A partir de la invitación que recibí de Mario Espinosa para participar en el trabajo final de la Generación 2020 del CUT se sembró la posibilidad de desarrollar un laboratorio experimental donde pudieran construirse los personajes de una propuesta escénica, partiendo de la exploración de las cualidades de cada uno de los actores. El reto fue más allá de realizar ejercicios o de aplicar una técnica; se buscaba que los futuros egresados se apropiaran del sentido del tiempo, del gesto y de la mirada desde una perspectiva Clown. Había que enfatizar la expresión corporal y gestual, lo que permitiría crear lazos emocionales alternativos con el espectador, aún en el caso de que se realizará un montaje de calle. Ello implicaba un enorme desafío para los actores, acostumbrados a moverse en un universo de palabras, y quienes además debían aprender a reinterpretar el papel del cuerpo en el espacio escénico. Por otro lado, como director tenía la tarea de crear la historia que debía contarse.

El espacio de la Velaria del CUT me hizo recordar las historias sobre descubrimientos y barcos devorados por el mar que había oído mientras visitaba Portugal y que me habían costado algunas noches de desvelo, pensando en el tristísimo destino de los marineros extraviados y de sus cuerpos nunca vueltos a puerto. Coincidentemente, uno de mis hermanos había hecho un busto en bronce de Luís de Camões, autor de la epopeya Os Lusíadas, donde se hace mención de un personaje mítico de nombre Adamastor, atrapado por el destino, que apaciguaba su tragedia hundiendo navíos y aniquilando marineros para evitar que descubrieran el Cabo de Buena Esperanza (antes nombrado por el explorador Bartolomeu Dias como Cabo de las Tormentas). De ahí germinó la sustancia argumental del montaje. Pero la historia no es el poema, ni se centra en él.

El uso de diferentes escalas en la obra permite la alusión a los juegos de poder y a los avatares de la vida, pero también a otras realidades, donde el payaso podría ser un juguete del océano o el océano perder su inmensidad para volverse juguete de aquél.

De la fuente principal del Centro Cultural Universitario emergió la idea del capitán y la tripulación de payasos tragicómicos, pero sus rostros y personalidades se forjaron a través del laboratorio, donde la introspección guiada y la práctica grupal fueron matizando lo que a la postre terminaría definiendo a cada uno.

Aziz Gual