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Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Didanwy Kent Trejo

40 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Hasta donde mi memoria alcanza, desde muy pequeña me sentí seducida por el mundo de la escena (jugar al teatro siempre fue mi juego favorito y estar como espectadora en un teatro siempre ha sido mi lugar favorito del mundo), mi iniciación en la disciplina teatral de manera profesional se dio hace relativamente poco, en mi vida adulta, a partir de mis intereses como investigadora por comprender los procesos de las artes escénicas.
Decidí dedicarme a ella porque me apasiona la capacidad humana de crear mundos paralelos al mundo y es en el teatro donde esto sucede con más frecuencia. Me gusta armar rompecabezas y resolver acertijos imposibles, para mí la escena es una caja de resonancias con ecos y reverberaciones infinitas: imaginarlas, sentirlas y pensarlas con otras y otros es una tarea apasionante.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Alimentan mi práctica muchas preguntas, actualmente sobre todo las que se enuncian desde el territorio de las relaciones vibratorias entre los distintos planos de la escena, de manera especial entre los cuerpos y las dimensiones sonoras de la escena. Las preguntas que tienen como motor entender las relaciones entre las y los espectadores con la escena; las que se fundan en la comprensión de las imágenes como síntomas sociales, políticos y culturales, en las que se mantienen como cargas energéticas perviviendo las emociones fundamentales de lo humano; me interesan de manera especial las preguntas que tienen como inquietud los tránsitos y cruces que se dan en el lenguaje de las artes vivas con otros lenguajes artísticos; todos los días surgen nuevas, me alimentan esas que aún no he pensado y que solo frente a un acontecimiento surgen intempestivamente y se quedan en el cuerpo agitando hasta que de pronto un día el lenguaje me permite nombrarlas como interrogantes.
Anhelo participar en procesos creativos que me representen desafíos no sólo intelectuales sino que atraviesen y pongan en crisis mis modos de pensar y sentir. Anhelo también ser testigo de un proceso de crecimiento en la vida de la investigación teatral en nuestro país en el que se termine de manera radical con las divisiones entre praxis y teoría que han llevado a hacer del territorio de la investigación un territorio mucho menos fértil del que debería ser. Anhelo seguir teniendo el privilegio de compartir las aulas con alumnas y alumnos en formación para nutrir mis procesos de investigación y para contagiar y contagiarme de las potencias infinitas que las artes vivas regalan en sus procesos de enseñanza y aprendizaje.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Respectadora con picazón cognitiva.
Lo que hace de mi forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a otras es que me sitúa siempre en la dimensión de mi cuerpo con el mundo. Es decir, que me lleva de manera directa a una conciencia de mi cuerpo sensible, a la vida de mis emociones y sensaciones, a la pregunta sobre los modos de estar en el mundo y la responsabilidad ética y política que implica cada día lo que digo y lo que hago.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Por ser el teatro un mirador de lo humano, caja de resonancia en donde se expresa la vida social, cultural, y política de nuestra sociedad, y por lo tanto tener una potencial actividad transformadora, dislocante y capaz de provocar cambios en los modos de sentir y pensar de los que estamos tan claramente necesitados, considero que tiene una importancia sustancial.
El teatro permite ensayar formas otras de establecer las relaciones en la vida humana, no sólo entre los géneros y las múltiples diversidades que en este momento conviven en nuestra sociedad; sino también en nuestras prácticas de cuidado en relación a la Tierra, y en general a la capacidad de escucha y modos de mirar desde múltiples perspectivas las crisis que enfrentamos, esta capacidad de ensayar la vida, en el mundo paralelo al mundo que el teatro ofrece, que además necesariamente se sostiene en la reunión convivial indispensable para la vida de la escena, sin duda tiene una importancia y una responsabilidad para el momento histórico que estamos viviendo.
¿Si no es en el teatro y en sus procesos de laboratorio donde ensayamos la vida desde los cuerpos vivos, en dónde más podríamos hacerlo?

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Los modelos teatrales en México tienen un desafío de cambios urgentes, desde mi punto de vista para que sucedan deben cambiar:
La prácticas embrutecedoras en los procesos de formación que siguen perpetuando esquemas de sometimiento y jerarquías de dominación física, intelectual y afectiva en donde se reflejan aún formas de violencia camufladas de erudición y necesidades artísticas ficticias.
La prisa en los procesos; las ansias de protagonismo y poca disposición a espacios genuinos de diálogo en los que quepa el disenso; la práctica condescendiente que anula el espíritu crítico; la falta de cuidado hacia los procesos que muchas veces no permiten verdaderos espacios de experimentación; las decisiones estéticas basadas en modas; la falta de apertura a otros lenguajes artísticos; la formulación de preguntas necias que bajo la lógica de una supuesta preservación de una tradición decimonónica buscan encasillar al teatro en ciertas fórmulas; la falta de hospitalidad a discursos que no posean un lenguaje acorde al status quo del momento; la simulación de trabajos colaborativos que en sus procesos creativos y en sus formas de producción aún sostengan formas de trabajo en las que habite la hostilidad y la toma de decisiones unilaterales; la escisión entre los haceres técnicos de la escena como si no fueran una parte sustancial e imprescindible del quehacer escénico; la falta de atención a las motivaciones, intereses y pasiones que las y los espectadores poseen para dejar de pensar en los públicos solo como consumidores pasivos.

Dejar de pensar en la dimensión de la expectación como un función exclusiva del público y entregarse a la vida teatral más allá del ámbito del quehacer propio, es decir, alimentarse del trabajo que se está haciendo en México, más allá de los colegas cercanos o las obras en las que uno está involucrado.
Debe cambiar todo aquello que asfixie el espíritu libre, rebelde e inquieto, que el teatro desde su centro ofrece como energía viva y palpitante.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Deseo que sean capaces de sostener la inquietud, que les acompañe siempre una necesidad de cambiar el estado de la cosas, que se emancipen de los esquemas caducos que no les permitan crear con libertad; que no se conformen nunca con responder un par de preguntas encontrando una fórmula que mantengan por el resto de sus vidas; que tengan una disciplina férrea que huya de la violencia pero no esté exenta del rigor; que encuentren en la vida teatral un modo de estar en el mundo que nunca sea tan excluyente para no mirar su entorno, ni tan poroso como para dejarse devorar por él; que se pregunten de manera constante sobre su praxis desde la ética de sus acciones cotidianas, y no desde falsos modelos de comportamiento social; que tengan la habilidad de hacer de las incomodidades o limitaciones que su vida en la escena les presente una potencia, un lugar fértil para hacerse preguntas y no un obstáculo para crear; que no dejen de mirarse y escucharse las unas a los otros, las otras a los unos para hacer de sus acontecimientos teatrales procesos de aprendizajes honestos y en los que el cuidado mutuo sea la base de todo los demás; que los temores que sientan no tengan como origen la falta de seguridad económica, médica, ni las ideas incubadas por una formación deficiente que algún profesor o profesora les haya metido en la cabeza y el cuerpo; que les resuenen con vibración poderosa las palabras amorosas que en su vida creativa les hayan dejado sus aliados en el camino; que nunca desprecien el pasado como un lugar para generarse preguntas pero también certezas de que otros y otras han pasado por ahí y han hecho del teatro un buen lugar para vivir.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Enfrento este aislamiento social como una oportunidad valiosa para reflexionar sobre nuestro quehacer, como una pausa necesaria que me permite mirar a la distancia (ser respectadora) de las formas de relación que se establecen en la vida cotidiana. Enfrento la emergencia desde su potencia de cambiar radicalmente y cuestionar las prioridades y necesidades que parecieran inamovibles en el cotidiano y que a la luz de esta falta de contacto físico con las y los otros se reconfiguran. La pienso como un laboratorio social en donde las reacciones ante la posibilidad de contagio por un virus devela una sociedad en una crisis profunda en la que se manifiestan sin reservas tanto las miserias humanas como las enormes capacidades que tenemos de crear comunidad incluso bajo circunstancias tan adversas como las que imperan en estos momentos.
Deseo que pensar detenidamente en que somos una sociedad en la que las desigualdades económicas, los privilegios de pocos y la falta de conciencia hacia nuestro entorno están normalizadas, no sea solo un pensamiento pasajero sino una constante que nos haga cambiar nuestras formas de relacionarnos tras esta crisis.

Deseo también que cuando nos volvamos a encontrar no sea el miedo al contagio lo que haga que tengamos una distancia física, sino que nunca más nos acerquemos a los cuerpos de los demás sin preguntarnos desde qué lugar lo estamos haciendo, pero sobretodo que no sea el miedo el que rija nuestras relaciones sino el respeto profundo a la vida de nuestro planeta y la vida de todos los seres que lo habitamos. Deseo que cuando volvamos a estar juntas y juntos en un convivio teatral nos miremos a los ojos y sepamos reconocer el milagro, el regalo ancestral, que nos da la reunión del mundo de la escena.

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