¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?
Por causalidad, diversión y por felicidad.
Cuando tenía 16 años hice mi primera obra de teatro en la preparatoria, por invitación de mi profesor de literatura misma que disfruté enormemente; el proceso y la experiencia en sí. Al egresar de la prepa yo quería ser músico, ya era oyente de un grupo de guitarra clásica en un Centro de Educación Artística y mi entonces objetivo era estudiar en el renombrado Conservatorio de las Rosas en Morelia, sin embargo, era muy costoso y ni mis padres, ni yo por supuesto podíamos pagarlo.
Por razones geográficas de mi ciudad, el Conservatorio y la Escuela Popular de Bellas Artes son divididas por un par de calles. Camine a la segunda con la opción de estudiar música ahí, ya que ésta pertenecía a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo que es pública. Después de pedir informes y saber que la carrera en Bellas Artes consistía de 9 años más la titulación, comencé a desestimar esa opción como una carrera a elegir, me espantó tanto tiempo de estudio (sin duda no tenía la vena, pasión y el rigor que se necesita para estudiar música de manera profesional). Tomé un par de trípticos y salí de ahí algo desanimado. Uno de esos trípticos era la oferta académica de la escuela que incluía todas las carreras en artes y sus características. Ahí se encontraba la Licenciatura en TEATRO ¿Teatro? ¿Eso se estudia? (pensaba yo) también pensaba y recordaba la experiencia en la prepa y me dije: «Yo arriba del escenario me DIVERTÍ enormemente y fui FELIZ, si eso se puede estudiar, es una carrera, yo quiero estudiar algo que me divierta y me haga feliz».
Causalidad y diversión.
¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?
Ser teatrero es ya un acto político y de resistencia (se ha discutido mucho al respecto) y difícilmente uno se mete a estos terrenos si no se tiene un gen o una chispa de compromiso con la sociedad o su entorno. Sigo pensando en mi quehacer como una práctica de la otredad, ese otro que me conforma como ser humano integral que se congrega en comunidad.
Llevo 15 años haciendo teatro, 9 de egresado y profesional (por así decirlo). Estos nueve años todas mis preguntas o anhelos tienen que ver con confrontar/compartir con un público al que pocas veces le llega el teatro, pensar en el ciudadano de a pie, el del barrio, de la comunidad rural, en la gente de «verdad». Lo digo sin intentar caer en soberbios conceptos, pero pienso que hay mucho de fantasía sobre lo que somos y sobre el «público» de teatro. Sobre todo un pensamiento centralista, muy de la capital mexicana, en fin, tal vez esa es una discusión aparte.
He disfrutado enormemente ir, presentarme y compartir mi trabajo escénico (obras o impartiendo talleres) en lugares en verdad recónditos de algunos estados: Puebla, Guerrero, Oaxaca, Querétaro, Nayarit, Sinaloa, Guanajuato… y he visitado muchos de los municipios de Michoacán.
Ahora viviendo en la Ciudad de México he encontrado una mezcla de experiencias, desde el enorme y bonito Centro Cultural del Bosque hasta poder presentarme en Milpa Alta o Nezahualcóyotl, o con mi amado grupo de la tercera edad de San Lorenzo Tezonco en Iztapalapa.
Finalmente me pregunto desde «el otro» que a su vez es preguntar «desde mí». Las preguntas cambian, pero en verdad todas confluyen en buscar el bienestar mental, espiritual o social, en algunas extirpar aquello que nos desmorona, como la violencia y la falta de seguridad.
Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?
No creo que me hagan diferente o distinto, simplemente son en las que baso mi trabajo: Ética, compromiso y ser rudimentario.
Describo un poco:
Ética: -El deber ser- como un filosofía de vida. Transparencia de procesos creativos, de producción, de carácter económico y artístico, reconociendo la labor del otro, siempre.
Compromiso: Con el equipo creativo, el espectador, conmigo mismo. Una férrea disciplina a los acuerdos y al tiempo de las personas.
Rudimentario: Parto de lo sencillo, común, lo palpable, inmediato incluso, lo humilde, lo pedestre, lo bucólico. Hay dentro de mí una fascinación por el universo de lo rural, que es muy complejo. Parto mucho de mi infancia y mis referentes familiares para entender el fenómeno escénico, parto de mis recuerdos, todo ese mix-folklore que la conforma y me conforma ahora como un «adulto».
¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?
Tengo más dudas e incertidumbre que respuestas a eso. Tal vez eso a lo que más temo sea en el fondo el deseo de que algo importante perdure para que el TEATRO exista.
Ojos que miran Ojos / Voces que cuentan y oídos que escuchen / Risas que dialoguen con historias irreales que cuenten cosas que parecen reales, pero que no lo sean y que nos hagan pensar en la verdadera y cruda realidad o fugarnos de ella por un instante.
Demasiada virtualidad, videos por aquí, por allá, demasiada discusión sobre lo que es y no es, pero quiere serlo.
Tal vez la importancia del teatro sea la Espera. La Calma. Y estar sanos para volver al convivio, al fenómeno aurático del aquí y el ahora.
¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?
Romper con la invisibilidad.
Somos invisibles para las instituciones.
Somos invisibles para la mayoría de la población en nuestro país.
Somos invisibles entre nosotros.
En tanto no tengas un asterisco, premio, reconocimiento, diploma, sello de abejita trabajadora o cualquier otro invento para «reconocer» tu trabajo, sigues siendo invisible.
Cuando eso se logre tendremos dignos y verdaderos contratos, acceso a derechos laborales más justos, sueldos acordes a los tiempos que corren y la sociedad nos demandará producciones de calidad y hemos de responderle con compromiso y buena hechura.
Mucho de la invisibilidad es responsabilidad nuestra, al no romper con esquemas y costumbres que nos han llevado a la precariedad.
Al día de hoy las instituciones que demandan nuestros servicios culturales y/o artísticos siguen pensando que nos «favorecen» al «contratarnos», el tema económico asfixia nuestra poca sustentabilidad y nuestros emprendedores proyectos muchas veces fracasan en una cadena de esperanza y falsa ilusión.
Lo anterior nos lleva a vicios o triquiñuelas, al canibalismo teatral, al caza-becas, al sabotaje mediático del que «por primera vez se gana algo» «Sí, seguramente fue por ser el /primo-del-amigo-del-sobrino-del-secretario-bla-bla-bla/» y es que también: «la burra no era arisca» Si bien puedo decir que en mi experiencia los procesos de selección, contrato, subvenciones o apoyos al arte han sufrido mucho saneamiento, debemos seguir exigiendo a nuestras autoridades la transparencia absoluta de cualquier proceso que genere opacidad.
Por otro lado pienso que los hacedores debemos realizar mayores alianzas y buscar rutas de otra iniciativa; la privada, las A. C., o incluso esquemas de cooperativas artísticas que no dependan siempre y únicamente del apoyo del Estado (otro vicio más que arraigado).
Hacer teatro con, sin, o a pesar de las instituciones públicas.
(Nota: Pero la verdad, sí está muy cabrón.)
¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?
Tengo casi 32 años, soy relativamente joven (eso digo yo). No pretendo lanzar una lección o un deseo propiamente, tal vez una sugerencia y sería que por más que las nuevas tecnologías han llegado para quedarse y puedan realizarse maravillas o espantosos intentos de, que sigan pensando que el teatro se hace entre personas, pocas o muchas, se hace como un juego, como un ritual.
Que no olviden cierto origen, que se piense en el «fuego y la historias que se contaron al momento de danzar alrededor de él»
Podemos usar mil proyectores, hologramas, circuitos cerrados o lo que sea, pero si no hay «un fuego» si no «danzamos con el otro», «si no lo sentimos», «si no lo vemos directo a los ojos». Eso nuevo que nacerá será una realidad distinta, que no rechazo, pero…
…eso no es este juego al que yo aprendí a jugar, el convivio del Teatro.
Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?
Con mucha frustración, tristeza y enojo. Sobrevivo a mi insomnio y la depresión no con la esperanza del regreso, sino con la nostalgia del pasado, eso me salva, el recuerdo (sé que no suena muy positivo que digamos).
Tratando de entender la fiebre de «producir, producir, producir» / Grábate actuando / Grábate jugando / Grábate pensando (o haciendo que piensas) / haz Tik Tok’s y te ganas un «apoyo», etcétera. En fin… Sigo digiriendo la necesidad, el objetivo y los por qué de cada cosa, puesto que existen muchos matices en el asunto.
-Deseo que no hubiera pasado. Pero ya pasó.
-Deseo que los Teatros no estén llenos de gel anti-bacterial y la gente tome un lugar a cada tres butacas con la ahora llamada «sana distancia».
-Deseo no ver cubre bocas mientras busco a un espectador para comentarle un diálogo o guiñar con su complicidad.
-Deseo que la gente vaya al teatro sin temor.
-Deseo que mis compañeros (como yo) repongamos el ánimo y la estabilidad en todos sentidos.
-Deseo que regresemos verdaderamente convencidos de regresar y que no sea la asfixia de la «economía global» la que empuja al ya vapuleado capitalismo sin importar la salud.
Pero eso difícilmente sucederá…. Y habrá gel, cubre bocas por doquier, butacas vacías cada cierto espacio, etcétera. Y es que nos acabamos un mundo, uno que llegó a su límite, uno que contaminamos, que no respetamos y que sí, suena a cliché, pero nos pasó la factura.
Pero bueno, como diría un gran maestro de teatro y lo dice Freud, «somos todo deseo». Y debemos encontrar el equilibrio para no desbordarnos, eso es lo que nos queda.
Ya lo dijo el Oráculo de Delfos: «Conócete a ti mismo y encuentra la medida».
Mi pesimismo no es más que una optimista postura basada en la razón de querer que todo mejore, a pesar de las evidencias, y eso puede ser muy doloroso. Gracias por las preguntas.