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Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Luis Santillán

63 años / México, Ciudad de México

Lugar principal de trabajo (País, estado, ciudad): México, Ciudad de México

Oficio: Dramaturgo, señor de las sombras

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Propiciándome tiempo de ocio.
Impulsado por el mucho tiempo de ocio que coleccionaba en el Colegio de Ciencias y Humanidades Sur de la UNAM, donde pasaba el día en el cubículo del entonces Consejo Estudiantil Universitario, llegué al salón de teatro y lo que encontré ahí me atrapó. Ya en la Facultad de Filosofía y Letras, la capacidad por generar tiempo de ocio me mantenía en la cafetería más horas de lo que una persona productiva se lo permitiría; el cambio de administración de esa cafetería y la invitación de Fernando Martínez Monroy para entrar a su clase de Composición dramática me llevó a la dramaturgia.
Soy producto 100% de la UNAM, sin el CCH, sin la Fac. jamás me hubiera iniciado en la disciplina teatral; si no hubiera pasado por las clases de la Facultad de Arquitectura nunca hubiera disciplinado mis procesos de escritura. No tengo un “cómo” mágico, ancestral, genético, epifánico, ni siquiera los elementos para armar una buena historia que entretenga un poco. Llegué al teatro porque no tenía más a dónde ir.
Llegué a la dramaturgia quizá porque es el único lugar al que vale la pena ir.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Las preguntas cambian tanto como la luna. En este periodo la pregunta que me lleva a escribir es: ¿Qué obra les gustaría ver a mis hijas? Y a partir de eso surgen tantas como lo necesite el texto. La mayoría son sobre la estructura, intercalando constantemente “¿alguien querrá leer esto?”. Propiamente no son las preguntas las que alimentan la práctica, sino las provocaciones.
Anhelo ser dramaturgo residente, de un espacio, de una compañía. Tener procesos de largo aliento donde el texto sea sobre las necesidades y posibilidades de los residentes. Anhelo, en otro periodo, ser dramaturgista residente de un espacio. Escribir para generar públicos cautivos a partir de personalizar las propuestas de los espacios.
Y Scarlett y Sarah Josepha me recriminarían para siempre si no pongo: Anhelo la paz mundial.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Incertidumbre, zozobra, caos.
Decir que es distinta a las demás puede resultar falso. Leo y veo lo que hacen los demás y, aun cuando no quiera, existe la influencia, quizá de manera inconsciente, quizá muy consciente.
Me gusta pensar que habito el teatro como se habita un espacio de transición, como si fuera un extranjero o una especie de “Alicia”, “como se habita el olvido”.
Quizá, y solo quizá, lo puedo volver singular porque lo veo desde la incertidumbre, la curiosidad, el juego, el asombro; porque me interesa el teatro de línea anecdótica, el que se sostiene por medio de la ficción.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Imagino al teatro como un ser antediluviano, por eso creo que es el mismo de los últimos dos mil y pico de años: su importancia está en que nada más tiene la capacidad de ficción, de transmutación, de traer al presente lo que está en ausencia, de poner a la persona ante la persona.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

El cambio necesario y urgente debería suceder tanto en los recintos y las instancias que programan y distribuyen los recursos.
Los recintos deberían ser generadores de sus públicos, promotores de un compromiso con quien consume sus ofertas. Si los recintos crean público a partir de su propuesta de cartelera, de su apuesta estética, de una visión que les defina tanto en lo creativo como en la atención al público podrán incidir en generar todo lo demás cambios.
Las instancias pueden ser los motores de vinculación para que el modelo se ramifique, para que el espectro se enriquezca. Si bien es importante replantearse cómo los financiamientos pueden ser posibles, igual de importante es que asuman que las apuestas creativas deben estar equilibradas con la creación de públicos y la diversificación de manifestaciones escénicas para poder cubrir varias capas de la sociedad.
Un creador puede generar un público que le siga, si los espacios e instancias quieren seguir siendo los “caseros”, el modelo no podrá cambiar.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Vino y fortuna.
Un mundo habitable.
Un México donde las instancias de gobierno entiendan que invertir en el teatro es una prioridad, que al teatro no le es ajeno estar en los terrenos de activación económica, en la inserción social, en la consolidación cultural.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?


El encuentro con el otro se sigue dando, negarlo implica desvalorar a quienes habitan con sus familias y se han visto obligados a reencontrarse, convivir y descubrirse en el confinamiento. Aunque eso no es teatro, claro. Aunque yo crea que habito una tragicomedia. Aunque…
Yo no enfrento la emergencia, como un segmento de la población la veo desde la ventana o los noticieros y la padezco. Permanezco como testigo de la historia; quizá, si algún productor lo propone, pueda convertirme en alguien que la registre de manera ficcional por medio de la escritura y sólo así la enfrente. ¿Por qué no lo hago en este momento? Porque para mi voluntad es el momento de hacer silencio y escuchar, observar, aprender.
Deseo que el público sea más exigente. Que asumamos el reto de generar ficciones con la suficiencia para convocar al público que hoy está cómodo con las opciones de entretenimiento que tiene.
La COVID-19 ha exhibido la nula aportación de la cartelera teatral a la sociedad. Los teatros están cerrados y el público halló refugio en todas las opciones que pueden llegar a su hábitat. Esto es una oportunidad para renovarse, para volverse terco, para volverse loco. Y en unos años podremos ver qué provocó esta pandemia. El virus cambiará de nombre y la humanidad se volverá a saber frágil, pero el confinamiento no puede ser igual, el teatro va a hallar cómo usar otras herramientas, otras tecnologías, otros recursos, ese es un camino que deseo se empiece a recorrer.
Deseo que el teatro siga siendo el lugar de encuentro con el otro, de manera presencial, pero también a distancia, de forma virtual, con todas las posibilidades que se están abriendo.
Deseo que seamos como esas generaciones que tuvieron que aprender a no olvidar y usaron el teatro como el medio idóneo para hacerlo.

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