Bajo el marco de la pandemia COVID-19 en el que nos encontramos actualmente, me pregunto sobre ¿Qué representa lo teatral? Este cuestionamiento me lleva a...
Leer másInstantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.
Rafael Paz Camacho
30 años / México, Ciudad de México
Lugar principal de trabajo (País, estado, ciudad): México, Michoacán, Morelia / San Luis Potosí
Oficio: Director, investigador, docente
¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?
Tuve la fortuna siendo muy niño de subirme a un escenario, tenía entre seis y siete años, la escuela en donde estudiaba montaba obras de teatro y las programaba en un auditorio para 500 personas que se llenaba en su totalidad. Recuerdo la emoción que tenía cuando estaba frente a ese monstruo de mil ojos y la libertad que me atravesaba el cuerpo, cada vez que pisaba la tabla. Más tarde me mudé a Morelia y comencé a estudiar en el Centro de Educación Artística Miguel Bernal Jiménez, este fue sin duda un tiempo de aproximación y de apertura a un lenguaje que me permitía conocerme mejor, encontrarme con personas afines y traer a la mesa las primeras inquietudes. Recuerdo que había un aire profundamente heroico en cada descubrimiento sensorial, trabajábamos a partir de los elementos naturales y su relación con el cuerpo, la energía y la voz. Aquí aprendí a soltar la mente y a hacerle caso a la intuición. Finalmente, decidí cursar la Licenciatura en Teatro, en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Michoacana, fue un tiempo de escucha, lectura y atenta observación de mi entorno, pero sobre todo, un momento para reconocer la importancia de la disciplina personal, cuestionar las pedagogías y hacerme por primera vez, las preguntas qué teatro y para quién.
Por estos años, nació la compañía teatral Parasubidas Teatro en Morelia, y durante los 8 años que duró este encuentro, pude trabajar con personas increíblemente talentosas, de las que aprendí muchísimo. Con el trabajo en compañía, pude construir una poética propia, ensayarla, cometer miles de errores y afinarla con el tiempo. También me dio la certeza de que el teatro nunca se hace en soledad. Los cimientos y el desarrollo creativo implican siempre un esfuerzo colectivo.
En cada proceso de montaje he tenido la oportunidad de confirmar la potencia que otorga la creación escénica, de descubrirme, de sorprenderme, de depurarme. Creo que decidí dedicarme al teatro porque siempre ha sido una forma de encontrarme a mí mismo a través de las y los demás.
¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?
Las preguntas han cambiado a lo largo del tiempo, van cambiado conmigo. Creo que es fundamental reconocer que nunca somos lxs mismxs, que replanteamos y nos resignificamos constantemente, que ese flujo en el tiempo, le otorga potencia a nuestras búsquedas como creadores.
Con esto en mente, hoy por hoy, creo que todo parte del cuerpo, que el cuerpo es la primera coordenada, el cuerpo en relación al espacio, al territorio, a la memoria, a los afectos, al tiempo mismo. Me pregunto sobre la presencia, la reescritura de imaginarios en las artes vivas, la composición plural, los procesos indentitarios y colectivos. ¿De qué está compuesta nuestra memoria? ¿Cómo la fuerza vulnerable de la memoria potencia los procesos creadores y les da identidad en el presente? ¿En dónde y con quién encuentro resonancias que me atraviesan el cuerpo? ¿Cómo construir desde la escena y la pedagogía, pactos de vida? ¿A qué mundo me gustaría volver cuando todo esto pase? ¿Cuáles serán aquellas cosas que lleguen a nuestras narrativas del futuro? ¿Cómo hacerle frente, desde las artes vivas, a esta realidad tan avasalladora?
Anhelo encuentros, movimiento y tejidos en común. Cruces interdisciplinarios, otros lenguajes, muchas más preguntas, construir narrativas y nuevos imaginarios. Deseo que otro teatro sea posible.
Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?
El cuerpo como eje de la creación, el espacio-territorio en su dimensión política como lugar de enunciación y la memoria como ejercicio colectivo que crea sentido.
¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?
El teatro fractaliza la realidad, disloca el tiempo y el espacio, y nos sitúa en el presente. Nos estimula a dibujar nuestros propios mapas, a apropiarnos de nuestros sueños, deseos, necesidades y voluntades. Este momento histórico nos ha demostrado que podemos encontrarnos a la distancia, aunque no compartamos físicamente el mismo espacio. El encuentro telemático no sustituye a la presencia, pero abre otras posibilidades. Al menos en mi experiencia, he podido cartografiar este periodo de transición acompañado de personas que habitan distintas latitudes, no hemos necesitado estar físicamente en el mismo lugar para dejarnos tocar y conectar con lxs otrxs, tal vez la clave está, en no aferrarnos a que la escena se sienta igual en la pantalla como en el escenario, para mí la pregunta va en cómo trasladar la potencia política del encuentro que nos otorgan las artes vivas a estas medialidades, reimaginar al mundo colectivamente y ponerlo en movimiento para navegar la incertidumbre.
¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?
Pienso que esta pregunta se podría contestar desde diferentes perspectivas. En principio, no creo que haya un solo modelo, la realidad cultural del país tiene matices particulares, estos modelos están en constante transformación.
Necesitamos sin duda alguna, seguridad social, atención médica y mejores condiciones laborales. Por otro lado, es urgente replantear los procesos formativos y sus prácticas pedagógicas dentro de las escuelas. A nivel institucional, la meritocracia pone en tensión constante a la práctica artística y termina confrontando inevitablemente a las y los creadores. La competencia es atroz cuando se intentan repartir los recursos y los apoyos son insuficientes.
Ojalá cambiaran la burocracia interna y los autogoles que las mismas instituciones se meten cuando publican programas que son incapaces de operar, pues solo obstaculizan y desgastan los procesos de producción.
¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?
Que no se vuelvan kamikazes del teatro, es decir, que tengan la certeza de que el teatro no es lo más importante en la vida, hay más vida por explorar y mucha teatralidad por descubrir en ella. Que no romanticen la precariedad. Que no se autodefinan, que recuerden siempre podemos ser muchas cosas al mismo tiempo. Que nunca esperen sentados a que alguien les llame, que busquen, que exploren su propia voz y que cuando no sepan por dónde comenzar, comiencen a hacerse preguntas. Que nunca cedan sus poéticas a las modas institucionales. Que recuerden que la auto observación es fundamental y que cuando se descubran cómodos, exploren otras formas de creación, que conozcan otros lenguajes. Que duden. Que cuestionen. Pero lo más importante es que vuelvan a comenzar las veces que hagan falta.
Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?
Para responder a esta pregunta invité a Cuauhtémoc Lara Razo a contestarla conmigo. Durante los primeros meses de cuarentena comenzamos a generar dispositivos simples de colaboración donde pudiéramos articular una mirada a lo que nos rodeaba en los espacios de nuestro nuevo cotidiano; ensayamos pequeñas intervenciones textuales y audiovisuales que nos ayudaron a desafiar la distancia y, simultáneamente, descubrimos que nos otorgaban otras formas de escritura/lectura de los lugares que habitamos por separado.
Después de un tiempo de intercambio, decidimos invitar a otro grupo de artistas a acompañarnos en este viaje. Las cartas se volvieron balbuceos, textos y fotografías que, de cierta manera, intentaban ordenar un pensamiento en caos, el naufragio de nuestra sensación de entendimiento al mundo que nos rodeaba.
El miedo y la soledad del aislamiento estaban presentes, pero inauguramos una hoguera virtual, que con relatos nos llenó de luz, esta fogata se llama La memoria del instante, un ejercicio de auto-observación, que tiene carácter de archivo, que vive y camina con la transformación constante de este tiempo que habitamos y se construye a través de la mirada de distintas creadoras y creadores que se van sumando a la mesa. Pero sobre todo es la certeza, de que la investigación y la creación son engranes inseparables de la misma maquinaria.
Deseo que podamos abrazarnos sin miedo, reconocernos detenidamente, que nuestras miradas sanen, que logremos frenar el primer impulso de que todo regrese a lo que era antes. Que recordemos el alivio que sentimos cuando paramos, cuando nos dimos cuenta del cansancio que habitaba en muchxs de nosotrxs por producir, producir y producir. Deseo que el impulso reflexivo sobre lo que ha sucedido no se agote pronto, para que el teatro se mueva en múltiples direcciones.
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