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Instantánea: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Dorte Jansen

35 años / Alemania, Baja Sajonia, Hannover

Lugar principal de trabajo (País, estado, ciudad): México, Ciudad de México

Oficio: Investigadora, dramaturga

¿Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

A los 19 años me operaron la rodilla y fue un freno inesperado. Justo había comenzado a estudiar mi Licenciatura en Enseñanza del Francés y del Español en Marburg, Alemania. Recién curada la cicatriz, una amiga me invitó a actuar en un grupo de estudiantes y presentamos en alemán Después de la lluvia de Sergi Belbel. Desde entonces el virus teatral no me ha soltado.
A continuación hice teatro en diversos lados, casi siempre con un cruce de idiomas y culturas: un taller de teatro en Sevilla (España), teatro en lengua española en mi facultad alemana y dos semestres en la facultad de
Arts de spectacles-théâtre en Montpellier (Francia). En 2010 fundé un grupo de teatro con estudiantes de francés en Alemania y descubrí mi gusto por la dirección. Ya en mi país natal me nació el deseo de escribir mis propias obras, pero mi primer intento fracasó. Ya habíamos comenzado a ensayar mi texto, cuando la misma amiga que me invitó a actuar años atrás se convirtió en la principal opositora de mi trabajo. Después viví unos tres años desconectada de mi pasión y la volví a descubrir hasta llegar a la Ciudad de México. Recuerdo a una persona que se burló de mí porque ningún texto mío (hasta entonces) se había quedado en Microteatro. Fue a partir de mi primer reconocimiento por Los güeros no me excitan que comencé a creerme mi papel de dramaturga y creer es crear.
Escribo y sueño en una lengua que no es mi lengua materna, pero que me conecta con mis emociones más profundas. El español se ha convertido en el idioma de mi corazón.

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

Siempre me pregunto hasta dónde las artes escénicas son una verdadera necesidad. ¿Hasta dónde lo que hago está inspirado en una voluntad intrínseca y hasta dónde hago las cosas por reconocimiento? Cuando el motor es exterior se vuelve un motor pobre. En cada investigación, en cada obra de teatro, se requiere de pasión. Mis procesos más bellos fueron aquellos cuando sentí un cosquilleo o una inquietud que no me dejaba en paz hasta terminar la obra. En su mayoría mis escrituras han sido procesos de sanación: Sana, sana alita de murciélago, obra para niños para abrazar la amistad y la confianza; Acuña el de Laura Méndez, para disputar la idea del amor romántico; Los güeros no me excitan, para sacar enojo y rabia frente al patriarcado; Libélulas hembras, para sobrevivir la violencia de género en un país feminicida, Historias de carriolas, para luchar por un lugar digno siendo madre soltera; Amor para consumo inmediato, para criticar a nuestra sociedad “líquida” y a mí misma; Gerd loco: backstage de un maníaco permanente, para rendirle un homenaje a quienes viven con una enfermedad mental como mi padre.

Nuestra sociedad está enferma; la Covid-19 es un síntoma más en un planeta que lleva tosiendo desde hace mucho. (Olvidadas las islas flotantes de plástico, olvidada la carencia del agua potable, olvidado el cambio climático).
Mi anhelo principal en el teatro es seguir sanando juntos, reflexionar y volvernos seres más conscientes y empáticos.

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Pariente de la familia de las (auto)ficciones.
En busca de una voz directa, honesta e íntima.
¿Una terapia grupal?

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Coincido en que son tiempos de reflexión y de introspección, para detenernos. Por ejemplo, está ahí un David Gaitán que (por fin) encuentra tiempo para escribir/pensar/meditar e intercambiarse cartas con Gabino Rodríguez. Una Micaela Gramajo de repente comienza a estudiar alemán y a la vez regresa a la locura de ensayar tres obras al mismo tiempo. Una Nora Coss se encierra para avanzar en su segunda novela. Una Gabriela Román termina su tesis. Una Conchi León explora el teatro virtual en todas sus dimensiones. Una Valeria Fabbri gana un premio en el Helénico con Excepto un pájaro y experimenta en las formas híbridas: ni tele, ni teatro.
La Compañía Nacional tiene el privilegio de abrir los foros institucionales del INBAL. Surgen nuevas convocatorias y con ellas nuevas voces como la de Iliana Muñoz u otras más antiguas e incesables como la de Mariana Hartasánchez. Ahí están
Los habladores de David Olguín y Hombruna de Richard Viqueira. Se inaugura Teatrix. El teatro sigue, se transmuta, se reinventa. El teatro es ahora de quienes necesitan continuar.
El teatro ha sido siempre un pastel peleado, pero ahora lo es un poco más por la menor capacidad en los foros, las temporadas aplazadas, etcétera. A falta de espacios para representarse, ahora todo el mundo agarra la pluma y escribe. Quizás es un instinto de sobrevivencia, un “necesito volcar mi sentir en un algo”. Las redes sociales, más que antes, se han convertido en un escenario para exponer o exhibir la permanente productividad (intelectual y creativa). Las convocatorias se han llenado de textos, (¡pobres jurados!). Las voces se han diversificado y se siguen diversificando.
No obstante, este confinamiento ha agarrado a las madres de una forma especial. Nuestro enfoque está en los hijos, en el teatro de la vida, es decir, en la familia. Imposible seguir fabricando teatro, cuando la mayor obra está en casa: sacar adelante a los hijos.
En este preciso momento me encuentro más en una fase reflexión y no de creación. En estos tiempos poco previsibles para las artes escénicas me vuelven las ganas de investigar y analizar el teatro. La investigación es una tarea noble porque dirige la mirada hacia el otro. Es una actividad que se sale del ensimismamiento. En estos tiempos pandémicos me parece más vital que nunca que escuchemos al otro y que nos preguntemos: ¿Cómo te sientes? ¿Qué estás haciendo tú?

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

Si nosotros estamos cambiando como sociedad, también el teatro se tiene que adaptar a estas circunstancias. La pregunta es cómo repartir este pastel peleado de manera justa. No tengo la respuesta. De hecho, siento que he escrito muchas recetas de pastel, pero no tengo horno para hornearlos, ni tengo el presupuesto para pagar los ingredientes. Cada vez me parece más importante crear condiciones dignas para los creadores. Puedo enseñar a escribir recetas. ¿Quién me enseña a hornear?

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Creo que algo que escribí en mi ensayo Feliz nuevo siglo de dramaturgas (2018) ya se está cumpliendo: la emancipación de los artistas. El que todos tengamos una voz y sepamos articularla, tanto hombres como mujeres. Un sistema teatral democrático.
Horizontalidad en la forma de relacionarnos. No deseo a nadie maestros arrogantes y humillantes.
Les deseo un medio con menos envidias y más trabajo en equipo.

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

El encuentro con el otro no ha cesado, solo se ha trasladado. Entre tantos mensajitos a veces se nos olvida que podemos hacer llamadas. Los proyectos que pude acompañar u observar a lo largo de este año se tuvieron que repensar de pies a cabeza, sobre todo aquellos que ya tuvieron un compromiso con una institución por ser beneficiarios de alguna beca. Por ejemplo, Oscar Serrano Cotán sostiene: “De lo que menos quiero hablar ahora es de un hombre encerrado, kafkiano, ahora mi personaje tiene que viajar”. La pandemia hizo que Irene Repeto se confrontara al tema de la muerte y enfermedad tanto en España como en México. Su monólogo Mi hermana extranjera adquirió un tono más sombrío. ¡Se estrenó en Youtube! La cabaretera Leticia Pedrajo replanteó su unipersonal a última hora y lo adaptó por completo al formato audiovisual. De esta forma su espectáculo grabado Cómo deconstruirse del patriarcado y venirse en el momento queda disponible para la posteridad y eternidad.
El único taller al que pude asistir fue
Juego y Encuentro, principios de creación escénica para los primeros años impartido por Susana Romo. Se trató de un acto muy amoroso y cordial, en el cual se tejieron vínculos afectivos entre los participantes. Estos lazos afectivos son los que tenemos que seguir fortaleciendo entre los creadores.
Los pocos re-encuentros que he vivido en el teatro presencial fueron sumamente cordiales, cargados de cariño. Nos hemos extrañado y nos seguimos extrañando. He observado una mirada más profunda tanto en los creadores como en los espectadores. Como si nos valorásemos un poco más. El tener que renunciar a tantas cosas durante la pandemia nos ha hecho madurar y crecer. Para nosotras, las mamás, la cuarentena no representó una renuncia tan repentina como para otros. Desde antes hemos vivido en una cuarentena. En esta pandemia he tenido muy poca terapia, es decir, muy poco teatro. Deseo a las mamás que pronto recuperen su “cuarto propio” y que tengan otra vez el espacio y tiempo para desenvolverse en el quehacer artístico.

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