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En el pecado llevarás la penitencia (Del otro lado)

En escena el roof garden de CARLOS y la azotea de MARIANA divididos, apenas, por una pequeña barda. Se distingue el costoso diseño de exteriores en el espacio de CARLOS en contraste con sencillo en el de MARIANA. En ambos casos, una puerta de acceso al interior.

CARLOS, un hombre guapo y sin camisa, hojea una revista recostado sobre una silla de jardín. Se escucha el ladrido de un perro enfurecido, algunos gritos y objetos cayendo. MARIANA, agitada, sale a la azotea cerrando rápidamente la puerta tras ella. Se escuchan golpes y gruñidos.

Mariana al ver a Carlos, se intenta arreglar un poco.

CARLOS: ¿Salió a tomar el sol?

MARIANA: Ahm… sí. ¿Usted? (Se escuchan arañazos en la puerta)

CARLOS: Definitivamente.

MARIANA: Qué coincidencia ¿no? (El ruido cesa) Tiene una azotea muy bonita…

CARLOS: ¿Qué?

MARIANA: Su azotea, es muy bonita.

CARLOS: Ah, estoy pensando redecorar…

MARIANA: ¿Tan pronto?

CARLOS: ¿Perdón?

MARIANA: La silla… la cambió el mes pasado ¿no? Y las bancas…

CARLOS: ¿Qué con las bancas?

MARIANA: Eran de metal y ahora son de madera…

CARLOS: ¿Sí?

MARIANA: A mí me gustaba más cuando todo el piso era pasto. Nunca había visto que creciera pasto en el techo.

CARLOS: ¡Iagh, el pasto! No dejaban de venir pájaros y palomas… una terrible idea del arquitecto.

MARIANA: ¡¿Cómo cree?! ¡Se veía bien bonito todo verde!… A mí me gustaba echarle pan a las palomas…

CARLOS: ¡Ah! ¡Con que era usted!

MARIANA: Se ven muy graciosas cuando comen…

CARLOS: ¡¿Y el cagadero?! ¡Bonito se veía el cagadero de palomas! ¡¿Quién le dijo que podía meterse a MI casa?!

MARIANA: ¿Y quién dijo que me metí?

CARLOS: ¡Qué cinismo, deveras!

MARIANA: ¡Uy! Tanto drama por unas pobres palomas…

CARLOS: Ya… retírese…

MARIANA: ¡¿Perdón!?

CARLOS: Sí, sí, la perdono, bye…

MARIANA: ¿Quién se cree? ¿Dónde cree que está o qué? (Toma una escoba y comienza a barrer levantando el polvo)

CARLOS: ¡¿Qué hace?!

MARIANA: Se llama barrer, la gente lo hace en sus casas, debería intentarlo…

CARLOS: No, gracias. (Pausa) ¿Por qué no se mete a su casa de una vez?

MARIANA: Porque en MI casa se hace lo que yo quiero, no lo que el vecino dice.

CARLOS: Yo llegué primero.

MARIANA: Y yo después, ¿cuál es su problema?

CARLOS: ¡Usted! Estaba muy tranquilo, muy en paz, hasta que llegó a molestarme.

MARIANA: ¡Usted me habló! Yo ni le hubiera hecho caso, como siempre.

CARLOS: Ay, nunca nos habíamos visto.

MARIANA: ¿¡Cómo que nunca!?

CARLOS: ¡Jamás en la vida!

MARIANA: Siempre que subo estás aquí. Que nos ignoremos es otra cosa. Si yo tuviera tantas cosas como tú, también me la pasaría aquí afuera.

CARLOS: ¡Ah! ¿Ya nos estamos tuteando?

MARIANA: (Le extiende la mano a través de la barda) Mariana.

CARLOS: (Desde lejos) ¡Co-ro-na-vi-rus! Estamos en cuarentena ¿qué no sabes?

MARIANA: Si los dos estamos encerrados, no hay peligro.

CARLOS: Sí, bueno, no me voy a arriesgar. Hay también otras enfermedades.

MARIANA: Qué grosero eres, Carlos.

CARLOS: ¿Cómo sabes mi nombre?

MARIANA: Se llama educación. Me gusta acordarme de mis vecinos.

CARLOS: Ya, Mariana, en buen plan, métete a tu casa, luego subes.

MARIANA: No puedo.

CARLOS: ¿No tienes piernas?

MARIANA: Es mi perro.

CARLOS: ¿Tu perro no tiene piernas?

MARIANA: ¡No!… Me detesta.

CARLOS: (Burlón) ¡No inventes!

MARIANA: ¡En serio! ¡No lo conoces!

CARLOS: ¡Por favor! Es un french poodle, ya lo he visto, andaba aquí en el techo.

MARIANA: (En secreto) Su papá era Pit bull…

CARLOS: (En secreto) ¿Por qué susurras?

MARIANA: (En secreto) No quiero que sepa que estamos hablando de él.

CARLOS: ¡¿Y qué si nos oye hablando de él, eh!?

Tras la puerta ladridos, gruñidos y rasguños salvajes.

MARIANA: ¡Te dije! Pero si tanto te molesta mi presencia, métete tú, luego subes.

CARLOS: No puedo.

MARIANA: Carlos, yo conozco muy bien tu casa, ¡es un paraíso de comodidades!: sala de video, frigobar en cada habitación, cocina inteligente, luces automáticas, sistema de audio, chimenea eléctrica… ¡No te hace falta nada!

CARLOS: Yo a esa casa no entro ni loco.

MARIANA: ¿Por?

CARLOS: No lo entenderías… ¿Cómo sabes tanto de mi casa?

MARIANA: …una vez vi cuando dejaste la puerta abierta…

CARLOS: Ok, creo tengo que poner doble chapa.

MARIANA: Ya, dime por qué no quieres entrar.

CARLOS: No confío en ti.

MARIANA: Acabo de contarte que mi french poodle, de ascendencia pit bull, tiene secuestrada mi casa… yo creo que a estas alturas, puedes confiar en mí. (Silencio) Si tú no entras y yo no entro, vamos a estar juntos un buen rato.

CARLOS: Bueno.

Silencio.

CARLOS vuelve a su revista. MARIANA vuelve a barrer y canta alguna canción.

CARLOS: ¿Es necesario que cantes?

MARIANA: ¿Te han dicho que te quejas mucho?

CARLOS: …

MARIANA: ¿Sabes qué estaría bien? Poder subir aquí la tele.

CARLOS: ¡NO! Te. Tele no.

MARIANA: Bueno, no, está bien, tranquilo.

CARLOS: Es que. No. No hay don. Donde conectarla.

MARIANA: Tú estás escondiendo algo. Dime.

CARLOS: No. No es nada. Nada. Es el. El encierro. Sólo eso.

MARIANA: Técnicamente no estás encerrado, estás afuera.

CARLOS: Estoy encerrando afuera. Es una paradoja. Ok, te voy a contar, pero tienes que prometer que no me vas a juzgar.

MARIANA: No puedo prometerte eso.

CARLOS: Yo escuché lo de tu tonto perro sin juzgarte… bueno, te juzgué un poquito pero igual te escuché…

MARIANA: Bueno, a lo mucho te voy a juzgar poquito entonces.

CARLOS: ¿Trato?

MARIANA: Trato.

CARLOS: Llevo catorce días viviendo en el roof garden.

MARIANA: Pues sí, es tu casa.

CARLOS: No estás entendiendo. Estoy viviendo aquí afuera, no he entrado. No tengo idea de cómo están las cosas en el mundo. Sólo sé que seguimos en cuarentena porque cuando me asomo todo está vacío. Y la verdad es que el edificio de enfrente debe ser el más aburrido de toda la colonia. Lo único que me ayuda a no aventarme es que a un par de personas les parece buena idea hacer ejercicio en calzones.

MARIANA: Pues súbete tu celular o tu computadora.

CARLOS: ¡No! No puedo… no.

MARIANA: ¿Por?

CARLOS: Es que… no tengo.

MARIANA: Mentiroso. Si siempre andabas ahí caminando con tu celular.

CARLOS: Eso era antes.

MARIANA: (va a sacar su celular) A ver, si quieres te presto el mío.

CARLOS: (asustado) ¡No, Mariana, no lo saques!

MARIANA: ¡Dejé adentro el celular! (Corre a la puerta, vuelven a escucharse gruñidos y rasguños, se aleja) Ay. Pinche perro. Y ahora cómo le voy a hacer.

CARLOS: ¡Gracias a Cristo!

MARIANA: ¿A poco eres creyente?

CARLOS: A estas alturas ya soy politeísta…

MARIANA: ¡Mi celular! Qué estúpida soy, cómo lo fui a dejar.

CARLOS: ¿Por qué no le pides a tu marido que amarre al perro?

MARIANA: ¿Crees que tengo marido?… Ni mi perro me soporta… (Pausa) Quince días… sólo llevamos quince días en cuarentena y ya se hartó de mí.

CARLOS: Y no podría culparlo…

MARIANA: Es que antes de la cuarentena no le hacía mucho caso ¿sabes? ¿Ubicas a esa gente que saca a su perro todos los días? ¿Que sale a correr en las mañanas y aprovecha para pasear al perro?… yo apenas logro levantarme en las mañanas, lo último que se me ocurre es ponerme a correr.

CARLOS: Se nota.

MARIANA: Mcht. Síguele.

CARLOS: ¿Y luego? ¿Antes no te odiaba, segura?

MARIANA: No. De repente enloqueció. Como si no le gustara compartir la casa conmigo.

CARLOS: Yo también te odiaría si me dejas para siempre en una azotea llena de polvo. Eso es una salvajada.

MARIANA: Siempre venía a barrerle y a darle de comer. A él y a tus palomas…

CARLOS: Qué detallazo…

MARIANA: Me recibía con gusto, jugaba con él un rato y de nuevo a continuar con la rutina… ¿Alguna vez tuviste perro?

CARLOS: No me gustan los animales.

MARIANA: A mí sí. Ese perro es todo lo que tengo… Lo metí para que me hiciera compañía pero. (Pausa) ¿Y tú? ¿Tienes novia?

CARLOS: ¡JA!

MARIANA: ¿Qué?

CARLOS: ¿En serio me estás preguntando eso?

MARIANA: No te quiero seducir, si es lo que estás pensando, fíjate.

CARLOS: Lo cual no habla bien de tus gustos, pero no me refiero a eso. ¿No te das cuenta?

MARIANA: ¿De qué o qué?

CARLOS: ¿Te gusta Juan Gabriel?

MARIANA: ¿Sí?

CARLOS: ¿Nunca lo escuchaste decir que lo que se ve no se pregunta?

MARIANA: ¡Ah! ¡Oh! ¡Ya! … ¿En serio?

CARLOS: Joven, guapo, exitoso…

MARIANA: Pensé que era un cliché.

CARLOS: ¿Cómo crees que se hacen los clichés?

MARIANA: Mi mejor amigo es gay y no es así.

CARLOS: La excepción confirma la regla.

El perro comienza a ladrar.

CARLOS: ¿Qué le pasa a tu perro? Ni siquiera estamos hablando de él.

MARIANA: Hay alguien a quien soporta menos que a mí…

Desde otro departamento se escucha poco a poco el sonido de una conferencia. MARIANA y CARLOS se asoman por la cornisa.

AMBOS: ¡López-Gatell!

Entra audio de López-Gatell: “Quédate en casa, quédate en casa, quédate en casa”. Lentamente se va difuminando. El perro deja de ladrar.

CARLOS: El hombre me encanta, pero ya no soporto esa grabación.

MARIANA: ¿Me lo dices a mí? Y los del edificio de enfrente no dejan de escucharla. Cada que se escucha, Hulk se transforma…

CARLOS: ¿Hulk?

MARIANA: Mi perro.

CARLOS: ¡Mamita, en el pecado llevarás la penitencia! ¿Quién le pone Hulk a un poodle?

El perro gruñe.

MARIANA: ¡Shh!, se va a enojar… ¿En serio te gusta Gatell?

CARLOS: ¿A ti no? Estás muerta por dentro.

MARIANA: ¿Qué voy a hacer? Muero de hambre y no puedo entrar.

CARLOS: (saca una caja con bolsas y latas de alimentos) Eso tiene solución. Escoge.

MARIANA: ¡¿Cómo tienes ese cuerpo comiendo tanta porquería?!

MARIANA intenta tomar una bolsa de papas, CARLOS aleja la caja.

MARIANA: ¡Oye!

CARLOS: ¡Coronavirus! A ver, yo te lanzó la bolsa al piso y tú… ¡ya sé! ¡quítate la blusa y la agarras con la blusa!

MARIANA: ¡¿No le pierdes?!

CARLOS: La verdad es que sí. Esos ojos han visto verdaderas bellezas, no te ofendas… ¡ya! Es por higiene. Claro… a menos que te dé pena tu cuerpo, entonces entendería.

MARIANA: Claro que no me da pena mi cuerpo. Muy gay y todo pero tienes mente de machito.

CARLOS: Pruébalo.

MARIANA: Se me hace que me estás mintiendo y ni te gustan los hombres. O peor ¡le tiras a lo que se mueva! ¡Qué asco!

CARLOS: No pienso tolerar tus prejuicios. Olvida todo. Consigue tu propia comida.

MARIANA: No, ya, por fa. De verdad ahorita no puedo lidiar con Hulk. Me va a dar una conmoción o algo.

CARLOS: Ok, mira, no te estoy diciendo gorda pero es un poodle. Eres como ochenta y cuatro veces más grande que él, ¿qué te puede hacer?

MARIANA: ¡¿Qué me puede hacer?! (Se quita la blusa, tiene marcas de arañazos y mordidas por todas partes.) ¡Esto! ¡Esto me puede hacer!

CARLOS: ¡Mariana! … ¿Oye y no tendrá rabia?

MARIANA: Ya, ¡dame las papas!

CARLOS le lanza las papas.

CARLOS: La rabia es un problema de salud pública, la gente empieza a enloquecer y le da miedo el agua y así. Es más peligroso si el amo vive en condiciones de poca higiene.

MARIANA: Eres un/

CARLOS: Ahora, te voy a decir mi secreto. (Abre una bolsa de papas) Sacas una papa… (saca una papa) ¡saca una! (MARIANA saca una papa) la saboreas, gozas hasta el último momento… tragas… y corres una vuelta. (Comienza a correr)

MARIANA: ¿Qué te pasa?

CARLOS: ¿Qué te pasa a ti? ¡Corre! ¡Rápido! ¡No queremos que se nos vaya a los muslos! ¡Peor, al abdomen!

MARIANA comienza a correr, cojea.

MARIANA: No soy de las que corren…

CARLOS repite la acción un par de veces más, MARIANA se sienta a comer.

CARLOS: Es un refuerzo positivo.

MARIANA: El único refuerzo que necesito es saber que voy a poder volver a mi casa a ver una película. ¿Seguro que no quieres subir tu compu y ponemos algo? Aunque sea el radio.

CARLOS: ¡No-o! No voy a caer en. En tus provocaciones…

MARIANA: Si yo tuviera tu casa, no saldría ni a la esquina. Independientemente de si hubiera cuarentena o no, me la viviría disfrutando del aire acondicionado.

CARLOS: ¡Te la regalo!

Carlos comienza a saltar, haciendo aerobics.

MARIANA: ¡Uy sí! ¡Ya, párale, me estas mareando!

CARLOS: (se detiene) Ojalá mi problema fuera tan simple como un perro enojado…

MARIANA: ¡Muy enojado!

CARLOS: ¡MUY, MUY, MUY ENOJADO! Como Bette Davis con Joan Crawford.

MARIANA: ¿Quién?

CARLOS: ¿No sabes quiénes son Bette Davis y Joan Crawford?

MARIANA: Sí sé.

CARLOS: A ver, ¿quién?

MARIANA: Pues esas… las que salían en la película, ¿cómo se llama? Ay, esta, la que sucede en Estados Unidos.

CARLOS: A gente como tú deberían aplicarles la eutanasia. Eutanasia quiere decir muerte asistida por piedad.

MARIANA: ¡Sí sé lo que es la eutanasia!

CARLOS: Por si no.

Mariana se va a una esquina a barrer. Quiere llorar, pero se aguanta. Carlos se da cuenta.

CARLOS: ¿Ahora qué?

MARIANA: Nada.

CARLOS: ¿Qué tienes?

MARIANA: Nada.

CARLOS: No te voy a estar rogando.

MARIANA: Pues aunque lo hicieras.

CARLOS: Ya dime.

Silencio.

CARLOS: Dime y te dejo agarrar lo que quieras de mis provisiones. ¿No? La oferta expira en tres… dos… uno…

MARIANA: Pues que sí lo he pensado. Ya sabes (hace ademán de dispararse).

CARLOS: ¿Por?

MARIANA: No sé. Los primeros días, estaba contenta. Me acosté en el sillón y dormí 24 horas seguidas. ¿Sabes desde cuándo no tenía vacaciones? Luego me deprimí. Nunca me había deprimido…

CARLOS: La depresión es un privilegio de clase, se nece/

MARIANA: ¿Te parece que tengo privilegio de clase? Mira mi casa y mira la tuya.

CARLOS: Se necesita tener tiempo para deprimirse.

MARIANA: No sé si ya te diste cuenta de que lo que nos sobra en esta situación es tiempo.

CARLOS: Exacto. Tienes tiempo porque tienes privilegio de clase.

MARIANA: ¿Ah, sí? Pues usar la palabra “privilegio de clase” es un privilegio de clase.

CARLOS: No es una, son tres palabras. Y eso, no deberías estar pensando en matarte.

MARIANA: No tiene nada que ver. Mi tía política es psiquiatra… sé más de estas cosas que tú.

CARLOS: Pues llámale y que te recete unos chochos.

MARIANA: ¡Voy a volverme loca te lo juro!

CARLOS: Bienvenida al club.

MARIANA: ¿Tú qué vas a saber?

Carlos saca un pastillero, se lo enseña. Mariana se queda callada.

CARLOS: Mi psiquiatra es muy bueno. Se llama Orlando. Si quieres te doy su número. Una de estas todos los días. Pero yo qué voy a saber.

Silencio.

MARIANA: Qué… cosas, ¿no?

CARLOS: Casi no le he dicho a nadie. La cuarentena me está ablandando.

Silencio.

MARIANA: ¿Y tienes novio? (Carlos niega) Deberías, estás guapo.

CARLOS: Lo más erótico que tengo en mi vida es ver al vecino cuando hace ejercicio en calzones. Mis favoritos son los verdes.

MARIANA: Creo que eso es una especie de acoso.

CARLOS: Perdón. Es que está re guapo el condenado. Y la carne es débil.

MARIANA: ¿Cuál de los vecinos es?

CARLOS: No te voy a decir.

MARIANA: Ni que te lo fuera a bajar.

CARLOS: No vayas a ir con el chisme (Mariana niega). El de las macetitas en su balcón.

MARIANA: ¡Ya sé cuál! Ay, es que sí tiene unos ojos preciosos.

CARLOS: Ya sé. Y te digo que hace un buen de ejercicio. Casi dos horas todos los días. Podría economizar el tiempo, pero quién soy yo para reprimirlo.

MARIANA: Una vez me lo encontré paseando a su perrita y le pregunté si podía presentarle a Hulk.

El perro gruñe. Ella se acerca a la barda que los divide. Él la señala para que retroceda.

CARLOS: ¡Coronavirus!

MARIANA: Bueno, bueno… Se me olvida. Necesito contacto humano.

CARLOS: Ya sé, no es posible que seas la única persona con quien he hablado en dos semanas.

MARIANA: ¿Qué no le marcas a tu familia? ¿Amigos? ¿Algo?

CARLOS: ¡Ah! Se me acaba de ocurrir que tú… tú podrías.

Carlos va por una caja, del interior comienza a sacar cosas, otra, comida, ropa.

MARIANA: ¿Y esa ropa?

CARLOS: Para cambiarme. Mira, esta marca de cobijas es muy calientita para pasar las noches a la intemperie.

MARIANA: ¿De verdad estas viviendo en tu techo?

CARLOS: ¡Qué sí! … (busca, finalmente saca dinero) Toma.

MARIANA: ¿Y eso?

CARLOS: Necesito que me ayudes. Te voy a sobornar.

MARIANA: ¿Sobornarme? ¿Para qué o qué?

CARLOS: Mira, llevo catorce días viviendo aquí; como aquí, duermo aquí. Y tú te apareciste. No sé en qué trabajes pero un dinerito extra nunca está de más. Te puedo dar esto si me haces un pequeño favor.

MARIANA: O sea que sólo me hablaste para ver si obtenías algo de mí.

CARLOS: Claro que no.

MARIANA: Claro que sí.

CARLOS: Se me acaba de ocurrir.

MARIANA: ¡Qué casualidad!

CARLOS: El punto es que ahora que somos amigos, puedes hacerme el favor.

MARIANA: ¿Cuánto me vas a pagar?

CARLOS: Eso no es de amigos.

MARIANA: No somos tan amigos…

CARLOS: Bueno, te pago.

MARIANA: No sé por qué pero no me da buena espina.

CARLOS: Sólo necesito qué hagas una llamada…

MARIANA: ¡Ya te dije que no saqué mi celular!

CARLOS: ¡Alabado sea Buda!

MARIANA: Hace rato era Cristo.

CARLOS: ¡Estoy probando con quién me siento más cómodo, no me juzgues! No, nada de celulares aquí afuera. Quiero que entres a tu casa y hagas una llamada.

MARIANA: Pues ya estuvo que te quedaste con ganas porque yo ahí no entro.

CARLOS: ¡Mariana! Es rápido, no te vas a tardar.

MARIANA: ¿No estás viendo cómo me dejó? ¿Quieres que me mate?

CARLOS: Siempre son necesarios algunos sacrificios menores.

MARIANA: ¡Oye!

CARLOS: Es una situación de vida o muerte para mí, dale una patada al perro y listo.

MARIANA: ¡Es mi perro! No voy a patearlo. Pobrecito.

CARLOS: ¿Ni por… (agrega algunos billetes a la oferta) esto?

MARIANA: ¿¡Tanto!?

CARLOS: Acepto que el hecho de tener un perro asesino en casa lo complica. Cualquiera de tus vecinos lo haría por menos.

MARIANA: Entonces que ellos te hagan el fav/

CARLOS: Pero dadas las circunstancias… esto por una simple llamada, ¿qué dices?

MARIANA: No voy a hacer una llamada sexual, nada de extorsión o chantaje… podría con una amenaza de muerte, pero sutil…

CARLOS: No es nada de eso.

MARIANA: ¿Entonces qué es? Me estas asustando.

CARLOS: Sólo vas a llamar a un amigo…

MARIANA: ¡Carlos!

CARLOS: ¿Qué?

MARIANA: ¡Co-ro-na-vi-rus! ¡Aguántate a que termine la cuarentena! Además ya estas grande como para hacer tus invitaciones sexuales solo.

CARLOS: ¡Quiero que sepas que tu comentario es ofensivo! No porque sea gay estoy caliente todo el tiempo, eso, es un cliché.

MARIANA: ¿Cómo crees que se hacen los clichés?

CARLOS: Ni al caso. Quiero que llames a mi amigo Orlando.

MARIANA: ¿El psiquiatra?

CARLOS asiente. MARIANA se pone rápidamente la blusa.

MARIANA: ¡No me digas que eres un degenerado!

CARLOS: ¡Ya van dos, Mariana!

MARIANA: Le das muchos rodeos al asunto. Me parece muy sospechoso que estés dispuesto a pagar tantísimo dinero para que la vecina haga una llamada por ti. ¡…! No es tu psiquiatra. Es tu dealer, ¿verdad?

CARLOS: Mariana…

MARIANA: Te voy a dar dos opciones, o me dices qué chingados pasa, o te voy a romper la cabeza con esta cubeta…

CARLOS: Esa cubeta es de plástico.

MARIANA: Entonces le voy a abrir la puerta a Hulk (el perro ladra) y me voy a quedar a ver cómo te mata.

CARLOS: Hulk no llega ni a la mitad de la barda… y antes te va a matar a ti. Ese perro te odia.

MARIANA: ¡Ya sé! (Se chupa los dedos uno por uno) Dime lo que pasa si no quieres que brinque la barda y te toque la cara…

CARLOS: ¡Por Quetzalcóatl! ¿Estás loca?

MARIANA: Yo no soy la que necesita un “psiquiatra”.

CARLOS: ¡Está bien, ya! (Pausa) Han sido días muy difíciles sin saber cuándo va a terminar todo esto de la pandemia, me siento solo, no tengo a nadie cerca y siento que estoy engordando… (piensa) además, me corrieron de mi trabajo, ahora soy un pobre desempleado, sólo, triste y gordo en cuarentena, ¿necesitas otra razón?

MARIANA: Carlos… perdón, de verdad no imaginaba que fueras ¡tan mal actor! ¡Estoy harta! (Se sube a la barda, CARLOS se aleja)

CARLOS: ¡Estás loca!

MARIANA: Quizá.

CARLOS: Tu pie…

MARIANA: Voy a contar hasta tres.

CARLOS: Mariana, ¿qué tienes en el tobillo?

MARIANA: Uno…

CARLOS: De verdad, Mariana, tu tobillo…

MARIANA: Dos…

CARLOS: ¡Tienes sangre en el tobillo! ¿No te duele?

MARIANA mira su pierna y baja de la barda, se levanta el pantalón rápidamente.

MARIANA: ¡No estaba así en la mañana!

CARLOS: ¿Cuánto tiempo llevas con eso?

MARIANA: No, no sé…

CARLOS: Súbete bien el pantalón, quítate el zapato. Bueno. Espérate. ¿Podría ser de tu lado de la azotea? Ya sabes, la sangre se queda aunque la laves.

MARIANA: Estás muy enterado del tema.

CARLOS: ¿Nunca viste La ley y el orden?

MARIANA lo mira sospechosamente. Salta de su lado y se quita el zapato, su pie está casi negro. Carlos se sorprende.

MARIANA: ¿Está muy mal?

CARLOS: Tienes que ir al hospital. ¿No te duele?

MARIANA: Todo el cuerpo me duele…

CARLOS: Entra a tu casa, llama a Orlando y pídele una ambulancia.

MARIANA: Si quisiera una ambulancia llamaría directo a la ambulancia, no a tu amigo de intermediario. ¡Qué dijiste!, esta tonta ya cayó… no me voy a mover de aquí.

CARLOS: ¡Qué se te pudra la pata entonces!

MARIANA: ¿Qué puede ser tan malo como para no decirme?

CARLOS: Si no fueras tan prejuiciosa…

MARIANA: No soy prejuiciosa.

CARLOS: Habló la que dijo que los gay todo el tiempo están calientes.

MARIANA: Ay, ya, no te voy a juzgar.

CARLOS: Eso dices…

MARIANA: ¡Lo prometo! Voy a escuchar, voy a callar, y en una de esas hasta le marco a tu amigo. A estas alturas ¿qué podría pasar? Verse en vuelto en una conspiración puede ser más interesante que estar escapando todo el día de un perro.

CARLOS: No confío en ti.

MARIANA: ¡Ahora los pájaros le tiran a las escopetas!

CARLOS: Esa frase es de tía.

MARIANA: Qué majadería que me estés tratando así cuando yo sólo he sido amable contigo. Y mira que me lo pones difícil.

CARLOS: Tu propio perro te odia. No sé qué le habrás hecho. Seguro los maltratas o eres de esas locas que se los comen. Eso no es de gente amable.

MARIANA: Tú qué vas a saber de perros. Nunca has tenido, ¿no?

Silencio. Carlos la mira enojado.

CARLOS: Tuve uno y se murió. Después de él nunca me atreví a tener otro. Entendí el dolor que vivió Juan Gabriel cuando le escribí “Amor eterno” a Rocío Dúrcal. Algo muy fuerte tuviste que haber hecho para que ese cachorrito te retirara su lealtad.

MARIANA: Fui buena con él…

CARLOS: ¡Juras!

MARIANA: Luego de dormir un día entero, cuando me deprimí, pensé en él.

CARLOS: ¡Qué bella historia!

MARIANA: Recordé que tenía un perro encerrado en la azotea y estaba solo, como yo. Subí, y él estaba súper contento. Nunca tuve tiempo para que jugáramos pero ahora sí. Lo metí, lo bañé, le corté las uñas y el cabello, ¡quedó precioso! No sabía que eran bonito.

CARLOS: ¿Y entonces por qué le pusiste Hulk?

MARIANA: Tenía las uñas tan largas que cada que se rascaba se lastimaba la piel. Le curé una a una las heridas, créeme ¡tu dios en turno sabe que lo hice con cuidado!

CARLOS: Ganesha.

MARIANA: Pues Ganesha sabe que fue así. Dejé de darle las sobras para darle croquetas de las buenas porque estaba decidida a hacerlo bien. Al final sólo nos tenemos el uno al otro y podemos amarnos, pensé… hasta que me empezó a atacar.

CARLOS: ¿De la nada? Ajá.

MARIANA: Si algo hice mal te lo juro que no fue a propósito. Tres días fue el perro más amoroso del mundo pero al cuarto, empezó a esconderse de mí; lo llamaba y fingía no escucharme, iba por él a donde estaba y me gruñía. Un día me acerqué un poco y me mordió el tobillo y llevo dos semanas viviendo en ese infierno.

CARLOS: ¿Llevas tanto con esa herida? Tienes que ir al hospital.

MARIANA: ¡¿Y cómo voy a ir?! Todo se salió de control y ahora estoy aquí arrinconada.

CARLOS: Igual que tú lo tenías a él.

MARIANA: ¡Ya sé! Soy basura.

CARLOS: Ok, te voy a contar lo que me pasa, pero tranquila.

MARIANA: Pero soy una basura bonita, ¿sabes?

CARLOS: Mariana…

MARIANA: ¿Crees que lo hostigué? ¿De verdad soy tan insoportable? Por eso estoy sola. Todos se hartan de mí.

CARLOS: Mariana…

MARIANA: Tú ni siquiera querías hablarme, soy tan desesperante que, aún siendo la única persona en el mundo junto a ti, no quieres… Es que es difícil vivir sola. Sé que soy fuerte y me gusta que me vean así y esas cosas, pero a veces extraño a mi familia. Pero no están porque soy tan idiota que me quise quedar aquí. Y ahora todos están encerrados juntos mientras yo me muero en una azote/

CARLOS: ¡Mariana!

MARIANA: ¡¿Qué?!

CARLOS: Los. Los electrodo. Electrodomésticos me. Me atacan…

Silencio.

CARLOS: Ma…

MARIANA: ¡Shh! Dame dos segundos, por favor… tengo que procesar… ¿sí dijiste lo que creo que dijiste?

CARLOS: ¡Enloquecí! ¡simplemente enloquecí!

MARIANA: Sí. NO. No, no, no. Es el encierro, el encierro nos tiene alterados a todos…

CARLOS: ¿Desde. Desde el. Día. Día uno? Llevo ca. Catorce aquí arriba, ya. Ya perdí la razón.

MARIANA: Ok. Ahora estás tartamudeando.

CARLOS: ¡Ay, no! ¡Ya em. Empecé! Por. Favor. Ti. ¡Tienes que llamarle a Orlando!

MARIANA: Voy a bajar un momen… no, voy a seguir barriendo y… nos vemos luego.

CARLOS: No me dejes. Por. Por favor.

MARIANA: ¿Quieres que te encierren en un manicomio?

CARLOS: Ya. Ya estamos en. Encerrados.

MARIANA: A ver, cálmate. Cuando dices que los electrodomésticos te atacan… ¿quieres decir que caminan, les salen manitas de metal y te quieren matar?

CARLOS: Esto no es una. Una película de ciencia ficción, Ma. Mariana.

MARIANA: ¡Perdón, pero eso fue lo que dijiste!

CARLOS: No. Yo lo que dije es que los. Los electrodomésticos me ata. Atacan.

MARIANA: ¿Cómo?

CARLOS: S. Son ma. Malos.

MARIANA: ¿Hablas de… tú sabes… la… licuadora?

CARLOS asiente con la cabeza.

CARLOS: ¡La estufa y ella son muy amigas!

MARIANA: Déjame ver si entiendo… que… ¿el refrigerador es malo contigo?

CARLOS: ¡Ah! ¡El. El refrigerador es el peor de todos!

MARIANA: Necesitamos llamar a Orlando.

CARLOS: Entra a tu casa y háblale, por favor.

MARIANA: Ah, no, a mi casa no, ¿con ese engendro?

CARLOS: ¿En. Entonces?

MARIANA: Mira, tú sabes perfectamente que lo que dices es una locura, ¡eso es bueno! Los locos no saben que están locos. Bueno, menos en esa película en la que el loco estaba tan loco que les decía a todos que estaba loco. No importa. Sólo tienes que respirar y entrar por esa puerta para llamar a tu amigo. Tratar de suprimir las voces. Usa tu fuerza de voluntad.

CARLOS: No, no puedo.

MARIANA: ¡Carlos! Tienes que poder. ¡Sé un hombre!

CARLOS: ¡Entra tú!

MARIANA: ¡Ya te dije que no!

CARLOS: ¡A mí casa!, entra tú.

MARIANA: ¿Y el coronavirus?

CARLOS: Mira, tú cruzas de este lado y yo me pa. Paso para allá. No tenemos por qué tocarnos. Bajas sin tocar nada y lla. Llamas a Orlando, su teléfono está guarda. Guardado. Todo es muy simple. Ya después lavo el teléfono.

MARIANA: Ya está oscureciendo y le toca cenar a Hulk.

Se escucha el gruñido del perro.

CARLOS: ¿Quieres que entre ahí?

MARIANA: No va a hacerte nada, la bronca es conmigo.

CARLOS: ¿Qué hay de tus. Tus electro. Domésticos?

MARIANA: Ya están viejos para hacerte daño. Casi ni tengo.

CARLOS: ¿Se. Segura?

MARIANA: ¡Claro que estoy segura! Vivo con ellos. Los conozco bien. ¿Tenemos un trato entonces?

CARLOS y MARIANA caminan lentamente hacia la barda y cambian de espacio.

MARIANA: Las croquetas están adentro de la alacena, muévete rápido y revisa que tenga agua.

CARLOS: No los mires fijamente y pase lo que pase, no los escuches… ¿lista?

Ambos se acercan a la puerta. Carlos dobla su revista como arma, Mariana toma su escoba.

MARIANA: A la de tres.

CARLOS: Una.

MARIANA: Dos.

AMBOS: Tres.

Abren la puerta y salen de escena. Se escuchan las voces de CARLOS y MARIANA desde afuera.

CARLOS: Rápido, Carlos. Ra. Ra. Rápido.

MARIANA: Vamos a ver… Doctor Orlando, Doctor Orlando… ¿dónde estará el número?

CARLOS: Rápido, Carlos, rápido, rápido, rápido.

Se escuchan risas robóticas en la casa de CARLOS.

MARIANA: ¿Es neta? ¿Me estás grabando, verdad, Carlos? Eres uno de esos enfermos con filias raras.

CARLOS: ¡Hola, pe. Perrito! (Se escucha el gruñido del perro) ¡Hulk! ¡Qui. Quieto!

Se escuchan voces robóticas en la casa de CARLOS.

VOZ 1: Parece que tenemos visitas…

VOZ 2: No la molestes, se ve que más simpática que el otro baboso.

MARIANA: Esto ya no me está dando risa, Carlos.

VOZ 1: Carlos pensaba lo mismo que tú. Que era una broma (Se activa la licuadora) Ven, ven, acércate tantito. Te voy a contar un secreto.

MARIANA: ¡Carlos!

CARLOS: Ven cachorrito. Ven. (Hulk gruñe). No, tranquilo. A ver, ¿quién es un perro bonito?

VOZ 2: Estás muy bonita para ser su novia. ¿Qué eres?

Risas robóticas. Se escucha a MARIANA correr. Abre la puerta y cierra tras ella.

MARIANA: (Grita) ¡Carlos! ¡Carlos!

CARLOS abre la puerta.

CARLOS: ¿Qué pasó?

MARIANA: (Tartamudea) No estás loco, no estás loco, la licuadora me… la estufa… ellas me…

CARLOS: ¡Te dije que no las escucharas!

MARIANA: Perdón, Carlos, me asusté.

CARLOS: ¿Qué te dijo Orlando?

MARIANA: No le pude llamar…

CARLOS: ¡¿Qué?! ¡Teníamos un trato! … Ah… espera. Le puedo llamar de tu casa.

MARIANA: ¿No te atacó ese monstruo?

CARLOS: De hecho… te tengo una sorpresa.

Entra a la casa y sale cargando a Hulk, un french poodle divino. MARIANA se asusta.

CARLOS: No sé qué le había pasado a esta cosita bonita, pero creo que ya está bien.

MARIANA: ¡No, no te me acerques!

CARLOS: (camina hacia la barda) ¡Te está moviendo la cola! No va a hacerte nada…

MARIANA se acerca lentamente a la barda.

CARLOS: ¡Sólo quiere ir con mamá! ¿verdad que quieres ir con mamá? ¿quién quiere ir con mamá? ¡Ven! Yo lo agarro.

MARIANA: ¿Y el coronavirus?

CARLOS: Querida, loques ya estamos, si me he de morir mañana…

MARIANA se acerca a la barda y ambos acarician al perro.

CARLOS: Vente para acá, nadie va a volver a entrar a esa casa de locos.

MARIANA cruza la barda.

CARLOS: Fíjate que tenías razón, tus electrodomésticos son una dulzura…

MARIANA: ¿Te parece?

CARLOS: ¡Nada qué ver con los míos! ¡Ese refrigerador no paraba de decirme gordo!

MARIANA: ¿Quieres pasar a tomar algo? Total, si alguno está enfermo, ya nos contagiamos.

CARLOS: Bueno, pero nada más un rato. No te conozco lo suficiente para dormir en tu casa.

MARIANA: Como quieras, azotea hay mucha.

CARLOS: No estaría de más que Orlando también te revisara. A lo mejor es algo de eso de psicosis colectiva.

AMBOS entran en la casa de MARIANA, cierran la puerta tras ellos.

CARLOS: ¡Ay, Mariana, ya hasta quiero tener un perrito otra vez! Mira, tiene los ojitos de mi Simba. Voy a prender la tele. Llevo mucho desconectado.

Se escucha el audio de López-Gatell: “Quédate en casa, quédate en casa, quédate en casa”. Hulk comienza a ladrar.

CARLOS: ¡Hulk, no! ¡Quieto! ¡Hulk!

MARIANA: ¡Ah! ¡Te dije! ¡Te lo dije!

Se escuchan gruñidos, golpes y gritos desesperados de MARIANA y CARLOS. Ambos salen corriendo del lugar. Azotan la puerta.

CARLOS: Tu perro me mordió. ¡Se me va a caer la mano!

MARIANA: Te dije que estaba loco. Ah, pero no me creías.

CARLOS: Tú tienes la culpa por ponerle Hulk (el perro gruñe). Hay que apagar esa tele.

MARIANA: Yo no voy a entrar a esa casa.

CARLOS: ¿Y entonces?

MARIANA: Si quieres ve tú.

CARLOS: Ah, no, quién sabe qué me va a hacer tu cosa esa.

MARIANA: Pues aquí nos… Hay mucha azotea.

CARLOS: Yo llegué primero.

MARIANA: Entonces entra y apágala, tú la prendiste y re-enloqueciste a mi perro.

Silencio.

CARLOS: Podemos turnarnos para dormir y usar la cobija.

MARIANA: Sí. Gracias.

Silencio.

MARIANA: ¿Ahora qué?

CARLOS: ¿Quieres jugar a algo? (Mariana asiente) Am… ¿cuál es tu canción favorita de Juan Gabriel?

MARIANA: La de “no hay nada más difícil que vivir sin ti”.

CARLOS: Esa es de Marco Antonio.

MARIANA: Ah. ¿A qué hora dices que el vecino hace sus ejercicios?

CARLOS: ¡Oye! Es mío.

MARIANA: Sé un poco compartido. No es momento para ser egoístas. Ay, no.

CARLOS: ¿Ahora qué?

MARIANA: Me está empezando a andar del baño.

Poco a poco se oscurece mientras ellos discuten.



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