COSAS PERSONALES
1
Corre
Corre
Corre y sigue corriendo
El niño se puso sus tenis negros porque son los que corren mejor
La ciudad no está desierta, pero debería
Lleva un morral color azul
Corre
Quiere llegar a la estación del metro
Una calle
Tres
Cinco
¡Quítese, señor! No me toque.
Ocho calles
Siete estaciones de metro, cambio de línea y tres estaciones hacia el sur
Seis calles más
Un tropezón
Asfalto
Se soba y se detiene
Saliva en el codo
Abre el morral
Saca las únicas cosas que trae
Una carta y una flor
Las mira
Suspiro de alivio
El niño cierra los ojos y suspira. Se alivia.
Vuelve a meter la flor. La carta. Y sigue corriendo
Una calle más
Se detiene en la puerta de todos los sábados
Hace poco más de un año que alcanza el timbre
Nadie viene
Toca la puerta con golpes
La puerta blanca de metal de todos los sábados
Aunque hoy no es sábado ¿o sí? Ya no está tan seguro
Vuelve a tocar
¿Dónde está?
¿No dijeron que no podía salir de casa?
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2
URI: ¿Qué haces aquí? ¿Y la abuela?
MIRIAM: “Hola, mamá, ¿cómo estás? Qué sorpresa que viniste tú”. Pensé que te daría gusto verme. Pedí permiso en mi trabajo para venir por ti porque la abuela ya no puede salir.
URI: Nos dijeron que desde el viernes no va a haber clases. Por la cuarenta…
MIRIAM: Cuarentena.
URI: Eso.
MIRIAM: Pues sí, tenemos que estar en casa unos días sin poder salir, y lavarnos las manos como desquiciados, y desinfectar todo…
URI: Por el Coronavirus.
MIRIAM: Ajá.
URI: Que enferma a la gente.
MIRIAM: Exactamente. ¿Y sabes a quiénes los ataca más fuerte?
URI: A los adultos mayores.
MIRIAM: Hoy estás imparable.
URI: ¿Cuarentena es que dura cuarenta días?
MIRIAM: No necesariamente. No estaremos encerrados para siempre, pero no sabemos cuánto tiempo. Hay que tener mucha paciencia.
URI: Pero el sábado puedo ir a quedarme con ella. Si no me enfermo…
MIRIAM: No creo que sea buena idea que visites a tu abuela hasta que podamos salir. Es peligroso. Ella se puede enfermar muy rápido. Además, según escuché, son 14 días los que el virus puede tardarse en manifestarse.
URI: ¿O sea que si paso catorce días en casa ya puedo salir?
MIRIAM: No, porque pudiste haberte infectado en el día siete de esos catorce, y entonces tendrías que quedarte aislado catorce días a partir del día siete…
URI: ¡Pero si no salí!
MIRIAM: Los virus son muy chiquitos y muy tramposos, cariño.
URI: Pero tengo asuntos que tratar con mi abuela. Por favor, mamá. Déjame ir a verla. Prometo no darle abrazos.
MIRIAM: Esos asuntos tendrán que esperar. Nos quedaremos en nuestra casa y ella se quedará en la suya.
URI: Pero ustedes van a irse a trabajar.
MIRIAM: No, nos quedaremos en casa contigo.
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3.
URI: Tu mirada
Tu pecho
Tus blusas holgadas
Tus chanclas. Perdón, sandalias.
Para estar siempre cómoda porque las sandalias son para estar cómoda, pero sin perder elegancia. Uñas pintadas.
Tus pantalones de vestir
Tu cabello rizado.
El labial que nunca faltaba.
Las venas de tus manos. Carreteras del tiempo. Montañas acuáticas.
El color distinto de tus dientes. Los postizos muy blancos y los naturales, un poco amarillos.
Pero tu sonrisa era tan grande que podía ver en ella todos los colores.
Una sonrisa que me hablaba y que me daba la fuerza que tanto necesitaba.
La sonrisa que me animó: “Pues hazlo. Pues dile. Si te da mucho miedo, puedes escribir una carta… y si te contesta, vienes y la abrimos juntos”.
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4.
URI: Mi papá se la pasa todo el día en la computadora.
MIRIAM: Está trabajando.
URI: ¡Pero no se viste como si estuviera en el trabajo!
MIRIAM: No, pero puede trabajar en camisa y pantalón de la pijama sin que nadie se dé cuenta. Hasta tiene juntas.
URI: ¿Y yo no puedo ver a mis compañeros y seguir haciendo cosas de la escuela en la computadora?
MIRIAM: Sí puedes, cuando la escuela nos avise. Estas cosas llevan tiempo.
URI: ¡Ya quiero regresar a la escuela!
MIRIAM: ¿No te gustan estas vacaciones? Tenemos mucho tiempo y tú siempre estás pidiendo que te deje faltar algún día.
URI: Mi maestra dijo que no eran vacaciones, que era la…
MIRIAM: Cuarentena.
URI: Eso.
MIRIAM: Y tiene razón, pero podemos tomarla como vacaciones un ratito para que no nos pese. ¿Por qué no jugamos más tarde?
URI: Mamá, ya jugamos demasiado.
MIRIAM: ¿Cómo que jugamos demasiado? ¿No te gusta jugar conmigo?
URI: Sí, pero también hay que hacer otras cosas.
MIRIAM: A mí se me hace que te enojaste porque te gané ayer en el Monopoly.
URI: Ay, claro que no.
MIRIAM: Tu papá tampoco quiere jugar nunca conmigo porque le gano. En ese y en el Adivina quién.
URI: ¿Qué está haciendo la abuela en la… cuarentena?
MIRIAM: En la Tancuerena… No lo sé. Lo que hace siempre: viendo la tele, escuchando música, hablando con tu abuelo, limpiando la casa. Lo de siempre, pero quizá un poco más triste porque no te puede ver.
URI: ¿Y mis abuelos juegan?
MIRIAM: Antes les gustaba el dominó. ¿Quieres hablar con ella?
URI: ¡Sí!
MIRIAM: Le voy a llamar
URI: ¡Nooooo! Quiero hablar con ella, pero real.
MIRIAM: ¡Vamos a hablar con ella!
URI: No, yo quiero verla. Habíamos quedado de hacer algo.
MIRIAM: ¡Pues voy a hacer que se vean!
URI: ¿En persona?
MIRIAM: Casi. Ahorita vas a ver. ¿Bueno? Hola, mamá. ¿Cómo están?
MARI: Bien, hija, pues aquí… aburridos.
MIRIAM: Oye, pues tengo aquí a Uriel que necesita verte con urgencia.
MARI: Ah, no me digas, ¿para qué asunto?
MIRIAM: ¿Qué asunto?
URI: Cosas personales.
MIRIAM: Cosas personales.
MARI: ¡Válgame! Es verdad, ya me acordé qué asunto teníamos pendiente. Pues pásamelo para que me cuente.
MIRIAM: Es que te quiere ver. Está terco con quee necesita verte. ¿Te acuerdas que te descargué el whatsapp? El programa donde te dejo recaditos que nunca me contestas.
MARI: Siempre se me olvida, por eso mejor te llamo.
MIRIAM: Bueno, da igual. Necesito que abras el whatsapp y que vayas a mi chat.
MARI: ¿Te cuelgo?
MIRIAM: No es necesario, nada más salte y… ¿sabes qué? ¿Está mi papá por ahí? Puedes pedirle que lo abra él en su celular y ya luego lo haces tú en el tuyo.
MARI: Ay, hija, yo ayer estaba pensando que a lo mejor ni es tan grave, podemos estar bien. Pueden venir y nos mantenemos de lejitos, aquí todo está bien limpio
MIRIAM: No, mamá, no ha pasado ni una semana. Mejor nos lo tomamos en serio y si no es tan grave, pues ya después nos reímos. No han salido, ¿verdad?
MARI: Antier un ratito, la verdad. Ya estábamos fastidiados. Todavía hay muchas cosas abiertas.
MIRIAM: ¡Mamá!
MARI: Bueno, ya dime cómo le hago. Uri va a pensar que no lo quiere ver.
MIRIAM: Mamá, no digas eso, él jamás va a pensar que no lo quieres ver.
MARI: Yo veo en las noticias que la gente habla con sus familias por el celular. Que aparece la cara aquí, como si estuvieran hablando frente a frente.
MIRIAM: Precisamente a eso quiero llegar. Háblale a mi papá y que te ayude.
MARI: ¡Juaaaan! Dice Miriam que me ayudes a que se vea Uriel en el celular.
JUAN: Se llama videollamada. Videollamada.
MARI: ¡Ah! ¿Tú sí sabes? Si sabes, ¿por qué no me habías enseñado?
JUAN: Nada más hay que picarle a la camarita del chat.
MARI: ¿Del Whatsapp?
MIRIAM: Sí, mamá.
JUAN: ¿Ves?
MARI: ¡Qué bruto eres! ¿Qué no quieres ver a tu nieto?
JUAN: ¡Sí lo quiero ver, pero no así! Además, una vez me dijo el Manolo que hay gente que se mete a esas llamadas y te observa. Que son los gringos, dice.
MARI: ¿Cómo que se meten
MIRIAM: ¡Ay, papá! nos están vigilando todo el tiempo, aunque no hagamos videollamadas. Nos roban toda nuestra información y seguro hay una familia idéntica a la nuestra en Finlandia, pero son robots.
JUAN: ¡No es normal, Miriam! ¡No es normal!
MIRIAM: No, no es normal, pero ahora nos viene muy bien.
MARI: A ver, entonces abro Whatsapp. Ajá.
MIRIAM: Me buscas a mí y le vas a dar click en esta camarita.
MARI: ¡Ah, eso es una cámara! Mira tú. No pues que aprendan a dibujar.
MIRIAM: A ver, te cuelgo para que lo hagas. Ya la vas a ver.
URI: No es suficiente.
MIRIAM: Ay, chaparro… por ahora tiene que bastarte. Contéstale. Desliza para arriba.
URI: ¡Hola, Abue!
MARI: ¡Hola, Uri! ¿Cómo está mi nieto? Te estoy haciendo una videollamada.
URI: ¿Nos puedes dejar a solas por favor?
MIRIAM: Cómo no, yo los dejo.
URI: Ya te quiero ver, abuela.
MARI: Nos estamos viendo, ¿no? ¿O no me ves? Es que no le entiendo ¡Juan!
URI: ¡No, abue! Que te quiero ver en persona.
MARI: ¡Mira, saluda a tu abuelo!
URI: ¡Hola, abuelo!
JUAN: Uri, ¿cómo estás, muchacho?
URI: En cuarentena, abuelo. Una tontería.
MARI: ¡Tontería! ¿Por qué?
URI: Porque fue sábado y no pude ir a quedarme con ustedes.
Se acercó el celular e hizo un cuenquito con su mano
URI: Tengo que hablar contigo.
Otro cuenquito. Otro susurro.
MARI: ¿Qué pasó?
URI: Lo hice.
MARI: ¿Qué hiciste? ¡No! ¿En serio?
URI: Sí.
MARI: ¿Y?
URI: Me contestó.
MARI: ¿Qué dijo?
URI: Con otra carta.
MARI: ¿Y qué dice?
URI: ¡No sé porque no la he abierto! La quiero abrir contigo, como lo prometimos.
MARI: ¡Ay, Uri! Pero si llevas casi una semana con ese sobre ¡Ya ábrelo!
URI: Tengo miedo.
MARI: ¿Qué dijimos la otra vez? ¿Te acuerdas? Que no pierdes nada.
URI: Tengo que ir y tenemos que abrirla juntos. Aunque no sé si quiero que la leas. Bueno, quiero abrirla y que tú estés ahí.
MARI: ¿Apoco me quieres enfermar?
URI: Si te enfermas, yo te cuido.
MARI: Va a estar muy difícil que me cuides del coronavirus. ¿A poco tienes un respirador? ¿Eso te trajeron los Reyes en enero?
URI: No.
MARI: No, hijo, pero es que es muy difícil que uno se cure de esta enfermedad
URI: ¡Abuela! Tú me has curado muchas veces.
MARI: Pero no es lo mismo.
URI: Mi mamá y yo te podemos hacer un caldo de pollo
MARI: Pero a este virus no le hace nada un caldo de pollo
URI: ¿Entonces?
MARI: Por ahora, lo que puede mantenerlo a raya es que nos quedemos en nuestras casas.
URI: Eso no es una medicina.
MARI: No, Uri, pero tu mamá tiene razón: si vienen a verme y alguno trae por ahí el mentado bicho, en una de esas nos enfermamos los dos, tú y yo y vamos a necesitar un montón de medicinas.
URI: ¿Entonces la guardo?
MARI: Tienes que abrir ese sobre.
URI: No, así no.
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5.
MARI: Uri. Ándale, ya levántate, que ya está el desayuno.
URI: Pero si todavía es muy temprano, abue.
MARI: ¿Cuál temprano? Ya es tardísimo.
URI: Hace frío.
MARI: Preparé algo muy especial para que abramos esa carta.
Los ojos grandes. Huele, se levanta.
URI: ¿Son Hot Cakes?
MARI: ¡Te hice cuarenta hot cakes! ¡Cuarenta para la cuarentena! ¿Te los vas a poder comer todos? Hay mucha miel de maple para que te los acabes. Cubetas y cubetas de piel de maple. Tu abuelo la trajo de Canadá esta mañana, yo creo que por eso tienes frío.
URI: ¡Gracias, abue, están riquísimos!
El comedor solo. Sin Hot Cakes, ni nada.
URI: ¿Abue?
Despertó.
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6.
URI: ¿Mamá? ¿Me prestas tu celular? Tengo que hablarle a mi abuela.
MIRIAM: ¿Qué hora es?
URI: Ya casi dan las cinco.
MIRIAM: Hijo, tu abuela está dormida. Y tú también deberías estar dormido.
URI: Ella se despierta muy temprano.
MIRIAM: Pero no tanto, mi amor. Ven, duérmete aquí.
URI: ¿Me prestas tu celular?
MIRIAM: Cuando salga el sol.
Y esperó a su papá y su mamá sentado en el comedor. Pensando. Se quedó viendo el florero de la mesa. Sentado.
URI: Buenos días, papá.
LEO: ¡Hijo! ¿Qué haces ahí? ¿Por qué tan madrugador?
URI: Quiero hablarle a mi abuela, pero hace rato mi mamá me dijo que era muy temprano. ¿Todavía es muy temprano?
LEO: Un poquito… ¿Y para qué le quieres llamar a tu abuelita con tantísima urgencia?
URI: Cosas personales.
LEO: Ah, personales. Muy bien.
URI: ¿Puedo llamarle?
LEO: Sí, a ver, vamos a llamar tu abuela. Aquí está.
Tono de llamada
Él espera
Tono de llamada
Él espera
Tono de llamada.
LEO: Yo creo que aún no despierta.
URI: Llámale otra vez.
Tres tonos de llamada y no hay respuesta.
LEO: Yo creo que sí es muy temprano todavía. Lo siento mucho. ¿Qué quieres desayunar?
URI: Hot cakes.
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7.
URI: Decidí abrir el sobre. Ese virus lo estaba arruinando todo. Quizá debí haber hablado antes, para tener el sobre antes, aunque claro que yo no tenía idea de qué me iba a responder, ni cómo. Si todo hubiera pasado al menos una semana antes, yo hubiera podido abrir ese sobre con mi abuela. Con la primera con la que me atreví a hablar de eso.
MARI: La misma mochila.
URI: Sí.
MARI: ¿Y te molesta?
URI: A veces me cae gordo.
MARI: ¿Qué hace?
URI: Nada. Creo que me cae bien, pero a veces… Me molesta que a él se le ve mejor la mochila. El otro día nos sentamos a ver si eran idénticas. Le vaciamos todo.
MARI: ¿Y?
URI: Y yo traía un chocolate, y resultó que son sus chocolates favoritos.
MARI: ¿El que tiene arroz?
URI: Ese. También nos gusta el mismo chocolate.
MARI: Son muy parecidos.
URI: Sí… Abuela ¿Te acuerdas cuando en tercero me gustaba Renata?
MARI: Sí.
URI: Y que tú me dijiste que probara decírselo, para que no le tuviera miedo a esas cosas.
MARI: Yo creo que a Omar también se lo podrías decir.
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8.
MIRIAM: Leo, mi mamá está internada.
LEO: ¿Cómo que está internada?
MIRIAM: Me llamó mi papá. El celular de mi mamá se quedó en la casa cuando se fueron al hospital. Por eso no respondía. Le marqué a mi papá y me respondió después de varias llamadas. Que ayer en la noche empezó con fiebre y antes de las cinco se la llevaron al hospital.
LEO: ¿Y tu papá?
MIRIAM: Aislado… esperando que presente síntomas. Parece que va a ser inevitable. No puede ser, Leo, ¿Por qué?
LEO: Tranquila. Muchos adultos mayores se han recuperado. ¿Y Uriel ya sabe?
MIRIAM: No le quiero decir hasta que no le hagan las pruebas y se confirme.
LEO: Va a insistir con eso de llamarla.
MIRIAM: ¿Y si le digo que no hay internet?
LEO: No deberíamos mentirle.
MIRIAM: En la noche le digo todo. Te lo prometo. ¿Podemos ir al hospital?
LEO: No vas a poder verlos.
MIRIAM: Ya sé. Pero quiero estar ahí. No puedo quedarme tan lejos.
LEO: Tengo una junta en media hora. Nada más que acabe y vamos.
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9.
URI: ¡MAMÁ! ¿PODEMOS LLAMAR A MI ABUELA?
MIRIAM: Mi celular se está cargando en la recámara.
URI: ¡Te lo traigo!
MIRIAM: No. A ver, ven. ¿Por qué tanta urgencia ahora?
URI: ¡Necesito hablar con ella!
MIRIAM: ¿Por qué no dejamos tranquila un rato a la abuela?
URI: Mamá, tengo que contarle algo. Es urgente. Lo más urgente del mundo. Quiero estar solo con ella, por favor.
MIRIAM: ¿Por qué?
URI: Cosas personales.
MIRIAM: ¿Y no me puedes contar a mí tus “cosas personales”? Hace rato estaba fallando el internet, tal vez no pueda conectarnos.
Aparecía un pequeño adulto más serio de lo que ya era él, que con cierta elegancia decía: “cosas personales”.
URI: Es que… mi abuela ya sabe toda la historia, a ti tendría que contártela desde el principio y me tardaría mil años y además no quiero: necesito hablar con ella.
MIRIAM: Tráeme mi celular, pero no te prometo nada.
URI: ¡Gracias!
Él veía fijamente el celular.
MIRIAM: ¡Te lo dije! No hay internet.
URI: ¿Cómo?
MIRIAM: No, no tenemos conexión.
URI: A ver, ¿sí lo tienes activado?
MIRIAM: ¡No puede ser! No, no, no hay internet.
URI: Mamá, a ver.
Corriste a apretar el botón del…
El módem.
Módem. ¿Así se llama?
Sí, el mó dem.
Apretó el botón.
URI: A ver, mamá, préstame tu celular.
MIRIAM: Mira, no tenemos internet.
URI: Bueno, le podemos llamar por teléfono.
MIRIAM: No he pagado el plan porque no hemos salido… Y tampoco tu papá.
URI: ¡Noooo! ¿Y ahora qué?
MIRIAM: No, pues no sé cómo le vamos a hacer.
URI: ¡Ay, no! Necesito verla, necesito verla.
MIRIAM: Bueno, ¿qué es tan urgente?
URI: ¡Mamá! Necesitamos hacer una videollamada con ella. ¡Necesito verla!
MIRIAM: Tranquilo, Uri. Vamos a esperar a que regrese el internet.
URI: ¿Cuánto se va a tardar?
MIRIAM: No sé.
URI: Ay, no sabes nada. No saben cuánto vamos a estar encerrados, no saben a qué hora regresa el internet, no saben cómo curar el coronavirus.
MIRIAM: Ey, muchacho, contrólate, por favor. Vamos a jugar algo.
URI: ¡Que noooooo! ¡No quiero jugar! ¡Me desesperas! ¡No soy un niño!
MIRIAM: Uriel, eres un niño y cálmate, por favor.
URI: ¡No sé cómo calmarme!
MIRIAM: Ve a tu cuarto.
URI: ¡Mamá, por favor! ¡Ya estoy encerrado!
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10.
MIRIAM: Necesitamos ir a al hospital
LEO: ¿Vamos a dejar solo a Uriel?
MIRIAM: Está enojado, seguro va a agarrar uno de sus libros y se va a quedar encerrado toda la tarde.
Quería salir y preguntar si había regresado el internet. Quería salir, pero estaba enojado. Pensó en escribirme una carta. Tenía ganas de contarlo ya, como fuera, y enviarme la carta por correo, pero sabía que el correo tardaba mucho en llegar y tiempo era lo que menos tenía.
MIRIAM: ¿Hijo? ¿Estás ahí?
URI: ¿Mi abuela sabe que no tenemos internet?
MIRIAM: Seguramente ella sabrá esperar. Tu papá y yo tendremos que salir, pero regresamos en la noche. Si te da sueño, cena algo y duérmete.
URI: ¿No que no podemos salir?
MIRIAM: Iremos por cosas necesarias. No nos podemos morir de hambre.
URI: Bueno. Adiós.
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11.
Uri esperó paciente a que se fueran sus papás. Esperó otro poco porque había visto en las películas que a los personajes siempre se les olvida algo y se regresan. Pero sus papás no volvieron y entonces se puso los tenis negros, los que corrían mejor, subió a la azotea y bajó por el árbol que esta frente a su ventana. Casi se cae.
URI: ¡Ahora! La tienda, la estética a la que va mamá mamá, la papelería. Ajá. Para allá.
Sentía que ya ni siquiera recordaba cómo eran las calles afuera. Uri tomó paso, necesitaba salir corriendo. Tenía que volver antes de que sus papás regresaran, no había tiempo que perder.
Pies voladores. Ligeros y seguros.
SEÑOR: ¡Ey! Hijo, ¿a dónde vas?
URI: Al metro
SEÑOR: ¿Y a qué vas al metro solo? No puedes andar en la calle. Ni yo debería andar en la calle. ¿Y tus papás?
URI: Están en mi casa.
SEÑOR: Ah, ¿quieres que te lleve?
LEO: Nunca permitas que gente extraña te lleve. Si te agarran, ¿tú qué haces?
URI: Grito.
LEO: ¿Y si gritas y no pasa nada?
URI: Sigo gritando.
LEO: ¿Y si nadie se te acerca a ayudar?
URI: Sigo gritando.
LEO: Muy bien.
URI: No, gracias.
SEÑOR: Pero no puedes andar en la calle, niño, te digo. Tienes que quedarte en tu casa encerrado.
URI: ¡Ya estuve encerrado!
Un niño volando por las calles, un niño saltando a ese vacío que la humanidad ha dejado durante un par de semanas.
¿Qué vacío? Si la gente seguía saliendo.
¡Ay, por Dios, me cortas lo bonito de la historia! La Ciudad tendría que estar vacía, ¿no? Me gusta pensar que mi nieto viajó a través de una Ciudad deshabitada tan sólo para verme. Para contarme qué decía esa carta que le dieron.
URI: Hola, un boleto, por favor.
¿Cómo iba a estar en casa sin internet? Y mi abuela, ¿qué? ¿Sin poderme ver? Ay, abue.
Mira al techo y se hace todas las preguntas del mundo.
Aprieta las piernas y asiente.
Sale del vagón y sube a la siguiente línea que lo llevará a unos metros de la casa de su abuela
Sube las escaleras. Corre.
Está a punto de llegar.
Tropieza.
Trae una flor y una carta en el morral.
Temió que la flor se arruinara.
Se detuvo en la puerta de todos los sábados
Hace poco más de un año que alcanza el timbre
Nadie viene
Tocó la puerta con golpes
La puerta blanca de metal de todos los sábados
Aunque hoy no es sábado ¿o sí? Ya no está tan seguro
Volvió a tocar
¿Dónde está?
¿No dijeron que no podía salir de casa?
Esperó sentado a un lado de la puerta.
Tenía miedo y no sabía por qué.
No supo cuánto tiempo se quedó ahí
Pero a varias cuadras y varias estaciones del metro de distancia, ellos llegaron del hospital y fueron a ver si su hijo ya se había dormido.
LEO: Miriam, no está Uriel.
MIRIAM: ¿Cómo que no está Uriel?
LEO: No está.
MIRIAM: ¡Uriel! ¡Uriel!
Debajo de la cama. Adentro del clóset. En la azotea
LEO; ¡Uriel!
Lo buscaron por toda la casa.
MIRIAM: ¡Uriel!
Y nunca respondió.
Entonces su mamá respiró profundo y pensó más grande.
MIRIAM: Ya sé dónde está.
Encontraron a Uriel junto a la puerta blanca de metal. Lo llevaron de regreso a casa y le contaron todo.
___________________________________
12.
URI: Siempre sueño con lo que hubieras dicho. Siempre te pienso con una gran sonrisa de satisfacción. Un abrazo que me llenara de felicidad. Una fiesta. Una celebración. Estoy segura de que estarías muy contenta.
MARI: ¿Cómo te va con el niño que me dijiste?
URI: ¿Cuál, abue?
MARI: No te hagas, el niño que me dijiste. El que lleva la misma mochila que tú.
URI: Nada, nada. Ya me cae mal.
MARI: ¿Te cae mal? ¿Seguro?
URI: Sí.
MARI: ¿Por qué te cae mal?
URI: ¡Ay, abue! Porque es muy guapoooo.
MARI: ¿Y ya le dijiste que sientes algo por él?
URI: No, abue, no podría.
MARI: Claro que puedes, tú eres capaz de eso y más.
URI: ¡Ay, abue! Es muy difícil.
MARI: ¿Tú quieres que sepa que sientes algo por él?
URI: Sí.
MARI: Pues hazlo. Pues dile.
URI: ¿En la escuela?
MARI: Si no, ¿en dónde? ¿Siguen yendo a clases, no?
URI: Mhmmm
MARI: Entonces le dirás y verás que todo saldrá bien. Además, si esto del virus acaba con el mundo, no puedes quedarte con esa confesión atorada en la garganta. Tú suéltalo, que soltarlo no puede hacerle daño a nadie. Es mejor si vas por la vida sintiéndote orgulloso de querer a la gente que quieres.
URI: Me hubiera encantado abrir la carta contigo, como habíamos prometido.
No te negaré que lo más triste fue no poder despedirme de ti. Pero todo fu tan rápido, Uri, que ni siquiera hubiera podido hablarte entre tanta tos si te hubiera llamado esa madrugada. Prefiero que recuerdes mi voz en la última videollamada, los hot cakes del último sábado que pasamos juntos. El último consejo que te di. ¿Y qué decía la carta?
URI: Me contestó que yo también le gustaba. Y que me invitaría a comer a su casa cuando todo esto termine.
Gracias por ir a buscarme. Gracias por brincar al árbol y correr hasta el metro sin dejar que nadie te detuviera. Gracias por tratar de contármelo a toda costa. Fue un gusto haber sido tu abuela y un honor haber compartido contigo tus cosas personales.
URI: ¿Algún día podré contarle a alguien todo lo que te contaba a ti?
Siempre hay alguien, Uri, siempre aparece alguien que sabe recibir en sus manos todo tu corazón.
OSCURO.
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