Calixtli
Vestíbulo, puerta.
Hay que tener claro que estamos, ante todo, ante el objeto antes llamado Teatro.
Un día como cualquiera la UNAM tocó a la puerta.
(En realidad no era un día como cualquiera, era más bien un día como cualquiera en medio de una pandemia mundial. Era un día de contingencia, pues).
Echándonos la bolita acerca de quién habría de abrir, como es natural en toda familia regular mexicana (nomuy pero talvezsí disfuncional) donde cada quién ocupa un cómodo lugar y no se mueve de ahí aunque toquen (abretú noyoabríayer) terminó dando entrada a las visitas nuestra figura de autoridad.
Sandra Muñoz abrió la puerta.
– ¡Los conozco! – dijo – Estuve muchos y de los mejores años de mi vida en ese sitio. Goya, goya, cachún, cachún, ra-ra.
Que pasaran pues.
Se presentaron.
Así, rápidamente a recoger la sala, barrer un poco, alimentar al perro y bajar del mueble al gato.
– Miren la cosa es así – dijeron – Hace 500 años un grupo de algo se encontró con uno o varios grupos de otros alguienes en este territorio que hoy denominamos México y que de una u otra forma no solo compartimos, sino que ocupamos.
– Habitamos -dijimos nosotros; es que esa palabra nos gusta mucho.
– Y en esta cuestión de dilucidar a medio milenio de distancia de ese encuentro si ocupamos más que compartimos o compartimos más que ocupamos, o tal vez ninguna de las dos, los queremos invitar a investigar desde la escena para tratar de averiguarlo. Eso sí y muy importante, ABRIENDO SU PROCESO ¿Cómo ven? –
Sonrieron.
El futuro es hoy, viejo.
Nos miramos entre todos.
¿Por qué?
Porque la iniciativa México 500 busca plantear quizá preguntas antes que respuestas, al menos en su capítulo dedicado al Teatro y eso es quizá lo verdaderamente valioso que un grupo no del centro sino del sur del norte (con playa muy cerca) pueda aportar a la visión del encuentro entre dos realidades que acabaron por parir una nación.
Va pues.
¿Qué hay que hacer?
Primero, platicarlo al interior, entre familia.
Reunirse en el patio, porque, aunque la virtualidad es lo de ahora, no es posible mutar por corte directo, hay que ir haciendo disolvencia, unos con fade largo y otros con animación en Motion Graphics, pero en nuestro caso, vamos a decirlo, estamos sinceramente lentos en la adaptación a este modelo de trabajo, pero le entramos con fe más que con destreza. Se hace lo que se puede con lo que se tiene. Ahí la llevamos, que es lo que importa.
Presencial. Cuidadosa entonces, nuestra primera reunión oficial, aunque antes el concejo que nos ministra, regula y administra ya se había reunido para definir líneas generales.
Nos vemos el jueves entonces, en el patio. Y así fue. Sana distancia y cubre bocas. ¿Qué tiempos tan raros, no?
Pero aquí nos tocó beber.
En círculo, la directora nos platica. Será sin duda un reto. Uno grande. De esos que sientes en la panza antes que en la cabeza.
Existen algunas ideas que surgen, otras que se explican. Otras que se complementan. Hay emoción, mucha y la pregunta constante del ¿cómo? flotando y colándose y surgiendo y mutando y buscando respuestas, sabiendo que no las va a encontrar sino hasta que estemos… pues sí… no hay otra forma de decirlo… con manos a la obra.
Si los árboles lloraran, si se pudieran mover
Si la lluvia reprochara el momento de caer
Si el desierto hiciera versos y en pedazos al calor
Si el calor se detestara y viajara a otra región
Entonces, ¿dónde quedo yo?
Como primeras líneas de trabajo, apenas bocetadas, definimos el diálogo académico como piedra de toque y detonante de investigaciones propias con posibilidades de aterrizarse en nuestros cuerpos.
Y además, un plática de conocimientos ancestrales con una persona hablante, viviente e investigante de la huasteca, porque, vale recalcarlo, tenemos claro que hablaremos desde nuestra región o al menos dándole un sitio importante para compartirnos en primer lugar, seguros de lo que somos – ¿seguros de lo que somos? – hacia otras zonas del país.
Perdón por usar la palabra investigante, pero la verdad, si hubiéramos puesto investigador, se rompe la cadencia tan bonita que llevábamos. Ahí la RAE que me perdone. Pero quizá esa será la tónica. Quién sabe. A ver que sale.
Porque, ¿quién comanda y jala este vagón?
¿Quién conduce el gran locomotor?
Porque, ¿quién comanda y jala este barco?
¿Quién escribe de la evolución?
¿Quién conduce el gran locomotor?
No lo sabemos, pero hay que aventarse. Se terminó “Revés” y también “Yo soy”, así que basta de escuchar Café Tacuba por el día de hoy.
México 500 en nosotros, está en marcha.
DOSCE La Compañía