sentado a la mesa con su copa de vino y su pasta a medio comer. Del otro lado de la habitación está Pit, comiendo croquetas de su plato. Observa a Antonio. Paloma está en la pantalla de la computadora, usa pijama y tiene un plato de cereal con leche).

Paloma: Me sorprendes, de verdad.

Antonio: ¿Por qué?

Paloma: Cuando te propuse que cenáramos juntos por videollamada no esperaba nada de esto. De haber sabido me hubiera preparado…

Antonio: No pasa nada, ya que podamos reunirnos, cocino pasta nuevamente.

Paloma: Y yo cereal con leche.

(Ríen incómodos).

Pit: Mírenlos. Que patéticos, ¿no? ¿Por qué los humanos son así? Como gran estudioso del comportamiento humano, reconozco que hay algunas cosas que aún no he logrado descifrar. Los humanos aparentan mucho. Se la pasan mintiendo o escondiendo cosas. Guardan secretos… Esto no se los he contado aún pero, ¿saben por qué Antonio terminó con su última novia? Él quería sorprenderla con un regalo de cumpleaños enorme. A veces puede ser muy exagerado. El día de su cumpleaños, fingió que se le había olvidado y estuvo todo el día haciéndose tonto para que la sorpresa de la noche fuera realmente inesperada. Bueno, pues ambos estaban sentados en aquel sillón de allá viendo una película cuando de pronto ella comenzó a llorar. Así como lloran los humanos, con gemidos y mocos. Él, que seguramente ya se lo imaginaba, le preguntó: “¿qué tienes?”. Yo pensé: ¡Que cínico! Y ella comenzó con que era su cumpleaños y Antonio lo había olvidado. Pero no fue todo. Ella aprovechó para reclamarle cosas que Antonio había hecho mal desde hace mucho. Y entonces él no se aguantó y le reclamó lo suyo y se pusieron a discutir tanto que hasta se desearon la muerte y no sé qué más.

Ella se fue llorando y Antonio se quedó solo. Se comió él solo el pastel que le había comprado, (maldito, no me dio) y estuvo llorando días y noches enteras.

Bueno, lo que quiero decir es que a veces las cosas serían mejor si los humanos pudieran decirse la verdad. Aunque, mis instintos de perro investigador del comportamiento humano me dicen que los humanos no siempre saben cuál es la verdad. Ay, que filosófico me puse.

Antonio: ¿Y cómo te va en el encierro? ¿No quieres volver al trabajo?

Paloma: Nunca pensé que diría esto pero sí. Me muero de ganas por volver a la oficina.

Antonio: ¿De verdad?

Paloma: ¿Tú no?

Antonio: Un poco. La verdad disfruto mucho estar en casa.

Paloma: ¿Vives solo?

Antonio: Sí.

Pit: ¿Ah, sí?

Paloma: ¿Y no te sientes triste a veces?

Antonio: Un poco, pero se me pasa.

Pit: ¡Un poco! ¡Si llevaba días tirado en la cama antes de hoy!

Paloma: ¿Y qué haces para que se te pase?

Antonio: Pues lo que hace todo el mundo. Hago ejercicio en casa, me alimento sanamente, leo todos los días.

Pit: Ahora sí se pasó de embustero. ¿Ejercicio? Si se aporrea con subir las escaleras. El otro día pidió una pizza de pepperoni y se la acabó solo. ¿Y lee todos los días? pues creo que una vez lo vi leer Padre rico, Padre pobre y lo dejó porque le pareció muy complicado.

Paloma: ¡Que interesante! ¿Qué te gusta leer?

Pit: Sí, Antonio. Cuéntanos.

Antonio: Tú sabes… libros pues… intelectuales.

Paloma: ¿Cómo cuál?

Pit: Vamos, Antonio. Recuerda tus clases de español de la secundaria.

Antonio: Ehm… ¿Ya leíste La vida es sueño?

Paloma: ¡Me encanta! (Recita de memoria)

Apurar, cielos, pretendo,

ya que me tratáis así

qué delito cometí

contra vosotros naciendo;

aunque si nací, ya entiendo

qué delito he cometido.

Bastante causa ha tenido

vuestra justicia y rigor;

pues el delito mayor

del hombre es haber nacido.

¿Cuál es tu parte favorita?

Antonio: Ah, pues… la parte donde se van a dormir.

Pit: Pero que cerdo inculto… Necesita un poco de ayuda perruna.

(Pit deja su plato de croquetas y corre a Antonio. Sube las patas a sus piernas).

Paloma: ¡Que hermoso perro!

Antonio: ¡Pit! ¿Qué haces?

Pit: Ayudándote, inútil. Digo, woof woof.

Paloma: ¿Cómo se llama?

Antonio: Pit, se llama Pit. Solo que le había dado de comer para que no me interrumpiera porque a veces es muy molesto…

Pit: Vas a ver, cabrón. Woof woof.

Paloma: ¡Me encantan los perros!

Antonio: ¿Ah, sí?

Pit: Quihubo.

Paloma: Sí. Cuando era niña tenía tres. Y dos gatos. Y un hámster.

Pit: ¿Tenía gatos? Antonio, saca a esta mujer de mi vista.

Antonio: Yo también tenía una gata cuando era niño.

Pit: ¿¡Qué!?

Antonio: Se llamaba Mora.

Pit: ¡Antonio! ¡Te desconozco!

Paloma: ¿No son hermosos los gatos?

Antonio: Muchísimo.

Paloma: ¡Y los hámsters!

Antonio: ¡Me encantan los hámsters!

Pit: Aquí estoy, ¿eh?

Paloma: ¿Y a este precioso de dónde lo sacaste?

Pit: ¡Me dijo precioso! (Mueve la cola emocionado).

Antonio: A Pit, pues… lo adopté. Yo tenía apenas unos 21 ó 22 años. Estaba en la universidad y un día regresando a mi casa lo encontré tirado en el parque. Estaba muy chiquito, ni siquiera había abierto los ojos todavía. Creo que su madre lo abandonó. Tú sabes, a veces dejan al más débil para concentrarse en los otros. Lo levanté y lo miré. Seguro tenía uno o dos días de nacido. Me lo llevé a mi casa, en esos momentos vivía con mi mamá. Pit comenzó a crecer y a crecer. Yo sospechaba que sería un perro grande, pero no me imaginé que tanto. Después, cuando me mudé a este departamento, Pit me acompañó y desde entonces ha sido mi compañero en esta soledad. Además es muy inteligente, ¿verdad, amigo?

(Pit observa a Antonio detenidamente y de pronto comienza a chillar y a encimarse en él).

Paloma: ¡Se ve que te quiere mucho!

Antonio: Sí, nos llevamos muy bien… (A Pit) ¡Ya basta! ¡Me estás ensuciando la camisa!

Pit: Antonio, nunca me habías contado esa historia. ¡Te amo, pinche Antonio!

Paloma: ¡Lo emocionaste con tu historia!

Pit: Antonio, Paloma y tú se merecen la mejor primera cita de todas. ¡Aún hay tiempo! Voy a ayudarles para que este sea un gran recuerdo…

Antonio: ¿De qué estás hablando?

(Pit corre por toda la casa. Pone Bella Notte en el estéreo).

Paloma: ¿Y esa música? ¿La pusiste tú?

Antonio: ¿Yo? Eeeh… pues, sí.

(Pit sigue corriendo, de su cama para perro saca un ejemplar de La vida es sueño. Se lo da a Antonio y le señala una página).

Pit: ¡Lee esto! ¡Woof, woof!

Antonio: ¿Qué es esto?

Pit: ¡Confía en mí, muchacho!

Paloma: ¿Qué es eso, Antonio?

Antonio: Eeeeeh… (Lee)

Con cada vez que te veo

nueva admiración me das,

y cuando te miro más

aun más mirarte deseo.

Ojos hidrópicos creo

que mis ojos deben ser;

pues cuando es muerte el beber,

beben más, y desta suerte,

viendo que el ver me da muerte,

estoy muriendo por ver.

Paloma: ¡La vida es sueño!

Antonio: (Revisando la portada) ¡Oh! ¡Es cierto! Digo, ya sabía.

(Pit sigue corriendo de un lado a otro. Le sirve a Antonio más vino en su copa y se la pone en la mano. Le levanta el meñique).

Pit: ¡Ahora un brindis!

Antonio: ¡Brindemos!

Paloma: Muy bien ¿por qué?

Antonio: Por…

Pit: ¡Por el amor! ¡Por la vida! ¡Por los comienzos!

Antonio: ¡Porque termine la cuarentena!

Pit: Bueno, pudo ser peor.

Paloma: ¡Porque termine la cuarentena!

Pit: Creo que mi trabajo aquí está hecho. Antonio, por si no te lo había dicho antes, te quiero mucho. Me siento muy afortunado de vivir aquí contigo. A veces no te soporto, pero eres un humano con defectos como todos los humanos y yo acepto eso. Nadie es perfecto, pues. Quiero que sepas que cuidaré de ti y de tu departamento todos los años perro que me quedan y que siempre seré feliz haciéndolo. Te quiero Antonio, eres un gran…

Paloma: ¿Por qué tu perro está ladrando tanto?

Antonio: ¡No sé! ¡Pit! ¡Cállate!

Pit: …Y te mereces toda la felicidad del mundo porque tienes un gran corazón. Todos deberían darse cuenta de que eres un gran ser humano y…

Paloma: Voy a bajar el volumen…

Antonio: ¡Pit! ¡No me dejas escuchar!

Paloma: ¿Todo bien?

Antonio: ¡Voy a sacarlo! ¡Espera!

Paloma: ¡¿Qué?!

Antonio: ¡Que ahora vengo!

(Antonio toma a Pit por el collar y lo arrastra)

Pit: ¡Ugh! ¿A dónde vamos?

(Antonio abre la puerta del patio y saca a Pit. Cierra la puerta).

Pit: ¡Antonio…! Antonio… ¿Antonio?

___________________________________

4.

Pit: Bueno, ¿qué les dije? ¡Los humanos son unos ingratos! Te usan para que les protejas la casa, para tener a alguien con quien hablar de sus estúpidos problemas, ¡y hasta para conseguirse novia!, pero a la menor molestia, ¡al patio!

Esto no se va a quedar así. Ya son varias las que me debe el Antonio. Alguien tiene que enseñarle a respetar a sus mayores. ¡Sesenta años perro, carajo!

(Pit se esfuerza por abrir con sus patas la puerta del patio. Después de algunos intentos, lo consigue. Entra a la casa y se escabulle para que Antonio no lo vea. Él sigue en su cita).

Paloma: Nunca me hubiera imaginado que mi compañero de oficina fuera tan culto e interesante…

Antonio: ¿Yo? Me halagas…

Paloma: ¡De verdad! No con cualquiera se puede tener una conversación así de profunda.

Antonio: Tú también eres muy culta e interesante. Me da gusto que podamos cenar esta noche, aunque sea a la distancia.

Paloma: A mí también.

Antonio: Hay algo que me gustaría decirte…

Paloma: ¿Qué es?

Antonio: Me la he pasado muy bien esta noche. Creo que no me sentía así de bien con alguien desde hace mucho tiempo. Paloma, tú…

Paloma: ¿Qué dijiste? Como que se está cortando…

Antonio: Que tú me gustas…

Paloma: No… te… entiendo…

Antonio: ¡Que me gustas!

(Se pierde la conexión).

Antonio: ¡Maldita computadora! ¿Ahora qué le pasa?

(Antonio trata de encontrar la solución al problema. Se concentra en la pantalla. Pit aparece con un cable en su hocico. Después de un momento, Antonio lo mira y corre tras él).

Antonio: ¡Maldito perro!

Pit: ¡Alcánzame si puedes, muchacho!

(Se persiguen por toda la casa. Antonio comienza a perder el aliento).

Pit: ¿No que mucho ejercicio?

(Se siguen persiguiendo. Por momentos parece que Antonio lo va a atrapar pero Pit consigue escabullirse).

Antonio: ¡Pit! ¡La pelota!

Pit: ¡No esta vez!

(Finalmente, Antonio consigue acorralar a Pit).

Antonio: Pit, dame ese cable.

Pit: ¡No te acerques, muchacho, o lo mastico!

Antonio: ¡No me gruñas! ¡Dámelo!

(Antonio da un paso al frente y Pit muerde el cable más fuerte).

Antonio: ¡No!

Pit: ¡Te vas a quedar sin internet toda la cuarentena!

Antonio: ¡Todo menos eso! ¡No voy a poder salir a comprar otro cable!

Pit: ¿Ah, no?, pues yo creo que sí, así como sales a comprar el chardonnay.

Antonio: Pit, estaba en medio de un asunto muy importante.

Pit: Que pena, muchacho.

Antonio: Pit, por favor.

Pit: Te he pasado varias, Antonio. Te he estado soportando todos estos días de cuarentena que has estado en la casa. Un perro también necesita su espacio, ¿sabes?, extraño los días de soledad perruna que tenía cuando te ibas a trabajar. He tenido que aguantar tus lloriqueos por las noches, (sí, te he oído); los olores de las comidas que pides y que no me compartes, tus pretextos para no sacarme a pasear, ¡pero la gota que derramó el vaso fue que me sacaras al patio! ¡Eso no se lo tolero ni a mi perra madre!

Antonio: Está bien, Pit. Me excedí. Lo admito. Tienes mucha razón. No debí tomarte del collar y sacarte al patio. Es verdad que últimamente ha sido difícil para ambos. Todo esto de la enfermedad y la cuarentena nos tiene muy tensos a todos y no sabemos qué hacer.

Pit: ¿Y yo qué culpa tengo?

Antonio: ¡Ninguna!

Pit: ¿Entonces?

Antonio: ¡Ya, por favor! Pit, te pido perdón. Lo único que quiero es el cable. Solo pido eso. Quiero seguir platicando con Paloma. Estaba a punto de decirle algo importante… Anda, hazlo por mí. Por los viejos tiempos, ¿eh? Por todas esas veces que salimos juntos y los recuerdos que tenemos de toda una vida. ¿O te gustaría que me quedara solo?

(Silencio).

Pit: …Está bien. Tómalo.

(Pit suelta el cable).

Antonio: ¡Gracias! ¡Mil gracias!

(Antonio corre a conectar el cable nuevamente. Al principio está desesperado pero poco a poco se relaja. Pit se queda en un rincón con las orejas agachadas y la cola entre las patas. Antonio, a punto de terminar de conectar el cable, se arrepiente y lo suelta).

Antonio: Pit…

Pit:

Antonio: Oye, Pit…

Pit:

Antonio: ¿Por qué no me contestas?

Pit: Muchacho, esta es la noche en que se rompió mi corazón de perro. Anótalo en tu calendario. Hoy he conocido el verdadero sufrimiento y dolor. Podría escribir los versos más tristes esta noche…

Antonio: Por favor, no exageres.

Pit: No. No es exageración este dolor que siento en mi corazón.

Antonio: Pit, anda, anímate. Puedo hablar con Paloma y después hacemos algo tú y yo. Vemos una de esas películas de culto que tanto te gustan. De esas suecas que duran tres horas y que nadie les entiende.

Pit: No estoy de humor para películas, muchacho. No creo que estos ojos puedan disfrutar con el cine una vez más. Ve, habla con esa Paloma que tanto te gusta. Yo… necesito tiempo para estar solo.

(Antonio duda, pero se da la vuelta y conecta el cable. Vuelve a su computadora. Está a punto de conectarse de nuevo pero mira a Pit en el rincón. Cierra la computadora y se levanta de la silla).

Antonio: Oh, no tiene igual

Questa noche especial

La llamamos Bella Notte…

Pit: Ahora no, estoy muriendo de tristeza.

Antonio: Ven a mirar

Esas luces brillar

Pit: Antonio…

Antonio: Questa amable Bella Notte…

Pit y Antonio: Si estás con quien amas

Dichoso vas a ser

Nocturna magia llegará

y el amor va a florecer.

(Mientras cantan, Antonio pone un mantel en la mesa, un par de velas y sirve pasta en dos platos. Pit ha comenzado a bailar por todo el departamento y no se ha dado cuenta).

Pit: Oh, noche especial

de amor celestial.

Questa dolce

bella notte.

(Pit mira a Antonio, que está sentado en la silla de antes, pero ahora hay un asiento esperando a un acompañante).

Pit: ¿Qué es esto?

Antonio: ¡Esto es una noche especial! ¡Una Bella Notte!

Pit: Pero… tú tienes que cenar con Paloma.

Antonio: Será otro día. Hoy quiero cenar con mi perro, el que me ha acompañado durante… ¿cuánto?, ¿sesenta años perro?

Pit: Aproximadamente.

Antonio: ¿Qué dices?

Pit: ¿Esta pasta es para mí?

Antonio: ¡Y toda la que quieras! Cociné para toda la semana.

Pit: ¡Que delicia! ¿Y el chardonnay?

Antonio: Eso sí que no. El vino no es bueno para los perros.

Pit: ¡No sé qué decir! ¿Y Paloma?

Antonio: Ya le hablaré mañana y le diré que tuve un… problema de conexión. Después de todo, no estaría mintiendo.

Pit: ¡Eso sí! ¡No más engaños! ¡Mentir no deja nada bueno!

Antonio: Lo dice la voz de la experiencia.

Pit: Exacto. Aunque bueno, ¿cuántos años tienes? ¿29? ¿30? Tampoco eres un niño. Eso lo reconozco.

Antonio: Se me ocurre una cosa. ¿Después de cenar me enseñas La vida es sueño?

Pit: ¿Quieres impresionar a Paloma?

Antonio: Pues sí, pero también me interesa el libro.

Pit: ¿De veras?

Antonio: Puedo intentarlo.

Pit: Me parece bien. Aunque tú te mereces que te quieran con todo y tus libritos de superación personal.

Antonio: Solo leí uno de esos cuando estaba en la universidad, ¿podrías olvidarlo?

Pit: ¡Esas cosas nunca se olvidan!

(Ríen).

Antonio: Ojalá algún día inventaran un traductor de ladridos a español. Me gustaría entenderte.

Pit: Creeme, a mí también me gustaría entenderte.

Antonio: Me pregunto si a ti también te gustaría entenderme.

Pit: El español suena muy complejo. La verdad prefiero quedarme con mis ladridos. Oye Antonio, hay una cosita más que quisiera pedirte…

Antonio: Sí, yo compraría ese traductor.

Pit: Una cosita…

Antonio: ¿Qué pasa? ¿Por qué ladras, Pit?

Pit: ¿Ahora sí me rascas la pancita?

Antonio: ¡Hasta que te canses!

___________________________________

5.

Pit: Así son los humanos: complejos, indecisos. Con el humor cambiante y propensos a equivocarse. Cuánta envidia deben tenernos a nosotros los perros, siempre tan leales, sencillos y sinceros. A pesar de todo, no cambiaría al mío.

Parece que esta noche va a llamar a Paloma nuevamente. Veremos qué tal le va. Ya nos pusimos a leer un poco, después de todo. Cuando pase todo esto de la cuarentena quizá pueda conocerla en persona. Parece una buena humana, a pesar de que le gusten los gatos. Lo dicho, nadie es perfecto.

Ahora los dejo. Tengo pasta que comer y a mi pancita ya le hacen falta cariñitos.

FIN LADO A

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LADO B
(Intervención Valeria Di Toto)

1.

Paloma: ¿Qué dijiste? Como que se está cortando…

Antonio: Que tú me whauwa…(se oye un ruido metálico)

Paloma: No… te… entiendo…

(pausa) ¿Hola? ¿Estás ahí? ¿Antonio? Estás como congelado. ¿Me escuchas?. ¿Se cortó?

(Se queda inmóvil mirando la computadora con la imagen de Antonio congelada. Se arregla el pelo) ¿Antonio? ¿Te has ido? Y esto que venía tan bien…. (Reinicia la computadora) A ver a ver, quizá es un problema de internet, estas empresas que prometen y cuando se las necesita fallan. Pero hoy no, hoy deberías funcionar… Mmmm, conectada y segura. ¿Se habrá desconectado? ¿Y si lo llamo? ¿Qué tiene de malo? No es nada más que una compañera llamando a un compañero para ver si está todo bien. ¿Está todo bien?.

(Para sí) Ay no no Paloma, no. No empieces con esas cosas otra vez…. El todo vestido, con corbata y de este lado cereales con leche. Una cosa es el encierro y otra muy distinta el abandono, parece que ni siquiera tomaste un baño. ¿Cómo no lo pensé antes?

¡¿Cereal con leche?! Le dije de una cena y ¿cereal?. La próxima vez voy a ponerme un recordatorio grande en el refrigerador antes de agarrar cualquier cosa.

Marie: (caminando lentamente a Paloma. ) ¿Próxima? ¿Y todavía crees que va a existir próxima?

Paloma: Marie, ¿dónde estabas? No sabes lo que….

Marie: Lo oí todo, la anécdota de la infancia, los tres perros, gatos y hamster. Que lindo sería tener compañía en estos días, como para hacer todo más llevadero. ¿No tienes pensado traer otro perro?

Paloma: ¿Qué habrá pasado?

Marie: Uno chico, y que entienda quien es la que manda.

Paloma: ¿Se habrá aburrido?

Marie: ¿Tenía un perro, no? Puede que me caiga algo bien.

Paloma: No sabes el detalle. Pasta, vino, bien vestido, y….

Marie: Una pena que no llegué a verle.

Paloma: Leyó un fragmento de la vida es sueño. ¿Cuántas veces sucede eso?

Marie: Nunca. Hay que saber leer a Calderón.

Paloma: Voy a llamarlo.

Marie: No no no. De ninguna manera. Tiempo.

Paloma: (agarrando su móvil) ¿Y qué le digo?

Marie: Woof, woof. (salta sobre Paloma)

Paloma: Ahora no, estoy con algo importante.

Marie: No lo llames. Woof.

Paloma: Mejor no. Soy la que propone y luego la que insiste?… Tienes razón Marie, no tengo que llamar. (Deja el móvil en la mesa)

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2.

Marie: Quiero pensar que no va a pasar lo mismo de siempre, aunque nada estaría demostrando lo contrario. En estos años logré ver cada uno de los fracasos de mi dueña. Ella es idealista sigue creyendo en el amor, el compromiso y toda la cosa, pero…. lamentablemente eso ya está demodé. Intentar hacerla entrar en razón es lo mismo que sacarle esa manía por tomar esa especie de té sin sabor de todas las mañanas. ¿Cómo lo llama? (pausa) Mate, eso. Costumbres que le quedaron de algún pasado familiar.
En fín creo que busca desesperadamente una pareja, alguien que la acompañe. Si de compañías se trata aquí estoy. Todas las noches la veo frente a la computadora o con su móvil, mirando fotos de otros simulando ser felices, porque si hay algo que está claro es que eso que muestran no es real. Pero ella quiere eso, y creo que todas las noches lo mira para trasladar ese deseo y esas imágenes a sus sueños. Lo debe lograr, porque me abraza fuerte, algunas veces siento sus brazos cruzándose sobre mi y otras su llanto, pero un llanto seco. La verdad es que eso no me gusta, pero es complejo encontrar a alguien, o por lo menos eso repite todas las noches cuando habla por teléfono con su mamá.

Siento que todo cambió cuando él se fue. Para mi siempre fue él, porque por lo poco que recuerdo nunca escuché su nombre, solo se decían amor, amor está la cena, amor no dejes eso así, amor atende, amor no me hagas eso…. muchas veces se gritaban, otras tantas se abrazaban y lloraban, hasta que un día él terminó durmiendo en el sillón, y después no lo ví más. En realidad sí, una última vez, que en nombre del amor ella le tiró todo, todo todo. Ahí sí, fue un mar de lágrimas, apenas salíamos a dar un paseo. Pero ahora ya no, no va a pasar, no lo voy a permitir.

Paloma: No lo voy a permitir.

Marie: Transmisión de pensamientos.

Paloma: No me voy a quedar con las ganas.

Marie: ¿De qué?

Paloma: Pensando qué hubiera pasado si

Marie: No entiendo.

Paloma: Marie, ¿qué pasa si es el?

Marie: ¿El del perro ladrador?

Paloma: Si en medio de este encierro logramos conectar desde otro lado

Marie: ¿Lo dices por la virtualidad?

Paloma: Sin presiones. Hablar por horas de lo que nos gusta y lo que nos pasa, sin que nadie nos apure.

Marie: No entiendo.

Paloma: Este es el momento que tenemos para nosotros, para pensarnos, conocernos…

Marie: Ya se puso filosófica. Debo decir que no me llevo muy bien con esa línea de pensamiento.

Paloma: No voy a dejar pasar más oportunidades, es hoy, es ahora. (Toma su móvil, llama).

Marie: Bueno, ahí viene otra vez. Ella avanza contra todo.

Paloma: Hola ¿Antonio? Si, Paloma. Solo quería saber si estaba todo bien. (pausa) Ah. (pausa) Si, si lo escuchaba ladrar, pero después te quedaste congelado y… (pausa) Ah, está bien. (pausa) No no, entiendo. Si, no te preocupes, atiende a tu perro. Hablamos otro día. (pausa) En serio, está todo bien. Bye.

Marie: Lo dije. Otro rechazo y van….

Paloma: No entiendo

Marie: ¿Qué hay que entender?

Paloma: ¿Su perro?

Marie: ¿Sigue ladrando? ¡Que energía!
Paloma: Es la primera vez que escucho algo así

Marie: ¿Qué? ¿Qué? Dime (moviendo la cola)

Paloma: Jugando cortó el cable y perdió conexión…. ¡Qué energía!

Marie: ¡Es la primera vez que escucho una excusa tan absurda!

Paloma: Quizá tengo que ser menos ansiosa Marie. Ahora mejor una película en la cama y a dormir.

Marie: ¿Qué? ¿No hay llanto, ni gritos? ¿Nada? ¿Película y a dormir?

Paloma: Vamos Marie, vamos que tengo unas galletas para ti.

Marie: (moviendo la cola) Esto es raro, pero…. a dormir, y con galletas! ¡¿Qué mejor?!

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3.

Marie: Bueno, no entiendo muy bien que ha pasado. Por momentos creo que necesito una guía para vivir con esta humana. Cuando pensaba que se venía lo peor, una nueva tragedia anunciada…. Llanto, gritos, Bon Jovi a punto de lastimar mis oídos en medio de la noche… Nada. Como si nada hubiera pasado, una simple película, galletas y dormir.
Realmente no comprendo, de golpe así como si nada ¿todo cambia?. No es que quiera todo eso, pero debo admitir que me desilusiona un poco la ausencia de espamento. Al fin y al cabo era una cita, por más que ella se presentó con cereal con leche. Pero siento que acá hay algo más, algo que no termino de descubrir. ¿Será que por fín podré dormir sin ser asfixiada por esos brazos? ¿Y no tener que darme un baño cada quince días por la presencia de mocos provenientes de llanto en mi pelo? ¿Una nueva vida se avecina? ¿Y si puedo comenzar a dar mi paseo sin correa? Eso sería ideal, manejaría mi ritmo, metería el hocico donde quisiera y no…… ¿Qué es eso? ¿Música?

(Se escucha una melodía por lo bajo) ¿Se levantó escuchando música? El efecto aparece recién hoy. Acaba de comprender que es otro fracaso.

Paloma: (cantando) ¡Bonjour! ¡Bonjour!

¡Bonjour! ¡Bonjour! ¡Bonjour!

Marie: ¿Bonjour? ¡Bonjour! Está cantando bonjour, tiene un buen día.

Paloma: Ahí viene el panadero como siempre

Su mismo pan viene a vender

Las mañanas siempre igual desde el día en que llegué
Marie: a este rústico lugar…. (da vueltas en el lugar)
Paloma: ¡Bonjour! Buen día

¿Cómo están todos?

Marie: Bonjour, buen día
Paloma: Yo quiero más que vida provincial…

Marie: ¿Qué pasó? Woof Woof. ¿Qué? ¿Qué?

Paloma: No me vas a creer Marie, o sí.

Marie: ¿Tengo que seguir preguntando?

Paloma: Yo sabía, sabía que iba a pasar.

Marie: Es algo bueno.

Paloma: La ansiedad no lleva a ningún lado.

Marie: Siempre te lo digo, es exceso de futuro. Pero…

Paloma: Me escribió.

Marie: ¿Quién?

Paloma: Antonio me mandó un mensaje, bien temprano.

Marie: ¿Tenía conexión?

Paloma: ¡No me mires así! Me dijo que le encantaría retomar lo que dejamos pendiente ayer.

Marie: ¿Pendiente?

Paloma: La cena, la cita.

Marie: Ah…. otra vez me iré al cuarto para no tener que ver la caída.

Paloma: Y hoy va a ser distinto.

Marie: ¿Si?

Paloma: Voy a cocinar, nos vamos a bañar y poner lindas.

Marie: Ay no, baño no.

Paloma: ¿Que puedo hacer? Elaborado pero simple

Marie: Elaborado y simple no van de la mano.

Paloma: Ya sé, ya sé, un risotto.

Marie: ¿Arroz?

Paloma: El arroz nunca falta en casa.

Marie: ¿Una vez que cocina hace arroz? Está bien… pero podría ser algo con carne.

Paloma: Lo único esta vez será sin trufas, no es momento para salir a comprar y no va a notarse.

Marie: ¿Sin trufas?

Paloma: Vamos Marie, a moverse que hoy tenemos LA cita.

Marie: Baño no, por favor, baño no.
Paloma: ¡Bonjour! Perdón (corriendo a Marie para limpiar)

Marie: Que rara es.

___________________________________

4.

( Paloma está sentada a la mesa con su copa de vino y su risotto a medio comer. En el sillón casi oculta entre almohadones está Marie observando la situación. Antonio está en la pantalla de la computadora, usa camiseta blanca y tiene un sandwich y una cerveza abierta).

Paloma: Hola.

Antonio: Hola.

Paloma: Hoy invertimos los roles.

Antonio: Pensé que ayer había sido mucho, el vino, la corbata…

Paloma: Y hoy lo hago yo

Ambos ríen

Paloma: ¿La conexión está mejor?

Antonio: Si. Acordamos con Pit que hoy no tirará del cable.

Paloma: Muy bien por Pit.

Antonio: Si.

Silencio

Paloma: ¿Se cortó?

Antonio: (ríe) No no, aquí estoy.

Paloma: Pensé que….

Antonio: Era una broma.

Paloma: Ah.

Marie: Que feo humor tienes. Y ¿cerveza? ¿En serio cerveza? Creo que mi ama idealiza mucho.

Antonio: Se ve bueno ese risotto.

Paloma: Ah, sí. Hoy cociné. No siempre son cereales con leche.

Antonio: Me gusta. Creo que es un plato simple, pero a la vez elaborado.

Marie: ¿Qué? Simple y elaborado NO VAN DE LA MANO. ¿En qué están pensando?

Paloma: Pensaba que cuando termine todo esto sería lindo cenar, pero sin pantallas por medio.

Marie: ¡Ay no! Siempre un paso más adelante. Calma la ansiedad Paloma.

Antonio: Me encantaría.

(Se oye el ladrido de Pit del otro lado)

Paloma: ¿Es tu perro?

Antonio: Si, es Pit, parece que quiere participar de la cena.

Paloma: Que lindo. Marie se esconde, no es muy sociable.

Antonio: ¿Marie? ¿Vives con alguien?

Paloma: No, vivo sola.

Marie: ¿Sola? Desagradecida.

Paloma: Es un decir, sola no, con Marie, mi perra.

Antonio: ¿Tienes una perra?

Paloma: Sí. Es mi gran compañera.

Marie: Por suerte lo reconoce.

Antonio: Pit, Pit, no saltes, Pit.

Paloma: Hola Pit.

Marie: ¿Hace participar a su perro?

Antonio: Hola dile Pit, hola.

Pit ladra.

Paloma: Marie.

Marie: Ay no, ¿me llama para que también participe? Esto no es un club de citas.

Paloma: Marie, ven, ven.

Antonio: Pit, mira, vamos a conocer a Marie.

Paloma: Es difícil, pero ya va a venir.

Marie: Ok, entonces haré mi aparición para que todos sigan con sus cosas y me iré al cuarto. Es la única manera de estar tranquila un rato. Woof woof.

Paloma: Ahí viene.

Antonio: Hola Marie.

Marie: woof woof.

Paloma: Llegas a verla bien.

Antonio: Sí, claro. Es hermosa.

Marie: ¿Me dijo hermosa?

Paloma: Te dijo hermosa Marie. Es muy bella.
Quedan en pantalla Antonio y Pit. Marie mira fijo la imagen.

Marie: Wow! Que lindo hocico.

Pit: Hola bonita.

Marie: Un gusto, soy Marie.

Pit: Pit. Encantado de conocerte.

Antonio: Perdón. Pit, Pit silencio.

Paloma: No se que les pasa. Marie, shhhh.

Antonio: Parece que no fue buena idea.

Paloma: Parece que no.

Pit: A mi me encanta esta idea. Woof

Marie: A mi también. Woof

Antonio: (elevando su voz) Se complica oírte.

Paloma: ¿Qué dices?

Antonio: No se entiende.

Paloma: No te

Marie: Woof woof

Pit: Woof woof.

Antonio: (mostrando el móvil) Te estoy llamando

Paloma: Ahí atiendo.

Antonio y Paloma se alejan de las pantallas con sus teléfonos.
Pit: ¿Que tal Marie?

Marie: Aquí, soportando. ¿Y tu?

Pit: Podría ser peor, creo.

Marie: Escuché al señor en las noticias, creo que viene para largo.

Pit: Si. No sé cómo seguiremos. (pausa) ¿Lees algo?

Marie: Mmm si, de vez en cuando.

Pit: ¿Algo como que?

Marie: Me gusta Lope.

Pit: ¿Lope de Vega?. Adoro El castigo sin venganza.

Marie: Déjame, pensamiento.

No más, no más, memoria,

que mi pasada gloria

conviertes en tormento,

y de este sentimiento

no quiero memoria, sino olvido.

Pit: ¡Qué acción! ¡Qué afectos! ¡Qué extremos!

Marie: ¡Que interesante!

Pit: ¡woof!

Antonio: Paloma.

Paloma: Aquí estoy.

Antonio: Seguimos en la otra llamada mejor.

Paloma: Si, no sé qué les pasa.

Antonio: Mejor apaguemos esto. Se escucha mucho eco.

Paloma: Si, es lo mejor. Marie, ¡basta!

Antonio: Pit, muévete, vamos.
Pit: Me encantaría que nos volvamos a ver.

Marie: A mi también.

Pit: ¿Te gustan las pastas?

Marie: Me encantan.
Antonio y Paloma cierran sesión y apagan sus computadoras.

___________________________________

5.

Marie: Así son los humanos: complejos, indecisos. Con el humor cambiante y propensos a equivocarse. Cuánta envidia deben tenernos a nosotros los perros, siempre tan leales, sencillos y sinceros. A pesar de todo, creo que no cambiaría a la mía.
Parece que esto con Antonio va bien encaminado. Veremos qué tal les va. Por lo pronto conocer a Pit no fue mala idea. Quizá, cuando todo esto pase podamos conocernos en vivo. A simple vista parecen buenos.

Ahora me voy, tengo un risotto esperando.

FIN LADO B

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