La historia ocurre hoy día en la Tierra Caliente michoacana, en el contexto de un México derruído y cuarteado por la guerra de bandas criminales entre sí, contra el Estado y del Estado y las bandas criminales contra la población.

La historia es abordada desde el libre albedrío de María. Libre albedrío como el más humano acto de libertad que, para que sea tal, trae consigo la responsabilidad de asumir las consecuencias luego de la transgresión: culpa y castigo como necesidad de expiación.

María no traiciona a Woyzeck. Ella no es culpable de no amarlo eróticamente; sin embargo, como lo ama fraternalmente, es capaz de la piedad y del consuelo ante la desesperación del soldado.

Cuando María entrega su hijo al Idiota, no está evadiendo su responsabilidad; sabe que el hombre cuidará mejor que nadie del niño. Amor materno en el sentido de asegurar el mejor porvenir para su hijo en el contexto en el que le ha tocado vivir.

Woyzeck, un soldado raso, barbero del batallón, ya no será una víctima de sus circunstancias; ahora es víctima de sus pasiones: la desesperación y los celos por el amor erótico no correspondido.

Humanidad; pasiones humanas de María y Woyzeck, en las que abrevan el Capitán, el Doctor, Andrés y Margarita; como si fueran buitres al acecho de carroña a la vera del camino o vampiros necesitados de sangre para poder vivir.

Por todo ello es que el feminicidio resultante es un crimen humano; humano por pasional y atroz.

La idea de montar nuevamente Woyzeck y de ubicar la acción en estos nuestros tiempos y espacios de miedo, es justamente para que la deshumanización no se vuelva un hecho cotidiano entre nosotros y con ello no nos alejemos más de la necesaria pasión para poder vivir.

*Palabras del General Kalimán al consumarse el golpe de Estado, Bolivia 2020