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Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Zavel Castro

30 años / Ciudad de México

 

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

De familia me viene un carácter curioso y suspicaz, aunado al gusto por el teatro que descubrí en mi adolescencia y a mi formación como historiadora, que me brindó bases muy sólidas como investigadora, descubrí un camino propicio para el desarrollo de mi razón sensible en el ejercicio del pensamiento teatral.
Reconocí el sentimiento de plenitud habitando el territorio de la crítica y la teoría. La respuesta a un llamado y la decisión de comprometerme a enriquecerlo me tienen todavía aquí.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Quisiera aportar al enriquecimiento y especialización de la crítica escénica. Alejarla del dominio del capricho y de la opinión basada en simplificaciones y calificativos que solo buscan determinar si una obra es «buena o mala» según prejuicios y razones obsoletas y acercarla a la comprensión del fenómeno escénico como un problema complejo que requiere del estudio teórico, del ejercicio de la razón sensible y de la argumentación, para elevar el nivel de la discusión, para abrir nuevos problemas y nuevas preguntas, rehabilitar los conceptos, entenderla como un ejercicio creativo, político (en términos de Ranciere) que ponga en crisis las convenciones y resquebraje los lugares comunes. Reformularla. Revitalizarla. Mostrar toda su potencia. Todo aquello de lo que es capaz y todo aquello que no ha podido hacer por la comodidad con la que se ha practicado.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Racional, sensible, feroz.

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Me parece que en su estado agónico contiene la potencia para fracturar aquello del modelo que ya no funciona y que ha debilitado su fuerza significativa en la sociedad.
Creo que nos encontramos en un punto de inflexión en el que es momento de cuestionar la práctica, de ser capaces de observar no solo sus aspectos luminosos y defender su derecho a existir a partir de sus aspectos positivos, sino poder vislumbrar las sombras, los aspectos vergonzosos y oscuros que, sin embargo, constituyen muchas veces la condición de posibilidad de la estructura tal como la conocemos.
Sabemos que la importancia del arte radica en su fuerza simbólica, pero podemos intuir que ahora mismo no basta. Acaso esta pausa pandémica nos otorgue el valor y el tiempo necesario para reflexionar las razones de su actual insignificancia y de su impotencia frente a lo terrible.

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Es muy complicado pensar que se puede cambiar el modelo teatral sin cambiar además la estructura de la sociedad y el funcionamiento mismo del poder. Podría decir que la estructura de dominación y sumisión en el teatro es mucho más evidente, mucho más cruel y mucho más inhumana que en otros ámbitos, pero quizá esté sucumbiendo a la tentación de exagerar.
Si existe alguna posibilidad de mejorar el modelo, quizá dependa de reestructurar los modelos pedagógicos sostenidos en el ejercicio de la violencia que domina cuerpos y que afecta la psique de los futuros actores y de las futuras actrices al grado de hacerlos pensar que el precio por existir en el mundo teatral es su rendición, lo que una vez incorporado el dispositivo llamarán «la entrega».
Pensando que en el ámbito educativo se aprende y se enseñan las formas de hacer que aseguran el sometimiento (en esto retomo a Althusser), quizá convendría revisar el funcionamiento de las escuelas de teatro y proponer una reformulación absoluta que pueda eliminar de la ecuación la aplicación reiterada de la violencia y la domesticación a través del miedo.

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Una mayor disposición y apertura al diálogo y un ámbito en donde la violencia no sea la condición para su desarrollo.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

En lo inmediato, desearía que esta emergencia hubiera sido una pausa introspectiva en la cual se haya reflexionado sobre el quehacer desde la honestidad, la compasión y el pensamiento crítico.
Desearía mucho que eligiéramos pasar del oportunismo, del sensacionalismo y de la literalidad. Lamentaría mucho que de esta experiencia terrible surgiera una nueva ola de teatro pandémico y que el sistema de competencia en el que existimos y que nos impide conformar una comunidad, premiara a quienes sí saben y a quienes sí pueden hablar del tema: ¿Quién determina los saberes? ¿Quién decide las competencias? Esto solo sirve para enfatizar las jerarquías, para dividir y para lastimar a los y las que quedan fuera.

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