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Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Alan Uribe Villarruel

36 años / México, Ciudad de México

Lugar principal de trabajo (País, estado, ciudad): México, Ciudad de México

Oficio: Actor, director, diseñador de movimiento

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Mi inicio en el teatro es, sin lugar a dudas, un afortunado accidente. Tramitando una beca de excelencia académica en el Instituto Politécnico Nacional (específicamente en la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Ingeniería y Ciencias Sociales y Administrativas en el año 2002) se me solicitaba como requisito estar inscrito en alguna actividad extracurricular, deportiva o artística. El embudo se hizo angosto. No podía continuar mis estudios sin dicha beca, y los horarios de mis clases y trabajo eran por demás absorbentes. El único taller que se acoplaba a mi itinerario era el de teatro. A regañadientes acudí al primer día de actividades escénicas y me presenté con la profesora Elizabeth Montaño Ramírez, quien también se encontraba en ese espacio por primera vez. Ese fue nuestro primer día, ese encuentro extraño con la duela descalzo entre protoingenierxs, se prolongó semanas, meses, desvelos, estrenos, concursos y amistades. Total, para no hacer el cuento largo, un año y medio después me encontraba entrenando mi cuerpo y mi mente para intentar ingresar a la Escuela Nacional de Arte Teatral, pues algo me decía que el teatro, era para mí mucho más que un taller-requisito para una beca de excelencia.
Renuncié a la beca, a la informática, a la aprobación familiar y de paso también al closet y al cabello corto. Consumir teatro y consumirme en él, me regaló una perspectiva distinta de la vida. Me gustó más estar vivo y me emocionaba saber que muchas de las cosas en las que había creído eran mentira. Me gustaba ensayar, sobretodo ensayar, leer, ir a ver muchas obras, emocionarme intensamente y tener una tribu que, por primera vez, no me hacía sentir inseguro.
Decidí SER ACTOR y puse el objetivo a la distancia. Ahora que lo pienso no había marcha atrás. Para una persona como yo, difícilmente hay segundas oportunidades. Mi padre dice que uno no debe apostar a menos que tenga la certeza de que va a ganar, porque el juego es tramposo; yo en el fondo sabía que estaba ganando.
A pesar de las dificultades económicas y prácticas de estudiar una carrera en el sur de la ciudad, a 30 kilómetros de casa, el teatro se reveló como una actividad vital que me llenaba de energía y me estimulaba creativamente como nunca nada lo había hecho antes.
A 18 años de aquella decisión puedo decir que día a día sigo escogiendo el teatro porque es un hogar que me brinda, como cualquier buen hogar, cobijo, ocupación, protección, familia y sustento, porque no he encontrado nada que me haga disfrutar tanto estar vivo, desvelarme, leer, estudiar, sudar y provocar en todas direcciones y que además de todo me paguen por hacerlo.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Hay una pregunta sencilla rodando desde hace un tiempo: ¿A quién le habla el teatro que hago?
Actualmente -y desde hace dos años-, formo parte del elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro. Me siento por demás privilegiado de poder vivir dignamente de mi profesión y de formar parte de un equipo de artistas admirables en muchos sentidos. Al mismo tiempo soy director artístico de mi propia compañía independiente
JuegoTeatro, donde investigamos en equipo sobre el cuerpo de los actores y las actrices y los discursos que nos mueven ideológica y físicamente. Menciono esto porque ambas actividades me permiten tener una perspectiva más amplia de mi propio panorama artístico y mis proyecciones futuras y, por qué no, me ayuda a lanzar hipótesis sobre mi cuestión de inicio.
No creo que todo el teatro que hago ahora le hable a MI GENTE, a la gente que no puede acceder a los corredores culturales de la UNAM, el Teatro Helénico o el Centro Cultural del Bosque sin atravesar por completo la ciudad (ya ni hablemos de los teatros con boletos de dos mil o tres mil pesos), a la gente que no puede disponer de 150 pesos para comprar un boleto y sentarse en una butaca, a la gente que decide ocupar sus momentos fuera del trabajo en DESCANSAR y estar en su casa (mil veces antes que subirse al metro para llegar a una función), a las personas que nunca han asistido a una manifestación artística, a las amas de casa, a los adolescentes que coquetean con la delincuencia en sus entornos, a los que como yo descubren por accidente las artes, a mis vecinos de Ecatepec, a la gente de Naucalpan, de Neza, de Morelos, de Chiapas, de Las Juntas en Jalisco, de Chihuahua, de todas las fronteras, a las niñas y niños de escuelas rurales. En fin, a MÉXICO, a ese otro México que no figura tanto como quisiéramos en las numeralias ni en las estadísticas y que pide a gritos tener un pincelazo de belleza entre tanta violencia, pobreza, marginación y miedo. Eso ronda en mi cabeza y francamente me hace sentir muy pequeño.
El tiempo y las acciones que ejerza sobre él me irán dando respuestas, confío en ello. Me rodeo de personas con las que puedo empatar estas búsquedas, les llamo amigos y también les llamo interlocutores válidos. Propicio los encuentros, les comparto mis anhelos de omnipresencia, mis utopías y levantamos proyectos para seguirnos haciendo preguntas y respuestas que de tanto en tanto, se vuelven la misma cosa.
Creo que como creadores necesitamos encontrar el campo de cultivo más fecundo para que nuestro hacer encuentre eco y tierra fértil.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Identidad, humanidad, equivocación fértil.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

El momento histórico que vivimos el teatro como lo conocemos necesita hacer una pausa. Esperar y madurar. La prioridad para mí en este momento está en crear redes entre personas, de soporte emocional, de salud, afectivo, económico, etc.
Insisto, el teatro va a estar ahí cuando podamos superar todo lo que viene en consecuencia de esta pausa mundial. Tal vez tengamos que hacer otras cosas, tal vez nos reinventemos y nada vuelva a ser igual, tal vez no todos sobrevivamos. He pensado a veces que el teatro es importante como medio para estar con los otros. Igual la música, igual las cooperativas, las llamadas telefónicas, los trueques y los mensajes.
Como actores y actrices, nos toca conectar verdaderamente con quien hemos llamado nuestro público. Ponerles nombre y rostro, tender la mano y también aprender a pedir ayuda.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Las élites. Los prototipos, los perfiles preconcebidos, los modelos de explotación, el hecho de no poder vivir dignamente de nuestro oficio, la burocracia absurda, los exámenes de admisión, el acoso laboral, el machismo, la misoginia, la homofobia, los modelos verticales, las vacas sagradas.
Estamos en proceso de cuestionar, denunciar y aprender. Aún falta mucho.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Que hagamos equipo. Las generaciones jóvenes están ahí para enseñarnos otra perspectiva del mundo que resulta mucho más justa a mi parecer.
Les deseo energía y fuerza para seguir navegando contracorriente en un país que demerita la cultura. Les deseo agudeza y asertividad. Les deseo espacios de trabajo libres de violencia.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?


La pandemia nos hizo estar más juntos. No hay mayor provocación para un alma rebelde que la prohibición. Nuestra creatividad se puso en juego y hemos aprendido a acompañarnos de otras formas. Lo único que pasó es que no pudimos tocarnos ni estar frente a frente. Los abrazos se volvieron riesgo de muerte, mejor dicho, de dar la vida en un abrazo. Nos recordamos que somos frágiles y que es importante mostrar afecto. La pandemia tiene que ser una ganancia a nivel humano. El teatro siguió ahí. Y resultaba que no era tan importante como creíamos. Valoramos estar con nuestros seres queridos, cuidarlos y tener la certeza de que un día nos despediremos de ellos definitivamente.
Me gustaría que al encontrarnos físicamente nos olvidáramos un poco de lo que hacemos y nos viéramos a los ojos desnudos de oficios y expectativas. Hoy estamos vivos y nos toca escribir este episodio de la historia, eso es muy estimulante.

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