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Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Juan Carlos Vives

52 años / Ciudad de México

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Empezó como un virus que se fue propagando en mí desde los 7 años de edad y hasta la fecha, que tiempo después (por ahí de la secundaria) supe que se llamaba «ficción». Ingresé, a darle metodología y dirección a mi pandemia, al Centro Universitario de Teatro (CUT-UNAM) en 1987, permaneciendo ahí hasta 1991 como alumno (y aún no soy Licenciado) y hasta 1996 como maestro. Desde que adquirí dicho contagio y hasta la fecha, no he podido bajarme del escenario. Estoy infectado…

Mi decisión por hacer de ello una profesión, mi vocación y sustento, la razón de mi vida, es precisamente porque pertenezco a ese grupo de alto riesgo, donde pega más fuerte este virus, que es este tipo de personas que les apasiona la escena y todo lo que de ella emane. Representar al ausente en presente. Nada más parecido a burlar la muerte…

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

¿Por qué seguimos haciendo teatro? Esa pregunta me parece la que resume mejor todas mis otras preguntas particulares. En la era de la (sobre) información, de la (creciente o caótica) tecnología al servicio de ya ni sabemos qué, de la deshumanización exponencial, del aislamiento y la apatía, ¿por qué seguimos haciendo teatro? me conecta con la esencia de lo que somos.

Pudiendo sublimar nuestros pensamientos sobre un lienzo, una partitura o en piedra, yo prefiero la escena. porque está viva, porque compromete, porque refleja y deforma, porque dialoga y calla, porque honra lo que fuimos y lo que queremos ser, aunque nos resistamos, porque zarandea lo inzarandeable…

Al no haber respuesta fácil (porque hacerse esta pregunta nos dispara directo hacia muchos otros cuestionamientos de muy diversa índole) los siguientes anhelos por vivir solitos van tocando tu puerta. Y claro, hay que tener el coraje de equivocarse al abrirla a la inquietud equivocada…

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Observo, protesto, disfrazo.

La primera es por donde principalmente me penetra la realidad. Soy más visual que auditivo. La segunda es mi forma de hablar en escena. Hay que tener un punto de vista sobre lo que se va a decir en las tablas. La tercera es para mí el proceso creativo. Presentar la realidad tal cual es, me parece imposible lograrlo e innecesario intentarlo. Hay que presentarla vestida con un traje confeccionado por tus preguntas más profundas. Si no fuera así, mejor dediquémonos a la maquila…

Cuando abordo un nuevo personaje, siempre lo acompaña otro personaje: el teatro. Sus recursos, herramientas, alcances, paradigmas, reglas por romper, leyes por conocer. «Ser teatral» (término peyorativo pésimamente mal entendido como exagerar, explotar, proyectar, evidenciar, dramatizar) me parece fundamental en tiempos plagados de actuación cobarde, mediocrona, pichicata, naturalita y televisiva. Esa plaza ya está cubierta: toca habitar lo otro. Es urgente, de hecho…

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Fundamental.

Aunque no nos hayamos dado cuenta, aunque lo neguemos todo el tiempo, aunque la evidencia nos pase frente a las narices y ni la saludemos. La pandemia en 2020 nos deja más que claro que el contacto persona a persona, es lo que nos hace humanos.

El teatro viene a recoger personas extraviadas, ávidas de vernos al espejo, de reconocernos con el semejante de frente desde nuestra butaca, de sabernos parte de un conglomerado de personas que les pasa lo mismo que a nosotros. Es decir, a encarar juntos el miedo que le tenemos a la muerte, para que valga la pena seguir vivos…

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

La falta de conciencia de su importancia en el entramado social, económico y político. Con eso, ya tenemos tarea para rato.

Los políticos carecen de esa conciencia, se les advierte cada vez que hablan, son personajes simplones e impenetrables: no les pasa nada. Los funcionarios son actores que representan (mal) el personaje del político. Los resultados muchas veces denigran a quienes queremos crear personajes sobre las tablas, para el disfrute y confrontación de quienes juegan el personaje de espectador por unas horas. No hay que volver al teatro necesario. Hay que difundir que sí lo es. El teatro ya es necesario. Hoy más que nunca.

Ah, y la hueva. Erradicar esta última sí nos va a costar más trabajo.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Les deseo de todo corazón que nunca permitan que la frustración gobierne su quehacer.

Veo tanta intolerancia al fracaso, que urge vacunar a toda una generación para erradicarla. De lograrlo, estarán por fin en condiciones de hacer de esta profesión, su pasión. Eso: falta pasión, de esa que surge del fondo mismo de las entrañas de nuestro ser. No de esa que venden encapsulada en pastillas, en frascos multicolores…

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Mi visión pesimista tendría que ver con el olvido. Que nos acostumbremos a mirarnos por medio de una pantalla. Que sea habitual el contacto virtual. Que nos importe muy poco cómo está el otro, cómo se encuentra, qué necesita. Bajo ese esquema, el teatro no tendría por qué existir. Y le daremos la razón al verdadero virus. El de cómo hemos enfrentado la desinformación y el desamparo, tan propios de un modelo económico feroz y deshumanizado. Hemos sido muy irresponsables…

Mi visión optimista es que no estamos confinados: nos estamos dando a desear. A nuestro regreso, el público abarrotará los teatros y los foros, clamando por ese encuentro con quienes siempre tuvieron enfrente…

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