Demostrar que el teatro no es un arte arcaico. Que es necesario para seguir. Que a diferencia de otras artes, el teatro puede existir mientras...
Leer másInstantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.
Yuriria Fanjul
37 años / Ciudad de México
¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?
Respuesta corta: ¡Por accidente!
Respuesta larga: Tenía 24 años y estaba terminando mi Licenciatura en Filosofía y Música y un verano me inscribí a un curso de canto como un taller para terminar mi tesis que era sobre improvisación musical y filosofía contemporánea francesa. Cuando llegué a ese taller, resultó no ser una escuela de música como yo creía, sino una escuela de voz para actores, Royhart Artistic Center. Al entrar al salón de ensayos de teatro el primer día, me sorprendí muchísimo porque algo más grande que yo, que no puedo explicar, me poseyó. Fue casi una experiencia espiritual espontánea. Al sentir el espacio escénico supe en ese instante que había nacido para estar allí. Sentí que ese espacio era lo que más sentido me hacía y que intuitivamente ya lo conocía. Fue como un reconocimiento. Sin embargo, dejé pasar esa experiencia al terminar el taller, la ignoré un poco, y luego la olvidé. Volví a mi mundo de la filosofía y la música pensando que yo seguiría en la vía intelectual y musical, terminé mi tesis, y hasta me fui a vivir a un centro de meditación durante dos años… Y un día, caí en cuenta que llevaba un año cantando una canción en la mente que no me dejaba en paz; era una canción que había aprendido en la primera obra de teatro que hice en la primaria, a mis diez años. Por alguna razón, mi subconsciente me estaba llamando a recordar que el teatro había sido mi mundo desde niña. ¡Y llevaba dos años ignorándolo! De pronto, gracias a esa canción, ¡me acordé! A lo que más jugaba de niña era a hacer obras de teatro, había actuado un poco en la escuela, pero sobre todo actuaba regresando de la escuela, encerrada en mi cuarto, frente al espejo…. Los fines de semana incluso escribía obras de teatro con mis primos y sentábamos a mis papás en la sala y les cobrábamos 50 centavos el boleto para vernos actuar…
Hacía teatro todo el tiempo. No sé por qué lo interrumpí en la adolescencia y lo olvidé durante tanto tiempo. Finalmente, a mis 26 años, me admitieron en la Maestría de Jacques Lecoq en Londres y nunca más lo pude dejar. Siento que el teatro me encontró a mí y no yo a él.
¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?
¿Qué es lo que permite la conexión entre el artista escénico y el público? ¿Entre el artista escénico y el personaje? ¿Cómo le hace un buen actor para siempre ser buen actor?
Mis anhelos son seguir nadando en el teatro para siempre, visitar las obras clásicas que son perfectas y poder interpretar a los personajes más entrañables, pero también hacer teatro nuevo. Me gustaría actuar a la par de grandes actores, en los grandes teatros. Como directora de escena anhelo poder ser más clara, asertiva y valiente.
Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?
Búsqueda, emoción, liberación.
Cuando habito el teatro me siento en un estado de consciencia expandido. Es como si yo me desplegara en mil «yos»: en mi esencia como humano, en mi individualidad y en todos mis potenciales al mismo tiempo.
¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?
La misma de siempre: seguir celebrando las interacciones humanas y hacerlo para darnos cuenta de que la vida humana ya es un teatro: nuestra vida es una obra dentro de una obra. Habrá que ir al teatro para seguirlo recordando… se nos olvida.
¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?
La sobreactuación. Pareciera que no hemos entendido que el teatro y la actuación es algo inherente al ser humano y que no hay que hacer ningún esfuerzo para sentir emociones y recrearlas.
Los teatreros tendemos a siempre hacer de más y perdemos la verdad, y nuestro teatro es malo. Por eso en México no tenemos tanto público y nuestra industria carece de apoyo y no es rentable. Eso tiene que cambiar urgentemente para que podamos seguir viviendo del teatro. Tenemos que hacer mejor teatro y yo creo que eso empieza en dejar de sobreactuar, en dejar de ser falsos.
¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?
Mejores presupuestos, más inteligencia corporal, más sentido del humor y expandir la capacidad de reírse de uno mismo.
Deseo que las generaciones teatrales tengan el valor de ver su propia verdad y que dejemos de crear cosas no interesantes y sin imaginación, sin poesía.
Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?
Cualquier gran artista, científico o creador, alcanzó cosas grandes por pasar tiempo en soledad. Cualquier artista, incluido el artista teatral, se puede beneficiar de este tiempo de aislamiento para profundizar en su ser artista. Sin embargo, ¿si podremos hacer teatro virtual o no? Sí podremos, pero no bastará. Tendremos que seguir buscando la representación en vivo y espontánea, aunque por un tiempo ésta tenga que ser filmada.
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