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En el punto

Zapatos

Otelo: ​¿Te acuerdas de mí?

Desdémona: ​

Otelo:​ ¿Cómo estás?

Desdémona: ​ Muerta.

Otelo:​ Te extraño

Desdémona: ​ Lo sé. Si no yo no estaría aquí.

Otelo:​ ¿Cómo es?

Desdémona:​ ¿Qué?

Otelo:​ Allá.

Desdémona:​ Igual que aquí.

Otelo:​ ¿Me esperas?

Desdémona:​ No, ya no.

Otelo:​ ¿Por qué?

Desdémona:​ No me traje mis zapatos.

Otelo:​ Te los llevo.

Desdémona:​ No hace falta. Tampoco podrás traer los tuyos.

Otelo:​ La casa te extraña.

Desdémona:​ ¿Recuerdas el mar verde? Lo sigo soñando.

Otelo:​ Lo sigo soñando

Desdémona:​ ya no verde, ya no mar, ya no… ¿y si en vez de Otelo te hubieras llamado Segismundo?

 

 

Hoy trabajé sobre el texto, no lo había tocado desde antier. Ayer me di un descanso. Lo necesitaba, aunque sí escribí en la bitácora. Es extraño porque ya no escribo desde hace mucho en mi diario personal. Ahora aquí es donde más escribo.

Le dije a Toño que no había podido tocar el texto porque me daba miedo, él me dijo que era porque era un cadáver y a los muertos hay que tenerles respeto. Yo hablaba del miedo a tocarlo por aquello de que no me gustara lo que habíamos escrito, pero algo hubo de cierto en lo que me dijo: el respeto a los muertos. De alguna manera le estamos dando voz a la muerte. Me da miedo decirlo ahora porque hace rato que leía en voz alta, una puerta se cerró en mi casa, justo cuando leía un parlamento sobre la puerta ¡Ay ya los invoqué! ¡Y estoy sola!

Pero sí, hay que tenerles respeto, mucho.

El teatro nos recuerda también la muerte.