Hablar de la piel es hablar de algo que nos contiene. Algo que nos apresa y nos tiene.
Hablar de la piel es hablar de una historia propia que puede ser, según se mire
una historia de aceptación o negación.
Aceptación de lo que somos, no cómo resignación, sino como esencia
¿esencia?
¿Cuál esencia?
Ahí no hay ciencia.
Ni siquiera hay conciencia.
Pienso entonces en ¿cómo se llamaba? La que cantaba… negro,negro,negro,negro creo que era Victoria Santa Cruz.
La piel es una cuestión de gustos.
No. Tal vez no.
Tampoco será la piel como el vaso del que hablaba Gorostiza. Supongo. Pero yo que voy a suponer.
Yo no puedo suponer porque pues yo soy más blanco que esta hoja gris 90% sobre la que escribo.
No sé si exista el racismo inverso. No lo sé, ni me interesa. Yo sólo puedo hablar por mí porque sí… tengo privilegios por ser de un color. Por ser de un fenotipo específico.
¿Qué es ser Güero en México?
Toda la vida toda la vida me ha dicho Güero.
Mi madre luego sale con eso de decirme “mi Güero”.
Y Güera le decían a mi tía la que se murió.
Pero… a mi no me gusta que me digan Güero. No sé. No me gusta como se oye. Me parece que se oye como Agüero. Y a menos que seas el Kun, eso suena como a mal agüero y eso no me parece bueno. No me gusta que me digan “Güero”. Pero la gente lo hace y yo no les digo nada.
Cuando estaba en la prepa alguna vez me describieron y dijeron que tenía labios de gorila enchilada y que mi piel era cómo Nescafé con Leche Clavel y después llegaron a la conclusión de que yo no era blanco sino más bien color Sabritas naturales.
Pero yo no dije nada.
No me ha significado jamás, ningún problema.
Sólo me parece destacable bajo este contexto de reflexión que lleva a pensar acerca del más allá que puede haber entiendo la piel como frontera.
Pero frontera que no sabemos si es del interior hacia el exterior… o del exterior hacia el interior.