¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?
A pesar de que de niña y de adolescente me gustaban y atraían de manera muy notable el teatro, el circo, los títeres -como espectadora y como actuante- al llegar el momento de elegir una carrera universitaria, no sé por qué, ni siquiera tomé en consideración las Artes Escénicas. No sé cuál fue la inercia que me llevó a estudiar Arquitectura, una carrera que me atraía, pero de ninguna manera me apasionaba. Claro que siempre me mantuve como espectadora compulsiva, y también aprovechando talleres, conferencias, experiencias como actriz aficionada, leyendo a los grandes teóricos, participando en teatro radiofónico.
Y fue bastante después que me llegó, desde muy adentro de mi ser, un llamado hacia las tablas. Ahora, viendo hacia atrás, en perspectiva, pienso que tal vez la situación de tremenda sensibilidad que viví al momento de mi entonces reciente maternidad, me abrió todos los sentidos. Y, sobre todo, el sentido de la intuición, del instinto, que tantas veces acallamos. Posiblemente ese tiempo de florecimiento, apenas habiendo dado a luz a mis hijos, me hizo brotar un sentido de libertad mayúscula y de querer comerme al mundo. Fue algo así como potenciar las potencias. Tiempos de alumbramiento. Reconocer deseos profundos, que, por razones desconocidas, estaban dormidos, o silenciados. Creo que las hormonas se elevaron, se reprodujeron en mí, y en ese tiempo mágico quise multiplicar la magia de la Vida… y eso me encaminó hacia el teatro.
En 1984, cuando tomé la decisión de entregarme por completo a la disciplina teatral, no dudé ni por un instante acerca de que eso era exactamente lo que necesitaba: poder ser yo y muchas/os; condensar y multiplicar la Vida, ponerme en otros zapatos. Prestar desde mi piel hasta mis neuronas, a otros seres; compartir, provocar convivios de manera plena y sensible. Tuve la fortuna de encontrar en el principio de mi camino profesional a Paco Marín, quien me dirigió en múltiples obras, en Compañías municipales, estatales e independientes.
¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?
¿Lo que hago colabora a mejorar mi entorno? ¿Cómo puedo contribuir desde mi oficio, para que el teatro se sienta como algo necesario y gozoso, para más y más espectadoras/es? ¿Cómo puedo aportar en la formación de niños/as y jóvenes, de manera humilde y respetuosa?
Anhelos: siempre crecer, encontrar un sentido de honestidad plena, haga lo que haga. Comenzar cada vez sin prejuicios. Mantenerme en el camino (como se procura en el DOJO, método de Pol Peletier).
Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?
Gestión, actuación, promoción.
Posiblemente mi terquedad y defensa de la constancia sean elementos que caracterizan mi práctica. De ninguna manera pienso que esto sea excepcional, sin embargo, son características que, creo, me definen en parte. También mi disposición al aprendizaje permanente.
Estoy convencida de algo que le escuché una vez decir a Ofelia Medina: “Los adultos que no están ganados para el teatro… están perdidos”. Es decir, pienso que lo que me toca es, sobre todo, aportar en el mundo no adulto, en aquellas/os que todavía tienen la mente y el corazón abiertos, y en las/los que puedo sembrar reflexiones, conmover, acompañar, generar preguntas, mostrándoles las más variadas opciones, abriéndoles mundos.
Me fui orientando, desde 1990, hacia esa parte de la sociedad. Comencé en los ‘90 un emprendimiento al que llamé Silkateatro Andante. Estas dos palabras lo definen: por un lado, no es una organización fija, sino que, a partir de cada proyecto personal mío, invito a participar a quienes requiero, ya sea como directoras/es, diseñadoras/es, actores, actrices, técnicas/os, promotoras/es, etc. Y es andante, ya que no tengo una sala, sino un vehículo que me lleva, con todos mis objetos escénicos, adonde me requieran. Me he dedicado a llevar espectáculos a todo tipo de escuelas, patios, canchas, auditorios, bibliotecas, salones audiovisuales, aulas, plazas públicas, auditorios y teatros. Girar es mi destino, y compartir asuntos que mucho me y nos importan.
No me he apartado del público adulto, aunque éste no sea mi principal destinatario. Y sigo trabajando también como actriz invitada, en diversas compañías. Por ejemplo, la colaboración con La Rendija, ha sido una fuente excelente de crecimiento artístico para mí, bajo la dirección de Raquel Araujo.
Buscando otra característica de mi persona, en el plano profesional, diría que he sido siempre una espectadora consuetudinaria, por disciplina, por curiosidad y por gozo.
¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?
Considero que el teatro es una trinchera para promover la unión en la diversidad. Una oportunidad de aferramiento a la Belleza, a través de las Artes, y de las escénicas en particular (no estoy hablando de “lo bonito”, sino del goce estético en toda su dimensión).
Lo veo como un instrumento que puede favorecer la convivencia para combatir la barbarie, la intolerancia y el odio.
¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?
Que se ligaran fuertemente las Artes y la Educación, desde la primera infancia, dando la importancia que se debe a la inteligencia emocional, la sensibilidad y las capacidades imaginativas y creativas. (Dejar de considerar a las artes como «entretenimiento» o como «actividades complementarias», sino incluirlas de manera indispensable en la formación).
Ojalá se encontraran maneras en que las y los creadoras/es escénicas/os, todas/os las/os que nos dedicamos profesionalmente al teatro (en su sentido más incluyente y amplio) no tuviéramos que sufrir por sobrevivir. Que una justa retribución económica a nuestros esfuerzos, fuese algo normal. Que el teatro que no pone como objetivo principal el lucro, fuese protegido, promovido, garantizada su existencia. Que se generaran políticas públicas de expansión y fomento del teatro.
¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?
Libertad, fuerza, pasión.
Capacidad de contagiar entusiasmo y esperanza.
Y aunque soy enemiga de dar consejos, sugeriría a la siguiente generación de hacedores teatrales que vean, aprecien, conozcan las propuestas ajenas. He comprobado una y mil veces que se construyen burbujas, individuales o grupales, en las que se encierran las y los creadores, mirándose el propio ombligo, sin dar importancia a lo que crean las y los colegas. Todo esto genera una autocomplacencia peligrosa, poco sentido autocrítico, y demuestra cerrazón mental y poca sensibilidad. No hablo solamente de lo escénico: creo que deberíamos estar en contacto permanente con todas las Artes, para nutrirnos. La luz interior se recarga dejándonos iluminar por las y los otros y no solo a través de la teoría.
Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?
He tomado, durante el confinamiento, varios talleres sobre las artes escénicas en estos tiempos, la tecnología que nos sirve ahora, y he visto infinidad de propuestas: por streaming o pregrabadas, etc. He asistido a conferencias y debates sobre esta realidad que nos ha golpeado tanto. He participado, asimismo, en varias propuestas teatrales. Por ejemplo, ha sido muy satisfactorio defender la presencia compartida con el público en el tiempo (ya que en el espacio no ha sido posible) en las obras Las huellas de Goliat escrita y dirigida por Freddy Palomec, y Tulum Tulum de Majo Pasos, dirigida por Ulises Vargas.
He grabado varios espectáculos nuevos, y he adaptado algunos anteriores. Me he presentado en parques al aire libre. He elaborado proyectos y los he inscrito en convocatorias diversas. Pero nada de esto me ha permitido vivir del teatro: se vinieron abajo todas las giras y temporadas que mantenía de manera constante, antes de la pandemia, al cerrarse teatros y escuelas.
Por lo tanto, he tenido que acudir a un oficio alternativo por razones económicas: Ofrezco, preparo y vendo comidas y postres argentinos, cada fin de semana. No me disgusta, pero lo hago con el único objetivo de tener una entrada económica imprescindible.
Para cuando volvamos a estar juntos, anhelo que logremos motivar a más y más personas a asistir a los teatros; que las relaciones que se fueron creando, con colegas y públicos de otras latitudes, gracias a las diversas plataformas digitales y a otras herramientas tecnológicas, se mantengan y que sepamos aprovechar estos lenguajes que aprendimos. Que reconquistemos los escenarios.
Que podamos hablar con mayor libertad y cercanía de todo lo que nos importa.