El concepto de catarsis, constituido como uno de los fundamentos de la poética occidental desde su enigmática formulación por Aristóteles, se ha entendido tanto desde la esfera terapéutica de la purificación de las pasiones como, en tiempos más recientes, desde el ámbito comunitario y ritual de la liberación de la violencia social (la neocatarsis artaudiana). Dentro de la dramaturgia de este siglo, emerge la recuperación del concepto en artistas como Romeo Castellucci o Jan Fabre, también en Angélica Liddell o Rodrigo García, que han renovado la idea de tragedia desde presupuestos que no excluyen la apelación a una ambigüedad ideológica que descoloca los parámetros éticos del espectador y su acercamiento interpretativo al texto, en lo que aquí se tratará como un ejercicio de poscatarsis, en la línea de Fischer-Lichte o Lehmann.