.
.
Desdémona
Bitácora 2. Círculo de soledad pública.
En la habitación del fondo
Patricia y Desdémona en tercera persona
Raúl ayer nos pidió empezar a hacer videos cortos, el contenido de estos videos van sobre la línea de la comparecencia, me recuerda el montaje del samovar, donde hacíamos autorretratos en el ejercicio base. Pero esta vez vamos a desplazarnos hacia el video. Me cuesta. Me siento vulnerable a la hora de estar frente a una cámara, yo no sé cómo lo hacen los actores que sólo están frente a un ojo. Es distinto, la energía se queda en mí, siento que estoy acotada sólo hacia un punto de vista.
Me encerré en un cuarto, prendí la laptop y desplacé la cámara en diagonal para que no vieran el ropero de atrás; bajé el brillo de la cámara para no estarme viendo y empecé a hablar.
Desdémona habló hacia la cámara. Se sentía observada, pero sabe de antemano que hay que dejar evidencia de su testimonio, de su paso por esta vida. Tal vez alguien entienda el porqué de ciertas acciones. Desdémona se está desplazando hacia un lugar incómodo, está tocando con su intimidad y con sus puntos más débiles.
Yo quisiera decirle a ella que es fuerte, que eso no la hace ser menos y mucho menos ser poca cosa. No debería sentirse así. Pero es inevitable que alguien que ha perdido la paz interna no se sienta desplazada por las propias ideas que están tan enraizadas en el alma. Es un equipaje con el que se ha cargado toda la vida, maletas llenas de memorias, recuerdos, objetos, hechos, palabras, fotografías y rostros que no se olvidan. Las heridas de Desdémona son la causa de su muerte y ella lo sabe. Es algo de antaño. No se puede negar.
Sin embargo, hay un testigo; como bien lo retrata Shakespeare en la obra, una fiel amiga la acompaña y da testimonio de su vida. La cámara es ahora eso, un rastro que deja y que quien escuche y miré podrá sacar sus propias conclusiones.
No puedo hablar como Desdémona en primera persona, tal vez esté ejercicio en tercera persona, me ayude a acercarme a ella.
La huella de Desdémona