Acabamos de pasar la obra sin cámaras. Pero con el trazo. Sucedieron muchas cosas interesantes. Había imágenes, conexión, escucha. Yo me trabé en la parte donde siempre me ha estado costando trabajo: el presentimiento. Creo qué hay algo que me está estorbando ahí, que pega directamente con la memoria, no sé si es porque estoy sosteniendo la cámara o qué sea.
Sentí que Toño conectó con lo que le estaba pasando, hay una indicación que se dice en el teatro: dejar que suceda. Él hoy dejó que sucediera. Ahí estaba la situación, la progresión con el peligro con él malentendido. Qué bueno que no se grabó y que solamente lo estamos imprimiendo en nosotros. A veces es necesario dejar de lado las cámaras para volver a uno. A nuestros procesos. Es necesario.
El momento donde encontré muchas cosas nuevas fue en la habitación, ahí sentí que el personaje no sabía que la iban a matar. Fue un buen momento. Luego en el momento de los dos mundos, donde estamos en el baño también hubo un gran hallazgo, porque íbamos de la escena anterior. El Gato se acercó porque vio que Toño estaba llorando, él se preocupa cuando alguien llora y fue el turno de Toño, el gato lo sintió.
Además algo bueno sucedió con la escena del pasillo, la estuvimos trabajando previamente con el movimiento y se afianzó muy bien.
Fue un buen ensayo, aún falta buscar más. Profundidad, imágenes y cambios en el texto dados por las operaciones mentales que se hagan. El ritmo se irá dando conforme vayamos sintiendo y entendiendo la pieza y el trayecto de los personajes.